Partamos de la base de que miramos películas y series sobre zombies
para ver cuerpos putrefactos que se arrastran, cabezas decapitadas, sangre en
cantidades industriales y personas desesperadas dispuestas a hacer cualquier
cosa con tal de salvarse. Para todo lo demás están Ingmar Bergman o Michelangelo
Antonioni.
En un principio, la idea de Walking
Dead, hacer una especie de telenovela sobre zombies (basado libremente en
un cómic de culto), fue bienvenida. A medida que avanzaron las temporadas la
serie fue tomando un giro cada vez más melodramático y sensiblero, hasta
convertirse en una narración lenta, excesivamente contemplativa, por momentos
intrascendente y casi siempre solemne, con unos pocos capítulos (casi siempre
el primero y el último de cada temporada) que justificaban el entusiasmo del
espectador. De pronto Walking Dead se
convirtió en esa serie yanqui en la que un personaje se tira un pedo y el otro
contesta haciendo un comentario sobre un versículo de la Biblia.
Si a Francisco I le pidieran que mencione su serie zombie favorita,
elegiría Walking Dead.
La respuesta zombie británica vino de la mano de In the flesh, que en un principio realizó un tratamiento original
sobre el tema (tratar al zombie como un enfermo desde cierta perspectiva
social) hasta mutar a un freak show edulcorado estilo Crepúsculo.
Nótese como todo en un principio es bueno y como todo a medida que
pasa el tiempo es una mierda. En fin.
La respuesta zombie argentina es una novela de Telefé que vi ayer
mientras hacía zapping, en la que Sebastián Estevanéz le dice a Carina Zampini
cosas del tipo "¿Cómo hago para dejar de amarte?" y Carina Zampini le
da un té y lo mete en la cama. Pero aquí estaríamos hablando de una
zombificación involuntaria, otra historia.
Para todos aquellos que ya no se bancan los devaneos pseudo
existenciales de Walking Dead, llegó Z Nation.
Mientras Rick (el sheriff que lidera el grupo de insufribles que
protagonizan Walking Dead) pasa dos
temporadas preguntándose las resonancias religiosas, filosóficas y políticas de
sus tres próximos pasos, en Z Nation hay
tsunamis y tornados de zombies (literalmente) cada dos episodios. Tal vez la única virtud de la
serie sea conocer bien sus limitaciones (básicamente es una berretada absoluta)
y aceptar dignamente su rol de Walking
Dead sin pelotudeces sentimentales. Es más, al Rick de Z Nation se lo morfan en el sexto capítulo. Incluso ya en el primer
capítulo un bebé zombie había liquidado al que pintaba para líder (el actor que
interpretaba a Michael de Lost), en
una evidente declaración de principios. Atención, eso fue un spoiler.
La historia es obvia: un grupo de sobrevivientes de un apocalipsis
zombie se dirige a California porque lleva entre sus integrantes a un tipo que
tiene en su cuerpo la cura del virus zombie. La dinámica del grupo recuerda
muchísimo a Vampiros de John Carpenter,
es decir, chistes malos, personajes amorales y pasajes pseudo-emotivos que
terminan con cabezas rodando por el piso y chicas con dedos y orejas en el
pelo. Paralelamente al camino de los sobrevivientes se encuentra un tal
Ciudadano Z en el Polo Norte, administrativo de la NSA, algo asi como el
conductor de un programa de radio que no escucha nadie, quien desde su bunker
sigue vigilando el mundo a la espera de un milagro. La idea del personaje es
mejor que su concreción, pero tiene algunos momentos logrados (por ejemplo
cuando se pregunta cómo es posible que después de un apocalipsis zombie haya
gente que todavía sube fotos de sus gatitos a Facebook).
Mi personaje favorito de Z
Nation es el Doc, un hippie viejo quemado por las drogas, residuo del
Verano del Amor y el Flower Power, que por su calidad de politóxico hace
las veces de Doctor. Es el eje de dos escenas memorables. En una está a punto
de morir y para tranquilizarse se fuma un porro y le da una seca al zombie que
tiene al lado y se lo está por morfar. En otra tiene que esconderse en la
bóveda de una morgue y para evitar la claustrofobia se pone a memorizar las formaciones de Los Yardbirds y Los Kinks.
Durante mucho tiempo creímos que en las series se hallaban el mejor
cine, la mejor literatura, los mejores actores, los mejores guionistas. Después
de una década de hegemonía, las series no han cambiado el rumbo del Planeta y
comienzan a saturar, volviéndose predecibles y estereotipadas. Con sus dosis
exactas de barbarie y rock and roll, Z Nation subraya esa decadencia asumiendo su estupidez y dejando en off side a los demás.
4 comentarios:
Ojalá corvino. Por fin, el fin de la presuntuosidad. Algo q acepte lo que es, y al hacerlo nos de un mundo más verdadero.
¿Miraste House of Cards?
Give it a chanceeeee
Sobre los zombies: yo las sigo para ver : personas desesperadas dispuestas a hacer cualquier cosa con tal de salvarse.
Y gente dispuesta a dispararle a los cuerpos de los que hace treinta segundos eran sus amigos, parejas o hijos. Es interesante TWD y las de zombies como una variante del género apocalíptico. Y si un día nos quedamos sin luz, sin agua y la mayoría nos persigue para comernos? Como seguimos? Seguiriamos?
2)Sobre las series: Todavía son incomprendidas. No son la nueva literatura, no son el nuevo cine, no son las viejas series. son la posibilidad de desarrollar una narración audiovisual que progrese y haga que el paso del tiempo sea uno de sus temas. Eso diferencia Bonanza o McGyver de The Wire o Breaking Bad. Por suerte las nuevas House of Cards, Orange is the new black, The Leftlovers, The Kinick valen la pena.
Ves las series equivocadas. Si no ves "Six feet under" en mi opinión, todo lo que digas son desvarios de un prepuber en cuestión de series ( ♥)
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