jueves, 15 de marzo de 2012

Y Dios es una máquina de humo

Adaptarse siempre cuesta. Pasar del turno mañana al turno tarde y conocer nuevos compañeros. Ir del noviazgo al concubinato y convivir. Descender de Primera a la B y jugar los sábados. Cuando se trata de adaptar obras de teatro a la pantalla del cine, las cosas pueden salir mal. En el teatro, por ejemplo, se justifica cierta artificialidad en los diálogos. En el cine muchas veces menos es más y esa afectación puede jugar en contra. Closer es un buen ejemplo. El tono de la película es realista, pero la gente enamorada no habla de esa forma. Evidentemente hubo una incapacidad a la hora de trasladar el guión de un ámbito al otro.

Otro aspecto negativo de las obras de teatro que pasan al cine es que (a no ser que vivamos aislados del mundo y sólo accedamos a él cuando vemos películas), generalmente sabemos de qué se tratan y hasta cómo terminan. Un dios salvaje (Carnage) es la última película de Roman Polanski. Es una obra de teatro que reescribió junto a la dramaturga original, Yasmina Reza. Aquí el problema no son los diálogos (que, pese a algunos excesos, se adaptan al contexto) ni las actuaciones, sino la total previsibilidad con que se desarrolla la trama. Como diría un amigo: A Un dios salvaje se le notan las costuras. Como los personajes responden a estereotipos el espectador adivina con facilidad que sucederá con cada uno de ellos. Pero la cosa no termina ahí: hasta los objetos que la película remarca con un subrayado fosforescente tienen un itinerario obvio.

El argumento tiene la simpleza de las cosas geniales. Pero como leer a Osvaldo Lamborghini o revolucionar Cuba, es mejor la idea que la praxis. Un niño le pega a otro con un palo y los padres se reúnen en la casa de la víctima para dejar las cosas en buenos términos. Los padres del agresor son Nancy (Kate Winslet) y Alan (Christoph Waltz). Los de la víctima, Penélope (Jodie Foster) y Michael (el genial John C. Reilly). Alan es un abogado inescrupuloso. Nancy es una estirada de la alta sociedad. Penélope es una progre. Michael es un boludo. Cada uno tiene un objeto que atesora y lo define: Alan, su celular (que no para de sonar); Nancy, su maquillaje; Penélope, sus libros de arte; Michael, como dijimos, es un boludo y no tiene nada. O tiene a su madre que lo llama por teléfono, pero no importa.

En los 80 minutos que dura Un dios salvaje, ninguno de los personajes deja de hacer lo que se supone que hará. Incluso cuando cambian de opinión y de actitud. El abogado inescrupuloso es cada vez más inescrupuloso. Su esposa es cada vez más falsa. Penélope es cada vez más "ética". Michael es cada vez más boludo. El celular que no deja de sonar y molesta a todos, termina adentro de un florero lleno de agua. Nancy vomita los libros de arte de Penélope. El set de maquillaje es revoleado por Penélope. El antagonismo filosófico entre los dos matrimonios (especialmente entre Alan y Penélope), se resuelve con mal gusto: vómitos, borracheras, golpes, llantos. Y lo peor es que la película es de ésas que pretenden enseñar “cómo es el mundo”. Pero ni siquiera deja que el espectador elija entre los dos esquemas de pensamiento: el personaje de Penélope es tan burdo en su corrección política que no queda otra que darle la razón a Alan, el yuppie anacrónico (Jorge Asís mode).

Polanski es un gran director. En el año 2009 se reabrió una causa en la que se lo acusa por abusar de una menor en 1977. Suponer que cargó las tintas contra el personaje de Penélope porque representa el tipo de público que lo condena, sería incurrir en una absurda sobre-interpretación que no estoy dispuesto a esbozar. Por eso mismo, ni siquiera la mencionaré. Consecuencia de su situación judicial, Polanski no pudo rodar en EE.UU una historia que transcurre en New York. Lo hizo en París. La película, que en un 95 por ciento de su duración sucede en un departamento (o su escenografía) costó 25 millones de dólares.

12 comentarios:

Inmanente dijo...

Sí, no me gustó tampoco. Polanski es un groso igual. Para bravuconadas derechosas me quedo con el encanto de un Houellebecq ponele y no con estos alardes aburridos y obvios. Nadie lee a Houellebecq en este blog?, te gusta Houellebecq corvino? no se puede poner al lado de Bolaño (abajo obvio, Bolaño es dios) como una de las prosas más adictivas y brillantes de las letras actuales?. Este verano me leí 2666 y las 3 primeras novelitas de Houellebecq, iba de uno a otro y fué una experiencia fascinante

Anónimo dijo...

lavado de dinero

Gonzalo Garcés dijo...

Me parece buena crítica, Martín. A mí me pareció lo mismo. La película pretende revelar cómo somos realmente. Pero no revela nada: la sabiduría convencional dice que los abogados son inescrupulosos, que los progres culposos tienen algo de frígido y de constipado, que los ferreteros son medio bestias, que las esposas suburbanas son hipócritas. De modo más general, que todos somos mezquinos, egoístas, violentos, cobardes, aunque tratemos de disimularlo. Polanski nos vuelve a servir esos lugares comunes con el gesto del que dice "Tomá, ésta es la verdad que no queremos ver."

Anónimo dijo...

Al ver el título de tu post me imagine que apuntabas al omnipresente prócer rosarino de la joggineta.

Anónimo dijo...

Polanski es un chanta, díganme una buena película de él?

que no sea Chinatown ni El bebé de Rosemary, bodrios sobrevalorados.
El pianista puede safar.

Anónimo dijo...

La Muerte y la doncella y El Inquilino , grandes películas infravaloradas del genio de Cracovia.

Cine Braille dijo...

Saco la cara por el Polanski chandleriano de Chinatown y por el de El Pianista. Y por el de la película del barco pirata, pero sólo porque dio pie a un gran momento del sketch de Borges y Álvarez.

Anónimo dijo...

es verdad que Bonelli y cia golpearon, mearon y cagaron sobre las gigantografias de la Campora del programa del 14-03-12?

juan dijo...

yo si inmanente!!!

juan dijo...

aguardo su opinion acerca de houellebecq, Corvino

Martín Zariello dijo...

No leí a Houellenoséqué. Presiento que lo haré en algún momento en los próximos 40 años. Saludos.

Eduardo Araya Cortez dijo...

"El otro día vi a Jane Fonda en la tele. Me dieron ganas de salir corriendo y comprar un poster del ku klux klan". Allan Cowan.

La mejor frase de la película.