
Hay una novela muy linda de Bioy Casares. En realidad todas las que leí de él lo son. Se lo suele menospreciar por dos razones:
1) Fue amigo de Borges y quedó atrapado en las tinieblas de su sombra terrible. Debe ser problemático ser amigo de un genio. "Verbigracia": algunos creen que su estatura literaria está vinculada exclusivamente a su amistad con el viejo ciego. Esto último no deja de ser cierto, pero tampoco minimiza las condiciones literarias de Bioy.
2) En pleno boom de la literatura latinoamericana, con autores que se abocaron a la novela experimental o, incluso, a la anti novela o, todavía aún más allá, a la contra novela (como Cortázar, García "Marketing" (sic Fogwill), Carlos Fuentes), se le ocurrió escribir novelas sostenidas principalmente por su argumento. Modalidad anacrónica si tenemos en cuenta que sus congéneres impusieron un canon literario conformado por novelas complejas y densas como La muerte de Artemio Cruz, Rayuela o El otoño del patriarca (deudoras de autores aún más complejos y densos como Faulkner y Joyce).
Decía, entonces, que hay una novela muy linda de Bioy Casares. El calificativo "lindo" también suele ser tomado como despreciativo (se acaba de terminar mi stock de "menosprecio" y "desprecio"), así que, si les parece, digamos que se trata de una novela "bella". Bella en el sentido de que después de leerla nos queda una sensación de cierto bienestar y también de cierta tristeza. Bienestar porque pasamos un buen momento leyendo un libro. Tristeza porque no lo volveremos a leer y, en caso de hacerlo, ya no será lo mismo.
"Ya no será lo mismo". Ése vendría a ser el argumento principal de las novelas de Bioy. El tiempo pasa y, claro, ya no será lo mismo. ¿Qué? Nada. A esta altura es preciso aclarar que no pensaba escribir sobre las novelas de Bioy pero todo se fue dando de esta manera y es imposible volver atrás. Eso también sucede en las novelas de Bioy. ¿De qué trata la novela de Bioy a la que hago referencia desde hace años luz? En realidad no lo recuerdo muy bien, sé que se llama Dormir al sol y hay un doctor que se lleva a la mujer del personaje principal. Le hacen un tratamiento de algún tipo y cuando vuelve ya no es la misma. El sentimiento de lo ominoso está muy bien plasmado en esa novela. Lo ominoso es aquello familiar que se vuelve extraño, según Freud. Esto lo saben muy bien los estudiantes de Letras, los lectores de Kafka y los fans de Charly García. Diana, así se llama la mujer del relojero de la novela de Bioy. A Diana la internan en un Instituto sin razón aparente y cuando la devuelven a su casa, ya no es la misma. Después viene la complicada explicación con que Bioy arruinó la parte final de la mayoría de sus novelas: Diana ha sido sometida a una operación a través de la cual le han transferido su alma a una perra con su mismo nombre.
Me acabo de dar cuenta de que existe otra razón por la cual Bioy es menospreciado: la descripción del contenido de sus novelas hace pensar en novelas de mierda. ¿Una perra con alma de mujer llamada Diana? ¿De qué carajo me están hablando? Pero nada que ver. Dormir al sol, El sueño de los héroes, La aventura de un fotógrafo en
Charly García. Vuelvo a Charly García. Me interesa el derrotero de ese tipo. Lo quiero más que a amigos y familiares. Si alguien me dice que no le gusta la música de Charly García, desconfío. Para mí García es un clásico, es decir, alguien que utilizamos como parámetro para confiar o no en las personas. ¿Cómo no gustar de la música de García, un artista que entiende la sensibilidad humana y los puros sentimientos del hombre? A la altura de Dylan y de Lennon. Te lo firmo. No me pidan argumentos ni justificaciones porque estas cosas se sienten en el corazón. ¿Quién puede explicar racionalmente por qué ama a una persona? En fin. No puedo evitar despreciar a quien desprecia a García. Es algo que debería tener resuelto, pero no. Todavía, en mi mente de 26 años, anida el fan de 15 con remera y mochila de Say No More. Tal vez debería tratarlo en terapia.
Entonces estábamos con que los cambios de clima me hacen mal. En Mar del Plata empezó el otoño por unos días y después volvió el calor. Toso, me resfrío, durante tres días no salgo de mi casa y voy de la cama al living. Miro películas, leo, escribo, falto al trabajo, pienso, me enamoro, hablo por teléfono con mi hermana. En realidad no está tan mal. De pronto ingreso al sitio del diario Perfil para cagarme de risa un rato y veo la tapa de la nueva edición de la revista Noticias.
Alerta Charly, dice. Subtítulos: "Investigación Exclusiva. La salud y el cerco íntimo del ídolo".
La imagen que ilustra muestra el perfil actual de Charly: la mirada extraviada, el rostro hinchado, la sonrisa inexpresiva. Me recuerda la tapa con Néstor niño y psicópata. Sólo el amarillismo y la miseria pueden producir este tipo de esperpentos. Si existe algo así como el Mal, esta tapa es la prueba de su existencia. Claro que salgo de mi reposo y en pleno aquelarre febril, me pongo mi buzo con capucha y compro Noticias. Hay un sol de puta madre y yo tengo frío. Me da un poco de vergüenza pedirla en voz alta. Doy un par de rodeos y digo, casi murmurando: "¿Tenés la revista Noticias?". Mientras la kiosquera me da el vuelto, tengo ganas de aclararle que es sólo por esta vez, que soy de otro palo, que voy a votar a Cristina en octubre. Pero no le digo nada. La nota, firmada por María Fernanda Villosio, me deja en una disyuntiva emocional bastante importante que termina por activar estos garabatos que se dirigen a ningún lugar.
Por un lado, está repleta de datos escabrosos sobre la intimidad de García. Reproducirlos sería caer en la misma bajeza, así que me abstengo.
Por otro, creo que es la primera vez que desde un medio se cuestiona el relato de un Charly aparentemente recuperado. Esa versión patética de la que son responsables visibles Fernando Seresevsky (ex manager) y Palito Ortega. Pareciera que las drogas ilegales fueron reemplazadas por las legales. La delgadez por la gordura. El caos por una falsa calma. ¿Y todos contentos? Ver a Charly arriba de un escenario (allí debe ser juzgado en tanto no edite nuevos discos) es durísimo. Sólo hipócritas y fanáticos enceguecidos pueden sostener la vista ante ese ser que deambula por los escenarios sin voz, sin tocar siquiera los teclados, distraído e intentando hacer la remake de sí mismo. Y no se puede tomar en cuenta lo que dicen hipócritas o fanáticos enceguecidos. Leer las impresiones que los twitteros mexicanos hicieron de su show en el Vive Latino es indignante. O deprimente. Por la falta de respeto y porque, de alguna forma, tienen razón. Sólo hace falta verlo disfrazado de mariachi diciendo "órale" para sufrir ligeros escalofríos.
Tampoco pretendo que Charly sea el mismo de antes. Ni el sofisticado songwriter de 1983 ni el border descontrolado de 1998. Somos muchas personas en una misma vida y nos sorprenderíamos al encontrarnos con quienes fuimos hace sólo un par de años. Sin embargo, no puedo evitar decir que como Diana, la mujer del relojero de Dormir al Sol, Charly volvió de la internación, pero no es el mismo. Aumenta tal impresión el hecho de que nos quieren hacer creer que lo es. Tal vez Bioy Casares sepa adónde fue a parar su alma.