domingo, 30 de noviembre de 2014

El efecto emocional


Una de las cosas que siempre me sorprendió de El Chavo del 8 es que cambiaba el móvil del conflicto pero en sí mismo se trataba de un mecanismo narrativo en el que se repetían las secuencias. Los personajes siempre decían sus frases de cabecera y las escenas eran siempre las mismas (la llegada del Señor Barriga, el enojo de Don Ramón después de la cachetada de Doña Florinda, el encuentro del Profesor Jirafales y Doña Florinda), la virtud de Roberto Gómez Bolaño era combinar cada uno de los engranajes hasta lograr hacer con los mismos elementos de siempre un capítulo nuevo.

La serie duró mucho tiempo, pero su mejor momento fue durante los 70. En determinado momento se fueron Quico (el complemento perfecto del Chavo) y Don Ramón (el actor más carismático) y el programa perdió bastante sustancia.

Recuerdo lo violento que fue darme cuenta que Quico ya no aparecía en el Chavo. Pero lo más raro fue el hecho de saberme impactado por una noticia que había ocurrido tanto tiempo atrás (Quico se fue del programa en 1978, yo miré el Chavo durante el primer lustro de los 90 y un poco más).

En un capítulo Doña Florinda aclaraba que Quico se fue a vivir con su madrina porque ella le podía dar una educación mejor. En su momento me pareció una estafa. No pude entender cómo una madre tan sobreprotectora se desentendía de su hijo de esa forma.

Por otro lado uno vio los capítulos del Chavo desordenados y era todo muy confuso: en un capítulo estaba Don Ramón y no estaba Quico, en otro estaban los dos, en el siguiente ninguno de los dos.  

Según los expertos El Chavo se grabó hasta 1992 (ya como parte del programa global Chespirito). En esa última época pasaban varias cosas raras. En primer lugar los capítulos eran nuevos pero repetían escenas y gags conocidos, es decir, eran refritos. En segundo lugar ya no había risas, lo que le otorgaba a las escenas una sensación de vacío. El Chavo sin risas a veces era una serie dramática. Por último el Chavo parecía realmente un hombre grande disfrazado de niño, algo que el espectador no percibía en su época de oro. La vejez y cierto notorio desgano de los actores le quitaban ritmo a los diálogos y justamente el ritmo del contrapunto entre los personajes era lo que hacía que el Chavo fuera genial.

Los personajes que intentaron reemplazar a Quico y Don Ramón fueron completamente intrascendentes y nunca se ganaron el cariño del público. Uno fue Godinez, un niño con visera y jardinero, del que nadie recuerda ninguna frase graciosa. El otro Jaimito El Cartero, un hombre mayor y canoso que llegaba a la vecindad en bicicleta y tenía unas conversaciones aburridísimas con el Chavo, parecían dos jubilados.

Ahora estoy recordando otros personajes olvidados como Gloria (una vecina linda a la que Don Ramón quería seducir y fue interpretada por varias actrices), La loca de la escalera (un personaje casi idéntico a La Bruja del 71 pero sin su gracia) y Malicha, la prima de La Chilindrina. Cuando veía la serie de chico, no pensaba que esos personajes le otorgaban un aire fresco a la dinámica repetitiva del Chavo (supongo que Gómez Bolaños los ponía por eso), sino que interrumpían el normal funcionamiento de la serie, que no tenían derecho a estar ahí.

El programa de Quico y Don Ramón se llamó ¡Ah qué Kiko! (no podía utilizar el nombre original porque le pertenecía a Gómez Bolaños). En realidad el programa debió llamarse ¿Ah? ¿Qué? ¿Kiko? Una serie de preguntas que recreaban lo que el espectador sentía cuando lo estaba viendo. Este Kiko estaba vestido con el mismo traje marinero que usaba en el Chavo pero ahora era celeste o azul francia. Fuera del universo narrativo de Gómez Bolaños Quico era un personaje más, no podía sostener una serie por sí mismo.

De alguna manera Quico es el McCartney del Chavo. Funcionan mejor juntos que separados.

A medida que pasaban los años uno se iba a enterando ciertos chismes del Chavo. Esos chismes no venían de Internet o de programas de televisión, sino de primos o amigos que se habían enterado de estas cosas no se sabe dónde. En los chismes a los actores se los seguía llamando por el nombre del personaje y eran los siguientes:
-Don Ramón había muerto en un terremoto.
-Doña Florinda y el Chavo eran marido y mujer en la vida real.
-Quico se había ido del programa peleado con el Chavo.
-La Bruja del 71 también.
-Ñoño/Señor Barriga era gay.

Como me sucede con los cuentos de duelos de Borges, no sé si distingo capítulos del Chavo, pero sé que me gustaron mucho. Sin dudas hay momentos sublimes como cuando el Chavo recita el poema del perro arrepentido. O cuando se va y todos le dicen “No te vayas, chavo”. O cuando lo acusan de ladrón y lo señalan. O esas Navidades tan tristes en las que el Chavo andaba deambulando por la vecindad sin juguetes ni una familia que lo contuviera.

Con el tiempo nos enteramos de que el Chavo no vivía en el barril sino en el departamento Número 8. Este dato nos hubiese ahorrado muchas tristezas en la infancia. Que nunca se haya mostrado el departamento ni se haya conocido el nombre real del Chavo le daba a la serie un misterio necesario, servía como anzuelo para seguirla.

Cuando se fue Don Ramón el enigma pasó a ser con quién vivía La Chilindrina.

Aunque las situaciones son grotescas, el Chavo tiene cierta densidad propia de la literatura realista, en el sentido de que los personajes comen, tienen problemas de dinero, se golpean, lloran, no están puestos allí como meras palabras que conforman un diálogo, intentan ser seres de carne y hueso. En sus mejores capítulos uno puede sentir hasta el calor asfixiante de México, sin haber estado jamás en México. Incluso la escenografía, tan berreta, se convertía en un barrio de verdad. Hay un capítulo especial en el que los personajes se van de vacaciones a Acapulco y aparecen en escenarios naturales: la playa, una pileta, etc. Por más artificial que fuera la vecindad, al estar fuera de ese micromundo, todo perdía verosimilitud.  

Otro acierto es el fuerte contenido icónico, de estrellas pop, de todos los personajes: cada uno tiene su forma de llorar, su ropa, sus accesorios.

***

El Chapulín Colorado tomaba chiquitolina y empequeñecía. A la distancia pienso que la chiquitolina era una droga y que el Chapulín no se hacía chiquito sino que alucinaba. En fin. No recuerdo bien por qué necesitaba empequeñecerse tan a menudo pero a veces peleaba con ratas blancas de laboratorio. Cuando el Chapulín tomaba chiquitolina aparecía superpuesto en otras imágenes. La técnica, avanzada para su época,  era muy precaria al verla en los 90. Sin embargo hace poco enganché un capítulo en el que el Chapulín empequeñece y me gustó divisar ese subrayado negro alrededor de su cuerpo. El efecto especial se había transformado en un efecto emocional.


15 comentarios:

ron damón dijo...

qué grande el chavo!! dato que leí por ahí y me gustó: el nombre "chespirito" viene de "shakespearito". Un tipo vio lo que hacía gómez bolaño y dijo que era tan groso como shakespeare y de ahí quedó "chespirito". Que alguien con más precisiones cuente bien cómo fue. Yo creo que el chavo es 10 veces más genial que shakespeare

¡Viva Chespirito! dijo...

La derecha reivindica más al Chapulín que al Chavo, porque el Chavo (un personaje cargado de crítica social) les recuerda mucho que son unos hijos de puta.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No desdeñen a Shakespeare, que escribió comedias muy divertidas.
Otra estafa fue Federrico, con Quico con nombre cambiado, que tenía una madre como Doña Florinda. Y con Don Ramón llamado Don Moncho.

Anónimo dijo...

Hace rato no metías un post de Bolaño jeje

Anónimo dijo...

Este post me recuerda a los otros como el de Spinetta, donde decías que uno no puede extrañar a un artista. Que en todo caso lo extrañan sus familiares. Es más, yo tengo 30 años y cuando empecé a ver el Chavo el show ya era un refrito que pasaban en Canal 8.

Por una cuestión generacional nunca vi al Capitán Piluso, sin embargo, la muerte del Gómez Bolaños me hizo acordar a ese tema de Fito que dice 'nada nos deja más en soledad que la alegría si se va'. De grande aprendimos que, al igual que Olmedo, el tipo era humano y se había mandado algunas cagadas. Pero el personaje queda intacto.

Es loco porque, en Argentina tenemos aversión a las versiones dobladas y al español neutro, pero el Chavo se metió en nuestra cultura inclusive comiendo tortas de jamón.

Saludos.

hernan dijo...

Cuando mi hija era chica mi hermano le regaló el libro de El Chavo. La idea era leerle un capítulo por noche, pero resultó que a diferencia de la serie, el libro (mas allá de algún que otro gag transcripto de la serie) era la historia de un pibe huérfano y sus vivencias. Antes que tener que levantarnos de madrugada por las pesadillas, decidimos abandonarlo.

A diferencia de lo que vos decís, a mí Godinez me gustaba. La que nunca me cayó fue La Biscabuela, personaje a cargo de La Chilindrina luego de la ida de Don Ramon e interpretado por la misma actriz.

Con el tiempo personajes como Chapatin, los Caquitos y especialmente Los Chifladitos me gustaron muchísimo más que el Chavo.

Las sátiras de obras famosas (homenajeando, o copiando, que se yo) a Cantinflas eran geniales.

Ya que hablan de derechas e izuierdas, recuerdo unos capítulos del Chapulin con Super Sam con Ramón Valdez y un personaje mezcla de Superman y el Tio Sam que proclamaba "Time is money". Googleen que está.

Matías dijo...

Un dato que me enteré andá a saber dónde:

La serie se llamaba "El Chavo del 8" porque originalmente se transmitía en el canal 8 de México. Pasados los años, la serie cambió de canal e inventaron eso de que el Chavo vivía en el departamento 8 para justificar el nombre. Si el dato fuera verídico, estaríamos en presencia de otra estafa...

Anónimo dijo...

Nunca le cacé la onda al Chavo...
Yo prefería al Super Agente 86.

María Font dijo...

https://m.youtube.com/watch?v=Q0ghDuY4VcA

Bárbara A. dijo...

Vengo a hacer un comentario que no tiene que ver precisamente con el Chavo...

El 98% de las series dedicadas a niños tienen la misma estructura y repeticiones tal cual el chavo. Pasa lo mismo, la variación es mínima, el enemigo es el mismo, las reacciones y frases son iguales... Poné más seguido discovery kids o cartoon network, incluso paka paka y vas a ver.
Investigando de esto le pregunté a dos pequeños que cuido porqué no les aburría ver los dibujitos si ya sabían que iba a pasar, como lo iban a resolver, qué frase iban a decir: "no me aburre porque me gusta" (y me levantó los hombros y una ceja, 6 años). En fin, a lo que llegué, son una réplica de lo que busca cualquier adulto cuando elige por género, director, escucha 100 veces un disco o siempre pide el mismo gusto de helado, volver a sentir lo mismo.

Por eso "la virtud de Roberto Gómez Bolaño era combinar cada uno de los engranajes hasta lograr hacer con los mismos elementos de siempre un capítulo nuevo" no es la virtud más grande, hay algo más, atrás, algo que funciona y muy bien, que le da ese nivel como autor y guionista (yo tampoco sé que es, igual)

Anónimo dijo...

El tipo era un gran guionista creo yo, hay en YouTube una entrevista que le hace Guinzburg donde habla sobre 'la construcción del héroe' y contrapone al Chapulín vs Superman por ejemplo. Es muy bueno.

Anónimo dijo...

No sé si tenía intención de ser gracioso, pero me reí mucho con el post. Del Chavo mucho no puedo decir porque no vi más de 5 capítulos, uno fue ése de Acapulco y me pareció patético.

Saludos.

Los Tumis dijo...

Zariello, eres un grande, te leo siempre, el mejor escritor latinoamericano nacido en 1984, pero con respecto al Chavo del 8, no me jodas, la repetición infinita de chistes fáciles y una estructura que no se sostiene visto sin el embobamiento de pasarse horas de horas frente a la televisión como un zombie.

Habiendo dicho eso, yo he pasado más horas viendo algún segmento de Chespirito que leyendo libros, y ni hablar de los de literatura.

Sigue escribiendo seguido que me devuelves la sonrisa a veces.

Luis dijo...

Comparto el post palabra por palabra, especialmente: "De alguna manera Quico es el McCartney del Chavo. Funcionan mejor juntos que separados."

pan y queso dijo...

Definitivamente yo creo que Roberto Gómez Bolaños era un genio en lo que hacía, él se dedicaba a hacer reir, a entretener, a hacerle pasar un rato agradable a los televidentes, y eso, lo lograba a cabalidad, no importando los métodos que utilizara, sin importar si era repetitivo, o si no era origial en algunos aspectos del programa, mucha gente sigue viendo sus programas y se sigue diviertiendo con ellos, yo me incluyo, no son para aprender a expresarse bien o alguna ciencia, si queremos eso, leemos un libro o una enciclopedia.... Dejó él toda su obra y estoy seguro que va a perdurar por varias décadas más, porque la gente lo va a seguir viendo, porque nos divierte, bien por él, por Don Roberto porque su trabajo, lo supo hacer bien, y de una manera más que buena, casi perfecta.

un saludo