lunes, 14 de mayo de 2007

LOST


Apología de Lost.
Desautomatización del héroe televisivo. En un medio –la tele- donde los héroes y protagonista principales suelen ser salvaguardados de cualquier desliz, necedad o defecto, Lost propone una estética que tiene que ver más con la novela de papel que la de televisión. Sus personajes principales cambian y en varias ocasiones no entendemos bien –luego vendrá la explicación, con la que podemos estar de acuerdo o no- a qué viene esa repentina mutación en la actitud. Jack, quien vendría a ser el héroe clásico, tropieza indefinidamente y es engañado con facilidad; cuando Locke sumó 10, resto 20; tanto Saywer como Sayid y Kate cuando deben dar un paso hacia delante, ese que los redima de su culpa o pasado nefasto, vuelven a caer.
Híbrido en el género que permite la asimilación de distintos receptores. Puede ser una serie de aventuras ya que parte del accidente típico del naufragio. Puede ser entendida como una serie del género fantástico ya que en el interior de la Isla se suceden hechos sobrenaturales. Puede ser entendida como una serie que inaugura un género cercano a una cincia ficción metafísica donde los personajes tienen poderes o pensamientos que problematizan el ser humano como así también son dueños de ambiguos poderes mentales o de conciencia ajenos a sí mismos (Desmond y sus viajes en el espacio-tiempo, Locke y su relación con la isla, etc.). En determinados tramos o capítulos enteros –el abominable episodio lacrimogeno dedicado a Bernard y Rose o en otros más acertados como en el que Jack descubre que su esposa lo engaña- la serie se inmiscuye en la telenovela tradicional, donde se forman triángulos amorosos o se pone en escena una pareja atravesando dificultades –Locke y su devaneo sentimental con la mujer que coordina un grupo de autoayuda, los problemas que afronta la pareja de coreanos-. Ésta última característica lleva a Lost –en sus mejores momentos- a un terreno cercano al drama. Tampoco faltan en la serie personajes que aportan un género en si mismo: Hurley otorga un alto grado de comedia norteamericana, con un humor sano y para toda la familia, Nikki y Paulo, personajes que toman protagonismo en la tercera temporada, son parte esencial del capítulo 14 de la misma, en un episodio de neto corte policial –al estilo Conan Doyle-. Como verán, Lost es como esas bandas que tocan diferentes estilos, todos con garbo y conocimiento, hay para todos los gustos. Hasta un lector de Borges puede sentirse atraído por el recurrente uso de paradojas y simetrías del destino que se dan entre los distintos personajes de la serie. Sin exagerar, en la disputa latente entre Ben y Juliet subyase otra gran diferencia: la de la literatura culta y la de masas (el primero es un amante de Dostoievski y Hemingway, la segunda lee libros de Stephen King).
Tratamiento correcto de la ominosidad. Cuando el pánico le sucede a otros y estamos a salvo de cualquier ente maligno en el sillón de nuestras casas es bueno tener un poco de miedo. De ese modo se explica que las películas de terror se mantengan inmunes –con altibajos, por supuesto- a través de la historia del cine. Del primer Drácula a El juego del miedo pasando por I.T y Scream, el ser humano que accede a la pantalla ha demostrado con creces su peculiar atracción por vivir en un mundo de irrealidad aventuras que de ninguna manera encontrará en su propia vida. Eso mismo sucede en Lost. Encarcelados –a gusto- en un mundo donde todo parece transcurrir con harta sistematización y cálculo –sólo en apariencia, claro- Lost brinda una buena dosis de secretos inexpresables como así también un conglomerado de personajes, sonidos y corporaciones que Freud no tardaría en llamar ominoso o siniestro ¿Quiénes son? ¿Qué buscan? ¿Qué quieren? ¿De dónde vienen? ¿Por qué hacen eso? Esas y miles más son las preguntas que los espectadores y personajes de la serie se hacen sin respuesta alguna. Como todos sabemos lo desconocido aterroriza y los personajes de Lost son lo bastante prejuiciosos como para también caer en la redada. Si a eso le sumamos secuestros y humos indescifrables comprendemos el porqué de ese temor.
Villanos bien construidos. Puede que con los capítulos, los villanos de Lost –en muchos casos pertenecientes a Los Otros, los misteriosos habitantes de la Isla- se vayan aplacando pero tanto Ethan –quien secuestraba el bebé de Claire-, Rousseau –habitante eterna de la Isla que…bueno, también le roba el bebé a Claire- como Ana Lucía –con su pensamiento fascistoide- y el padre de Locke pueden despertar con facilidad una gran repulsión por parte del espectador. Todo está dado para que los odiemos: su forma de hablar, sus ideas, la manera violenta que tienen de enfrentarse y chocar con los demás personajes. El grado de manipulación por parte de los guionistas funciona a la perfección. De todos modos, el formidable Ben –aparente jefe de los Otros, aunque en la tercera temporada se empieza a nombrar con insistencia a un ignoto Jacob- es el gran villano. Incluso supera con crecer al enigmático hombre Cáncer de los Expedientes X. Ácido, inteligente, malvado, repugnante, hipócrita, cómico, Ben parece personificar todos los males del mundo en una sola persona y su personalidad se amolda con facilidad a los defectos de quien enfrenta.
Excesiva complejidad de la trama. En la mayoría de las series o películas masivas –e incluso libros de éxito como El código Da Vinci- se apela al facilismo y el efecto inmediato. Lost, tomando un componente de la novela de folletín, logra mantener la tensión sin caer en obviedades. Michael escapó con su hijo Walt en el último capítulo de la segunda temporada: todavía en el decimonoveno de la tercera no tenemos noticias de él y lo que es peor, a medida que fueron avanzando los episodios, los misterios se fueron multiplicando. Nunca un problema está del todo resuelto: podemos deducir, podemos sugerir hipótesis, nunca afirmar. Con raras excepciones, en Lost ningún personaje aclara estúpidamente lo que acaba de suceder: todo queda a consideración del espectador. Ésta excesiva complejidad, a su vez que deja afuera a los desprevenidos, logra crear entre la serie y el destinador una cierta complicidad, aunque tampoco esto significa que los personajes harán lo que nosotros creemos –por su pasado- que van a hacer. Ya es repetitivo aclarar que la serie inventó un sinnúmero de corporaciones –Dharma-, autores de best seller apócrifos y clisés –los sobrenombres de Saywer- que rápidamente pueden hacer pensar en un fenómeno, de esos que analiza María Laura Santillán en Telenoche. (sin la menor idea, claro). A su vez los espectadores se dividen entre los devotos de Locke, las admiradoras de Jack –ningún hombre puede querer a Jack salvo en ciertas circunstancias de extremado y maniqueo heroísmo-, el instinto de Sayd, la inocencia de Hurley o la sensualidad que exuda Kate.

Lost, en contra.
Tendencia al sentimentalismo. Escenas de reencuentro que nada aportan, miradas solemnes y exageradas entre los personajes principales, discursos rimbombantes sin sentido. A menudo suele suceder.
Capítulos intrascendentes. No seamos ingenuos: Lost más que una obra de arte es un enorme negocio que dado su éxito se ha convertido en una máquina de producir dinero. Además está en un medio que se come lo que no da resultados, donde lo que no compite no sirve. De ese modo podemos entender que en vez de acortar las temporadas –como va a ocurrir a partir de la próxima- los encargados de Lost decidan ofrecer capítulos meramente intrascendentes en los que Hurley logra encender un auto o Nikki y Paulo se pelean por un diamante. Es posible que esos mismos adefesios tomen significado con el tiempo pero mientras tanto se trata de 42 minutos y 30 segundos desperdiciados.
Tibieza a la hora de tratar temas políticos. Se puede pensar con total facilidad que Lost representa esa guerra entre nosotros y ellos que planteó Bush luego del atentando de Las Torres Gemelas: Son ellos los que nos invaden, nosotros no hicimos nada, somos inocentes. Sin embargo las alusiones a la creciente ola republicana y discriminatoria en Estados Unidos se van aplacando con el correr de los capítulos: sólo al principio el ignorante Saywer le dice a Sayid que es un terrorista. Luego éste último lo torturará, como hacia en los campos de concentración de su país, Irak, cuando era soldado, de manera que la acusación de Saywer se verá sino justificado bastante cercana a la verdad o superada con creces. Un tanto reaccionario ¿no es cierto?: El único personaje iraki de la serie tiene que ser un torturador, pelear contra Estados Unidos y llevar una ametralladora en la mochila perpetuamente. De alguna manera, la igualdad en pasados tormentosos de los protagonistas logra crear una interesante idea en la que todos son iguales y tienen los mismos errores por la cual, al mismo tiempo, se desmorona cualquier intento de condenar a Norteamérica cuando la serie justamente comienza con una sucesión de pauta que difícilmente se puedan integrar al régimen de Bush –elegido por los mismo norteamericanos al fin…- . El que peores crímenes ha cometido es Sayid: como ya se ha dicho, fue torturador. Resulta que Sayid es iraki y ningún otro personaje principal de origen norteamericano –sí algún que otro secundario que aparece a través de los raccontos- es representante de ese pensamiento republicano y armamentista. Saywer puede aparecer como la opción: interesado, egoísta, violento, representa la entelequia liberal del mundo moderno pero sus evidentes ataques racistas suelen estar teñidos de una ironía que tiende hacia el humor, además su infancia dolorosa parece redimirlo de cualquier castigo. Jack es demasiado bueno para estar a favor de una guerra, Locke parece huirle a la violencia, Kate es una bandida de la ley. En el aspecto político e ideológico los personajes principales de Lost parecen evitar a los temas serios. Sayid, que en una serie argentina podría estar representado por un torturador de la Esma, en Lost se convierte en alguien que por momentos resulta creíble: él no lo hizo porque quería, lo hizo porque debía, es decir, era una obediencia debida. Es allí donde el terreno se vuelve escabroso. Estas últimas consideraciones pueden hacer de Lost una serie tan propensa al debate como a engendrar ideas equivocadas en el receptor distraído.
Excesiva complejidad de la trama. Como sucede con otros fenómenos masivos de cine –La guerra de las Galaxias, Matrix- o series de tv –Viaje a las estrellas, Los Soprano, Los Expedientes X- el fan de Lost crea alrededor de la serie cierta aura de grandilocuencia que espantará, con razón, al espectador desprevenido –categoría que ya mismo voy a patentar luego de escribirla tantas veces- o resentido –por no haber vislumbrado a tiempo tamaña serie de televisión-. Quien vea uno o cinco capítulos de Lost lamentablemente no va a entender nada: hay que ver todas las temporadas para enterarse de todos y cada uno de los chistes, referencias culturales y revelaciones. Ver Lost requiere un mínimo entrenamiento, no es La Niñera.
Cortes abruptos. Algunos personajes mueren sin "hacer honor" a su historia inmediata. Es el caso del fallido capítulo en que muere Eko y en menor medida de Libby y Ana Lucía.
El humo malo. El humito otrora fascinante y aterrador ahora no le da miedo a nadie. Cortenla con el humo, che.

SI ESTÁ VIENDO LA SERIE POR CANAL 13 O AXN NO LEA LO SIGUIENTE:
Mi teoría:
todos tienen su teoría, yo no…hasta ayer. Releyendo cuentos de Bioy Casares me encontré con uno muy conocido llamado La trama Celeste. Allí un militar que se dedica a probar aeroplanos realiza una serie de movimientos con la nave hasta dar con una pase mágico que lo deposita en otra dimensión, igual a la suya pero con pequeños cambios: en una no existe Gales, en otra es un traidor, en otra nadie lo conoce, etc. De esa forma se entenderá una revelación que los fans de Lost podrán apreciar alrededor del capítulo 18 de la tercera temporada: el avión ha sido encontrado y no había ningún sobreviviente. Sayonara.
+ LOST EN ESTE MISMO BLOG:
  • 28 de noviembre de 2005, hace click acá.
  • 25 de abril de 2006, hace click acá.
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lunes, 7 de mayo de 2007

CORRECCIÓN HACIA MI SUPUESTO ODIO A MUJICA LÁINEZ

Bernes me contó que Coignac le contó que Mujica Láinez está deshecho a causa de mi Legión de Honor. Manucho sostiene que desde luego él tiene más méritos que yo para recibirla, que tradujo esto y aquello, etcétera.- Adolfo Bioy Casares, Descanso de caminantes. Diarios íntimos.

En medio del soporífero frío de domingo otoñal cambio canales sin prestar mayor atención. De pronto aparece en el canal Encuentro un gallego en blanco y negro que supo entrevistar escritores allá por la década del 70’ –recuerdo esto por la Muestra sobre Cortázar en la que el mismo gallego circa España en la Transición Franquista le hacía una nota muy larga y conocida al Cronopio-. De pronto la cámara gira y quien aparece ante mí es un tipo elegante, ya anacrónico para el año 1976 en que se hace la entrevista. Se trata de mi odiado Manuel Mujica Láinez. Pronto caigo en la cuenta de que yo no odio a Mujica sino a sus escritos. La recepción de Misteriosa Buenos Aires al mismo tiempo que La Metamorfosis y otros relatos de Kafka hizo sucumbir en mi mente al oligarca escriba a una tumba literaria que quizá no se merezca. En mi cerebro ocupaba el mismo escalafón que Eduardo Mallea aunque luego de ésta entrevista Láinez se coloca entre los que alguna vez deberé leer con atención. Con una mirada maquiavélica responde con ironía y gracia todas las preguntas del español. La descripción de su personalidad que hace Bioy Casares en sus diarios –no sin una peligrosa homofobia por su homosexualidad- no puede ser más real: frívolo, soberbio, anticuado, egocéntrico, Mujica parece ser la representación de aquellos grandes escritores del pasado siglo, esos que se embarcaban en proyectos suntuosos y añoraban la Buenos Aires de 1910. Conservador tajante –dice, severo, que le gustan los cuentos de Cortázar pero de ninguna manera sus novelas-, gorila en tiempos de Perón como Bioy, Cortázar y Borges, Mujica logra caernos bien con el inexplicable brillo que da el tiempo. En la actualidad sería considerado un fascista, a través del lente nuevo de la televisión y el paso inexorable de los años –permítanme las frases hechas- podemos disfrutar sus declaraciones hasta con simpatía. Cuando le preguntan sobre su autor predilecto del boom latinoamericano de los 60’ dice: Si, tengo mis predilecto: Vargas Llosa es el que peor escribe. Acerca de su increíble viaje en Zeppelín junto a 20 personas –entre ellas un nazi, esto daría para un chiste: ¿qué hacen Mujica Láinez, un nazi y un mono en un Zeppellín?- cuenta no sin cierta malicia como un negrito, en África, que sostenía la nave, se estrella contra alguna montaña por no soltar la soga a tiempo –no hace falta mucho para imaginar a Mujica y el nazi riendo mientras el pobre negro se debate por su vida-. A Borges lo llama Georgie. De Bioy Casares dice que es un escritor muy serio en verdad pero que no tiene tanta imaginación como Silvina Ocampo. Con Sábato es amablemente lapidario: es una excelentísima persona, me gustó su…túnel. Mujica parece un tipo para cruzarse en un bar y empezar a preguntarle cosas. Dice que hasta ha viajado en esos artefactos atroces que hay en su país, Argentina: los colectivos. Cuenta como adquirió una estatuilla que tenía una maldición en idioma chino. Cuenta que una replica de otra estatuilla de su colección no sucumbió a los embates de los días de la Revolución Francesa –Mujica dice haberla visto en Bastilla- y se mantuvo intacto pero que la de su propiedad perdió la nariz y la boca al estar sólo tres meses en su Estancia El Paraíso, en Córdoba, a manos de unos muchachotes. No hay alusión alguna al estado de Facto en la Argentina, se declara apolítico pero no puede evitar confesar que en tiempos de Perón comenzó a traducir a Shakspeare para olvidarse de la realidad. El conductor le muestra unos dibujos horribles que el mismo Manucho diseño. El escritor, sorprendido, se coloca su ¡monóculo! para ver mejor. Recuerda que cuando su novela Bomarzo recibió un premio junto a Rayuela le escribió una carta de admiración –sólo por sus cuentos, que quede claro- a Cortázar y que éste último le contestó con una carta en la que decía que podrían sacar un volumen con las dos novelas y que éste se podría llamar Boyuela o Ramarzo. Muy gracioso, dice Mujica, mientras tose, muy gracioso. Hasta me dan ganas de leer Los viajantes o alguna de sus novelas sobre la oligarquía. Mujica era un escritor de otro tiempo que aún naciendo en el momento equivocado se dedicó a vivir su vida como a él le parecía correcto. Su conservadurismo político se traduce en una prosa clásica, casi barroca, en la que los mayores artificios que le hace notar el entrevistador son que en una novela hace hablar a una casa y en otra a un perro…Cuando le preguntar sobre literatura española dice que no sabe nada, que se quedó en Valle Inclán. Hubiéramos empezado por ahí…

miércoles, 2 de mayo de 2007

KILL GIL, CHARLY GARCÍA: UN DISCO QUE NO EXISTE PERO SE ESCUCHA

Hay cuatro cosas graciosas o dramáticas que hay que decir sobre este “disco-demo-algo raro del nuevo milenio” de Charly García que ha subido a Internet alguien que, elocuentemente, se afanó el disco de la casa de Charly, del freezer de EMI o la mesa de luz de una fan que pasó una noche con Say No More y se llevó de regalo un souvenir con nuevas canciones: 1) Asegurar que Kill Gil es un demo o la versión acabada del nuevo disco es algo tan improbable como calcular cuándo saldrá el oficial: desde La hija de la lágrima para acá en los discos de García no hay distinción alguna entre versión acabada y demo. Incluso los discos de Charly post-1994 suenan como demos; 2) Lo que todos esperan, luego de las últimas agoreras noticias sobre Charly y su vida (pelea con hijo, disco rechazado, andar perdido y solo por la calle, ¡secuestro de prostitutas!, ¡gas pimienta en show!), es que el disco sea el fiasco final de la carrera del creador de Sui Generis, Seru Giran y La Máquina de hacer pájaros; 3) Dentro de estas 13 canciones pirateadas está la mejor música que Charly ha compuesto desde Tango IV o – si somos optimistas, si ablandamos nuestro corazón de hormigón- La hija de la lágrima. Al mismo tiempo puede que sea –luego de la subida a la red- el disco menos vendido y 4) Que esta música –repito: lo mejor que Charly grabó en mucho tiempo- no haya sido aceptada por una compañía discográfica ejemplifica de modo perfecto lo que todos sabemos: las compañías no entienden nada de música (esto en caso de que la no-salida se deba a cuestionas musicales y no económicas. Así mismo las compañías siguen sin entender).

No importa. Ya hace varios años que Charly viene tocando este apocalíptico y oscuro tema que dice, palabras más, palabras menos, lo que todos sabíamos: que a Charly no le importa nada: ni la revolución, ni la televisión, ni la prostitución, ni la actriz, ni Chopin. Quizás lo mejor sea el estribillo: “Estamos juntos en la prisión/ No hay forma de salir/ El mundo es un patio de prisión/ ¿A dónde queres ir?”. La letra, un tanto facilista, se ajusta a la melodía despojada y la voz desgastada –los gritos, los aullidos- de Charly, por una vez, se corresponde con lo que dice. La introducción, al estilo La hija de la lágrima o Say no More –incluso se repiten frases de “Estaba en llamas cuando me acosté”- llena el espacio de ruidos estrambóticos y declaraciones sin sentido: “Se descubrió la vacuna contra la debacle mental” y “Es inminente la eliminación de los apellidos en Colombia” son algunas de las más cómicas. Luego se escuchan disparos –esa manía de García por meter sonidos berretas en sus discos- y arranca el tema recién comentado.
In the city that never sleeps. Cuando Charly hace un tema en inglés –como dijo él- elige frases fáciles de traducir. Este es el caso de “In the city that never sleeps”, un sorprendente ¿tecno-pop? que parece salido de un disco olvidado de una banda de 1985. Testimonio de su estadía en la Nueva York post-Torres Gemelas. Por lo que se supo en entrevistas la situación fue decepcionante, tanto que cuando volvió a Buenos Aires, masterizó el disco otra vez. Nada que ver con Clics Modernos, cuando en verdad la ciudad nunca dormía.
Pastillas. Nuevamente García ahonda en el viejo pop con máquina de ritmo – o batería tocada como máquina de ritmo - que tantos buenos frutos le dio en el pasado (desde “No soy un extraño” pasando por “Cuchillos” e “Influencia”). “Te voy a dar un colchón/ Con ruedas y un planeador/ para que mires toda tu vida desde acá” le dice Charly a su hijo –en la nota dr La Mano de noviembre aclaró que el tema era dedicado a Migue-. Posiblemente el punto más alto del disco.
La rehén o la novia. Cuando vi el título creí que se trataba del mismo tema que Charly grabó en Rock and Roll yo. Nada que ver. A esta altura un viejo fan de Charly se tendría que largar a llorar o reír de la alegría de encontrar un nuevo tema de Charly como “La rehén o la novia”, una introspectiva canción de amor que sigue la línea de viejas joyas como “Ojos de videotape” o “No te animas a despegar". “Ey, ya volverás a mí” dice Charly que en varios momentos del disco parece hablarle tanto a sus fans viejos, como a un mujer o a su hijo. Tema ambiguo, nos recuerda que hasta en sus peores momentos Charly es el solista que nunca aburre cuando hace un tema lento.
Corazón de hormigón. Tema impensado: Charly García junto al corrupto ex-gobernador de Tucumán, otrora ídolo de la canción grasa Palito Ortega. “Corazón de hormigón” es un tema que Charly compuso cuando tenía 8 años inspirado en el tipo de canciones que hacía el autor de “La Felicidad” o “Despeinada”. Con una guitarra que parece tocada por Skay Beilinson (¡!) este extraño y pegadizo tema cuenta con la voz principal de Ortega y los coros de Charly. El resultado, asombroso: es lo más cercano a una canción naif de los 60 cantada por un coro de zombies pasados en LCD o sobrevivientes de la década menemista. “El corazón es blando/ El corazón perdona/ Pero tu corazón parece de hormigón/ Por eso a ti te digo/ Ablanda tu corazón” repiten los muertos vivos una y otra vez en tanto uno no sabe bien si cantar, llorar o reírse a las carcajadas. La última opción es la que se corresponde a la realidad.
Kill Gil-Transformación. Houston tenemos un problema. Charly regraba uno de los pocos temas que había compuesto para la reunión de Seru Giran en 1992, “Transformación”. Sobre una base de bossa nova acelerada García canta o recita la letra original en un híbrido poco feliz.
Break it up. A los 56 años BicolorMan parece comprender de modo correcto la forma de hacer un gran tema de rock. “Break it up”, segundo tema cantado en inglés, parece superar con creces cualquier otro intento de rock and roll violento de Charly. Como una mezcla extraña de Pink Floyd –en los puentes entre cada estribillo- y cualquier gran banda de rock anglosajona Charly logra realizar un rock creíble, pegadizo y que atrapará a propios y extraños –aunque sea para saber de quien es ese tema-.
Un corazón para colgar. Una constante de los últimos discos de Charly –es decir, de 15 años para acá- es la inestabilidad. Ese es el caso de “Un corazón para colgar“” que tiene un buen estribillo al que le falta una canción con sustento. Si el modo de grabación de Charly se atañería a la “normalidad” se podría decir sin dudar que este tema es un demo pero si escuchamos atentos El Aguante o Sifonías para adolescentes nos damos cuenta que así como está podría formar parte de cualquiera de sus discos. Punto bajo.
Los fantasmas. El lado B de “Los dinosarios“: El falcón verde que / usabas pa’ pasear pasó de moda/ no existe más“. Otro tema que Charly viene tocando desde el año 2004. Pop para cantar en el Gran Rex, en la senda de “Suicida” o “El día que apagaron la luz”. Podría ser hit.
Telepáticamente. Houston tenemos dos problemas. Charly vuelve a grabar el único tema nuevo que tuvo el olvidado (2002), el disco en vivo que recreo a través del estudio la –fallida- vuelta de Sui Generis. Esta nueva versión supera con creces a la original aunque no se entiende el porqué de la inclusión. No hacía falta.
Happy and real. Houston tenemos tres problemas. Charly graba por… ¡tercera vez! “Happy and real”, tema en inglés, originario de Tango IV, vuelto a grabar para el final de Influencia y nuevamente retomado en esta nueva aventura por New York.
Mirando las ruedas. : “Dicen que estoy loco haga lo que haga/ Y me dan cantidad de consejos/ Buenos para nada/ Cuando digo que estoy bien/ Ellos me miran sin entender/ ¿Cómo puedes ser feliz si no estás en nuestro tren?”. Cualquier diría que es una nueva letra de Charly que gira en torno a su “condición de genio cuestionado por la sociedad”. Pero no, se trata de un bello cover de John Lennon, “Watching the wheels” de Double Fantasy, el último disco del beatle, allá por 1980. Una vez más García se apropia de un tema para hablar de si mismo…y le sale bastante bien.
Play with fire. Extraño tema de los Rolling Stones que en la versión de Charly parece un híbrido entre café concert, un jazz de 1940 y los Doors. No se sabe quién es el que canta exactamente pero se escucha a Charly hacer coros y finalmente tirar el piano. Posiblemente se trate del Andrew Oldham, otrora productor de los Rolling Stones, quien ayudo a Charly a producir este disco grabado en Nueva York, rechazado por EMI y finalmente subido a la red en forma clandestina.

Conclusión: Desde hace varios años Charly viene repitiendo –en todo sentido, a decir verdad- que, como dice Bob Dylan, el futuro se encuentra rebotando en el pasado. Sólo desde ese punto de vista se puede comprender la recurrente obsesión por recrear temas propios que tuvieron una versión definitiva, justamente, en el pasado. Al mismo tiempo se puede hacer la salvedad de que los grandes discos de Charly –Clics Modernos, Yendo de la cama al living, Piano Bar- no tenían más de 10 temas y tranquilamente Kill Gil podría contener 9 temas nuevos –incluido el cover de Lennon- prescindiendo de estas inocuas e intendendibles reversiones. Atentos a esta última reflexión se puede dejar de lado –aunque sea para este congelado Kill Gil- el hecho de que Charly está atravesando desde hace años una notable ausencia de inspiración. Paradójicamente y paralelo a la teoría de que el futuro está en el pasado, el fan de Charly, al escuchar los nuevos registros de su artista, debe pensar seriamente en concentrarse en el presente, desdeñando el conocimiento de un pasado glorioso (el de los 70’ y 80’) y otro bochornoso (el encuentro con Menem, algunas frases racistas, etc.) Las dos evocaciones anularían cualquier tipo de entendimiento entre Kill Gil –o como finalmente se llame el disco- y el receptor. Aquí el valor del elemento (por una vez) no se mide en su comparación con los demás. Sólo de ese modo –dejando de lado el peso de los años- se podrá disfrutar de los varios temas buenos que contiene este verdadero engendro de la posmodernidad llamado Kill Gil.