viernes, 25 de diciembre de 2015

Viaje, soledad y depresión


Uno de los problemas de la crítica de rock es la existencia de... ¿críticos de rock? Esto lo digo con cariño, como el hincha de River que defiende a Messi de los idiotas pero no pudo evitar murmurar un pequeño, peludo y suave "hacelo contra Alemania la c... de tu madre" luego del famoso gol con la mano.

Aclaro que yo podría ser como un desahuciado que aparece en América después de Fantino y dice que tal pastor salvó su vida. La diferencia es que a mí me salvaron la vida Alfredo Rosso, Pablo Schanton y Daniel Riera, por mencionar sólo tres de los muchos críticos de rock que admiré y leí. Lo que decía es que ningún crítico de rock (o de literatura o de cine o de macramé), que yo sepa, ha reconocido que tiene subjetividad y una vida a la hora de hacer una reseña. Es decir, muy pocos dicen "Como yo estoy deprimido y este disco es optimista me parece una mierda". O viceversa. O: "Como este músico me parece un energúmeno y estoy lleno de prejuicios contra él ni por casualidad voy a reconocer que es talentoso". O: "Como este músico es mi mejor amigo y estoy lleno de amor por él ni por casualidad voy a reconocer que debería dedicarse a freír churros".

El problema además es que si el crítico dice tal cosa el lector es poseído por una furia feroz que lo lleva a preguntarse quién carajo se cree ese crítico que ubica su propia vida por encima de la obra. Tampoco es bueno que el crítico ubique la vida del artista sobre la obra. Tampoco es bueno que el crítico sólo hable de la obra con terminología técnica. Tampoco es bueno que hable de la obra, de la vida y con terminología técnica. Bueno, casi nada de lo que hace un crítico es bueno si nos ponemos a hilar fino. En un mundo sin dilemas el crítico debería escribir con su propia sangre. De hecho el crítico debería ser como una abeja que descarga su aguijón, muere y es reemplazado por otro crítico/abeja que también descarga su aguijón y muere y así hasta el infinito.

El blog debe haberse inventado para cubrir de subjetividad sin culpas la reseña tradicional y objetiva. La subjetividad sin culpas, al mismo tiempo, estaría arruinando el mundo pero ese ya es otro tema.  

Pensé esto cuando escuché Una comedia romántica, el nuevo disco de Valentín y los Volcanes. Se trata de un disco que invita a cierto estado de ánimo y el que no lo tiene o el que no puede ubicarse en determinado estado de ánimo para escuchar un disco tal vez se lo pierda.

Cuando el máximo apologista de la historia del rock Carlos Manfroni (casi un Lester Bangs) tenía veinte años dijo que las canciones de rock invitaban al suicidio. A los sesenta y pico dijo que ya no pensaba de esa manera. Después pidió perdón y renunció. En el medio el pobre Manfroni debe haber vivido y se debe haber dado cuenta de que las canciones depresivas en realidad no matan, más bien todo lo contrario: acompañan a los depresivos, les otorgan una red de contención simbólica y los sumergen en un estado de ánimo igual de melancólico pero placentero.

A veces hay que fantasear un estado de ánimo para escuchar música. A veces sólo hace falta retrotraerse a una situación determinada. A veces no hace falta nada. Incluso a veces los discos sirven como brújula emocional porque no sabemos si las canciones nos hablan de lo que se fue o de lo que está viniendo.

Después está la gente que no necesita identificarse emocionalmente para escuchar música. Allá ellos en su isla de la inteligencia, la discreción y la sobriedad absolutas. Espero que estén satisfechos mirándonos a todos desde arriba y con gesto de superados, pero quiero que sepan que sabemos que a oscuras, cuando nadie los ve, escuchan "Mi historia entre tus dedos" y lloran en silencio.  

Una comedia romántica avanza bajo los preceptos líricos que alguna vez esbozó Palo Pandolfo en una muy bella canción: viaje, soledad y depresión. A esta altura del año decir que es todo lo que esperamos del rock-pop argentino no sería descabellado.   

Este disco no sólo gustará a los fans de Jaime sin Tierra sino también a los de Los Rodríguez. Entiéndase que esto es un gran elogio y que me alegra saber que todavía hay personas que corren bajo la utopía eterna de la canción ferpecta mezclando lo supuestamente sofisticado con lo supuestamente popular. Si las condiciones estuviesen dadas (por ejemplo si La Mega estuviera en auge y fuera el año 2004) sería el disco perfecto para que Valentín pegue algún hit en la radio y los muchachos agarren un poco de guita.

La sensación de que tu banda favorita pegue un hit debe ser una de las más confusas que produce el rock. Por un lado el orgullo pueril de saber que uno los seguía cuando no los conocía nadie. Y por otro la miseria pueril de no querer que los demás los descubran, como si se tratara del escote de una novia con tetas muy grandes.  

A veces parece que ciertas producciones aportan muy poco o que ¡empeoran las cosas! A veces ciertos productores nos roban a nuestras bandas y se las llevan a un lugar del que ya no se vuelve. La producción de Tweety González para Una comedia romántica es todo lo contrario. Es como si este sujeto histórico del rock argentino hubiera inyectado a la banda una dosis de profesionalismo sin perder un milímetro de esa frescura que la banda tuvo desde su primer disco, el ya inolvidable Play al viejo walkman blanco. El disco fluye como si fuera el primero pero en realidad es el tercero. El disco se desliza por los oídos como si esas canciones de amor y nostalgia hubiesen sonado desde siempre. Allí están "La tumba de los Rolling Stones", "Sonámbulos" y "Los nuevos" para ratificar todo lo que estoy diciendo y suena a estafa. Hay viajes a ciudades costeras, hay corazones que son la caja negra de un avión, hay versos que piden que ella se ponga un vestido y salga a caminar, hay vivos que envidian a los muertos, ¿qué más se puede pedir? Ya sé, estribillos.  

Hace poco alguien me dijo que todas las personas que escuchaban Virus le caían bien. Se trata de una frase tan irresistible como arbitraria y que sólo puede generar consenso cuando se trata de una banda entrañable. Tal vez en el futuro digamos lo mismo pero con respecto a Valentín y los Volcanes. Bueno, yo por lo menos voy a decir eso.


7 comentarios:

Pedro dijo...

Una crítica sobre críticos. Y la crítica a la crítica sobre críticos? Ahí va: sacá esas negritas, corvinex!!!

Comandante Cansado dijo...

Uno de los personajes de Chronic City, de Jonathan Lethem, es un crítico de rock. Lethem vale la pena.

erreele dijo...

Lester bangs es el único que valió la pena. no niego a los vernáculos, rosso y riera (entre otros), más que a schanton (esa suerte de reynolds que intentó ser un rohypnol y quedó en el camino). no por nada es el único nombrado. aguante bangs y todos sus tiros. lo demás es puro diálogo reprimido.
salud al planteo, estimado corvino!

Anónimo dijo...

corvino se està Clarineando con las negritas.

Muy buena critica. ahora a escuchar el disco.

saludos y aguante boca.

Michael Madison dijo...

Todo crítico es un censor más o menos encubierto.

Anónimo dijo...

Este post me llevó directamente a escuchar el disco. ¡Gracias por la recomendación!

Anónimo dijo...

Los criticos que estas buscando son Marcello Carlin y Chuck Klosterman

Saludos