En los pasillos de la música argentina conocida como “rock”, los homenajes suelen ser mirados de costado o con un gesto de burla o sin el menor interés. Quizás esto se deba a que la oleada de tributos y discos de versiones de los últimos años (Inconsciente colectivo, Fabiana Cantilo; Calamaro Querido; Gieco Querido) pareció provenir más del objetivo empresarial de las discográficas para echar a rodar nuevamente repertorios consagrados que por la iniciativa genuina de los artistas. Esto no sucede, por ejemplo, en la música popular brasileña que históricamente tuvo como motor principal de su funcionamiento la comunión y el agradecimiento entre sus distintos integrantes (de ahí los halagos, colaboraciones y canciones dedicadas entre Jobim, Vinicius, Toquinho, Caetano, João Gilberto y un largo etcéteras de talentos). Lo primero que llama la atención, entonces, del disco de Gonzalo Aloras es que se inscribe en el orden de los homenajes hechos por gratitud. Esto, como la poesía, no se puede demostrar científicamente, se reconoce. De ahí el título (que alude al hermoso segundo tema de Yendo de la cama al living) y la conformación del disco: diez temas de los que nueve son composiciones ajenas de tres compositores y uno (el último) es propio. Siguiendo la línea estética inaugurada por su mentor (Fito Paéz), Aloras realiza lo que en literatura se llamaría una canonización en vida. El podio que proyecta está constituido por Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta y Charly García. La tapa, en otro acierto, remite al tiempo cúlmine de sus carreras: el rosarino en la época de Melopea y Muerte en la Catedral, SNM en una toma que puede pertenecer tanto a fines de los 70’ como principios de los 80’ y Spinetta entre Almendra y Pescado Rabioso. Aloras resuelve con holgura otro problema: el de las canciones a interpretar. Trabajando sobre semejantes itinerarios musicales, elegir sólo tres pieza debe asemejarse a esas disyuntivas arbitrarias que tanto nos angustian desde el comienzo de la Humanidad: ¿mamá o a papá?, ¿Beatles o Rolling Stones?, ¿Borges o Arlt? Para superar este escollo, el guitarrista (quien hace unos años había editado Algo vuela, un disco desparejo) decide ir a lo “seguro: un compendio de temas clásicos, aquellos que surgen en el hipotético fogón cuando alguien se apresta a formular la frase hecha: “una que sepamos todo”. Esto conlleva ciertas dificultades: en primer lugar, se trata de canciones harto escuchadas (la radio de Puro Rock Nacional ayudó aún más en este aspecto) y se necesita un procedimiento efectivo en vías de que el oyente no se aburra a las dos escuchas; por otro lado, dar un paso en falso con tamañas referencias equivale a perder un picado con Maradona y Francescoli en tu equipo. Pero nada de esto sucede. La interpretación de Aloras exuda una admirable vitalidad y el disco puede oírse repetidas veces sin acusar recibo de monotonía alguna. En los últimos años, se volvió complicado que dentro del panorama del rock aparezcan obras que provoquen una sensación de tal bienestar. Está bien, se trata de Litto, Charly y Luis Alberto, de “las canciones que cambiaron nuestra era” (como manifiesta Aloras en “Avisame”, su aporte autoral), pero otros tributos análogos no habían significado ni la mitad del handicap artístico de Superhéroes. Comenzando por la versión del tema que da nombre al disco y siguiendo con las relecturas de “Sólo se trata de vivir” y “Quedándote o yéndote”, Aloras logra algo impensado: respetar casi milimétricamente los arreglos a esta altura consuetudinarios de las canciones al mismo tiempo que imprime un matiz personal en cada acorde y en la pronunciación de cada letra. Sería innecesario sugerir décadas después de sus orígenes el enorme grado de sofisticación y atractivo que sobrevuela en gemas como “Llorando en el espejo”, “Camafeo” o “La Balsa”. La instrumentación acústica de la mayoría de los temas (guitarra y piano) y la claridad de la voz terminan por otorgar una estructuración conceptual. Ahora sólo resta que lo escuchen. Sayonara.