Recién escuché el audio del altercado entre Agustín Rossi y Ernesto Tenembaum (en el programa de radio de este último). Hace bastante que el nivel de agresividad verbal que sobrevuela cada discusión política (ya sea en los medios de comunicación o en la vida cotidiana) agudiza mi horror, pero esto me indigestó. Tenembaum comienza la entrevista con ese tono de autosuficiencia que lo caracteriza y luego de saludar, automáticamente, comienza a cuestionar distintas medidas del gobierno. “¿Es poco no?”, increpa de entrada sobre el índice de la canasta básica familiar y el volumen de las jubilaciones. He aquí la distancia entre una pregunta y una patoteada. Rossi le contesta que siempre es poco, a lo que Tenembaum refuta con un dudoso (por la falta de argumentación): “Siempre no, digo, ahora es poco”. Luego, el diputado afirma que la Argentina tiene desde hace años una deuda con el sistema de jubilación. Es notable como desde distintos lugares se remarcó que Rossi había atacado al periodista desde el principio, cuando sucede todo lo contrario. El rosarino responde con la mesura que lo caracteriza pero los constantes ataques de Tenembaum son los que propician el derrape. Ninguno de los dos salió bien parado, más bien se los oyó rozando el patetismo. Y es obvio que así sea: si te tirás con mierda vas a terminar manchado. Tenembaum no reconoce ni la autocrítica de Rossi (al reconocer que es “poco”) ni los 13 aumentos desde el 2003 (magros, es cierto, pero aumentos al fin) y da rienda suelta al rap que la gran mayoría de los periodistas políticos de la Argentina nos tienen acostumbrados. Pero Rossi se equivoca al decir que el conductor de “Palabras más, palabras menos” reacciona porque el gobierno dejó en off-side a Clarín por el tema de los derechos del fútbol (1): Tenembaum reacciona porque está infundido por ese odio visceral al gobierno que inunda las calles, los establecimientos públicos, los programas de TV, los mensajes en la radio (reflejados en forma notable en el hit 2009 de Capusotto: “¿Hasta cuando vamos a ser un país poco serio?”) y, por sobre todo, los foros de los diarios, donde se amontona una masa putrefacta de excremento ideológico que puede provocar desolación. Si uno presta atención, siempre hay alguien alrededor que fantasea con la muerte de Cristina o el fin de su mandato por anticipado. Y no estoy exagerando. Pero ¿es que acaso este gobierno no puede generar rechazo, es que acaso este gobierno es de un mérito extraordinario? Ciertamente no, la cuestión es que conducciones más agravantes como las de Menem o De la Rúa produjeron a lo sumo indignación y cierta burla; tal avanzada del odio (en el sentido más literal) se corresponde con que por primera vez en mucho tiempo quienes llevan las riendas del país, además de robar y mentir y equivocarse, confrontan con los sectores más rancios de la sociedad: la Iglesia (teléfono, Telenoche: el mensaje del Papa era de mayo: ¿lo habrán utilizado ahora para complementarlo con el discurso de Biolcati?), las Fuerzas Armadas, la Sociedad Rural, Clarín. De ahí la respuesta del diputado Rivas cuando asegura que lo que más le interesa de los K son sus enemigos. Quienes practican el antikirchnerismo aseguran que estas entelequias, como la vieja mula de los Simpsons, ya no son lo que eran. Sin embargo, cada una de sus manifestaciones dicen lo contrario: la arrogancia de la dirigencia rural (expresada cabalmente en la nefasta conferencia de prensa de hace un par de semanas), las filiaciones entre Bergoglio y exponentes de la oposición más la campaña montada desde Clarín para defenestrar cada acción del Gobierno son ejemplos claros de una situación límite. ¿Hasta dónde puede llegar la escalada de odio? No lo sé, por lo pronto Tenembaum dijo que lo de los monopolios era “un verso”, afirmación que, por supuesto, se desintegra una vez pronunciada y probablemente quede en la historia universal de las infamias. Mucho más en la semana que se conoció masivamente la censura del grupo contra un blog que cuestionaba sus manejos (http://www.quetepasaclarin.com/). Luego arremetió contra Rossi por seguir a un líder que no puede explicar su patrimonio. Esto es verdad, pero si de cuestiones personales y golpes bajos se tratara (parece que de eso se trata nomás), Tenembaum, defensor de los DD.HH, debería difundir por qué trabaja para el medio de una mujer que no supo explicar a la Justicia (nunca se hicieron los análisis de adn) el origen de sus hijos adoptivos. Rossi no supo defenderse (probablemente en un mano a mano le hubiese ido mejor) y Tenembaum tuvo tiempo para tratarlo de mentiroso y anti-democrático (justamente a Rossi, que soportó la violencia inusitada de los productores rurales que le reprochaban no pensar como ellos). “Ladrones”, gritó Tenembaum, mientras un pajarito le salía de la frente al estilo Kent Brockman: ¿es admisible tal muestra de impunidad discursiva?, que el gobierno posea funcionarios corruptos, ¿justifica que se englobe a todos bajo el epíteto preferido de la clase media argentina? “Están demonizando al periodismo para que no hablemos de los jubilados, para que no hablemos de la pobreza, para que no hablemos de la corrupción”, vociferó Tenembaum al borde la desesperación institucional sin entender que: 1) El periodismo se demoniza solo defendiendo en cadena nacional a Nelson Castro y cagándose en Alejandro Apo; 2) En caso de que el gobierno demonice al periodismo no sería la primera ni la última vez (es más: siempre los gobiernos demonizaran a la prensa); 3) La demonización del gobierno, en caso de existir, no tendría los mínimos resultados si tenemos en cuenta que el 70 por ciento de la gente lo odia y conceptualiza la realidad a través de los titulares de TN y 4) La programación política de radio y TV se basa, mayormente, en hablar de pobreza, corrupción y (esta semana, la próxima quizás vuelva a ser Moreno o la inseguridad o la soberbia de Cristina) jubilados. Mientras tanto, la personalidad diabólica atribuida a Néstor Kirchner me sigue pareciendo desconcertante. Creo que conserva los defectos y vicios de gran parte de la clase política, de ahí a considerarlo tirano o temer sus contraofensivas (Leuco dice que se viene con todo otra vez con Bonafini, los intelectuales de Carta Abierta y D’Elía: ¡qué miedo!) o compararlo con Chávez hay un largo y sinuoso camino que Tenembaum y Cía. han transitado con creces.
(1): En la semana, Lanata y luego muchos otros dijeron que el fútbol no tenía que ser gratis porque sino se debería también hacer lo mismo, por ejemplo, con el cine o el teatro. Aquí se nota la tendencia a confundir a la gente: nadie dice que no se va a cobrar entrada para entrar a un estadio, en todo caso (dudo que lo hagan finalmente) se trata de no pagar por ver partidos en la TV. Hasta lo único simple de una medida harto compleja es enredado por la prensa.
(1): En la semana, Lanata y luego muchos otros dijeron que el fútbol no tenía que ser gratis porque sino se debería también hacer lo mismo, por ejemplo, con el cine o el teatro. Aquí se nota la tendencia a confundir a la gente: nadie dice que no se va a cobrar entrada para entrar a un estadio, en todo caso (dudo que lo hagan finalmente) se trata de no pagar por ver partidos en la TV. Hasta lo único simple de una medida harto compleja es enredado por la prensa.