domingo, 7 de julio de 2013

Hablemos de David Foster Wallace (y probablemente haya alrededor de 57 notas con este mismo título, suponiendo que esto es una "nota")

Aceptar que uno no cuenta con las herramientas intelectuales necesarias para comprender un texto es penoso. Pero mucho peor es seguir leyendo algo que no entendemos. Por eso un lector (al igual que un escritor) siempre debe conocer sus limitaciones y, en todo caso, seguir leyendo todo lo que tenga a mano para intentar suplir esos agujeros teóricos que nos impiden llegar al corazón de ciertos textos. Eso por un lado. Por el otro, está la tradición europea, especialmente francesa, de pensadores ultra complejos con prosas ultra oscuras y ultra barrocas. Esos tipos, con apellidos que nunca se pronuncian como se escriben, arman la ensalada dialéctica con abundantes porciones de psicoanálisis y lingüística de forma tal que un hombre común, que leyó ciertos libros más o menos complejos, creyó entenderlos y hasta se los contó a su novia para parecer inteligente, necesite un respirador artificial y un antropólogo especialista en jeroglíficos luego de leer una página. Contra todo eso existió David Foster Wallace.

Con el auge de twitter, el blog se convirtió en un espacio anacrónico. Los blogueros pasaron de ser los asesinos de la literatura a esa gente antigua que todavía quiere escribir más allá de 140 caracteres e, incluso, agrupar dos o tres párrafos y conformar un (por favor no se lo digan a nadie) ¡texto! Hay ciertos libros que todo bloguero decente debería leer más o menos seguido. Ensayos Bonsai, de Fabián Casas, es una fija. Pero también glorias de la prosa noventosa como Trabajos Manuales de Rodrigo Fresán y Con toda intención de Charlie Feiling. Un bloguero, religioso o no, debe leer y rezar ante Los libros de la guerra de Fogwill. Un bloguero aplicado debe buscar los Textos Cautivos de Borges e incluso los breves y orales prólogos que escribió para su Biblioteca Personal cuando ya estaba ciego. Y llorar encerrado en el baño. Un bloguero neoborgeano debe conseguir Entre Paréntesis de Bolaño y algún libro de artículos de Vila Matas. Un bloguero, y esto ni hace falta decirlo, debe leer las Aguafuertes Porteñas de Arlt. Un bloguero debe leer los libros de Barthes para tontos, en los que en vez de hablar del signo lingüístico habla de sí mismo o del amor: Mitologías, Barthes por Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso. Un bloguero hasta debería leer (o decir que leyó) El concepto de ficción de Saer. Y un bloguero, finalmente, debería evitar irse por las ramas y leer Hablemos de langostas, de David Foster Wallace. Acto seguido, el bloguero debe copiar a todos estos autores. No a uno solo, sino a todos juntos. Si copia a uno solo queda como un estúpido, pero si copia a todos juntos queda como un estúpido que leyó. Un bloguero debe renunciar a la idea de que puede inventar algo: en ese caso, no estaría escribiendo en un blog. Un bloguero debe renunciar a la idea de que está haciendo literatura, periodismo, poesía. Está blogueando, o cómo mierda se llame lo que hace un bloguero. Lo demás, lo importante, lo hacen los otros. Y ésa es la mayor carencia y la mayor virtud de un bloguero. Si lo importante pasa en otro lado, si la legitimidad la da una página impresa en papel, si nadie te lee, si nadie te paga, entonces sos un imbécil, pero al mismo tiempo, no respondés a nadie, no tenés nada que perder, tenés libertad absoluta para escribir lo que se te cante. Esto tiene muy poco que ver con David Foster Wallace, pero no me cuesta mucho imaginarlo guiñándome un ojo mientras su cuerpo pendula de un lado a otro, colgado de la viga más alta de su casa. Porque David Foster Wallace (a quien a partir de ahora llamaremos DFW) además tuvo la deferencia de ahorcarse y dejar vía libre a lo que todos queremos: el mito posmoderno que le da sentido a la vida, ese lugar en el que sufrimos más la muerte del personaje favorito de nuestra serie que la de un familiar. Digamos un tío o un primo. Hola tíos y primos, tal vez me estén leyendo ahora porque publiqué un libro: es mentira, todo esto que escribo es mentira, si alguno de ustedes se muriese, lo lamentaría más que si muere Rick, de Walking Dead, incluso si muere Rick festejaría, ¡maldición, hasta podría decir que veo esa serie horrible porque quiero que se muera ese hijo de puta! Ahora bien: si muere Tyrion la cosa no sería tan sencilla...

Hunter Thompson inventó el periodismo gonzo. El tipo colocó al periodista (colocado) en el centro del ring, le inyectó digresión a la misma noticia de siempre (es decir, perspectiva literaria) y además se tomó un ácido. Es el culpable de esas notas en las que el periodista quiere ser más importante que el protagonista, pero también es el fucking Hunter Thompson y si decimos que es culpable de algo, se levanta de su tumba y nos caga a tiros. Sin embargo siempre viene bien remarcar el insufrible corporativismo y la insostenible autocelebración y la intolerante autovictimización de los periodistas. ¿Qué pasaría con esas personas si hubiesen sido torneros o empleados en una ferretería o recolectores de papas o verduleros? ¿Llegarían del trabajo, se acostarían en sus camas y llorarían hasta la mañana siguiente sin querer hablar con nadie? En fin. DFW (y ahora me doy cuenta que estas siglas parecen la marca de un auto o el nombre de una enfermedad de transmisión sexual, así que a partir de ahora le diremos Foster) no necesitaba ácidos: se drogaba con su propia mente, ese artefacto abstracto y maravilloso que contaba con las dosis exactas de sensibilidad, humor y cinismo como para escribir cualquier cosa y parecer siempre más inteligente que él mismo dos líneas atrás. En Wikipedia, Foster (y ahora me doy cuenta que suena muy parecido a Forster, mejor volvamos a llamarlo DFW) es incluido en supuestas escuelas del tipo "literatura postmodernista", "realismo histérico" y "metamodernismo". Todos esperpentos de una mente atormentada que alejarían definitivamente a cualquier lector de un libro de DFW por el resto de la Eternidad.

Por lo menos Hablemos de langostas es una joya. Los textos tienen ese pulso entre literario y periodístico, volado pero al tanto de los mínimos detalles, con ese toque que distingue a un tipo con oficio de uno en permanente satori, autorreferente pero sin tomarse en serio, en el límite mismo del artículo de costumbres, de sociología pocket, y el ensayo de ideas copadas que deslumbran a la gilada hipster. En todo caso DFW fue un excelente escritor pop, esa clase de tipos que resignifican el spam de la cultura (yanqui) y, en un pestañeo, convierten todo lo que ven en el “paradigma de la sociedad capitalista” o “la fotografía despiadada de un sistema opresivo” o el “testimonio de la agonía occidental después de la última crisis que se te ocurra”. Como sucede con Fogwill, uno hubiese deseado que DFW siguiera vivo porque después de leerlo y comprobar el encuadre único de su máquina de escribir, no puede dejar de pensar qué hubiera pensado de cualquiera de los acontecimientos que eventualmente sacuden al mundo. La escritura de DFW es un filtro de la realidad, una tecnología efectiva a través de la cual todo lo que sucede es devuelto como algo distinto y novedoso. 

Y más: de alguna manera DFW es el escritor total, tan inmiscuido en la tarea de narrar, tan profundamente comprometido con las palabras, que olvida que escribir es una actividad regida por pautas y formas y un contexto y no algo que fluye inconscientemente como la respiración. Y se ceba de tal forma que cuando la Rolling Stone lo manda a cubrir la campaña de McCain contra Bush en el 2000 en vez de escribir una nota de 15 páginas para una revista, el tipo manda 100 (la edición de bolsillo tiene una letra tamaño 8, lo que en una revista se traduce al doble o el triple), es decir, DFW es el tipo al que le encargan una nota y hace un libro. Ese tipo. No sé qué clase de tipo es ése, pero es alguien diferente que hace todo con originalidad. Sí, en algunas ocasiones es insoportable, pero en la mayoría sólo es sublime:

-Por ejemplo cuando tiene que criticar la última novela de John Updike se dedica a contar el número total de páginas en las que Ben Turnbull (protagonista de la novela y alter ego del escritor) se refiere a su pene y "lo que él piensa y siente sobre el mismo". Y el número total de páginas sobre golf. Y el número total de páginas sobre partes sexuales del cuerpo de una prostituta. Hasta llegar a conclusiones muy negativas con respecto a John Updike, tanto para el autor como para el narrador. Incluso el ensayo termina diciendo que no puede creer cómo el protagonista no entiende que, más allá de cuestiones metafísicas, sexuales, científicas, "la razón por la que es tan infeliz es que es un pelotudo".       

-Por ejemplo cuando tiene que escribir sobre el festival de la langosta para la revista Gourmet termina preguntándose si introducir una criatura viva en una olla con agua hirviendo no será considerado en el futuro una forma de tortura, pregunta muy poco recomendable en una revista de cocina. 

-Por ejemplo cuando tiene que reseñar la autobiografía aburrida y llena de lugares comunes de la tenista Tracy Austin termina descubriendo entre líneas una historia mucho más entretenida, llena de factores ominosos y opresión familiar y, por supuesto, represión sexual.  

Como pasar páginas de largo, como no terminar de leer una novela, como no fijarse en la Enciclopedia Británica o Wikipedia cuando se hace una referencia desconocida, no leer las citas es un clásico de los delitos morales que comete un lector. En el caso de DFW simplemente es imposible no prestarle atención a las citas: son verdaderos links a otra página, se extienden más allá de lo imaginable, no terminan nunca. Da para muchos TP's. Incluso da para ponencias, para tesis, para becas.

Un punto importante de DFW: sus títulos son largos, largos como los títulos de nuestras canciones favoritas: “Ciertamente el final de alguna cosa, o por lo menos eso es lo que a uno le da por pensar”; “Algunos comentarios sobre lo gracioso que es Kafka, de los cuales probablemente no he quitado bastante”.

Otro punto es importante: DFW leyó a Borges. Me corrijo: lo más importante es que DFW leyó a Borges y se nota.


En el año 2008 David Foster Wallace cargaba con el peso de una depresión clínica. Había llevado esa mochila de plomo durante veinte años. El 12 de septiembre hizo algo muy poco recomendable para un individuo con ese problema: se ahorcó. Algunos años atrás había ofrecido el discurso de graduación del Kenyon College. El resultado de ese texto es una mezcla perfecta de autoayuda y pedido de auxilio, en la que DFW habla acerca de la bondad, de la paciencia y lo esencial que es aprender a pensar. Un pasaje premonitorio de aquellas palabras puede servir para concluir estos apuntes arbitrarios sobre el gran David: "Me viene a la mente aquella frase que dice que la mente es un excelente sirviente pero un pésimo amo. Como todos los clichés superficialmente es soso y poco atractivo, pero en realidad expresa una verdad terrible. No es casual que los adultos que se suicidan con un arma de fuego lo hagan apuntando a su cabeza. Intentan liquidar al tirano. Y la verdad es que esos suicidas ya estaban muertos bastante antes de que apretaran el gatillo". 

22 comentarios:

Rober Abadi dijo...

Loco lo que escribiste es un flipper. Es bueno que siempre haya una bola mas para recorrerlo de nuevo antes de perderse en el texto. Agrego a Soriano entre los manuales a leer en el camino del bloguero.
Buena la imagen del DFW pendulando.

Anónimo dijo...

Genial.
A un post tan conceptual correspondería un comentario acorde, pero no me sale.

Hasta hace poco, yo no se si ustedes recordarán sus buenos tiempos, los blogueros usaban unos aparatitos que tenían teclados. No vivían mal pero no había competencia entre ellos, sino que se trataban como hermanos y se acordaban que en sus respectivas vidas debieron ser artistas.
Hoy tenemos un reloj digital verde-flúo bajo la piel de la muñeca que vá poniendo ceros a la izquierda muy rápidamente.

Si gran parte de la narrativa estadounidense de la segunda mitad del siglo XX ha sido escrita bajo la influencia de El guardián Entre el Centeno de Sallinger , sobre todo La Broma Infinita de D. F. Wallace ¿será posible que hagamos de cuenta que la primera gran novela del siglo XXI haya sido escrita a fines del siglo XX (1996)? ¿Y si fue un escritor norteamericano del siglo pasado? Tal vez esa novela sea ¿La broma infinita, de DFW?
Esas descripciones de los tatuajes o el momento en que al obrero se le caen los ladrillos ¿No son copias geniales?
Hay mucho de Sallinger en Wallace, seguro, y hay blogueros que copian a blogueros como corresponde. Las redes sociales, los blogs, crearon el contexto perfecto para que todos nos convenciéramos de que tenemos algo interesante que decir. El encuadre de los teclados es una excusa infinita para no pagarle al terapeuta.

Este comentario mío, sin ir mas lejos, es un plagio atroz, casi insolente, de tres posteos de los años 2008 y 2011 en los blogs Escrito en el Viento y El Lamento de Portnoy y otro del 2013 del mismísimo Corvino. Las primeras tres frases se las afané a Roberto Arlt, son de Aguafuertes – Antes y después - hablaba de la fotografía, creo.

De más está decir que este gran NOTA me encantó y activó algunas urgencias intelectuales para las que espero tener el tiempo suficiente en el relojito verde-flúo de mi muñeca.
JP

Ricardo dijo...

Ya tenés una más para “Sobre la literatura", Corvino.
Vos sos ídolo mío desde antes de tener un libro, che.
Y como me pasa casi siempre, tengo que ir a buscar algo de Ricardo Forst... digo, Foster. Y ya que hablamos de Forster, yo recomendaría los escritos imprudentes del compañero feimannista José Pablo como lectura bloguera. Bah, digo... si no les jode que nos tratara de pelotudos.
Ah, y algo de Fontanarrosa también (me acordé por lo de “pelotú...".

Saludos.

Anónimo dijo...

La crónica de la campaña electoral de McCain es la obra de un genio

Anónimo dijo...

Hola.

Sobre el final de la entrada: no es William Foster Wallace. Es David Foster Wallace.

Sobre el resto y para todos: no es ni Foster ni Foster Wallace. Es Wallace. David Foster: nombre. Wallace: apellido.

Anónimo dijo...

Hablando de Fresán ¿donde se consigue Trabajos manuales?

Y hablando de DFW y de Fresán y de langostas:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4918-2013-01-20.html

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-111652-2008-09-16.html

http://www.letraslibres.com/revista/libros/hablemos-de-langostas-de-david-foster-wallace

made atom dijo...

si tenés tan buen olfato para los libros como para las series, ya voy cargando el changuito.

saludos, Corvino!

Anónimo dijo...

No leí a DFW pero parece que escribía parecido al corvino.

Anónimo dijo...

me gustó mucho el post!! justo se da que estoy leyendo NO LEER de Zambra. te gusta? es una lectura muy linda muy bloguera. Es raro que yo me compre ese tipo de libros pero siendo docente necesitaba una inyección. Tu post me viene al refuerzo! Beso
vlt.

Corvino dijo...

De Zambra leí Bonsai, pero me gustaría leer sus ensayos. De todos modos recomiendo leer a otro chileno, Diego Zuñiga y su novela Camanchaca.

No sé por qué me equivoqué y puse William, soy un retardado.

No sé dónde se conseguirá ese libro de Fresán, yo lo tengo en una edición muy vieja de Planeta.

Siempre estoy por comprar un libro de Soriano con artículos periodísticos y no lo compro.

Bueno, me voy, muchas gracias por todo, abrazos.

Anónimo dijo...

Hola,

Muy bueno el post Che. Creo que debo haber leído Hablemos de Langostas como 3 veces. Y creo que voy a leerlo muchas mas: porque lo que escribía DFW es algo así como "Literatura Fractal". A medida que vas releyendo las cosas te van apareciendo distintos niveles de complejidad, formas más raras, nuevas interpretaciones. En fin, cosas así.

La idea no es mía: aparece en esta entrevista genial ( en Ingles) a DFW despues de la publicación de La Broma Infinita.

http://www.kcrw.com/etc/programs/bw/bw960411david_foster_wallace

Un abrazo

L.

Anónimo dijo...

Che, Corvino, estás apegado a algún férreo principio de no editar tus textos?, me refiero a Corregir, saca lo de William y dejate de joder!

Corvino dijo...

Lo cambié al toque.

Cine Braille dijo...

"Su nombre se pronuncia rigurosamente como no se escribe", dijo el mejor bloguero y tuitero de la Historia, Oscar Wilde.
EL periodismo gonzo se banca porque es Hunter Thompson. Lo peor que se puede hacer es imitarlo sin ser Hunter Thompson.
El mejor Arlt es el de las Aguafuertes,y el mejor Soriano el de los artículos periodísticos. Para mí eh, para mí.
El sentido del humor de las metáforas de Raymond Chandler es perfectamente sampleable para un bloguero.
Y el uso de la digresión vale por su interés o legibilidad, no por su pertinencia, que perfectamente puede ser cero.
Saludos

Corvino dijo...

El Chandler de las cartas también era un excelente bloguero, es cierto. Bueno, voy a tener que leer a Soriano. Saludos!

ht dijo...

Lo de Hunter Thompson era, si no equivoco, periodismo bonzo. Gonzo era, si no me equivoco, un muppet.
Muy lindo post

Cine Braille dijo...

http://en.wikipedia.org/wiki/Gonzo_journalism

Corvino dijo...

Gracias Cine. Ya que estamos recordemos al Gonzo Palacios, saxofonista fetiche del rock nacional ochentoso.

Anónimo dijo...

Te buchoneo. En Gámbito de Alfil se vendieron los tres ejemplares que les llegaron de tu libro según me informó una veterana muy flaca y amable. Lo encargué para la semana próxima y compré de paso una biografía del director Béla Tarr. (de Jackes Ranciére). ¿Nada que ver, no?
Saludos
JP

Cine Braille dijo...

Yo lo compré en Fray Mocho, en calle Belgrano.

Corvino dijo...

Qué grande Cine!

JP: Che, pero se puede conseguir en otras librerías de Baires. Es obvio que volvés para levantarte a la veterana muy flaca y amable. Después decime cómo te fue.

Abrazo.

Anónimo dijo...

llego tarde para recomendarles , aparte de el libro de ranciere sobre bela tarr, el manual de supervivencia de herzog y conquista de lo inutil tambien. Un abrazo y felicitaciones por el libro!!