viernes, 29 de julio de 2011

Twin Peaks, Segunda Selección


Para BC

Si alguien les contara de una serie nueva sobre una hermosa adolescente asesinada, con whodunit y Casino y Bosque incluido, con la mayoría de los personajes como presuntos culpables, con una omnipresente fotografía de la víctima en un portarretrato y con el detective encargado desarrollando una especie de obsesión con el caso, ustedes responderían al Mengano que está equivocado, que esa serie se filmó hace veinte años, que su director es David Lynch y que se llama Twin Peaks. Pero no, es The Killing. Entre paréntesis: un aplauso para el sofisticado grupo de creativos que navegó por las cumbres borrascosas de la inteligencia hasta concluir que el mejor título para una serie sobre un asesinato es: El asesinato. Y más allá de ¿Quién mató a Rosie Larsen?, la pregunta que todos nos hacemos al unísono es: ¿por qué la vemos? Sospecho que las razones tienen más que ver con la coyuntura que con el reparto de actores. ¿No fuiste fan de la Bersuit durante el 2001? ¿No fuiste rolinga sólo por pertenecer a una tribu? ¿No fuiste a jugar al papi aunque no te guste el fútbol? Algo así.


La cuestión es que no es lo mismo ver una serie que una película. Si no te gusta, por ejemplo, El laberinto del Fauno, porque la nena protagonista te parece insufrible y las hadas te interesan menos que el Turismo Carretera, pulsás STOP y ponés otra. Abortamos sin cargos de conciencia. No es un ser humano. Con el auge del download (arrasado por los glaciares del olvido gracias al auge del online), las películas tiene menos valor que la cotización de Funes Mori post descenso de River. Ahora bien, elegir la serie adecuada es un trabajo de precisión quirúrgica. Y darte cuenta al segundo o tercer capítulo que se trata de una porquería puede ser devastador. Uno siente lo que Calamaro y Nebbia en "El tilín del corazón":


Recién acabamos de empezar a correr/ No se puede parar/ La segunda parte es mejor/ Hay que seguir hasta el final.


Además de que ver series ya es una actividad a largo plazo, muchas veces compartida entre novios, amigos o familiares. Eyectarla de tu vida supone un vacío notable. Y lo más difícil de la vida es enfrentarse al vacío. Fíjense que además de tres o cuatro cosas (trabajar, ver fútbol, enterarse de algo relacionado con Juanita Viale), la vida es rellenar agujeros. Simbólicos o metafísicos o emocionales, no cedamos a la apabullante influencia de Miguel del Sel en nuestros inconscientes. Conozco parejas que sufren crisis severas cuando llega el final de una temporada.


Ni las similitudes indignantes con Twin Peaks (no hacía falta el probablemente hijo no reconocido de Badalamenti para la banda de sonido). Ni el perfil Scully de la pelirroja Linden (lo que convierte a la serie en un raro pastiche en el que también se mezcla X Files). Ni el unánime nabo de su acompañante Holder (igual a otro unánime nabo que engalana las noches de TN). Ni las imágenes repetitivas y lacrimógenas del desconsuelo de la familia (el director hace su mejor esfuerzo, pero no se conoce a nadie que se haya conmovido con The Killing). Ni la intriga política mil veces vista en el cine norteamericano. Nada puede contra este Twin Peaks sin barniz onírico. Los episodios de The Killing pasan frente a nuestros ojos como los colectivos que no tomamos. Y ni siquiera hay un enano libertino que la justifique. Tal vez en su calidad de bodrio esté la subversión de la serie: en la idea de un policial sin ritmo, sin mística, con escenas que no tiene remate de diálogo, con personajes interpretados en base a un cóctel de frialdad y desgano (el concejal Richmond haría peor elección que Filmus), con argumentos endebles y tramas paralelas que no atrapan ni a una mosca. Tal vez estemos ante un prodigio y no nos demos cuenta. No creo.

viernes, 22 de julio de 2011

#findelfutbol IV: Los sucesores de Batista


Juan José López


A favor: La Selección es un fierro caliente y J.J no le teme a los desafíos: se hizo cargo de Unión, Talleres, Instituto y River, cuatro equipos en complicada situación con el descenso.


En contra: Descendió con Unión, Talleres, Instituto y River. Es el mono con navaja del fútbol argentino. Difícil de localizar: vive en el baúl de su auto desde el 26 de junio pasado.


Caruso Lombardi


A favor: Su prédica motivadora, sus sorprendentes planteos tácticos y su predisposición al trabajo lo convirtieron en el técnico de moda del fútbol argentino. Le saca a cada jugador lo mejor de sí mismo.


En contra: Su chamuyo barato, sus ultradefensivos planteos tácticos y su predisposición a aparecer como invitado en cuanto programa de tv exista lo convirtieron en el técnico de moda del fútbol argentino. Le saca a cada jugador lo mejor de su sueldo.


Gerardo Martino


A favor: Bajo su conducción, Paraguay se consolidó como una de las mejores selecciones del continente. No por nada es finalista de la Copa América. Discípulo de Bielsa. Sus estrategias de juego lo colocan a la altura de los mejores entrenadores italianos.


En contra: Bajo su conducción, Paraguay aprovechó que los grandes del continente se encuentran en franca decadencia. Finalista paupérrimo de la Copa América luego de empatar ¡los 5 partidos del certamen! Imitador de Bielsa. Se hace el italiano.


Alejandro Sabella


A favor: De reconocida experiencia en el fútbol argentino. Suplente de lujo del Beto Alonso en el River de Labruna. Vendido al poderoso Sheffield United FC en 1981 tras descartarse la compra de Diego Armando Maradona. Ayudante de Campo de Passarella durante su etapa en la Selección y Director Técnico en el Estudiantes de Verón. Ponerlo al frente del Seleccionado sería un riesgo positivo y superador para el fútbol argentino.


En contra: Su apodo lo dice todo: "Pachorra". Ensombrecido por el Beto Alonso en el River de Labruna. Consuelo del Sheffield United FC tras descartarse la compra de Maradona en 1981. Chirolita de Passarella y Verón. Ponerlo al frente del Seleccionado sería como si Esteban Prol protagonizara una novela.


Ángel Cappa


A favor: Pocas cosas están claras en tiempos de crisis, pero tal vez lo único que necesita la Selección Argentina es volver a las fuentes. Y Cappa es el entrenador perfecto para alcanzar esa utopía olvidada: ganar, gustar y golear. Huracán, River y Gimnasia fueron los últimos tres equipos argentinos que se ilusionaron con ese fútbol vistoso y revolucionario: el tiki tiki.


En contra: Pocas cosas están claras en tiempos de crisis, pero tal vez lo último que necesita la Selección Argentina es un vendehumo. Y Cappa es el entrenador perfecto para venderlo al por mayor. Huracán, River y Gimnasia (3 de los 4 equipos que descendieron en el reciente Clausura) fueron los últimos tres equipos argentinos que se ilusionaron ingenuamente con ese invento obsoleto e intrascendente: el tiki tiki.


Carlos Bianchi


A favor: Desde mediados de los 90' es, por clamor popular, el técnico adecuado para la Selección. Su nombre nunca pasa de moda. Los números lo respaldan. Exceptuando algunos pasos en falso en el exterior, conoce el secreto para llegar al éxito. Se enfrentó al poderoso Mauricio Macri.


En contra: Si llegara a ser el técnico de la Selección, lo haría con alrededor de 10 años de atraso. Su tiempo ya pasó. Su invencibilidad es un mito: fracasó en la Roma, en el Atlético de Madrid, como manager de Boca... El secreto de su éxito es, ni más ni menos, un culo a prueba de balas. Se enojó con Mauricio Macri por problemas de egos.


sábado, 16 de julio de 2011

#findelfútbol III: Muéstrame dos cracks y te escribiré una tragedia



Fue entre los 10 y los 35 minutos del primer tiempo. Messi fue Messi. Un objeto volador no identificado. Los relatores tuvieron que pedir ayuda para entender en qué lugar de la cancha estaba. Porque se movía más rápido y más raro que Thom Yorke en el video de Lotus Flower. Con esos botines sólo ese pibe puede jugar tan bien. ¡Hasta me dio la sensación, viendo a Messi, que estaba viendo a Messi! Que es como decir estar viendo a Pelé o a Maradona o alguno de esos muchachos que en realidad no son más que esos dos más Messi. Los putos amos. Y esto no es una tautología ni dislexia ni un error de tipeo. Vos me entendés, que hasta la semana pasada había un largo y sinuoso camino entre el pibe de la Play Station y el del Cementerio de los Elefantes. No estaba deprimido, estaba distraído. Comandado por él, el ataque argentino parecía de un equipo del 2014, la delantera de un cuento de ciencia ficción de Ray Bradbury. Impresión que se profundizó por contraste durante el transcurso del partido y el Torneo: atrás nos quedamos en la edad media. Sin luz, sin agua, sin obra social. Y en tren de analogías estos uruguayos son el regimiento de Khal Drogo y nosotros pinypons, la segunda marca de los Playmobil. No servían para jugar, menos para cabecear un centro llovido al área. Milito, Zanetti, Burdisso, Zabaleta. Buenos muchachos, pero hace años que ni siquiera los pondríamos en el Winning Eleven. The Checho no se enteró, estaba en otra, maravillado, observando como le retwitteaban el equipo titular. Viendo de reojo la sombra terrible de Maradona. No sabía, tampoco, que estaba escribiendo el segundo episodio de la Gran Novela Argentina contemporánea: Fin del Fútbol. Del descenso de River al fiasco de la Copa América en casa. ¿Cuál será el tercer capítulo? ¿Venezuela campeón? ¿La A y la B cometiendo incesto? ¿Caruso Lombardi a la Selección? Los uruguayos con 10 hicieron más fuerza que Mascherano y 10 más. Y encima Batista metió a Tévez. Que no quiere ser cola de león ni a palos. Y se le nota desde Sudáfrica. Messi, que jugó un partidazo, adivina inconscientemente en el Jugador del Pueblo el hipotético Némesis de la contrafáctica aula de Secundaria. El que se sienta atrás y le tira papelitos con saliva. Desde la Bic directo a su cuello. ¡Ese tiro libre que le roba ni bien ingresa es bullying! Y aunque hicieron una gran jugada que casi termina en gol (la excepción a la regla), la convivencia de estos dos rockstars parece estar condenada a la tristeza. Ya lo dijo Fitzgerald: "Muéstrame dos cracks y te escribiré una tragedia". Spinetta y Charly jamás grabaron un disco juntos, sólo una versión horrenda de Rezo por vos. Locke y Jack se empezaron a llevar bien cuando el pelado pasó a mejor vida. Scully y Mulder nunca tuvieron sexo mientras la serie fue interesante. Porque Dios sabe que si no era Tévez, el encargado de fallar en la definición por penales era Messi. La épica también necesita de anti-héroes acordes a la medida.

jueves, 7 de julio de 2011

#findelfútbol II: Llamalo a Jack, Batista, llamalo a Jack



En Gato negro, gato blanco, una vieja película de Kusturica, los personajes exclaman "¡Maradona!" cuando sienten felicidad.


La conclusión es sencilla: si hasta un director serbio en el año 1998 entendió que Maradona, además de un hombre que jugó al fútbol y dirigió la Selección, es, entre otras entelequias, una metáfora y un estado de ánimo y un sentimiento y una forma de protesta y de resumir alegría, ¿por qué los encargados de titular noticias en la Argentina no se dieron cuenta? Y eso que después del superclásico entre el Gobierno y Clarín somos todos semiólogos.


"La gente pidió por la vuelta de Maradona". "Las estrellas no brillaron y la gente pidió por Maradona". "La gente se hartó de la Selección y hasta pidió por Maradona". Por un lado, Maradona es el ex técnico de la Selección. Hizo unas Eliminatorias paupérrimas y un Mundial aceptable hasta la eliminación (con goleada incluida) frente a Alemania. Ahora se dispone a dirigir Al Wasl, un equipo de Emiratos Arabes... Por otro lado, Maradona es un concepto que amalgama fútbol y épica. Esos dos condimentos que le faltan a la Selección desde hace 15 años. Por más HD que le pongas, se te va a notar. Incluso es peor, ¡en alta definición se ve mejor lo mal que juegan!


El autoritarismo de Passarella (jugaban como si estuviesen en una dictadura). La muerte del sujeto en la era Bielsa (jugaban como los replicantes de Blade Runner). La tibieza asexuada de Pekerman (jugaban como si estuviesen castrados). La remake malísima de Basile (jugaban como si no se creyeran el guión). E incluso el paso de comedia del propio Maradona (jugaban como el culo). Con esos antecedentes, el "Diego, Diego" de la hinchada no puede ser interpretado como una exhortación por el regreso del 10 al cuerpo técnico, sino como el utópico retorno a un tiempo de gloria totalmente perimido. A una "mística" que sólo aparece cada cuatro años y en las publicidades de T y C Sports. Como la figura de la madre en Barthes. Como Néstor para quienes forman parte del universo Nac and Pop. Como el espíritu de Labruna en el corazón riverplatense.


Conozco personas que todavía hablan del gol de Caniggia a Brasil. Cualquiera que los escuchase, creería que pasó la semana pasada. Pero fue en 1990. "Los dioses no saldaron cuentas para poder salir". Yo iba al jardín Alvarado, tenía 6 años y miraba las Tortugas Ninja. Era Rafael. Veinte años después, el único Caniggia en actividades se llama Axl, un pintor realista que hace 5 días escribió en su twitter: "Normalmente la belleza espontánea es la belleza eterna y la belleza manipulada o esforzada es temporal". Tiene razón. En fin. En todo ese tiempo esos tipos, los negros, que se supone nos tienen mucho miedo, ganaron 2 Copas del Mundo, nos bailaron en la Copa América y hasta en la Confederaciones. Mientras tanto, la Selección juega como el Barcelona, con la diferencia de que el equipo español es el original y los de Batista la parodia involuntaria. O como diría alguien que conozco: "la segunda marca". Un toqueteo intrascendente sin dinámica ni jugadores que se desmarquen ni orden estructural alguno capaz de sobrellevar las cosas cuando nada funciona.


Por último, no deja de llamarme la atención la autonomía de Maradona como idea más allá de él mismo. El mito no se mancha. Ayer justo enganché un viejo capítulo de Lost. De la época en que tenían a Ben secuestrado en la escotilla. Locke lo está cuidando y de repente comienzan a pasar cosas raras. La luz titila, se cierran las puertas, suena una alarma. Entonces Ben, el guacho de Ben, al presentir la desesperación de Locke, le grita a través de la puerta de su celda "Llamalo a Jack, John, llamalo a Jack". Locke explota de furia: Jack es su enemigo número uno y el pedido de su prisionero lo revela en toda su inoperancia. Algo así le debe haber sucedido a Batista ayer, cuando desde las tribunas del Cementerio de los Elefantes se escuchó el grito eterno: "Diego, Diego..." Probablemente tengamos que explicarles a nuestros tataranietos qué significado tienen esas palabras.


martes, 5 de julio de 2011

Tibia Vindicación de Games of Thrones



Para BC.


¡Como Gentile a Maradona! ¡Como Pucca a Garu! ¡Como los real visceralistas a Cesárea Tinajero! Las Grandes Preguntas nos persiguen sin dejarnos un solo minuto de paz mental. ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Existe el amor? ¿Adónde van los patos cuando llega el invierno? ¿Por qué volvió Sábado Bus? ¿Qué pasó con Matías Abelairas? ¿En qué estás pensando? ¿Qué será de nuestro muro de facebook una vez muertos? ¿Si digo pan comeré? ¿Si digo Fernet Chabona beberé?


Lamentablemente ninguno de estos interrogantes filosóficos tienen respuesta y estamos condenados a navegar entre un mar de dudas en una balsa más inestable que la de Kate Winslet en Titanic. A esa azarosa embarcación, niño, hemos dado en llamar "vida".


Como si todo esto fuera poco, un fantasma recorre Cuevana, el fantasma de Game of Thrones, lo que nos obliga a elaborar otra pregunta incontestable: ¿por qué nos devoramos con semejante prisa los diez capítulos de la primera temporada de una serie como Game of Thrones? ¿No es acaso, hermanos míos, el tipo de serie que juramos nunca nos rebajaríamos a ver? ¿No es acaso, hermanos míos, el tipo de serie que nos haría desconfiar de quien la mire? ¿No es acaso, hermanos míos, el tipo de serie por la cual jamás suspenderíamos una performance de zapping de domingo existencial aunque lo único que tuviésemos para entretenernos sea uno de esos aburridos partidos de Primera División?


A esta altura, ya todos sabrán de qué va la serie. En caso contrario, estamos en Internet y su dinámica permite que, ahora mismo, usted abra otra pestaña y se entere al segundo de todo aquello importante que dejó pasar mientras perdía el tiempo mirando la Copa América. Cuando regrese, este texto seguirá aquí, esperándolo pacientemente.


Ahora que se fueron los que nos molestaban, aceptemos que Game of Thrones tiene más de placer culposo que de candidata a sucesora de Lost. Y sin embargo... Las permanentes escenas de sexo, que en un principio provocan felicidad, no son más que erotismo pasteurizado para matrimonios aburridos. Evocan la estética kitsch de las películas porno soft, número fijo en la programación noventosa del cable (¿se acuerdan del cable?) y favoritas de púberes con menos posibilidad de satisfacción que Alcira Argumedo de ser presidenta. Por otro lado, la exposición continua de tetas y culos, en un 95 por ciento de las ficciones, quiere suplir falencias estructurales (no descarto que ésta sea la excepción a la regla). La pomposidad de los diálogos, sumado a la cantidad de información que deben sintetizar por tratarse de la adaptación de una saga de novelas, se torna, en algunos casos, insufrible. Las características tipológicas de algunos personajes (el patovica salvaje Khal Drogo, la reina bizarra Daenerys) dan más para una revista de la calle Corrientes que para un melodrama medieval con ínfulas shakespereanas. Finalmente, el desenlace de la primera temporada nos llena el disco rígido de sospechas: en el campo del cine y la literatura, ¿sucedió algo bueno después de la aparición de un dragón? Esta duda se acrecienta cuando los dragones son tres, recién nacidos, chillan y caminan sobre el cuerpo desnudo de la ex de Drogo.


Pero, por supuesto, no siempre Game Of Thrones da la impresión de que Hallmark Channel se hubiese negado a emitirla en su grilla (1). La indefinición espacio temporal permite que los aspectos estéticos (escenografía, locaciones, vestimentas) recreen una época apócrifa con total libertad iconográfica. El condimento terrorífico (las criaturas del bosque que pululan al Norte de la Muralla), por ahora, está muy bien manejado: cuanto menos se muestre, mejor. El oficio de los guionistas para causar adicción con finales que son un cross a la mandíbula se mantuvo en la mayoría de los diez episodios. Pero ninguna de estas virtudes (ni cualquiera de todas las que no mencioné porque, evidentemente, el impulso que me llevó a escribir se esfumó) se compara con la existencia de ese prodigio de los personajes de series contemporáneas. De mantenerse la dosis adecuada de intervenciones en las temporadas venideras, podría ubicarse junto a luminarias del nivel de Benjamin Linus o Dr. House. Tyrion, interpretado magistralmente por Peter Dinklage, es el enano de la familia Lannister. Su actitud es la de un rockstar en la Corte del Rey (sexo, alcohol y ocio). Pero a esa faceta le añade sarcasmo, sabiduría y honestidad. Creo que podría ser uno de esos cuadros políticos que todavía nos hacen mantener nuestro voto en el kirchnerismo. La vindicación debería ser para el “medio hombre”. Justifica que todo aquel desprevenido deje cargando el primer capítulo. Quien diga que no ve Game of Thrones esperando sus apariciones estelares, miente. ¡Que lo manden a la Guardia de la Noche con el pecho frío de Jon Snow!


(1): Hallmark Channel, el canal más tedioso de la historia.

sábado, 2 de julio de 2011

#findelfútbol


Messi y los botines más feos de la historia



Primero: que ganar una Copa América en Argentina tiene menos gracia que jugar al FIFA en amateur, que comer hamburguesas Barfy, que el Chavo sin Quico ni Don Ramón. Segundo: que nunca interesa mucho (por no decir "una mierda") la Copa América y si uno es de River y tu equipo ya está hospedado en el Hotel de la cuarta zona del noveno círculo del infierno, menos. Tercero: comienzo a entender que la sensación de que tu equipo descienda es similar a cuando te deja la Gran Novia. Cuarto: a excepción de quienes se interesan en dragones, mitología griega y dinosaurios (nunca se sabe de la vida amorosa de esa clase de tipos/as) todos tuvieron una Gran Novia. Quinto: la Gran Novia te deja y puede venir un ejército de Scarlett's Johansson's escotadas y no te importa. Quinto bis: te hago el paralelismo con Lost, si te reconocés en esa sensibilidad ficcional, la nuestra, la de principios de Siglo: después de Lost, puede venir un aluvión de Game of the Thrones y no se te mueve un pelo. Sexto: uno, entonces, durante unos meses está obsesionado con la Gran Novia: recordándola o llamándola o gritándole o llorándola u odiándola o uh, simplemente uh. Séptimo: el hincha del equipo recién descendido tiene toda su libido futbolística depositada en su equipo. Octavo: la única obsesión es buscar noticias de River y entrevistas a los protagonistas de la tragedia y opiniones y columnas deportivas de súper periodistas que intentan explicar lo que no hace falta. Noveno: ¿Messi?, ¿quién es Messi? Décimo: Las palabras y las cosas. Undécimo: ése es el título de un libro de Foucault. Decimosegundo: acá se empieza a complicar con la numeración. Decimotercero: citar a Foucault da la idea de que uno es demasiado inteligente como para festejar un golazo del Kun Agüero, pero vean lo estúpido que soy (pensar que alguna vez me mofé de Majul): dos puntos atrás tuve que buscar en Wikipedia cómo seguían los números ordinales. Decimocuarta: entendí poco del libro de Michel, recuerdo algo borroso referido a Las Meninas y la prosa del mundo y la representación y el hombre y analogías y similitud. Decimoquinto: pero si Fontevecchia en sus contratapas le cita párrafos haciéndose el lector poronga, ¿por qué no podría hacerlo yo? Decimosexto: dice Foucault que el hecho de que una cultura deje de pensar de una forma y comience a pensar de otra se denomina "discontinuidad". Decimoséptimo: mientras el hipotético lector reflexiona sobre si esta referencia foucaultiana es operativa en función del texto o simple alarde de conchudito letroso, te propongo de frente manteca el descenso de River como La Discontinuidad de la historia del fútbol argentino. Decimoctavo: por más que bufen los zurdos del fútbol (¡como en el amor, en el verde césped somos de derecha!: dejando de lado lo "para-futbolístico": ¿qué puto sentido tiene ser hincha de un equipo que nunca gana campeonatos y tiene una cancha de mierda y jugó siempre para el culo y nunca te ofrece una mínima alegría?, ¿de qué sirve ser de un equipo chico?, preferible ser de River Plate, aunque sea hasta el domingo pasado), no es lo mismo que descienda Deportivo X que descienda River. Decimonoveno: River, otrora proveedor de las mayores glorias del fútbol argentino, ahora se convirtió en el proveedor de iniquidades. Vigésimo: por lo tanto si River está en crisis, todo el fútbol argentino está en crisis. Vigésimo primero: cuando Charly es internado, todo el rock argentino está en problemas; cuando Chávez tiene cáncer, todo el mapa político sudamericano está en problemas; cuando Tinelli no está en pantalla, toda la farándula está en problemas; y así o uh, simplemente uh. Vigésimo segundo: no somos campeones del mundo desde 1986; a excepción de unos pocos, los cracks que viajan a Europa regresan sin pena ni gloria; hay puestos claves del seleccionado (como la defensa) que no hallan titulares desde hace años; los botines de Messi son feísimos. Vigésimo tercero: el partido inaugural de la Copa América fue horrible, el equipo del Grondonófilo Batista es (como en la era del Todófilo Maradona) una caótica suma de individualidades: ¡los jugadores tienen más pectorales y marketing que conceptos e intuiciones futbolísticas en el cerebro y el corazón (respectivamente)! Vigésimo cuarto: ¿Quién es Marcos Rojo? Vigésimo quinto: la conclusión es obvia: si River Plata se va a la B, no debería existir más la A. Vigésimo sexto: todos a la B. Vigésimo séptimo: ¿descendió River?: se fue Jesús de la Última Cena, se fue Cristina de Olivos, se fue la Gran Novia de tu casa, se fue Locke de la Isla. Vigésimo octavo: ¿y qué hacemos?: nos vamos, negro, cerrá todo, no jodamos. Vigésimo novena: o uh, simplemente uh. Trigésimo: sayonara.