martes, 20 de septiembre de 2011

"Uruguayo, uruguayo, uruguayo"

Ni en un taller de escritura. Ni en una conferencia. Ni con voluntad. Ni con dinero. Eso no se aprende. Ni se compra. Se tiene o no. Me refiero al don de escribir. Y que fluya. A la prosa armónica, con ritmo y melodía. La que escapa a las teorías impuestas por las academias. La que, como la hierba cósmica de Walt Whitman, existe donde quiera que haya tierra y agua.


En el volumen Uno de las Crónicas de Bob Dylan, hay un capítulo dedicado a la grabación de Oh Mercy. El disco es de 1989 y el libro del 2005. Dylan escribe tan bien que llega un punto en el que creemos que tal vez el disco no se haya editado nunca consecuencia de la crisis que estaba atravesando el artista. Su estilo nos encadena al show de la incertidumbre mental mientras apunta frases como ésta:


"Me sentía acabado, los restos del naufragio en llamas. Había demasiado ruido en mi cabeza, y me era imposible expulsarlo. Dondequiera que vaya, soy un trovador de los sesenta, una reliquia del folk-rock, un rapsoda de tiempos pasados, un jefe de Estado ficticio de un lugar que nadie conoce. Me encuentro en el abismo sin fondo del olvido cultural".


Quiero decir que una buena prosa es capaz de convencernos de cosas que no pensamos. De hacernos dudar sobre la existencia de un hecho comprobable. De condenarnos a leer cuestiones a las que jamás antes hubiésemos pensado prestarle un mínimo de atención. Un autor de moda contemporáneo es capaz de proporcionar este tipo de felicidad. Como Bolaño y Caicedo, los otros dos faros de los escritores jóvenes y latinoamericanos, está muerto. Se llamaba Mario Levrero y todos o casi todos habrán escuchado hablar de él. En ciertos círculos es como una de esas bandas cool que hay que escuchar para estar en la onda (vaga). Y es un problema explicar que algo que está de moda y leen los chicos con anteojos negros y gigantes no es un bluff. Remitirnos a los Beatles (grupo que inspiró un relato de Levrero llamado "Alice Springs") bastará para saber que no todo lo que es más popular que Jesús es malo. Afortunadamente, sus libros, hasta hace muy poco inconseguibles, se reeditan con frecuencia. El último texto rescatado es El discurso vacío, algo así como la precuela de lo que luego sería La novela luminosa, junto a 2666, probablemente la obra más trascendente de la literatura latinoamericana de la década anterior.


A menudo, la literatura de Levrero ha sido comparada con la de Kafka. Los argumentos de sus novelas más famosas así lo prueban. Evocan el apotegma del autor de El Proceso, en el cual se afirma que la vida es una distracción permanente que ni siquiera permite tomar conciencia de aquello de lo cual distrae. En El Lugar, el personaje narrador debe atravesar una serie indefinida de habitaciones sin saber dónde está y a qué lugar se dirige. En La Ciudad, el personaje narrador se encuentra en una ciudad desconocida, no sabe cómo salir ni de qué manera llegó. Estas dos novelas, más París (de imposible descripción), forman parte de la Trilogía Involuntaria. Su lectura es terapéutica. A la gente que sufre no le recomiendo comprar aloe vera ni ir de viaje al Sur. Le digo que lea a Levrero.


Volúmenes de cuentos como Espacios Libres, Todo el tiempo y La máquina de pensar en Gladys y nouvelles delirantes como Nick Carter (se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo) forman parte de una misma serie. Suele enmarcarse en el género fantástico rioplatense y en la ciencia ficción. Aunque lo de Levrero tiene mucho de inasible, de escritor grandioso al que los límites básicos de los géneros le quedaron chicos. Una novela como Dejen todo en mis manos (donde el personaje es un escritor que va en busca de otro en plan Sherlock Holmes after gripe, con ciertas características topológicas que podemos encontrar en El discurso vacío y La novela luminosa) podría ser ubicada en la otra vertiente de Levrero. La que se relaciona con la autobiografía. O la autoficción (de esto sabe mucho Aira). Aunque lo que hace Levrero en El discurso Vacío es ciencia ficción metafísica, la que trata sobre los avatares del cuerpo y del alma. ¿Cómo explicar sino que nos haga seguir las visicitudes de su organismo y los vaivenes emocionales de su existencia como si fuera un relato de suspenso?


La vertiente autobiográfica de El discurso vacío y La novela luminosa también nos sumerge en paradigmas kafkianos. Levrero es un continuador explícito de Kafka, pero como todo buen alumno, supera al maestro. Su literatura, como las películas de Sandrini, puede hacer reír y llorar. Además, en la narrativa de Kafka no hay salida, en la de Levrero hay espacio para breves momentos de redención. En el año 2000, Levrero recibe la beca Guggenheim para finalizar de escribir una novela que quedó a medio hacer desde los años 80. La novela luminosa, en su mayor parte, es el diario en el que Levrero explica por qué no puede escribir La novela luminosa. El discurso vacío es el diario que escribe Levrero para perfeccionar su caligrafía (y a través de ella, su conducta). Busca un "discurso vacío", que no diga nada, para que su atención recaiga en el dibujo de las letras. Pero Levrero, más que un ser humano, es un narrador, un tipo que puede llegar a momentos de extraordinaria calidad lírica escribiendo sobre palomas muertas o, en el caso de El discurso vacío, la personalidad de su perro. Y, como se sospecha desde la primera página de la novela, el discurso vacío y la autoterapia caligráfica, son arrasadas por el aliento narrativo de un escritor que tenía un concepto místico de la literatura.


A su modo, El discurso vacío es un alarde: "miren lo que puedo hacer con el lenguaje". Ése vendría a ser el grado cero del instinto de un escritor. Un fragmento de La novela luminosa servirá para desentrañar lateralmente este comentario, como si fuera un koan zen. Levrero recuerda el cartel de un establecimiento burócratico: "NO HAGA COLAS INNECESARIAS SI CONCURRE EN EL HORARIO INDICADO EN EL TIQUE -NO ANTES- INGRESARÁ SIN DEMORAS". Después reflexiona: "La verdad es un texto perfecto. No le cabe el menor reproche. La palabra justa en el lugar justo. No, jamás podría haber conseguido yo algo así".


En apariencia, además de saber leer, ciertos autores nos demandan determinados presupuestos. Estéticos. Morales. Coyunturales. Sin eso que está por fuera del texto (y nos convierte en "entendidos"), pareciera que no podemos aprehenderlos del todo. Para leer a Osvaldo Lamborghini hay que contar con la superstición de que es un genio. Para leer a Aira debemos conocer el resto de su obra. La poesía de Alejandra Pizarnik es indiscernible de su biografía. Estas nociones son tan engañosas como suponer que hay "música para músicos" (Zappa, Miles Davis), pero no por eso menos verdaderas. Buda (o Borges) enseña que en el fondo del mar hay una tortuga y una ajorca. Cada 600 años, la tortuga asoma la cabeza. Ser un hombre es tan raro como que la tortuga calce la cabeza en la ajorca. Tal vez con intuir inconscientemente esa rareza que es vivir y estar en el Planeta Tierra alcance para leer a Levrero. Porque es fácil escribir "difícil" y ser un genio. Incluso ése es el truco de los garcas del neobarroco. Pero escribir, que te pueda leer una chica bronceada en la playa y ser un genio, ahí se complica.


Los libros de Levrero son extraños y provocan reacciones extrañas. Hay una página de facebook en la que sus lectores, como si fueran fans de Harry Potter, realizan encuentros para juntarse y conversar sobre sus libros. Yo quiero ir. Porque si hay algo ligado a la lectura de Levrero es el impulso de hablar con alguien que haya leído lo mismo que uno y decir: "Este tipo es genial". Imaginen al primer individuo que leyó La Biblia. Ese deseo por compartir algo que podía cambiarla la vida a miles de hombres en el mundo.


A diferencia de Bolaño, un autor con una pulsión romántica de la escritura que te llena de ganas de escribir cuando terminás de leer sus novelas o cuentos, la estela que dejan los libros de Levrero es amarga. En primer lugar, no dan ganas de escribir más, puesto que si ya lo hizo Levrero y tan bien, ¿para qué? Como dice Aira de Osvaldo Lamborghini, nos tienta afirmar sobre el uruguayo: "La pregunta primera y última que surge ante sus páginas, ante cualquiera de ellas, es: ¿cómo se puede escribir tan bien?". En el caso de Levrero esto es verdad. Por otra parte, terminar un libro de Levrero supone el final de una felicidad íntima. Grandes y banales tristezas del sujeto posmoderno: el último episodio de una serie, el descenso de tu equipo de fútbol, terminar un libro de Levrero.


Algo que tal vez no deba ser dicho en una reseña con algún tipo de pretensión crítica es que uno lee a Levrero y se siente acompañado. Pero como ésta no es una reseña con algún tipo de pretensión crítica, lo digo: nunca nos sentiremos más acompañados como lectores (como sujetos, como seres humanos arrojados a un mundo caótico y doloroso) que cuando leemos a Levrero. Porque fuera de las imposturas intelectuales de la hermenéutica, ¿qué satisfacción mayor que no sentirnos solos puede otorgarnos la literatura?

43 comentarios:

lu dijo...

Me encantó la trilogía, iré por más en cuanto pueda!!

castor dijo...

-dije en mi estado [no íntimo] de fb: hace mucho que no me daban ganas de aplaudir al terminar un libro, como

-me pasó con El lugar, antes de ayer.
textuales palabras: les dije a mis alumnos que vamos a leer a un tipo que es genial.

-cuando fui a paris [sin ánimos de caretearla] quería llegar al arco de triunfo para ver si estaba todo alineado, tal como dice en Todo el tiempo. lo estaba y, como levrero, sentí que ya me podía pegar un tiro tranquila.

-me queda mucho por leer y eso hace que me guste aún más.

sonrío con un post. hace mucho que no pasaba también :)

Anónimo dijo...

por fin un post como la gente

Hernán Galli dijo...

Me quedé colgado en el último párrafo. En cuanto al "acompañamiento", no sé, siento que el gran Julio es insuperable en esa cuestión. Digo, en las ganas inmensas de juntarse a tomar algo.
La literatura... Se me vino esa entrevista al Maestro en donde habla de "la presencia tutelar de los libros", cuando él ya estaba ciego. Decía que acariciaba los lomos de los libros, que los necesitaba como esa compañía de la que hablás. No es ni una pose ni una virtud, ni nada, es sentir algo en los libros, como quien lo siente en la guita. Algo así.

Saludos!

Rossina dijo...

Terminar un libro de Levrero, que aún queden libros de Levrero por leer, que aún falte conseguir otros tantos, que haya quienes como vos le hagan cierto homenaje. Todo eso supone una felicidad.

Amo Dejen todo en mis manos.

Makuni dijo...

te quiero

Anónimo dijo...

los traductores es un tema.. recuerdo algo sobre brges.. ah, después lo busco y los trascribo, ahora estoy trabajando. (?)

Joyce dijo...

Tanto se habló de Levrero en este blog que fui y me hice de la Novela Luminosa. Si las gropies tuvieran barba, podrían tildarme de tal cosa. Por suerte no he visto groupies de barba. Aún.

Me voy a poner en puto. No me gustó la Novela Luminosa, aunque todo lo que se dice en el post es verdad, salvo una cosa. Estoy de acuerdo con que es Kafka recargado, o Kafka revolutions. Sin embargo, no pude entrar en el ritmo de la metanovela.

Si hay algo que me parece importante para aquellos que escriben o lo intentan es no ser aburrido. No aburrir con tus personajes, incluso si el personaje sos vos y te sentís insignificante, una babosa (o una cucaracha, claro).

Los personajes de Kafka no estaban simplemente adornados por la locura. Era la manera de expresar su atractivo. El personaje Levrero no está adornado por nada. Brutalismo. Algo que es nada. Para tal nivel de existencialismo, me quedo con Michel Tournierm, con el Matadero 5 de Vonnegut o con algunas historias de Coetzee. Curiosamente me fascinan, y pasarme de ésa línea me pone irremediablemente en una sensación de caída libre. Como si estuviéramos hablando de una droga importante.

Por último, me parece importante agregar que LNL es una novela que no podría no ser uruguaya. En ése sentido sí, claro, es perfecta.

Joyce dijo...

Me faltó: la única falta a la verdad (?) es que LNL no sea un libro para escritores. Nunca leí un libro que no sea tan para escritores como ese. Quizás por eso no me gustó. La mera posibilidad de sentirme identificado me hizo sentir que estaba siendo transportado a lomos de ourabouros.

Anónimo dijo...

Tal vez habría que agregar algo de su vertiente parapsicológica,el era un convencido de la realidad de estos fenómenos,para asimilarlo del todo.Escribió algún libro sobre este tema, Manual de Parapsicología por ejemplo,y decía que todo el tiempo le ocurrían (o el estaba convencido de que le ocurrían) episodios paranormales.
También fué guionista de historieta con el seudónimo de Jorge Barlotta y colaborador de Leo Masliah en algunas de sus creaciones.
Un bicho "raro" que logra conectarse con nosotros porque como bien decís también en parte somos concientes de nuestra rareza,aunque finjamos la "normalidad" como mecanismo de defensa para tirar hasta el final mas o menos libres y no dentro una institución para enfermos mentales.
Creo que Levrero fue un paso mas allá e intentó explorar y hacer la crónica de esa rareza por medio de la literatura.Saludos.

Desocupado mental en la era del blog dijo...

De Levrero estoy leyendo "La banda del ciempiés", y hasta el momento me ha gustado más el delirio y la forma de escribir de Copi.
Muy buen post.
Abrazo de gol de boquita campeón!!

keki dijo...

yo no leí a Levrero.

Pero si cambio el sustantivo propio Levrero por Onetti, es lo mismo.
Es una literatura para derrotados. Triste, jazzera, lujosa, y Onetti no puede escribri así.

Voy a ir por Levrero, pero decícele que cuando vuelva, lo mato. Nadie le gana a Onetti.

Mánuel López dijo...

Parece ser cuestión de gustos, como casi siempre.
Yo no dejo de pensar en los cuentos de Angel Bonomini.
Y en dejar de leer y escribir, quizás...

Salú!

Martín Zariello dijo...

En realidad el seudónimo es Mario Levrero, él se llamaba Jorge Varlotta.

Hace un par de años escribí otro post entonces no abundé mucho ahora en su biografía: http://ilcorvino.blogspot.com/2008/09/levrero-is-god.html

Situación levreriana mística: me acabo de dar cuenta que el post que escribí sobre Levrero fue hace exactamente 3 años.

Para mí Levrero, junto a Borges, es uno de los autores más entretenidos que leí. Me hace reír a carcajadas, justo hablaba esto con un amigo hace poco. El Kafka de El Castillo te hace reír pero con el tipo de risa que usan los tipos que tienen una camisa de fuerza.

Saludos.

g. dijo...

no podría estar más de acuerdo, leí la novela luminosa, tengo la trilogía en casa esperándome.
con la novela me pasó eso. me ponía triste, me hacía reir (amargamente) pero no lo quería terminar, quería seguir leyendo el cotidiano de ese tipo y su lucha contra la banalidad para siempre. era bueno levrero. bueno en serio.
salute, corvino.

Anónimo dijo...

ya mimo corro a una librería por un levrero

Belen dijo...

Yo conocí y leí a Levrero por tu blog. I appreciate that very much.
Me gustó mucho tu luminosa reseña.

Y dejo ésto de Charly por si no lo viste:

http://www.youtube.com/watch?v=maGZlAWVz0c&feature=channel_video_title

http://www.youtube.com/watch?v=64ptjCp0qs8&feature=related

Anónimo dijo...

salvo un par de títulos, imposible conseguir libros de ML. Alguien sabe de una casa de usados en baires donde se los consiga en ediciones antigua?

juan

Martín Zariello dijo...

Juan: actualmente, en cualquier librería comercial, se consiguen La novela luminosa, El discurso vacío, Todo el tiempo, La trilogía involuntaria (París, El lugar, La ciudad), Nick Carter, Dejen todo en mis manos y La Banda del Ciempiés.

Andres dijo...

Este es el mejor post de corvino 2011.

Saludos!

Boludo dijo...

Onetti es un winner, papá.

Anónimo dijo...

Che, corvino... decí que no vivís acá, en c. federal que si no te buscaba y te violaba...jajajajaja
¡qué bien escribís,loco!
Levrero?... otro grande
Te leo
chau

Luciana

Anónimo dijo...

Lo libros de cuentos son inconseguibles, acá en mardel alguien que los quiera compartir???

Anónimo dijo...

Estoy en plena lectura de "La novela luminosa" y es una genialidad. La descripción de la paloma muerta, aaahhhh, impresionante.
Pd: No quiero ser más la Maga. Quiero ser Ch.

Anónimo dijo...

Ch es la típica minita a la cuál el psicoanalista le infla el ego y después te da una patada en el orto por emo y se va con un terrible fiestero

Matías dijo...

De cuentos se consiguen La máquina de pensar en Gladys y Todo el tiempo en las librerías. Hay otros volúmenes que aún no han sido reeditados (ejemplo, espacios libres, quizá la compilación de relatos más extraña, y más fascinante de un autor latinoamericano)

Levrero ya es un clásico o lo será, esa forma perfecta de escribir -de una claridad no simple, sino elaborada- y la imaginación, esa imaginación anudada con el humor, la tristeza, la epifanía y la banalidad, ese cúmulo de rasgos disímiles entre sí pero únicamente unidos por una prosa o por una personalidad como la de Jorge.

Para escribir bien o muy bien (pienso en Saer, por ejemplo) basta con el ejercicio. Para escribir como Levrero basta ser como Levrero.

No sé si se entiende bien esto último. Pero confío en que aquél que leyó a Mario va a entender (?)

Pd: Yo también tengo derecho a ser violado, aunque escriba mal.

Anónimo dijo...

Decía Levrero que el YO es una compleja invención moderna. Difícil vivir en una sociedad que discrimina y excluye a quienes tenemos un diminuto YO
Todo esto para decir que, Ch! fue paulatinamente convirtiéndose en una minita yoica por ende insertándose al mundo de los "normales" y dejando de lado al "rarito" Levrero posiblemente por el mismito psicoanalista

Anónimo dijo...

(¿de qué traductores habla barbarosa?)

excelentemente bien escrito,
corvino
hay pasión en su espíritu,
me convenció
voy a ir por Levrero y luego le comento
salut!

Anónimo dijo...

La concha es el agujero existencial de la mujer. (Makuni, AQUÍ, PERORATA)

Pretenle atención a esa muchachita

Cine Braille dijo...

Hola ¿acá es para elogiar el texto tuyo publicado en Psicofango? Creo haberlo leído en el blog hace un tiempo. Nada, eso. Y un saludo a Boca, que va a salir campeón mientras nosotros sufrimos con Deportivo Merlo.

Anónimo dijo...

Espacios Libres y la trilogia se consiguen facil por internet.

Anónimo dijo...

Ah, me olvidé, puedo compartir el post en mi muro de fc? Ya lo hice.

Anónimo dijo...

No hay como leer libros de papel, exijamos que los editen che!!!

Javi dijo...

Excelente, corvino!!!
Nada para agregar
Buen finde!!!

Anónimo dijo...

He corvino, sos un grosso!

Anónimo dijo...

qué bueno ! qué bueno-post!
vlt.-

Anónimo dijo...

Se puede apreciar en su texto la presencia del espíritu; y eso hace que tu critica no sea una mera reseña académica
¡Qué bueno,corvino. Sos un gran escritor!

M.

Anónimo dijo...

ohh! qué bueno encontrar tantos "levrerianos" me sentía tan sola en el mundo

Anónimo dijo...

una forma creativa de recorrer la obra de Levrero

http://elpezvolador.files.wordpress.com/2010/09/molecula-levrero-1500px.jpg

Anónimo dijo...

Wo oi ney, corvino.

Violeta dijo...

Corvino: usted escribe en algún medio gráfico?

Anónimo dijo...

M.M.M

Anónimo dijo...

Me compré mi primer Levrero. El discurso vacío. No tengo idea qué decir de eso, sólo sé que con este libro volvió una costumbre que tenìa perdida hace años: leer caminando. Como temo todo el tiempo por el tiempo que no tengo para leerlo, leo caminando desde la parada del cole hasta la escuela (intento en el cole, tengo 50 minutos, pero me da nausea leer). Y se puede leer a Levrero caminando y ese paso titubeado pero constante va con el ritmo de lo que uno lee. Volví a buscar en tu blog un post sobre èl y comparto tus opiniones. Saludos, compañero de lecturas. Vlt.