viernes, 5 de octubre de 2007

ESTA PELÍCULA SÍ QUE ES MALA

Antes de comenzar o, más bien, recién comenzando: no vi entera la película. Sin dudas, hay cosas para las que no estoy preparado. No estoy preparado, por ejemplo, para leer un libro de Isabel Allende. No estoy preparado para cursar Lingüística. No estoy preparado para escuchar un disco de Coty Soretín. No estoy preparado, queridos amigos, para ver entera una película de Pablo Echarri y Mariano Martínez titulada Peligrosa Obsesión. El film data de dos, tres o cuatro años atrás y tranquilamente podría: 1) Datar de 10 o 20 años atrás (recuerda esas películas de la Brigada Azul o algo así, funcionales al Gobierno Militar) y 2) Tener un subtítulo de advertencia: Por hacer películas horribles.

No hay causa alguna para disfrazar mi desvarío, simplemente vi una hora y 5 minutos de Peligrosa Obsesión y no aguanté más. Yo creía que el cine argentino tenía cierto nivel de películas malísimas pero no sabía que existía este tipo de películas horribles. Porque uno puede hasta justificar haciendo pasar por kitsch o bizarro una de Francella y Emilio Disi, una de esas películas filmadas entre la primavera alfonsinista y la asunción de Nemen, con imposibles ninjas conspirando en la Argentina, con el tipo calvo, rubio y de ojos inyectados en sangre que siempre hacía de malo, con Gino Renni y su ¿despampanante?, ¿característica?, ¿abracadabrante? vincha roja, pero reconocer algo –aunque sea falso- en una película como Peligrosa Obsesión, filmada ya comenzado el Siglo XXI…El desastre es tan grande que aún se puede escuchar en ciertas escenas esa música Circa Brigada Cola que parece hecha con un Casio puesto en plan Guitarra por un nene de 10 años.

Peligrosa Obsesión parte, imagino, del éxito de Resistiré, por eso, seguro, el director decide juntar a Pablo Echarri –que, aproximadamente, tiene el mismo rictus solemne/serio y no se ríe durante la primera hora de la película, queriendo dar a entender algo que ni él mismo debe saber qué es- y Hugo Arana, quien parece tener ganas de reír o llorar cada vez que aparece. A propósito de Pablo Echarri: toda la personificación de su papel reside en tomar un cigarrillo con el dedo índice en forma aparatosa y observar con el seño fruncido.

La película nace de malentendidos, supuestos, prejuicios. Comienza en Brasil, con la redundante toma panorámica del Cristo Redentor. Así, durante demasiado tiempo, la cámara se pasea por distintos lugares de Río de Janeiro –de seguro para justificar el gasto de irse hasta la tierra de Dunga para filmar una película con toque exótico, que le dicen- hasta que va a parar a la cara ultra estereotipada de Pablo Echarri, que parece estar haciendo de él mismo o de Lorenzo Lamas –el Tribunal de La Haya determinó que no sé sabe cuál opción es peor-. Por lo que se ve, se pueden sacar varias conclusiones: 1) Pablo Echarri es un camionero; 2) Un argentino se reconoce al segundo, ya que al bajar Echarri de su camión rojo, todos los brasileros lo miran mal y lo tratan mal y lo hacen sentir mal; 3) Según la óptica de la película los brasileros son negros y están sudados y juegan al fúchibol y gritan y dicen Pelé cada dos segundos para luego decir fuchibol y decir, nuevamente, Pelé y más tarde fuchibol; 4) Craso error el de creer en forma ingenua que los brasileros viven pendientes de los argentinos, que los brasileros odian a los argentinos: a los brasileros les importa tres pitos el argentino, es el argentino el que siempre mira con envidia: ya sea la falsa alegría del pueblo brasilero, ya sea la más que cierta supremacía futbolística de los brasileros, ya sea el carnaval o Xuxa o quien sea ; 4ª) Un ejemplo que explicita lo dicho anteriormente es el gran interés que sienten los músicos de rock argentino por la bossa nova y la indiferencia total de la música brasilera hacia el rock argentino; 5) Sigamos con los supuestos que quiere revalidar Peligrosa Obsesión: los argentinos son seductores, súper vivos y le quitan las mujeres a los brasileros: eso se quiere dar a entender cuando Echarri-Lamas entra a un bar y una brasilera le mueve su cuerpo en forma seductora ante la mirada impávida de su novio brasilero-odiador de argentinos.

Una vez fuera del bar donde lo tratan mal, un brasilero simíl Ronaldinho le grita a Echarri: fuchibol, Pelé y Maradona. Echarri no hace caso a la provocación del brasilero –por lo que se puede dar a entender cierta xenofobia de parte del director- hasta que éste último le pega un pelotazo en la nuca. Un supuesto más y no jodemos más: la valentía de los argentinos. Así es que Echarri acepta el reto –¡absurdamente saca de su camión un par de botines nuevos!: ¿?- y comienza a sufrir patadas, piñas y escarnios varios como si fuera el Jesús que prefiguró el nazi de Mel Gibson. Todo eso hasta que se lesiona un brasilero y entra Mariano Martínez, quien se hace pasar por brasilero para no ser golpeado por los cariocas denotando que el papel que le toca hacer es el de: El vivo argentino. A todo esto, la explicación sobre la situación de violencia que se ha creado entre Echarri y los brasileros brilla por su ausencia. Por lo visto, sólo hace falta ser argentino en tierra extranjera para que te traten mal y te humillen. Y no sólo eso: no hace falta decir que uno es argentino, todos se dan cuenta lo mismo y lo tratan mal.

En conclusión, Martínez y Echarri deben escapar de la horda de estereotipos brasileros y en el camino, mientras avanzan en el camión rojo, caen al agua desde un puente de muchísimos metros y no les pasa absolutamente nada. Es más, ni siquiera muestran como hacen para salir del Océano, para eludir a la policía. Pero no importa, allí están Mariano Martínez y Pablo Echarri, un tanto mojados, en medio de la playa, el primero con gesto canchero y pose de galán, el segundo reconcentrado y moviendo los ojos hacia diferentes puntos para denotar desconfianza, argentinidad, vaya uno a saber qué. Antes que se haga tarde: en ningún momento de la película se llega a conformar un vínculo creíble entre los dos protagonistas. Desde el principio se tratan con desenvoltura pero nunca se sabe porqué. Tampoco las justificaciones que se dan para que sigan juntos se pueden entender. Entonces Echarri perdió todo lo que tenía en el camión y Martínez saca una tarjeta de teléfono de su pantalón –Es de plástico, dice estúpidamente, no se rompe, y uno se pregunta porqué si nada está justificado al guionista se le ocurrió justificar justo eso-, le indica dónde hay un público y quedan en encontrarse a las 4. Y nuevamente falla la cohesión: se hace un plano breve de Echarri hablando en el teléfono público y al segundo llega Martínez, peinado, cambiado y hasta con nuevos reflejos. Le trae ropa, un bolso, de todo. Deben volver a Buenos Aires como sea, dicen. Echarri no quiere seguir con Martínez pero éste sí y pasa indicarle en tono porteño callejero –tono que, por supuesto, Martínez está a años luz de conseguir- que mató a un policía motorizado, que escapó de no sé donde y que, en resumidas cuentas, debe acompañarlo por el resto de la película. Esto último no lo dice pero se entiende así. De igual modo, no hay mayores causas por las que siguen juntos.

Suben al avión. Echarri tiene un sueño que parece una escena de Resistiré. En Ezeiza tienen problemas con su valija –Martínez le pregunta si se trajo muchas cosas de Brasil, en referencia a productos tecnológicos, etc., pero ¿no había perdido todo en el camión?- que está llena de cocaína. Nos damos cuenta que Martínez quiere emular esos papeles en los que Leonardo Di Caprio hace de galán e inteligente, en los que Leonardo Di Caprio se revela como un gran actor y hace olvidar que en principio fue un carilindo que provocaba orines en la platea femenina e insultos del lado masculino. De más está decir que no le sale y da vergüenza asistir a tal hecho. Los dos galanes discuten. Entran al baño. Martínez tira la cocaína en un inodoro y no le cree a Echarri, que dice que esa cocaína no es de él. Sienten llantos, susurros. Quizás porque estaban hablando en voz alta de cocaína, deciden ver quién llora –si temían a la policía ¿por qué no se fueron y dejaron al ser llorando en el baño?-. Abren la puerta y es una mujer, una brasilera, que parece una argentina haciendo de brasilera pero tal vez sea brasilera, no lo sé. Entran unos orientales al baño –de verdad pasa todo eso-. A continuación, vemos cómo Echarri, Martínez y la brasilera toman los lugares de los orientales –por supuesto, no se explica porqué la brasilera los acompaña- y son recibidos por un argentino que tiene un cartel con un nombre japonés, chino o coreano. Para no ser menos: en ningún momento se explica cómo hicieron para desembarazarse del que recibía a los orientales. Tampoco se muestra el apropiamiento de identidades de los orientales, sólo se los ve atados –¿de dónde sacaron sogas?- y pidiendo ayuda. Luego aparecen en un el Puerto de Buenos Aires. Echarri manipula a la brasilera de aquí para allá. Se dan conversaciones estúpidas en torno al matrimonio entre la brasilera y…un argentino que la dejó –otra vez la supuesta viveza argentina-. Comienzan a correr. Los persigue la policía. Llegan a un límite de la escollera: ¡deben tirarse al mar o sino los atraparán! …como sucede en el 85 por ciento de las películas de acción desde 1925. Se tiran y los policías, asombradísimos, los pierden de vista. Como ya es tradición en la película, no se explica cómo salieron del mar del que recién se arrojaron y cómo llegaron a un barco abandonado, del cuál sale la brasilera con un vestido blanco mojado, casi transparente, amagando cuidadosamente para que no se le salga una teta. No recuerdo mucho más. Ah sí, aparece Victoria Onetto, a la que luego de esta película y como debió suceder mucho tiempo atrás, deberían haber exiliado del país y no permitirle entrar. Victoria Onetto hace de mala y su partener es Carlos Belloso afeitado al ras, quien recuerda al otrora malo de las películas de Francella. En determinado momento, Belloso y dos patovicas secuestran a Echarri. Allí aparece por primera vez Onetto, vestida con una bata abierta, amagando cuidadosamente para que se le salga una teta. Belloso dice algo así como: Las hormigas son insectos incomprendidos; ellas también oxigenan la tierra, etc. Es el típico discurso del Villano, el discurso Montgomery Burns que empieza a hablar de cualquier cosa y termina en una grandiosa maldad, en este caso Onetto unta el cuerpo desnudo de Echarri con miel y Belloso le tira las hormigas. Acto seguido, la cámara enfoca el rostro de Echarri que dice: Huk, Ok, Ah, Mmm, No, No, Pará, Hok, Kok. Más tarde, la cámara enfoca todo el cuerpo de Echarri, que amaga cuidadosamente para que se le vea la pija, que dice: Huk, Ok, Ah, Mmm, No, No, Pará, Hok, Kok. Finalmente escapa. Antes hubo un encuentro entre Echarri y Arana –su tío- donde se mencionó la palabra narcotraficante unas 5 o 6 veces en 2 minutos: Son narcotraficantes, Peligrosos narcotraficantes, Narcotraficantes asesinos, etc. para que se entienda que estamos ante una película que reflexiona sobre los narcotraficantes. Fue ahí cuando no pude soportar más. Vino una escena dantesca en la cual Mariano Martínez baila brasilero con sus fosas nasales bien abiertas y moviendo su envaselinado cuerpo como los argentinos creen que mueven el cuerpo los brasileros. Mi novia no estaba despierta, no le pude preguntar, pero puedo intuir que ésta es una escena que puede excitar a una adolescente quinceañera, a una cuarentona necesitada pero no a una mujer con sus facultades mentales en actividad. Todo esto conllevó al indefectible cambio de canal. Y eso fue lo que quería decirte, Peligrosa Obsesión, antes de vos, a decir verdad, no sabía que seguían existiendo las películas argentinas más que malas, malísimas, horribles.

10 comentarios:

Matías dijo...

A mierda... Imagino al director de la película leyendo el post y queriéndose suicidar. La crítica es demoledora.

Leí también Un par de drogadictos que es muy bueno.

Saludos!

Martín Zariello dijo...

Un par de drogadictos lo voy a volver a publicar. Lo que pasó es que este post se me ocurrió al minuto de postear el cuento y me pareció de candente actualidad (teniendo en cuenta que ayer pasaron la película en canal 8 y/o telefé) a pesar de que el film data de años.
Saludos.-

Quinientos Once dijo...

Yo la vi toda la película... (era eso o gateando por un sueño). Lamento informar que te perdiste la mejor parte, cuando encantran un cargamento lleno de droga en una fábrica abandonada en un estero (inversimil) en medio de la llanura pampeana (?). Ahí echarri desconfía por primera vez de MM y da lugar a un desopilante diálogo en el que MM declara ser agente de la DEA (sí, la agencia de los buenos). Después hay karata berreta (era mejor el que se veia en extermineitor 4 hace 20 años). Después más explosiones y la DEA que le salva las papas a todo el mundo con francotiradores y toda la ensalada.
En fin, concuerdo en que es de lo piorcito que se ha visto en este país. Saludable la crítica de todas formas. Y la película es del año pasado...

Anónimo dijo...

Un amigo la vio anoche tambien, encima despues de ver Mulholland drive, y me dijo que era pesima. La voy a ver nada mas que para reirme mas con la critica,
saludos

Anónimo dijo...

Miscelanea:

(1) Muchas gracias por tu elogioso comentario hacia mi comentario. Es un orgullo para mi dado que te admiro mucho. Eso si, que te quede claro que de grande solo tengo la edad.

(2) Hacele un tirito a The Clash cuando puedas.

(3) Jamas tendria un blog. Me aburriria, no tendria la constancia suficiente para mantenerlo. Lo mio son esporadicos (e inconclusos) ataques de escritura. (En el mejor de los casos podria sumarme a una iniciativa tipo CLAP, teniendo en cuenta su avasalladora tasa de posteo).

(3) Ademas que sentido tendria que haga un blog propio si comentando en el tuyo tengo la posibilidad de ser leido - y hasta comentado! - por un grupo de gente mucho mas interesante del que conseguiria por mis propios medios? Sin duda es mucho mas conveniente parasitarte.

(4) No te das una idea lo que me gusto "Un par de drogadictos"! Lo lei y lo relei hasta que lo descolgaste. Hay algo de "loco" en en el escaso uso que haces de la jerga "drogona" a lo largo del relato. Solo mencionas que Ana estaba "ida" y que el basquetbolista estaba "duro". Me parece un detalle de muy buen gusto de tu parte. Te evitas el riesgo de caer en el uso artificial y/o desmedido de la jerga (Algo asi como las entrevistas de Rolando Grania con ex-presidiarios).

(5) Por otro lado, al no usar la jerga pones una distancia con la situacion, la planteas como ajena sin que lo sea. Ese juego con la distancia considero que es el punto mas fuerte del cuento. Hablas de comprar "droga", los personajes se mueven en una ciudad que puede ser cualquiera, hasta que de golpe "bum!!!": El basquetbolista es de Penarol, Francisco es amigo tuyo y los dos chicos pueden ser cualquiera de nosotros, erraticos habitantes de la marplatense marplatense ciudad. En definitiva, representas muy bien esa distancia que nos lleva a pensar que estas mismas cosas le pasan a otros que nunca vamos a conocer.

(6) Tu aparicion en el relato es muy simpatica. Tambien lo hace Onetti en "La Vida Breve" (Obra maestra de la literatura universal, dicho sea de paso, y por lo tanto digna de leer).

(7) El cuento del arroyo es mas raro, parece extraido de un suenio. Me llega la situacion, acaso porque tengo un suenio recurrente con un arroyo que se localizaria en un lugar donde en realidad no esta. De todas maneras, es atractivo, dificil de olvidar.

(8) Acerca de este post no voy a comentar nada dado que no lo lei debido a que se trata de peliculas y no veo peliculas dado que considero que el peor cero a cero es diez mil veces mejor que la mejor de las peliculas.

(9) Un abrazo.

Anónimo dijo...

habiendo tantas peliculas buenas para ver, es un desperdicio gastar tiempo en esta. pero cuando la unica opcion son: 5 canales de aire, de los cuales en tres no difrencias a alfredo caseros de charly garcia. por la razon de que la antena es una caña de pescar, con dos tenedores de brochet enganchados en la punta. no queda otra que verla.
es tan mala que nisiquiera merece un post. es como si se le dedicara un post a bailando por un sueño.
igual fu genial..(el post)

Martín Zariello dijo...

Boris, Marplatense, Avenida (juro que sabía que Mariano Martínez era un infiltrado!), Gracias por leer.

Marplatense: agradezco la lectura de Un par de drogadictos. Lo que vos marcás de la ausencia de vocabulario drogón fue totalmenente adrede por dos razones: 1)No soy gran conocedor de cuestiones drogonas; 2) Detesto esos textos que hacen una especie de mercado sobre un tema -drogas, por ejemplo- y después colocan todo lo que saben. Me pareció interesante que sea droga y a otra cosa mariposa.
Saludos.

Martín Zariello dijo...

Quise decir: "Detesto esos textos que hacen una especie de testeo mercado sobre un tema..."

Anónimo dijo...

Una vez mas, un acierto de tu parte. Abrazo.

Anónimo dijo...

Me gusto un par de drogadictos.
Es mas lindo, cuando escribis, que cuando criticas.