sábado, 12 de enero de 2008

LEER Y ESCRIBIR

Quiero comentarles una pseudo revelación que tuve hace unos minutos: cuando era chico, mis amigos vivían en otro barrio y yo pasaba la mayor parte del tiempo solo. Todo fue bastante triste hasta que descubrí la biblioteca de mi padre, que en realidad era –es: ahora la colgué de una de las paredes de mi pieza- un pequeño aparador con tres estantes y un centenar de libros. Ahí había best seller de los 70’, algún que otro libro de Cortázar, Teorema de Pasolini que leí a los 11 años sin entender una sola palabra, las rimas de Bécquer, novelas de aventuras en el África. En fin, cualquier cosa. Por un tiempo sólo me dedicaba a mirar los libros: escudriñaba las tapas que más me agradaban y leía ciertas escenas sexuales que para mí eran la subversión absoluta. Más adelante, empecé a leerlos. Cuando los terminé todos, empecé a gastar cada moneda que tenía en un libro de Cortázar. Y así. Me quiero detener en lo siguiente: mientras leía esas historias estrafalarias y ridículas no tenía conciencia de que allí afuera había todo un mundillo intelectual defenestrando o endiosando autores y libros según corresponda. Lo importante para mí era leer, leer en una forma ancestral y genuina, una forma alejada de cualquier tipo de pretensión literaria, vanidad o competencia lectora. Acto seguido, cuando algunos autores me fascinaron en demasía, pensé que era factible poder escribir: casi siempre imitaba el estilo del último autor que me hubiese agradado –y creo que aún hoy es así. Consecuencia de esto último las cosas importantes pasaron a ser dos: leer y escribir. Intuyo que ésas son las cosas esenciales en la aventura literaria, lo demás es accesorio.

Hoy se debate concienzudamente si es mejor la escritura eficaz o la escritura experimental –como si no pudiese haber un autor que englobe las dos “posturas”-, se quieren zanjar en forma severa los límites entre los libros y los blogs, etc. Estas discusiones son bienvenidas y hasta necesarias pero en la mayoría de los casos se van por las ramas del árbol de la estupidez: casi siempre terminan en los comentarios agresivos de un anónimo en un blog o en los comentarios agresivos de un escritor en un suplemento cultural. Se pierde de vista el objeto de estudio y en vez de explayarse sobre una teoría o una idea alrededor del tema analizado, se cargan las tintas sobre los individuos: que el escritor X es un engreído, que el blogger Y no sabe nada de literatura, etc. Y ahí comienzan las típicas disputas por ver quién la tiene más larga, quién leyó mejor a un escritor, quién tiene teorías más abstractas y complicadas sobre una novela. Lo que se perdió en el medio es la inocencia por leer y escribir. Esto último está muy bien hasta cierto punto: justamente el punto en que nos convertimos en unos imbéciles egocéntricos que en pos de defender una idea propia, agredimos a medio centenar de personas. Es entonces que para decir que no nos gusta como escribe Bolaño, por ejemplo, tenemos que pulverizar a los lectores de Bolaño, a sus amigos, a los escritores que lo admiran, etc. Y otra cosa: en las discusiones literarias no parece haber una sola persona que admire a un escritor: todos son “odiadores”. Esto me parece errado, ya que uno puede estar a favor o no de lo que dice Alan Pauls o Fabián Casas o Rodrigo Fresán –por nombrar 3 escritores disímiles que leo- pero de ahí a descalificarlos por no concordar con lo que uno piensa hay un largo y sinuoso camino… Además, estar siempre en contra –de un autor, del Mercado, de la idea de eficacia, de la idea de ineficacia, de la Ñ, de los blogs-, tarde o temprano, es contraproducente. Sonará muy hippie o new wave pero siempre es mejor estar a favor de algo que gastar energías en lo que odiamos. Eso sería como, en vez dedicarnos a amar a nuestras novias, encargarnos, eternamente, de odiar a quienes no nos gustan. ¿Para qué? Ayer terminé de leer una novela de Mariano Dupont llamada Aún. Recuerda a Saer pero la influencia no termina matando el contenido del libro: me gustó mucho, es ambigua, estimula el pensamiento y se lee con devoción. El contexto es la dictadura pero nunca se cae en golpes bajos o lugares comunes. Yo nunca había leído a Dupont, ni sabía bien quién era. Imagino por qué debe ser: al tipo le debe interesar, por sobre todo, más que tirar bombas, leer y escribir.

Volvamos al chico que leía y escribía porquerías genuinamente. En este momento, estoy seguro, debe haber un niño parecido a nosotros pero 10 o 20 o 30 años atrás, descubriendo un libro en la biblioteca de su padre. Ok, esa imagen me parece mucho más esclarecedora que las disputas, la vanidad y la violencia verbal de toda la intelectualidad contemporánea. Sayonara.

PD: la foto de Bolaño la saqué de Tomas Hotel y la de Córtázar de Avizora. Lo aclaro porque creo que no están en ningún otro lugar.

5 comentarios:

El Bosco dijo...

Decía Jaime Balmes que la lectura es como el alimento:el provecho no está en proporción de lo que se come sino de lo que se digiere.
Excelente reflexión.

AB dijo...

Da pena la gente que parece existir en contra de otra, que no se sostiene más que por y para hacer la guerra y ser la alternativa a algo, a X, a lo otro diferente casi porque sí (connotaciones políticas de lado). Y resulta lo de lo más estúpido en el ámbito del arte.

Saludos al Corvino, blógrafo que no parece estar afectado por el éxodo veraniego.

La Momia dijo...

Las rimas de Bequer era de Silvia!! nunca se las devolví!!!

V dijo...

¿Fenómeno exclusivamente latinoamercano?
No debe haber sido fácil leer a Pasolini a esa edad, aunque si dices que no entendiste ni pito, no tiene que haber causado mucho impacto.
Y nunca se debe olvidar agradecer a los amigos cuando no están.
Abrazo maestro.

Anónimo dijo...

Corvino: Cada día te quiero mas!!

Es que los buenos escritores generan amores y odios..

besos
Marie