lunes, 3 de noviembre de 2014

Las tres verdades de la cerradura


El otro día llegué a mi casa y se me trabó la llave en la cerradura. Media hora después, mientras miraba al cerrajero abrir la puerta sin ninguna clase de dificultad pensé que ese tipo de profesión debe ser ejercida por personas de alto nivel ético: si quisieran, en vez de dedicarse a recibir dinero por abrir puertas, podrían dirigirse a cualquier casa, abrir la puerta y robarse el dinero que a ellos se les cante. 

En un capítulo de Los Simpsons, Ralph le roba la llave maestra de la ciudad a su padre, el Jefe Gorgory, con la que se puede abrir cualquier puerta de Springfield. Los cerrajeros tienen la llave maestra en su cerebro. Pensar en estas cosas nos demuestra lo sobrevalorado que esta el conocimiento intelectual y lo subestimado que está el conocimiento práctico, el de los hombres que saben hacer cosas con sus manos.

Un par de días después conocí a otro cerrajero, ya que el que me destrabó la cerradura me había aconsejado mandarla al médico. Cuando me la devolvió (totalmente arreglada, como nueva), sin que yo se lo pidiera, el cerrajero pasó a indicarme las tres verdades de la cerradura. Y es que sólo de ese modo se deben conocer las grandes verdades. Cuando uno busca la verdad o algo importante es posible que la ansiedad anule todo tipo de revelación. El grupo que busca el hit, no lo consigue. El escritor que quiere ser el autor de la gran novela, no la escribe. A las personas que buscan desesperadamente una pareja, nadie les da bola.

Ahora bien, cuando uno se encuentra en una situación tan cotidiana y vulgar como que te arreglen la cerradura es probable que consigas una y hasta tres verdades sin que ni siquiera necesites pedirlas. 

Mientras el viejo cerrajero me decía las verdades me pareció que estaba asistiendo a un momento clave de mi vida. Empecé a ver todo en cámara lenta y los sonidos del roce de llaves y herramientas de los ayudantes del cerrajero recreaban canciones emotivas de Phil Collins.

El día anterior había cumplido 30 años así que pensé que a partir de ahora la vida sería así: verdades, secretos, descubrimientos, ¡velos que se corren, persianas que se abren, cerraduras que se destraban!

Lo más increíble es que estaba tan fascinado con la situación que no pude prestar atención a lo que me decía el cerrajero, que hablaba rápido y con una síntesis conceptual sorprendente. El cerrajero era uno de esos tipos desenvueltos que crean intimidad y complicidad con sólo decirte “Hola”, que te hacen sentir parte de la Historia aunque las cosas significativas siempre ocurran a miles de kilómetros de distancia.

Sólo recuerdo algo así como que las cerraduras tenían dos componentes, la llave, claro, y la cerradura, por supuesto, que eran como el pegamento, que no había que aceitarlas, que además de la cerradura reparada me hacía entrega de dos llaves nuevas, que todo me salía cien pesos. En un acto de interpretación automática adapté cada una de las verdades de la cerradura a la existencia y advertí que las tres verdades de la cerradura en realidad eran las tres verdades de la vida.


Frente al cerrajero me sentí como cuando iba a Letras y una Profesora nos dio una clase magistral sobre Mallarmé y el simbolismo. En realidad fue igual, tanto que al salir de la cerrajería, de la misma forma que cuando salí de la Facultad, lo único que me quedó en claro es que no había entendido nada.  

10 comentarios:

t. dijo...

Este año estuve como 3 meses, de los meses fríos, entrando a mi cuarto por la ventana porque no reunía las fuerzas para llamar al cerrajero. Al final el tipo vino y me dijo que había que cambiar todo, me salió como 650 con la apertura.
Cumplo 30 pasado mañana.

María Font dijo...

Yo siempre pens'e eso.
Nunca pens'e que ten'ias 30.
Las vueltas de la vida.

Cine Braille dijo...

Ay, la sensación de disminución de la hombría que uno tiene ante plomeros, gasistas, albañiles, mecánicos, ferreteros, cerrajeros...

made atom dijo...

Corvino, ni a palo te acordás de las Tres Verdades, no? me dió curiosidad.

saludos, qué bueno que despuntes el vicio como en los "viejos buenos tiempos".

Damian

Guille de Anillaco dijo...

¿y las Verdades?...y candela?

¿Serán las 3 verdades que le faltan a las 20 verdades justicialistas?

Martín Zariello dijo...

Una de las verdades era que la cerradura consta de dos partes, la llave y la cerradura. La otra es que no se debía aceitar. Y la tercera (sin dudas la mejor y la más imprevisible, tanto por su contenido como por sus resonancias filosóficas) no me la acuerdo.

Saludos!

Anónimo dijo...

La tercera es que el camino que puede ser nombrado no es el verdadero camino

Anónimo dijo...

La tercera es que las llaves ya fueron, la posta son las tarjetas magnéticas... (?)

Anónimo dijo...

Sin llaves y a oscuras, dijo Fabiancito

keki dijo...

me justo el texto. Es hermosa y no gasta esa reflexión entre el trabajo intelectual y el manual . Tengo dos conclusiones, que no son mías sino de Houllebecq; de su novela "partículas elementales"

Conclusión a)

“Tenemos que ser conscientes de que los objetos manufacturados del mundo entero – el cemento armado, las bombillas, los vagones de metro, lo pañuelos – son objetos concebidos y fabricados por una clase reducida de ingenieros y de técnicos, capaces de imaginar y de poner en funcionamiento equipos adecuados; ellos son los únicos realmente productivos. Representan quizá, el 5% de la producción activa, y este porcentaje disminuye constantemente.
La utilidad social del resto del personal de empresa – comerciales, publicistas, oficinistas, administrativos, estilistas – es mucho menos evidente: podrían desaparecer sin afectar apenas al proceso de producción. Su papel aparente consiste en producir y manipular diversas clases de información, es decir, diversos calcos de una realidad que no comprenden…
Sin embargo, la mayoría no elabora discursos; se conforma con hacer su trabajo. Y Así encarnan plenamente el ideal técnico que guía el movimiento histórico de las sociedades occidentales desde fines de la Edad Media, y que puede resumirse en una frase: “Si es técnicamente posible, la técnica lo hará”

conclusión b )

“No sirvo para nada- dijo Bruno (profesor de letras) con resignación. Soy incapaz hasta de criar cerdos. No tengo ni idea de cómo se hacen las salchichas, los tenedores o los teléfonos portátiles. Soy incapaz de producir cualquiera de los objetos que me rodean, los que uso o los que me como; ni siquiera soy capaz de entender sus procesos de producción. Si la industria se bloquea, si desaparecieran los ingenieros y los técnicos especializados, yo sería incapaz de volver a poner en marca una sola rueda. Estoy fuera del complejo económico. Industrial, y ni siquiera podría asegurar mi propia supervivencia: no sabría alimentarme, vestirme o protegerme de la intemperie; mis competencias técnicas son ligeramente inferiores a la sociedad que me rodea, pero yo soy para ellos poco menos que inútil; todo lo que sé hacer es producir dudosos comentarios sobre objetos culturales anticuados. Sin embargo gano un sueldo, incluso un buen sueldo, muy superior a la media. La mayor parte de la gente que me rodea está en el mismo caso. En el fondo, la única persona útil que conozco es mi hermano (Investigador en Biología)”

de http://f-menor.blogspot.com.ar/2014/01/houellebecq-o-el-sartre-vencido.html