sábado, 1 de marzo de 2008

MÚSICA DE FONDO PARA EL AÑO 1974

En la larga y sinuosa carrera de Charly García hay discos de todo tipo. Discos entrañables como Vida y discos soberbios como Clics Modernos. Discos que son un salto al vacío como Say No More y discos ejecutados desde el mismísimo vacío como El aguante. Discos heterodoxos y complejos como Serú Giran y discos geniales como Yendo de la cama al living. Hasta los hay discos virtuales como Kill Gil y discos piratas como Charly and Charly en Olivos. De todos ellos, el más punzante es Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Éste es un álbum que no podría haber sido compuesto en otro año que no sea 1974 y en otro país que no sea Argentina, es decir, el disco justo en el momento justo.
Si uno viene de escuchar los dos primeros discos de Sui Generis –como sucedía con los adolescentes de la época, es decir, nuestros viejos padres-, Pequeñas anécdotas… se asemeja a una explosión. Los sonidos, los instrumentos, las letras, las voces, todo lo que era Sui Generis en 1972 aquí aparece cuadriplicado o totalmente destruido. Puede hacerse una analogía con el cambio que significó Almendra II para el grupo de Luis Alberto Spinetta. Las letras tienen, decididamente, una dimensión política y por lo tanto, adquieren un peso enorme. El desarrollo compositivo y cerebral de Charly García es sorprendente: en dos años pasa del piano de cola de “Canción para mi muerte” al histórico ensamble de teclados y sintetizadores del Luna Park circa 1975. Del rostro aniñado y lampiño de otrora a la barba monstruosa y bicolor que nunca más se volvería a dejar. De las letras para adolescentes tímidos a complejas construcciones polisémicas que apuntaban a desterrar los miedos y las perturbaciones de la sociedad. Un escabroso lapso de la película Adiós Sui Generis muestra a las claras el cambio rutilante del grupo: en esta secuencia, los 4 Sui –Charly y Nito más Rinaldo Rafanelli en guitarra y Juan Rodríguez en batería- aparecen travestidos, exageradamente pintados y comiendo en forma grotesca mientras suenan los eternos solos de sintetizador.
Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, entonces, marca el inicio del periodo progresivo de García. Influenciado por Yes y Genesis, deslumbrado con los discos conceptuales de Floyd, García elucubró una idea arriesgada: componer, en plena debacle institucional del país, una aguda reseña sobre la censura, la represión y la juventud de la época. El productor Jorge Álvarez, finalmente, le aconsejó cambiar de idea. De Instituciones, el disco pasó a llamarse Pequeñas anécdotas…De pensar en recitar el Manifiesto Comunista como introducción a dejar afuera dos canciones que atacaban al Estado y las Fuerzas Armadas como “Juan Represión” y “Botas Locas” –un folk hilarante, donde, refiriéndose a los militares, Nito y Charly cantan: “Si ellos son la Patria/ Yo soy extranjero”-. De todas formas, el disco conservó el espíritu revolucionario. Cada tema amerita un análisis de su letra. No hay desperdicio. Las melodías pop de García comienzan a fragmentarse con bloques de sintetizadores y guitarrazos. La voz de Nito, exigida ante semejante pared instrumental, se esfuerza por lograr un rango más alto y entrega la mejor performance vocal de los tres discos de Sui: menos meloso y más aguerrido.
El tema homónimo que abre el disco es una muestra paradigmática de lo que serán el resto de las canciones: bases sincopadas, gritos, cambios repentinos en el ritmo, influencias sinfónicas. El punto más alto llega en ese canto cuasi-diábolico que emula la perorata de los padres de la época: “Oye hijo las cosas están de este modo/ Una radio en mi cuarto me lo dice todo/ No preguntes más/ Tenés sábados, hembras y televisores/ Tenés días para andar aún sin los pantalones/ No preguntes más”. La triple A, la muerte de Perón, el enfrentamiento entre las dos facciones del peronismo y el desbarajuste económico iban propiciando el espacio para el genocidio. El desentendimiento general de la clase media, tan bien conceptualizado por García en este tema, ayudaría al desastre: la dictadura militar, desde un punto de vista, también fue civil. Como al Spinetta de El Jardín de los presentes, a García también le agradaba la música ciudadana que por esos años ejecutaba Astor Piazzolla. Libertango, aquél disco genial del bandoneonísta, también es del 74’. “Tango en segunda”, un tema breve y minimalista, recoge esta influencia.
Exceptuando los bellos folk “Para quién canto yo entonces” y “El tuerto y los ciegos”, todos los temas tienen arreglos complejísimos y extensa duración. Uno de los mejores, sin dudas, es “El show de los muertos”. El texto de la canción permanecerá como huella indudable de su tiempo como sucede con los tangos de Discépolo o los tempranos blues de principios de Siglo. Por primera vez, García incursiona en ritmos de jazz mientras canta tranquilamente –con la tranquilidad de los cínicos- sobre un clima opresivo y fúnebre. Quebrantando la melodía jazzera irrumpe una guitarra acústica –como aquellas del primer disco de Sui- que lleva consigo un par de frases memorables: “Yo crecí con sonrisa de casa/ Cielos claros y verde el jardín/ ¿Y qué estoy haciendo/ acá en esta calle con hambre?/ ¿Cuántas veces tendrás que morir/ para ser siempre yo? Y no ése que duerme tranquilo/ después de asesinar sin saber”. Al finalizar el tema se escuchan risas, aplausos y la imitación de una conductora de tv diciendo: “Hola, lindísima gente”. La parodia de la farándula que Charly volvería a poner en el centro en La grasa de las capitales. Años después formaría parte de las tapas de Gente e iría asiduamente al programa de Susana Giménez…Escuchar la versión de este tema en Demasiado ego, del año 1999, pone la piel de gallina: allí está la misma canción pero por detrás de los sonidos discordantes del científico loco en que se convirtió García con el tiempo. Su voz se ha vuelto quejumbrosa y tristemente irónica, el acompañamiento de Mestre parece simbólico. Los años habían pasado.
“Las increíbles andanzas del Señor Tijeras”, sin dudas, es el tema más temerario del disco. También puede causar temor. Sorprende lo directo de su temática. Ya desde su título se asimila el fantasma de la censura. La canción dura 6 minutos y mezcla tramos folclóricos –flautas, guitarras acústicas- con la plataforma de musicalidad que ofrecen los nuevos sintetizadores. Los gritos de García son inauditos. La letra es un relato literario: gira en torno a un hombre pequeño que hace gestos y habla sin definición y se dedica a cortar cintas cinematográficas allí donde hay algo que lo perturba. La estrofa final es profética: “Te veré en 20 años en televisión/ Cortada y aburrida/ A todo color”. “Música de fondo para cualquier fiesta animada” es el tema más rockera que alguna vez grabó Sui Generis. Por último, “Pequeñas delicias de la vida conyugal” explicita el paso del tiempo entre las letras de amor de hace un par de años y las que ahora compone García, llenas de sarcasmo y madurez. Del sujeto enunciante que hacía coronas de papel de cigarrillo en “Quizás porque” al tipo que canta: “Tendremos un gato en el jardín/ Tendremos un hijo si quiere venir/ Muchos desayunos y ningún Clarín/ No sólo del hombre vive el pan/ Cuando tenga ganas iré a trabajar/ Cuando tenga ganas no me importará”. El estribillo es uno de los más hermosos que alguna vez compuso García: “No llores, nena, que no es la muerte/ Bajo los techos alumbra el sol/ Estoy en busca del algo naranja y verde/ Bajo las sábanas, pasa la noche azul”.
Sui Generis se separó en el 75’. La vuelta del 2000 fue otro duro revés que el tiempo le pegó a García: la Bombonera ni siquiera se llenó y los globos de La Mega volaron entre los asistentes al espectáculo. Nito Mestre pareció nervioso, García, errático. En el 74’ amortiguaron el contenido de un disco para seguir con vida, en el 2000 recibieron el auspicio de la radio de un fascista. La historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como parodia…