miércoles, 28 de julio de 2010

Dynamo Experience

La pregunta es pertinente porque hoy tiene más ascendencia un monitor que un ser humano.

¿Todavía existen los primos?

El primo tiene una función familiar implícita e institucionalizada: instruir en la vida a sus colegas menores a través de la transferencia de gustos, costumbres, modas e ideología. Incluso hay quienes se enamoran de sus primos. Incluso hay quienes se casan con sus primos. Incluso hay quienes tienen hijos con sus primos, pero éstas son cuestiones que escapan a los límites de este texto.

Otra cosa sobre los primos: de pequeños son nuestros hermanos ideales (a los verdaderos siempre les encontramos defectos o los queremos asesinar); cuando crecemos directamente desaparecen. Los cruzamos esporádicamente en la calle o en alguna reunión familiar y fuera de las frases hechas no hay nada para decir.

Nací en el 84’ con Alfonsín a la cabeza, un año exacto después de la vuelta a la democracia. A fines de esa década (87, 88) mientras mi viejo construía la que fue nuestra primera casa, vivimos un tiempo en la de mi tío. Mis primeros recuerdos se remontan a esa casa y a esos tiempos, especialmente a mis primos mayores, que por entonces eran adolescentes. Me acuerdo de una chica que era amiga de ellos. Estaba completamente loca y vivía al frente. Se llamaba Emma y se vestía igual a Madonna, aunque a la distancia creo advertir que se parecía más a Lady Gaga. Mi primo mayor estaba haciendo el servicio militar y siempre lo metían en el calabozo. Un amigo de él gustaba de una de mis primas pero nunca se animaba a decírselo. En fin, todas cosas que desde mi pequeña perspectiva tal vez no alcanzaba a comprender del todo pero me parecían fascinantes. Se puede afirmar que el adn de mi personalidad fue modelado en esa época y uno de los aspectos de este último se relaciona con la música. Mis primos escuchaban “rock nacional”. Incluso ellos son parte de la representación mental que tengo sobre el "rock nacional". Antes de cualquier artista del género, se me aparecen sus rostros en el lente sacralizado de mi infancia. De modo que crecí escuchando a Sumo, la versión ochentosa de Charly García, Virus, Los Abuelos de la Nada, Don Cornelio y la Zona, Los Cadillacs, etc. Mis primas y sus amigas eran especialmente fans de Soda Stereo. Coleccionaban las revistas en las que aparecían sus notas y tenían la pieza repleta de pósters. Ese fanatismo fue heredado, ipso facto, por mi hermana. Y de ella, naturalmente, hacia mí.

En 1992, cuando ya hacía 4 años que vivíamos en nuestra propia casa, recibimos una caja con todo ese material iconográfico sobre la banda de Cerati.

Pero ¿qué había sucedido para que fanáticas acérrimas se desprendieran de atesoradas ediciones de Pelo, Pan y Circo y 13/20?

Dynamo.

Esta anécdota personal ilustra claramente el impacto que tuvo Dynamo en los fans de Soda Stereo, editado en una época en la que los grupos de rock con cierta ambición todavía acostumbraban a cambiar de un disco a otro. Pero si pensamos que sólo cuatro años atrás la misma banda estaba siendo súper producida por Carlos Alomar en vías de terminar de expandir definitivamente su hegemonía continental al ritmo de un funk pop latino, el desconcierto es entendible. ¿Qué banda actual mutó en forma radical su sonido desde el 2006 a la fecha? Pocas o ninguna. ¿Cuántos años hace que Babasónicos graba un Jessico atrás del otro? No necesariamente lo nuevo es mejor, pero no quedan dudas de que el rock ya no existe o se aburguesó o ha sido cooptado por el sistema o las marcas o el Salón de la Casa Rosada.

Por You Tube andan dando vueltas algunos fragmentos de un documental titulado “Haciendo Dynamo”. Su autor es Boy Olmi. (¿Qué vincula a todas las cosas existentes en el mundo?: Boy Olmi). Ahí se ve a Cerati explicándole a Charly Alberti cómo debe tocar la batería. También le cuenta a Zeta Bosio (su bajista) el concepto del disco. Y baila aparatosamente. Y hace unos chistes bastante malos, pero todos se ríen porque es él. En El Tercer Reich, la novela póstuma de Bolaño, Udo, el protagonista (un alemán obsesionado con los juegos de guerra) se va con su novia de vacaciones a una ciudad balnearia de España. Allí se hacen amigos de Charly y Hanna, una pareja de su misma edad. Sin que se haga explícito en ningún momento de la novela (ése es uno de los aspectos más inquietantes del libro), uno intuye que si Charly se lo propone, le quita la novia a Udo. Bueno, de ese tipo de personas parece (y demostró…) ser Cerati, el ser extraordinariamente talentoso que hace todo bien y nació para ser odiado por quienes son o se consideran inferiores. Quiero aclarar con este párrafo que no se me escapa la gran animosidad que hay contra el personaje Cerati, el tipo arrogante que siempre quiere cagar más alto que su culo y… ¡lo logra! En 1992 se propone ser indie, algo ridículo si tenemos en cuenta que Soda Stereo era la banda más popular del país (junto a Patricio Rey) y venía de grabar un disco implacable como Canción Animal.

Al mismo tiempo Dynamo es el último gran disco de Cerati. Ya en ese momento se había vuelto grave. Su música había perdido el humor de otrora. Por eso Ahí vamos, sin ser la octava maravilla del mundo, fue tan bien recibido. Cerati alguna vez hizo letras irónicas, temas para bailar y divertirse. Pero cuando se pierde el humor, creo que se pierde casi todo: comenzamos a creernos muy serios como para reírnos de nosotros mismos. De esto mismo trata una mítica nota escrita por Daniel Riera en el 2004 y titulada “Contra Gustavo Cerati”. Quiero decir que a mí me gusta la nota, porque con el tiempo la música de Cerati dejó de maravillarme. Además me divierte cuando un periodista es incisivo y bastante hijo de puta. De última así son muchos músicos el 95 por ciento del tiempo. En “Almoust Famous”, Lester Bangs le dice al crítico inexperto que debe ser “inclemente”. No obstante lo cual, aclaro que si yo fuese Cerati (posibilidad remota: si reencarnara, como mucho, llegaría a un Marciano Cantero) habría golpeado la cabeza de Daniel Riera una y otra vez con una llave francesa de 18’. Y después le hubiese dado no uno, sino tres o cuatro tiros de gracia. Para no ser redundante y terminar con el tema, transcribo a continuación algunas de los golpes dialécticos de Riera:

Vale decir, el problema con los temas de Cerati, con los discos de Cerati, con los shows de Cerati, no es que sean "viejos". Es que son chotos. Es que no sucede nada en ellos.

Y si este disco se llama Canciones elegidas y no Grandes éxitos no es porque Cerati haya elegido lo más distinguido de su repertorio solista en desmedro de lo más popular: es porque no hay ni un solo hit en los once años de carrera solista de Cerati.

Durante el fatídico 2001, Cerati quiso aportar su granito de arena a la tragedia argentina y editó dos discos.

Después de Nirvana era imposible otro disco de rock épico setentoso como Canción Animal. Mucho menos volver al pop de los 80’. El primer paso hacia el lado oscuro del rock de estadios fue Rex Mix (1991), un disquito con 6 temas, de los que uno solo era nuevo, “No necesito verte (para saberlo)”, y donde se versionaban clásicos como “En camino” siguiendo la huella de lo que se denominó por aquellos años “la movida de Madchester”, un movimiento surgido en Inglaterra que, mientras nacían las raves, mezcló el rock melódico de vertiente beatle con ritmos disímiles como el funk, el dance, el lounge y el soul (las bandas más representativas fueron los Stones Roses y Happy Mondays). Allí se encuentra la tendencia a deformar clásicos (algo usual en las presentaciones de Dynamo) y experimentar haciendo del estudio un laboratorio de ingeniería. Después llegó Colores Santos, el disco pop que Cerati grabó junto a su Bioy, Daniel Melero (¿el Yoko Ono de Soda Stereo?), en el que se notó la influencia cada vez más decidida de la electrónica en la utilización de samplers y demás chiches tecnológicos.

Para Dynamo, de la corriente iniciada en Rex Mix, también quedó el look del video de “No necesito verte (para saberlo)”: bermudas, remeras psicodélicas, anteojos raros. En ese sentido Soda Stereo era como los Beatles y las mujeres que se pelean con su novio y se cortan el pelo para demostrar que ya no son las mismas: “Maduré, me dejé el flequillo”. La estética anuncia una concepción artística integral y novedosa. A todo esto añada el apogeo del rock de los guitarristas que están tan pero tan tristes que no les queda otra que mirar concentrados sus zapatos: shoegazing. El híbrido entre distorsión y pop ensoñado de Loveless (My Bloody Valentine) dejó huella en el oído atento de Cerati. Aunque los expertos indican que es Ride, otra banda noise, la que más pesó: chequear el comienzo de “Luna Roja” y “Sennen” (un clásico del plagio conocido por grandes y chicos es la versión unplugged de “Un misil en mi placard”, reproducción fiel de “Chrome waves”).

Entonces la ecuación es: Madchester + electrónica + shoegazing + grunge + fin de la dictadura de la hi-fi + hartazgo (la banda venía de una gira no muy feliz por España en la que tuvieron que hacer playbacks televisivos como si fueran unos novatos).

Una chica de 18 años se parte al medio y es toda una mujer. Pero un disco no sigue ese tipo de coordenadas evolutivas, se supone que para el rock, el maldito rock, dos décadas son bastante tiempo para caer en el olvido, más si el disco aludido fue pergeñado siguiendo los lineamientos de distintos sonidos en boga (lo primero que pasa de moda es lo que está de moda). Dynamo, sin embargo, suena mejor que cualquier cosa que se haya editado en la Argentina. Por eso lo considero un clásico contemporáneo. Y creo que es mejor que Loveless y Zooropa y varios de los grandes tanques de la primera mitad de los 90’. Por primera vez, la voz de Cerati no está al frente y explotando toda su potencialidad. En la introducción de “En remolinos” ni siquiera se oye lo que modula. En “Claroscuro” canta como si estuviera hablando por un portero eléctrico. “Primavera 0” es un hit instantáneo, pero dentro de su especie es bastante extraño. Los estribillos de Dynamo se asemejan a mantras, mensajes místicos y enigmáticos de una notable efectividad en la correlación entre la sonoridad de las palabras y la música: “Mójate los labios y sueña”, “Toma la ruta y todo será diferente”, “¿Quién sabrá el valor de tus deseos?”, “Como algas en el mar”. El disco surgió de zapadas caseras y eso se nota en el derrotero de algunas melodías redondas que se pierden adrede y dan paso a la “improvisación”. Ruidos, voces que se escuchan por detrás, secuencias de sonidos serializados (el final de “Nuestra fe”, el gemido que se repite en “Camaleón”, el principio de ese delirio genial llamado “Sweet Sahumerio”). En “Ameba” la guitarra suena como una sierra eléctrica y la letra, (como la mayoría) es el monólogo de un amante despechado que interpela amargamente a través del micrófono: “Sos buena en la cama/ Y sabés guardar un secreto/ Hasta quebrar tu cuerpo/ Y te vas, y te vas/ dividiendo”. En “Fue” (que parece salida de otro disco): “He llegado hasta el fin/ Con los brazos cansados/ Tantas veces te vi/ Simulando un olvido/ Y eso pasó”. La pretensión de saberse vanguardia se encuentra hasta en los créditos del disco: “¿Y la música dónde está? ¿En los cables?”. Casi como decirle al fan que no espere canciones, “esto es ruido, nosotros somos del futuro”. Y todo culpa y gracias al ego de Cerati.


domingo, 25 de julio de 2010

Una película mejor que la otra

Nowhere Boy: Peor. ¿Puede ser que pasados 40 años de la separación de los Beatles, 30 de la muerte de Lennon, 25 de la de Paul McCartney y 9 de la de Harrison todavía no haya una sola y puta película buena sobre los fab four o, en su defecto, sobre la vida de alguno de sus integrantes? A decir verdad, nadie quiere una película sobre los Beatles, lo que queremos saber (es decir, absolutamente todo) ya lo conocemos y la historia es tan perfecta que interpretarla, sólo es una apología del ridículo, pero si van a hacer una película sobre la adolescencia de John Lennon por favor tengan la deferencia de llamar a Spielberg y no a “El Señor Spielbergo”. Y ya que se gastan fortunas en efectos especiales para el goce de personas insensibles, pongan sus 200, 300, 400 millones de dólares para que el cadáver de Jacko libere las canciones originales, así no tenemos que escuchar horribles versiones que dañan nuestros beatlemaníacos oídos. Y contraten buenos actores, no me importa que Morgan Freeman haga de Ringo Starr, quiero que el actor sea bueno y que en la ficción esté a la altura de los 4 seres más maravillosos de la maldita historia del maldito mundo en el que malditamente me toco nacer. Hecho el descargo, debemos apurarnos a señalar (porque es domingo de invierno lluvioso y la opción del suicidio nos acosa) que Nowhere Boy cuenta el itinerario que recorrió Lennon justo antes de irse a Hamburgo y darle forma a la leyenda. El actor elegido para interpretarlo es Aaron Johnson, un carilindo que podría ser el cuarto Jonas Brothers pero “jamás, jamás” (como le dijo Pocavida a Charly García en el camarín de los New York Dolls) al genio de Liverpool. Nobleza obliga, podría ser peor: no le sale tan mal ese famoso carácter ambivalente, entre arrogante y retraído. El problema de la película es su pobre argumento, centrado principalmente en explotar el devaneo amoroso (¿o incestuoso?) de John entre su tía Mimi (que lo crió) y su alocada madre Julia. No hay un solo indicio en toda la película de que ese muchacho que imita a Elvis y viaja en los techos de los autobuses se convierta en una versión moderna de Jesús. Ni siquiera, en un manotazo de ahogado (que igualmente no hubiésemos dudado en rechazar), el director se atreve a escenificar anécdotas graciosas o levemente conmovedoras para enganchar al fan por el lado del golpe bajo. Se trata simplemente de un melodrama familiar con bastante morbo y un guión que, por momentos, es una elegía al didactismo (especialmente cuando la tía le explica, paso por paso, cómo fue que él tuvo que vivir con ella y no con Julia, la criatura del océano). Lennon era un año y medio mayor que Paul, pero que yo sepa éste nunca pareció su hijo menor como sucede en Nowhere Boy.



Alle Anderen (Entre nosotros): Mejor. Los alemanes son unos atorrantes, se exhiben sin pudor, beben a morro, se pasan las consignas por el forro, se mofan de cuestiones importantes y cada cuatro años nos dejan afuera del Mundial. Ah no, esos son los amigos de Serrat, pero todos estamos de acuerdo en que lo mismo podría decirse de los alemanes. Alle Anderen fue catalogada de “drama romántico” o “película de pareja”, pero si somos de los que pensamos que la cotidianeidad a veces puede ser más tenebrosa que una de Carpenter, también puede ser vista como una de terror. Gitti y Chris son una pareja que se encuentra tan cerca de la boda como del acabose total. La virilidad parece estar más del lado de la mujer que del hombre. Ella es temeraria, inmadura y loca. Chris, bueno, Chris es un pelmazo, inseguro y timorato. La primera media hora del film avanza entre silencios, escenas íntimas, imágenes algo desconcertantes, bromas entre los dos. Están pasando unas vacaciones en una ciudad balnearia de Italia. Nos damos cuenta de que algo no funciona entre ellos pero no sabemos qué. Probablemente todo. Poco a poco, como sucede en la vida real, las cosas comienzan a “malir sal”. Él está leyendo, ella le habla, él le dice que por favor se calle, que no sea tan insoportable. Él dice que tienen que hablar, ella, intempestivamente, le canta las cuarenta, él le dice que no quería hablar de eso y se levanta enojado. Comen con una pareja insoportablemente perfecta que está esperando un hijo, discuten, se avergüenzan uno del otro. Cada pareja es un ecosistema cerrado constituido por una mitología privada, en la interactuación con las demás se juegan más cartas que las de la exposición social. ¿Qué es lo que hace que un día una relación funcione y, al otro, ya no exista? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra personalidad por la persona que amamos? ¿Eso es posible? ¿Conocemos alguna vez a la persona que amamos o son simplemente extraños que pasan por nuestra vida? ¿Amamos a la persona que creemos amar? ¿Amamos? Y así. De eso trata Alle Anderen. Especial para ver antes de irse a convivir.



Kynodontas (Colmillos): Más mejor. En el debate por la ley del Matrimonio Gay (“¡se dice “igualitario”, puto!”), la Senadora Negre de Alonso se escandalizó, entre otras cosas, porque a partir de ahora deberemos explicarles a los niños qué es una lesbiana, qué es un homosexual y qué es un Marilyn Manson. “¿Alguien por favor quiere pensar en los niños?”. El método del padre de familia de la película griega Kynodontas le parecerá adecuado a la puntana. En su afán porque sus tres hijos (un hombre y dos mujeres ya adolescentes) no tengan contacto con la sociedad, construye una mansión en las afueras donde los mantiene encerrados, completamente ajenos al ruido del mundo moderno. Allí se “entretienen” compitiendo (“tengo un nuevo anestésico: ¡el que se despierta primero gana!”), haciendo coreografías trastornadas para sus padres, viendo pasar aviones convencidos de que son de juguete y… lamiéndose entre sí la entrepierna a cambio de objetos (una diadema, un lápiz con goma en la punta). La cárcel simbólica es tal que los términos que aluden a la libertad o la violencia son resignificados: “escopeta” es un hermoso pájaro blanco, un “zombie” es una florcita amarilla. ¿Pero qué pasa cuando entra un gato en el jardín? ¿Qué sucede cuando la muchacha contratada que inicia sexualmente al joven, hace lo propio con la mayor de las hermanas y, encima, le da un video de Rocky? Bueno, lo obvio: los velos de la perversión se descorren fatalmente, la familia (esa institución sacralizada compuesta en base a prejuicios y omisiones) explota en mil pedazos y ¡las lamidas se multiplican! Kynodontas es una película agresiva, pornográfica y también hilarante. Especial para verla todos juntos en el cumpleaños de la abuela.

jueves, 22 de julio de 2010

Play al nuevo rock argentino

Se llama “mockbuster” a la película de bajo presupuesto que, inmediatamente producido un éxito de taquilla, se aboca a copiar su argumento, cambiar en forma imperceptible el título original y lanzarse al mercado para confundir espectadores distraídos. Por ejemplo, en vez de “High School Musical”, “Sunday School Musical”. En vez de “I’m Legend”, “I’m Omega”. La productora estrella de esta costumbre es Asylum. Poco después del éxito arrollador de “Paranormal Activity”, una de terror (en los dos sentidos que admite esta última denominación) hizo “Paranormal Entity”. La broma es que el original ya era un plagio y también estaba hecha con dos pesos. Se trataba de uno de esos falsos documentales que juegan con la irresistible idea del “basado en hechos reales”, con ruidos ominosos que no se sabe de dónde vienen, constantes exclamaciones que explican a través de su laconismo la imposibilidad de expresar con palabras lo que se ve (“Oh god, oh god”, “Shit, Shit”, “¿WTF?”), un boludo boludísimo al borde incluso de la boludidad trascendental que filma todo y el anzuelo, tan viejo como efectivo: una chica con importantes atributos delanteros. Antes de pasar a otro tema (mejor no hablar de eso) quiero avisar que la visualización pormenorizada de este último aspecto es la razón por la cual “Paranormal Entity” supera, con creces, a su inspiradora, “Paranormal Activity”.

Cuando Luca Prodan vino a la Argentina, el “rock nacional” le pareció una mockbuster del original. “El rock es música en inglés”, afirmaba, taxativo. Aunque había mucho de boutade y provocación gratuita en esa postura, no es en absoluto descabellada. Casi todos los artistas del rock argentino surgieron de una imitación muy consciente, en algunos casos tardía. Es similar el caso de la literatura española, que siempre llegó 10 o 20 años más tarde a todos los movimientos literarios del Siglo XIX: el realismo, el naturalismo, etc. Imaginen estar en Noruega y encontrarse con un grupo que imita a los Chalchaleros. O a un japonés que hace de Horacio Guarany. Acá lo mismo. En vez de The Beatles, Los Gatos. En vez de Led Zeppelin, Pescado Rabioso. En vez de Bob Dylan, León Gieco. En vez de Yes, La Máquina de hacer pájaros. En vez de Sex Pistols, Los Violadores. Soda Stereo fue mutando de acuerdo a las épocas: The Police, The Cure, My Bloody Valentine. Charly García (otro gran perseguidor de modas; al igual que Fito Páez, alguna vez quiso ser Prince) parodió la escena en “Mientras miro las nuevas olas”. Claro que la mayoría de estos grupos y solistas, al igual que el líder de Serú Girán, ya son “parte del mar” y, con el tiempo (en algunos casos pocos meses, en otros años) lograron una identidad muy definida porque aunque se busque alrededor del globo terráqueo es imposible conseguir otro trío que suene como Manal, discos como Muerte en la Catedral o Artaud o Yendo de la cama al living o, incluso, una banda tan extraña como Sumo. Entonces hoy también sería ridículo encontrarse con un alemán que emule a Litto Nebbia o un jamaiquino spinetteano: esos tipos ya forman parte de nuestro adn musical. Pero en el inicio (tal vez no en el resultado sino en la proyección) hubo una clonación explícita de una propuesta artística extranjera.

Nuestro olvidado líder de masas Juan Carlos Blumberg preguntaría: “¿Se entiende?” Si la respuesta es afirmativa tenga la deferencia de explicarme adónde carajo me dirijo en esta deriva de palabras y términos fucking seductores (por no decir eróticos, por no decir definitivamente pornográficos y no aptos para mayores de 18 años) como “mockbuster” o “boutade”. Diría el guionista de Itchy and Scratchy (Tommy y Dally, para el lector miserable que no presta atención a los Simpsons, es decir, que no sabe nada de la vida y merece morir aplastado por un piano, sí, un piano de cola negro y algo desvencijado que repentinamente cae del cielo e impacta el cuerpo del amable y ignominioso cristiano): “¿Esas no son las palabras que utilizan las personas estúpidas para parecer inteligentes?”.

¿Y ahora cómo diantres se supone que conectaré todo lo dicho con lo que quiero decir a continuación que, como usted supondrá (a no ser que usted lea y no suponga nada, lea simplemente entregándose por completo, corriendo el riesgo de ser violado por el texto, como le sucede a menudo a los lectores de Pepe Eliaschev y Nelson Castro, que en los últimos 10 años han radicado cientos de denuncias porque luego de leer las columnas de nuestros ilustres periodistas se sintieron ligeramente vejados, con dolores de todo tipo, especialmente en la zona rectal) no tiene mucho que ver, puesto que sí tuviese que ver Yo no sería Yo?

A través de un fabuloso invento retórico que no debe ser mencionado a riesgo de perder su efecto, pero por ser Yo demasiado agradecido al borde de la bobería (aquella que tan bien representa la cara del hermano mayor de los Hanson), por ser Yo indiferente al “efecto” en sus más variadas tonalidades y texturas, me arrodillo ante él y le doy paso:

Elipsis.

Si algo distingue el nuevo rock argentino del que se hizo hasta hace poco es que las bandas no remiten específicamente a un conjunto en particular, cuesta etiquetarlas, son una mezcla, un híbrido bastante complejo de decodificar para la mente estrecha y sucia de esa especie que habita la tierra desde tiempos inmemoriales: el crítico de rock. Porque al fin de cuentas decir “indie rock” habla más de una actitud que de un género. Las buenas bandas del nuevo rock argentino, si se me permite la comparación, son como esos perros callejeros cruza de Galgo y Mantonegro.

-Señor McClure.

-Ah, hola Bobby.

-Jimmy… ¿Señor McClure, qué es el “nuevo rock argentino?

Maldito Bobby, digo Jimmy, me empuja al majulismo. En la segunda mitad de los 2000 emergen bandas con nombres raros, integrantes coterráneos, espíritu indie, lírica de película clase B y una visión secularizada de la industria discográfica (la mayoría no tiene problemas en que su música circule por Internet y lo acepta como una fatalidad de nuestra era, un suceso propio e inmanente al contexto). A eso le podríamos, sin profundizar nada (¡es rock!), llamar “Nuevo rock argentino”.

El mató a un policía motorizado. Prietto viaja al Cosmos con Mariano. 107 Faunos. Los reyes del falsete.


Esta misma tónica se encuentra en dos bandas, muy diferentes, que han monopolizado mis oídos en los últimos tiempos. Aunque usted no lo crea, en el principio era el verbo y este texto versaba solamente sobre ellas. Una se llama La Perla Irregular. Parecen no tener mucho que ver con los muchachos mencionados en el párrafo anterior (que dan la impresión de vivir en un barrio virtual donde todo es fucking copado), pero son recientes y nuevos y jóvenes, así que los incluyo. Una nota en la revista Rolling Stone habla de Las Pastillas del Abuelo y Sui Generis. Probablemente se trata de la definición más errada desde que, en un abuso de la mnemotécnica, se asoció FlopaManzaMinimal con PorSuiGieco. El primer disco suena como si Pescado 2 y Abbey Road se hubiesen chocado a 500 kilómetros por hora conformando así una nueva entidad musical, moderna, singular y de excepción. El segundo (titulado La Novena Utopía) es un paso más allá: agregan distorsión a su opera prima mayormente acústica y cantan como si estuvieran al borde de una cumbre en plena tempestad. La Perla Irregular es como Aquelarre 2.0 (¿primer grupo de rock argentino que escuchó a Emilio Del Guercio?) y combina la elaboración de sus composiciones con la frescura irrepetible de un dentífrico psicodélico.


Frescura también le sobra a Valentín y los Volcanes. La frescura del primer beso, la primera novia, la primera crisis existencial. Su primer disco (antes habían subido a Internet maquetas y una presentación en vivo) se titula Play al viejo walkman blanco. ¿Usted se siente triste y solo en este mundo abandonado y busca sonidos que lo acompañen en diferentes lugares y momentos? Pase por aquí. Valentín y los Volcanes es el soundtrack perfecto para un sinfín de programas: una recorrida por la ciudad en mp3, la previa de una noche de sábado, el encuentro con una dama amada, la ceremonia pop del que acomoda la casa en soledad. Sus melodías logradas (hacía mucho tiempo no escuchaba un disco con tantos temas que en un mundo ideal serían hits) tienen la virtud de la adaptabilidad. En la alegoría de la cruza Valentín y los Volcanes es el resultado de la fecundación incestuosa entre “1979” (el tema más hermoso de Smashing Pumpkins) y el retro rock de The Strokes. Rock pop de guitarras sensibles. Con espacio para el optimismo: “Los rayos del verano volverán”, “Tengo tiempo, dinero en el bolsillo, buena suerte hay en mí”. La disyuntiva moral: “Todo lo que me hace bien es justo lo que me hace mal”. La melancolía: “Voy a ir a buscar algo que no sé si perdí/ O aún conservo dentro yo/ ¿Dónde tendré lo que está destruyéndome?”. También hay coros femeninos, una trompeta, estribillos y un asesino de Santa Claus. ¿Qué más querés?

Si La Perla Irregular y Valentín y los Volcanes no son dos de los grupos más prometedores de la escena del rock argentino que me parta un maldito rayo. Perdón.

lunes, 19 de julio de 2010

I've seen the future, brother: it is murder

Es frecuente la idea de que la grandeza del hombre reside en seguir adelante con la vida aun cuando ésta no tiene sentido aparente y, en algunos casos, se asemeja a una pesadilla. El impacto del mundo debe soportarse hasta las últimas consecuencias. Generalmente la opción del suicido se relaciona con la cobardía. Pero, claro, es una cobardía que exige mucho valor. Ése es el centro neurálgico al que apunta The Road (La Carrera).

La película (del director John Hillcoat) está basada en la novela de Cormack McCarthy, autor que debo comenzar a leer, ya que (incluso siendo indiferente al cine de los ilustres hermanos) también me gustó la adaptación de los Coen de Sin lugar para los débiles. Además tengamos en cuenta que la mayor parte de las veces, las películas nunca superan a los originales. Si no hiciera tanto frío ahora mismo iría a comprarme algún libro. ¡Y si tuviese ánimo! La película es un golpe durísimo para cualquier alma mínimamente sensible y deja un gran vacío en el pecho. Esta carretera no tiene nada que ver con la de los beatniks, sino más bien con la de “Canción para mi muerte”, aquella que se hacía “largá” cuando uno miraba atrás y cruzaba las fronteras.

The Road es una película kafkiana pero en pretérito perfecto: eso extraño y ominoso ya ha acontecido. Y nunca se explica. Pero tampoco hace falta un cuadro sinóptico para comprender que todo, tal y como lo conocemos, se ha terminado. Ahora el Planeta es un lugar helado, con el cielo siempre gris, con árboles muertos, sin vida animal y con pandillas de caníbales hambrientos. En este plano hace estragos el trabajo fotográfico al confrontar ese presente dark con unos pocos flashbacks luminosos de un pasado mejor. La impresión de pesimismo está tan bien lograda que el color nos parece una visión onírica.

Evidentemente, nos hemos dado cuenta de que el futuro ya está ocurriendo. La sorpresa no es que sea una distopía (algo que sabemos desde Orwell y Huxley hasta Ballard y P. Dick), sino que tiene mucho más que ver con la pobreza actual de las grandes urbes que con viajes intergalácticos y tecnología informática. Desde ese punto de vista, The Road (al igual que Hijos del hombre) es efectiva en su mensaje desolador: basta salir de la comodidad pequeño burguesa y en la esquina o a la vuelta vas a encontrar alguien que ya vive en el futuro.

Los protagonistas son un padre y un hijo interpretados en forma brillante por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee (que trabaja en el absurdo remake de la sueca Let The Right One in). Se dirigen al Sur. Llevan un carrito de supermercado en el que depositan los pocos bienes que consiguen: frazadas, alimentos vencidos, botas. Cuentan con una pistola y dos balas, una para cada sien. Es un vía crucis miserable con muy pocas perspectivas de “happy end”. Restando algunas consignas de autoayuda, el guión es austero. La película comunica más con imágenes y silencios, por fuera del monopolio del lenguaje.

En un momento el padre dice que si fuera Dios haría el mundo exactamente así, sólo para tener a su hijo al lado. The Road conmueve, pero por momentos también es una película de terror en la que los personajes no pueden confiar en nadie y deben acostumbrarse a matar u olvidar para seguir viviendo.

En ese contexto asfixiante se destacan algunas escenas perdidas en las que el hilo conductor de la historia parece decirnos que para escapar del futuro inevitable debemos regresar a las cosas más básicas. Mirar los colores del arco iris. Leer un libro de cuentos por la noche. Sentir en la boca las burbujas de una gaseosa. Aún en esa tierra inhabitable hay lugar para maravillarse. El ser humano se las arregla siempre y cuando tenga amor (el que poseen padre e hijo). Y si no lo tiene, inconscientemente lo busca y cuando menos se espera, lo encuentra. Recordemos que el corazón, antes que nada, es un cazador solitario. Todo lo demás se esfuma. En miles de años de Humanidad, a excepción de la bomba atómica, nadie halló otra fórmula: es el amor o la nada.

domingo, 18 de julio de 2010

Salinger cumple, Franny dignifica

¿Estará permitido que un columnista de un diario argentino que no tenga por nombre “Rodrigo Fresán” mencione a J. D (¿Juan Domingo?) Salinger? Me aventuro en la temeraria empresa. Si es la última vez que saben de mí, ya conocen al responsable. Franny Glass forma parte de ese dream team de la literatura de todos los tiempos a los que el saco de personajes les quedó chico. El Cazador Oculto le da vida en Franny y Zooey, un volumen publicado en 1961 ambientado en noviembre de 1955. Siempre fue analizada como una versión femenina de Holden Caulfield, pero mientras este último exuda una rebeldía adolescente, Salinger logra imprimirle a Franny una confusión más ligada al ruido y la furia del mundo adulto, esa madurez intrínseca y algo inexplicable que muchas mujeres tienen desde la pubertad y los hombres no hallamos hasta el final de nuestros días. Ella es tan actual como la moderna que vive en la esquina de tu casa y se cortó el pelo como Amelie. Aunque no tiene facebook ni twitter ni blog, repite hasta el cansancio estar harta del “ego” y de que “todo el mundo quiera llegar a alguna parte (…), ser alguien interesante”. La acompaña su novio, el insípido Lane, pero realmente no se siente cómoda con esa etiqueta. Ante la encrucijada existencial se refugia en la lectura de El camino de un peregrino, un libro religioso con algo de filosofía ligera y new age. El salingeriano de pura cepa (en caso de existir) sabe que tiene alrededor de 20 años, porque según lo que cuenta Buddy en Levantad, carpinteros, la viga del tejado en mayo del 42’ tenía 8. Pero no quiero abrumarlos con cálculos propios de un nerd trastornado, sólo decir que en un podio imaginario no es difícil ubicarla junto a Mafalda y Lisa Simpson, esas otras chicas de ficción que, en la segunda mitad del Siglo XX y desde la cultura popular, subvirtieron una idea pasiva del carácter femenino, recorriendo el camino que va de la cocina a la calle.

jueves, 15 de julio de 2010

Este país de mierda

Este país de mierda donde las leyes están hechas para los putos, donde los vagos que no tienen trabajo para mantener a sus hijos reciben ayuda del Estado y donde no se quiere bajar la edad de imputabilidad para no meter presos a niños y adolescentes.


Este país de mierda donde no se reprime la protesta social, donde 30 años después se sigue juzgando a los militares y donde la presidenta (sin vergüenza) se lleva a dos senadoras a China para que no voten en contra del Matrimonio Gay.



Este país de mierda donde hacen llorar a una pobre senadora del Opus Dei en el Parlamento, donde sólo por estar aislados del mundo no se sufre una crisis económica que afecta a los países más importantes de Europa y Norteamérica y donde se apoya la candidatura al Nobel de la Paz para las Abuelas de Plaza de Mayo.



Este país de mierda donde el gobierno, canalla, se apropia de la causa de los derechos humanos para activar juicios contra genocidas, donde el gobierno, insaciable, se apropia de la lucha del colectivo LGBT para que los homosexuales tengan los mismos derechos que los heterosexuales y donde el gobierno, como si fuera poco, se apropia del combate por la libertad de expresión sancionando una nueva ley de medios.



Este país de mierda donde aparentemente hay censura pero los libros más vendidos y los medios más vistos son los que tratan sobre la corrupción de los funcionarios del gobierno, donde sus habitantes, de repente, se interesan por la apropiación de niños durante la dictadura militar y donde la presidenta confronta todo el tiempo con la Iglesia, Clarín y el “campo”.



Este país de mierda, ¿no será en realidad un país de puta madre?

martes, 13 de julio de 2010

Matrimonio gay: esperar, ésa es la cuestión


Esperemos a que la sociedad madure. Nada peor para una pobre Sociedad indefensa que exponerla a debates para los que no está preparada. Nada peor que obligarla a que decida, opine, comente sobre lo que no sabe decidir, opinar ni comentar. Nada peor que confundirla con debates que exceden su cultura. Pero nada mejor que esperar lo necesario y dejar que la Sociedad, libremente, ajena a cualquier autoritarismo o imposición de un modelo de vida, madure. Días, meses, años, lustros, décadas, siglos. ¿Milenios tal vez? ¿Por qué no?

Esperemos a que haya otro gobierno. La lucha por los derechos civiles de los homosexuales nos interesa desde siempre. Si no lo dijimos antes es por no hacer alarde. Y ahora este gobierno oportunista (porque desde siempre es oportunista estar del lado de los homosexuales) se quiere apropiar de una bandera ajena. Esperemos a que haya otro gobierno, imparcial, perfecto, puro. No les demos la bandera de los putos de mierda a los montoneros de mierda.

Esperemos a que todos estén de acuerdo. El debate causa irritación. El debate polariza. El debate provoca discusiones en el seno familiar. El debate crispa. Conclusión: el debate hace mal. ¡Sancionemos la ley del matrimonio gay! ¡Ofrezcámosle al prójimo lo mismo que poseemos nosotros! ¡Peleemos por una sociedad con los mismos derechos! Pero antes esperemos a que el último y más ínfimo habitante del país esté de acuerdo.

Esperemos a que se sepa que pasará cuando las personas del mismo sexo se puedan casar y adoptar niños. Todavía no sabemos qué puede suceder si los homosexuales obtienen la igualdad de derechos con los heterosexuales. Tal vez todo siga como siempre, pero ¿y si no? No esperemos a poner en práctica la ley para recién comprender qué pasa, esperemos a que se sepa que pasará antes de que salga la ley. ¿Esto es imposible y no tiene sentido? Nada no tiene sentido si uno busca hasta encontrarlo. Nada es imposible si uno cree en sus sueños.

Esperemos a que no exista discriminación contra los putos de mierda. Injustamente, los putos de mierda son muy discriminados. Estos seres obscenos, antinaturales en su máxima expresión, hijos del demonio y la depravación absoluta, son, aunque nos duela reconocerlo, segregados de la sociedad. ¿Qué podría pasar, entonces, con los pobres niños adoptados por estas bestias mariconas? Recibirían el castigo de la sociedad por consecuencia de la orientación anal, perdón, sexual, de sus padres. Sonará utópico pero no menos bien intencionado: mejor esperar a que no exista más la discriminación. Recién ahí comencemos a debatir seriamente. Hagámoslo por todos los hijos de puto.

Esperemos a que se mueran todos los putos (o matémoslos). ¿Agresivo? Exactamente lo contrario a lo que se intenta plantear, estamos muy lejos de una postura de ese tipo. Pensémoslo con detenimiento: si no hubiese putos (dicho cariñosamente) de mierda (calificados cariñosamente), ¿existiría un debate como el actual que divide a la sociedad en dos y hace peligrar la institución familiar? Pues no, ya que al no haber putos, no habría putos peleando por sus derechos. Puesto que los putos existen, ¿cuál sería la mejor forma de que no exista el debate? Esperando a que todos mueran. ¿Pero esto puede ocurrir espontáneamente? Claro que no. ¿Y cómo se puede acelerar tal acontecimiento? Erradicándolos. El único problema sería el método. La mejor manera, es decir, la más plural, consistiría en llamar a un plebiscito para que el pueblo decida. Sencillo, claro, democrático. Sí, a veces una monstruosidad entraña una solución. Sí, a veces necesitamos despojarnos de nuestros más miserables prejuicios (las mujeres son inferiores, los negros son peligrosos, asesinar minorías es malo) para construir un futuro mejor.

Esperemos el fin del mundo y empecemos de vuelta. Los mayas dicen que el 21 de diciembre de 2012 llegaría el fin del mundo. También así lo afirma una película de mucha repercusión. Cambiar la matriz de la institución familiar a sólo un año y medio del acabose total, es realmente innecesario y hasta absurdo. Esperemos al fin del mundo y empecemos de vuelta.

Esperemos un poco más. Y después del fin del mundo, esperemos un poco más, nunca viene mal la paciencia para un tema tan espinoso.

Escúchame entre el ruido- Moris (1970)


El hombre tiene miedo de ver la verdad,
de ver que él era algo que no podía definir,
de ver que al fin su sexo pudo ser o no ser,
que no era absoluto, que podía ser la flor.

El hombre tiene miedo de su sexo también
y niega a la mujer que lleva dentro de él.
¿Qué flor le daré a aquel que vive sin amor?
La flor de mil y un sexos, la flor de un creador.

Cuando él era muy pequeño, él sabia vivir,
todo era pureza, mamá y papá
si después creció, sufrió y lloró
¿dónde estará la flor, dónde está el que se fue?

Un día la farsanta, nuestra gran sociedad,
le dijo mil mentiras, lo metió en un corral,
le dijo que su sexo él tenía que ocultar,
la flor se marchitó, no pudo ver el sol.

También le dijo como él tenía que pensar,
sentir, vivir, amar y ser un ser normal,
después le regaló el caos, la maldad
y la publicidad por fin lo convenció.

Te engañaron, ya lo sabes, sino lo sabes también,
con la pluma y la palabra; y con silencio también,
aunque bien bien lo sabia, la bendita sociedad
que eras algo más que un sexo y tu cédula de identidad.

Lo miro a mi abuelo, él era muy viril,
igual que yo, era hombre o mujer,
díganme ustedes, dueños de la moral,
la voz de ese viejito, ¿es de hombre o de mujer?

Escúchame, hermano, entre este ruido actual,
hermano, te lo pido, ayúdame a seguir,
no esperes que te entiendan ¿por qué lo habrían de ser?
son solo maquinitas que no pueden fallar.

Las maquinas fabrican frases para vivir,
y todos repetimos, sin nunca descubrir
que la libertad de un hombre no era de metal,
la máquina triunfó, y el hombre se acabó.

Ustedes dicen "macho", "varón" y qué sé yo,
me meten en un molde como si fuera un flan
y para recibirme de hombre, no es verdad,
me tengo que pelear, no tengo que llorar.

Hablar de las mujeres como cosa que hay que usar,
tener la pose macha y la voz del arrabal,
pero yo bien los conozco, no me pueden engañar,
tienen mucho, mucho miedo que los llamen anormal.

Cuando un niño te sonríe, y él te quiere acariciar,
cuando lloras y estás solo, y no hay nadie a quien llamar,
cuando mueres un instante porque estás con ella al fin,
cuando abrazas a un amigo que lo quieras como a un Dios,

¿Están ciegos?, ¿son idiotas?
¿O qué es lo que pasa aquí?
¿O qué es lo que pasa aquí?
¿O qué es lo que pasa aquí?

domingo, 11 de julio de 2010

Españelona Campeón del Mundo

"Pegame y decime Alonso" (?).

“Años de apostar por el buen juego y no ganamos ni una Supercopa, salgamos a la cancha y re caguemos a patadas a estos gallegos agrandados” fue la arenga que De Jong, el reconocido karateka del mediocampo holandés, hizo a sus compañeros minutos antes del encuentro frente España. Se podrá decir que la propuesta del equipo de Van Marwjik fue más propia de Van der Kooy: agresiva, fatua, intolerable a la sensibilidad humana. Pero ¿quién se puede sorprender? Hablamos de fútbol, amigos, 22 bestias en busca de éxito, capaces de matar a su madre con tal de ganar. Por eso cuando se reproduzcan aquí y allá críticas hacia la conducta de un salvaje Bronckhorst, de un carnicero Heitinga, de un asesino serial Van Bommel, nosotros elegiremos hacer oídos sordos y reconocer una virtud moral, que excede lo sucedido en el verde césped: la honestidad. Porque si, como se afirmó hasta el cansancio en 678, se juega como se vive, Holanda debería haber sido el campeón: es el mejor ejemplo del capitalismo aplasta-cabezas que impera en Occidente. Y España habrá triunfado, pero pecó de hipocresía: ¿cómo una Selección de un país en plena crisis socioeconómica pretende jugar bien al fútbol? Misterios de la vida…

Fuera de mi clásico y repudiado párrafo introductorio, nadie podrá dudar de que en la final de Sudáfrica 2010 hubo un equipo, España, que respetó la línea de juego que venía llevando y otro, Holanda, que se supo inferior desde el principio (en los primeros 10 minutos le crearon 3 situaciones de gol) y apeló al juego brusco. Pero no lo hizo a través de foules tácticos más o menos aceptables en el contexto de un partido definitorio jugado con las pulsaciones al máximo. Directamente (con la complicidad de un árbitro sin personalidad) se dedicó a golpear con dureza a la espera de que sus dos calvos cracks (Robben y Sneijder, que, al igual que el resto del equipo, están trastornados) frotaran la lámpara. Holanda no sólo echó por tierra lo realizado en el Torneo (no había brillado, pero por regularidad merecía estar en la final) sino que también desconoció su propia tradición futbolística. De todas formas ya su prontuario de tarjetas amarillas dejaba en evidencia una predisposición al juego sucio, lo que nadie se imaginaba, creo, es esta descabellada maquinación de innegable tinte bilardista (¿acaso no fue el ex técnico de la Argentina quién intentó robarse el Trofeo poco antes de comenzado el encuentro?). Incluso hizo gala de cierto cinismo, devolviendo la pelota después de alguna falta “descalificadora”. Unos locos bárbaros estos holandeses. Por más que España llegaba como candidato: ¿era tan superior como para obligar a Holanda a este planteo mezquino? Es verdad que en el transcurso del partido el predominio de los de Del Bosque fluctuó, incluso obligando a Casillas a tapar dos goles cantados frente a un Robben de Play Station, pero siempre quedó la sensación de que Españelona (?) tenía la iniciativa y su rival había llegado a la instancia decisiva de pura casualidad.

El gol de la victoria lo hizo Iniesta, en tiempo suplementario y cuando Holanda ya estaba con 10. Iniesta es un tipo al que le viene muy bien esa frase hecha: “tiene la pelota atada”. En sus características de juego tal vez se explique por qué Argentina no pasó de Cuartos de Final: como advirtiera Maradona en su última conferencia de prensa (con una sinceridad discursiva que se le escapó a muchos), ya no existen jugadores que, aislados del resto, se pongan el equipo al hombro. De ahí la frustración de Cristiano Ronaldo o Messi frente a sistemas bien armados. Iniesta es un crack moderno, que se muestra en todo su potencial cuando se asocia con los demás y hace jugar al equipo como un combinado colectivo y no como una suma de individualidades discordantes. Con sus claroscuros, no se me ocurre otro equipo más merecedor de la Copa que España. Lo que no merecemos es escuchar los insoportables festejos de sus hinchas y relatores. Recomiendo apagar la tele y ahora sí, zambullirnos, después de un mes de alineación orwelliana, en la horrorosa vida que nos ha tocado. Muchas suerte.


miércoles, 7 de julio de 2010

No se aceptan Selecciones Argentinas

Fotografía elegida al azar correspondiente al Campeonato Mundial Sudáfrica 2010.

Desde hace 20 años, para un argentino, mirar las semifinales de un Mundial deja el regusto amargo de esas anécdotas sobre fiestas divertidísimas donde todos la pasaron de maravillas y a las que vos, justo, faltaste. Y a uno le cuentan sobre frases ultra graciosas, canilla libre de fernet, viejos amigos reencontrados, cigarrillos de hierbas exóticas y minas que explosionaban de belleza y simpatía, pero aunque intentamos esbozar una sonrisa, en el pecho anida un vacío, el vacío de no pertenecer y estar condenado a quedarse con la “ñata contra el vidrio”. Igual que cuando a Homero le hacen camarilla en los Magios y le forman un grupo en el que no se admite más de uno con su nombre (lo que explica la inclusión de Archundia; apellido comodín en Los Simpsons).


Durante el encuentro de hoy se produjo un hecho inédito: Fernando Niembro realizó un comentario atinado y señaló que 7 de los 11 titulares de España juegan en el Barcelona. A través de un blog con mucha información del fútbol alemán, me entero que los 23 convocados alemanes, por su parte, juegan en la Bundesliga. Sin contar el poco tiempo de trabajo (el mismo que tiene la Selección de Uruguay, por poner un ejemplo cercano) o problemáticas particulares (como la falta de laterales) me pregunto seriamente si hay paridad con una Selección Argentina que debe coordinar una defensa conformada por jugadores de ligas tan diferentes como la francesa (Heinze), la alemana (Demichelis), la italiana (Burdisso) y la local (Otamendi). En el mediocampo sólo Mascherano y Maxi Rodríguez (este último suplente) comparten club (Liverpool). Di María hasta hace poco era parte del fútbol portugués. Desde esta perspectiva (no muy original pero elocuente en los hechos) tal vez comprendamos la diferencia abismal que hubo entre los muchachos de Maradona y los de Loew, esa superioridad colectiva, de precisión en velocidad y distribución en la cancha, que frente a España (que finalmente justificó sus pergaminos con creces) brilló por su ausencia.


La aparente Salchicha Mecánica del sábado apenas pudo contrarrestar la propuesta española, tan vieja y efectiva como el fútbol mismo: jugadores de buen pie, apostando a la tenencia de pelota al ras del piso, abriendo la cancha cuando es necesario, con pases verticales y laterales ofensivos. Alemania fue un fantasma, no pudo imponer su vértigo, ni salir de contragolpe, simplemente aceptó sumisamente el ritmo de su rival hasta que le hicieron un gol. En los últimos 10 minutos intentó hacer todo lo que no pudo en el resto del partido, pero quedó muy mal parada atrás. Sólo la impericia y el egoísmo de Pedro hicieron que las cosas no pasaran a mayores.


La ucronía futbolística es una costumbre deplorable y que, encima, se hace con el diario del lunes, aunque es imposible no preguntarse si Maradona, luego de la alarma que encendió México, no podría haber planeado algo similar. Pero ¿Verón estaba físicamente a la altura? Y en caso de que hubiese entrado: ¿quién salía? ¿Tévez, que había marcado 2 goles en Octavos? ¿Higuaín, el goleador? ¿Messi, el mejor jugador del Planeta? ¿El ingreso, en el S.T, de Clemente contra el ya amonestado Otamendi hubiese cambiado la historia? Por otro lado, en un plano más real y quizás doloroso (siempre en el contexto de un deporte): ¿Argentina tiene jugadores como Iniesta, Xavi, Alonso, Puyol o Villa, tipos de relieve internacional que aparecen cuando las papas queman? Parece que España le ganó fácil a Alemania, pero detrás de ese juego aparentemente simple hay una identidad construida con años de trabajo. No es que Alemania tuvo un día de suerte, es que hoy España es más que nosotros.


Frente al antecedente espantoso del Mundial pasado (Francia fue Zidane y sólo contra Brasil), una final entre Holanda y España parece un milagro. Dos equipos que siempre intentan jugar bien y son indudablemente los mejores de un Mundial que, entre vuvuzelas y periodistas de T y C Sports que inexplicablemente todavía siguen en Pretoria, se aleja definitivamente. Abrazo de gol (ajeno).

lunes, 5 de julio de 2010

Los 23 convocados. Uno por uno.


Romero: Mientras el equipo nacional se enfrentó a rivales paupérrimos que ni siquiera patearon al arco y nunca pudieron superar la conmoción de asistir a un Mundial, tuvo una actuación extraordinaria. Cuando se enfrentó a rivales de primer nivel, le hicieron 5 goles en dos partidos. Podemos ver el vaso medio lleno o el vaso medio vacío o directamente el vaso (?). Es dicharachero y buen pibe.

Andujar: Una performance espectacular en conferencia de prensa: hábil para encontrar el mejor lugar común, la frase más anodina y simplona y de ese modo dejar satisfecho al establishment del periodismo mundial.

Pozo: Dos conferencias de prensa maravillosas que ya son un hito en la historia de los Mundiales. Fue el encargado de aconsejar a Pastore no responder cuando un periodista brasilero preguntó si la Selección probaría la salchicha alemana (salchicha que evidentemente el seleccionado probó y con creces lo que justifica la cautela de Pozo).

Otamendi: Contra Alemania le tocó bailar con la más fea. Y no paró de danzar alocadamente hasta que Maradona decidió reemplazarlo. Se podría decir que tuvo un partido horrendo, espantoso, pesadillesco, inhumano, insufrible, soez, descontrolado, nervioso y putrefacto. Claro que eso no borra el gran desempeño contra la temible Grecia de Karagounis en el tercer y siempre descartable partido de la primera (y comodísima) fase.

Demichelis: Si Samuel es el Muro, Demichelis es el ladrillo hueco que ya viene de fábrica con algunas grietas. Su gesto luego del gol regalado a Corea del Sur (“Perdoname, man, no te escuché un choto”) es la postal de un hombre alienado por dos grandes males del siglo XXI: el sonido de las vuvuzelas y Bailando por un sueño. Contra Grecia marcó un gol que el 99, 8 del público ya ha olvidado. Levantó su nivel en el partido contra Alemania, de otra forma nos comíamos una goleada humillante. Y es el marido de la voluptuosa Evangelina Anderson.

Samuel: El silencioso Muro fue reemplazado en el segundo partido y no entró nunca más. Mientras estuvo en cancha practico ese fútbol inasible que todos admiramos desmedidamente y no sabemos explicar muy bien por qué.

Heinze: La cámara lenta de alta definición capturó 14 expresiones nunca antes observadas en un ser humano civilizado. Su mayor aporte ofensivo fue pegarle un manotazo a la misma (la cámara) durante el partido contra México. Festejó su gol contra Nigeria mordiendo su lengua. En el micro de vuelta, mientras el pueblo festejaba que Alemania no nos haya hecho 7, apoyó su cabeza contra el asiento y miró la nada cual adolescente emo en invierno. Es que estaba re depre (?).

Burdisso: Este optimista del gol (ajeno) siempre cumple. Y es en los partidos difíciles, los que se juegan a cara de perro, cuando más brillan sus aptitudes. Frente a Alemania significó la clara muestra de una filosofía de juego: dejar ser al equipo rival hasta liberarlo de ataduras, llegar tarde a los cruces, desentenderse de la jugada, no cabecear cuando se debe, etc. Indispensable en un equipo contrario, lamentablemente lo tenemos en el nuestro, pero ¿quién nos quita ese orgullo?

Clemente Rodríguez: Desde este espacio hablamos de su pelada y de cómo la onda de las peladas se inmiscuye en el espíritu de sus portadores y Clemente es pelado y Clemente tiene onda (?).

Garcé: El distinto. El desequilibrio (mental) constante. La locura que se confunde con el genio. El que trae alfajores y… convida (?). Y no son de membrillo ni de fruta, son de chocolate y de dulce de leche. El ancho de espadas sorprendente que se guarda y se guarda y se guarda y finalmente no se usa nunca. Irrepetible.

Jonás Gutiérrez: En el primer partido contra Nigeria y por el andarivel derecho le marcó el camino a Otamendi, su sucesor y discípulo natural. Un maestro innato que no admite calificaciones. Sin palabras.

Mascherano: La selección es Mascherano y 10 menos. Es cierto, la frase maradoniana fue distinta, fue incluso exactamente lo contrario, ¡¡¡tuvo un sentido diametralmente diferente al que ahora se le otorga!!! Eso no está en discusión. Pero si advertimos que Mascherano siempre fue el más destacado, si advertimos que los restantes 10 que lo acompañaron en la aventura mundialista fueron de mayor a menor hasta estrolarse contra el césped y penetrarlo llegando así al mismísimo centro de la tierra julioverneano, no quedan dudas: Mascherano, sí, Mascherano y 10 menos.

Verón: 4 Kilómetros corrió ante Nigeria. ¿A quién corrió? ¿Por qué? ¿Quién lo dijo? ¿Dónde está demostrado científicamente que la Bruja haya transitado 4000 metros cuando su costumbre es estacionarse displicentemente en un espacio de 50 centímetros cuadrados? No se sabe. El fútbol tiene sus misterios. Los 4 (o 5 o 6 o 7) kilómetros de Verón están dentro de ellos. Si me preguntan diré que sí, que Verón corrió 4 kilómetros, que los Reyes existen, que Charly García está recuperado y que es una daño inmenso para el rock argentino que Cuentos Borgeanos se haya separado.

Di María: “Prometer y cumplir, prometer y cumplir”, dice Di María, “eso es para cualquiera”. Él promete, sí, pero no cumple. Durante el Campeonato Mundial fueron muchos los que esperaron la explosión definitiva del astro del Real Madrid. Pero Di María, desafiante, se encargó de destrozar una por una las ilusiones de los hinchas jugando partidos cada vez más intrascendentes. Un rebelde de los que ya no quedan. Una lección que pocos han reparado en advertir.

Maxi Rodríguez: Finalizado el partido contra Alemania no aguantó más. Se largó a llorar desconsoladamente. Un sinsabor que se transforma en lágrimas. Un anhelo de cuatro años nuevamente lacerado. Una herida (ahora doble) que no cierra: Klose, otra vez, no le quiso cambiar la camiseta.

Pastore: El jugador exquisito del Huracán de Cappa paseó su categoría en los últimos minutos de la mayoría de los partidos. Puede que sus apiladas no hayan servido absolutamente para nada, puesto que ni siquiera llegó a participar en la elaboración de un gol. Puede que de no haber sido convocado, su presencia no haya sido requerida por nadie. Puede que su carrera se pierda en oscuros equipos europeos de tercer nivel. Sí, puede, pero nadie le quita el Mundial al pibe (?).

Bolatti: Si Mascherano es el león feroz de la mitad de la cancha que no da por perdida ninguna pelota, Bolatti es el gatito que mueve el brazo así y así que ni siquiera se molesta en correr a los rivales. Lírico.

Messi: El mejor jugador del Planeta tenía una parada brava en el Mundial: demostrar que podía jugar en la Selección como lo hace en el Barcelona. Y como todo ser inconmensurable, transgresor, fue más allá y dobló la apuesta. Si en su club sus gambetas eran productivas, en la Selección no terminaron en nada. Si en su club sus apariciones eran punzantes, en la Selección fueron decepcionantes. Si en su club se cansó de hacer goles, en la Selección no hizo ninguno. Es qué ¿por qué razón el mejor jugador del Mundo debe jugar bien? Una pregunta absurda, un jugador absurdo, un mundo absurdo (?).

Higuaín: Tres goles contra Corea y otro contra México… Uno de ellos en off side… Otro consecuencia de un grave error del defensor rival… Otros dos de cabeza ante la mirada bovina de los surcoreanos… Para redondear una victoria cómoda… Un partido definitorio en el que no se esconde, en el que la pide… Pero igual no se la pasan… Y cuando se la pasan la pierde… Un jugador excepcional…

Tévez: Choca, pero deja el alma. Siempre pierde la pelota, pero deja el alma. Se enoja con el técnico cuando lo saca, pero deja el alma. Hace un gol en alevoso off side, pero deja el alma. Hace otro gol de pedo, pero deja el alma. Sus jugadas, salvo raras excepciones, no terminan en nada, pero deja el alma. Conclusión: juega para el culo, pero deja el alma.

Agüero: Demostró que no está en la Selección por ser el yerno del técnico. Los surcoreanos lo saben muy bien. Los griegos más o menos. Los alemanes ni puta idea.

Milito: Goleador no es aquel que festeja los goles propios, sino el que festeja los goles ajenos. Y es que si Milito hubiese esperado a festejar goles propios, no hubiera podido festejar absolutamente nada, ya que no marcó ningún gol. Y si de festejar goles ajenos se trata, Milito es un gran festejador. Un ejemplo.

Palermo: Este multimillonario, amigo de la 12 y de Macri, sospechado de evadir el fisco, sí que se ha ganado el cariño de todos. Por eso la algarabía popular cuando hace un gol intrascendente con el arco vacío y ante un rival miserable como Grecia. Para que te festejamos tamaña pelotudez: ¡sí que calaste hondo en nuestros corazones, querido Martín!