Una de las críticas que suelen enarbolar los detractores de los blogs es la borrosa utilidad de éstos: “¿Para qué sirven los blogs?”, es la pregunta frecuente. Dejando de lado el hecho de que todavía, en miles de años de cultura, todavía nadie se puso de acuerdo en afirmar exactamente para qué sirven los libros o el cine o la música, dejando de lado el hecho de que todavía nadie sabe siquiera para qué estamos en la vida, dejando de lado el hecho de que la pregunta es de una estupidez notable y supone que todo lo que existe debe tener una función determinada, yo tengo una respuesta particular, pero que viene al caso: los blogs están para criticar aquello que los medios establecidos no pueden criticar, es decir, los propios medios establecidos. El blog debe hacer una crítica de la crítica. El blog, (idealmente) un soporte virtual de características individuales, ajeno a cualquier grupo económico que le imponga normas, debe rastrear entre líneas, demostrando, de esa forma, los disparates a los que tan afectos son, por ejemplo, los canales de televisión, las emisoras de radio o, en este caso, los diarios argentinos (en el plano político -vergonzosamente imposibilitados de ofrecer una tercera posición o una versión desinteresada- siempre son oficialistas u opositores).
Los domingos compro Perfil. Lo hago por varias razones: 1) Me gusta el suplemento de cultura; 2) Me gusta el suplemento de Espectáculos; 3) Tiene muchísimo material de lectura (más que La Nación, más que Clarín, más que Página 12) y a mí me gusta leer; 4) Me causa gracia que Andrew Graham Yoll sea presentado como el que “responde a los lectores” cuando lo único que hace es transcribir una carta y anotar: “Gracias X por sus reflexiones” y 5) Me gusta discutir (incluso mentalmente) y en el plano político (verbigracia: campo/gobierno) nunca estoy de acuerdo con lo que se escribe en Perfil. En el plano político, lo de Perfil es sutilmente vergonzoso. “Sutilmente” porque no lo ocultan con títulos políticamente correctos u opiniones moderadas: directamente, si uno se guía por lo que dice en el diario, somos gobernados por un régimen autoritario que tomó el poder a la fuerza. Hace unas semanas, salió en tapa una nota sobre dos ex agentes de la SIDE “exiliados” en Uruguay por temor a ser asesinados. Si un agente de la SIDE tiene miedo a ser asesinado por el gobierno: ¿saldría en la tapa de un diario de gran tirada?, ¿se mostraría en fotos?, ¿se iría a Uruguay? (que es lo mismo que querer escapar de Mar del Plata e irse a Mar Chiquita). Mi crítica a Perfil no parte de un ingenuo pedido personal de objetividad hacia un diario, simplemente se concentra en la forma grotesca en que remarcan ciertos hechos, en el modo en que se tratan ciertas noticias. El gobierno tiene miles de errores, eso ya lo sabemos, pero de ahí a culparlo de todo lo que sucede en Argentina…
En la segunda página de la edición del domingo 1º de junio se titula: “La represión en San Pedro sólo potenció el paro de mañana”. Sin dudas, luego de los asesinatos de piqueteros llevados a cabo durante el gobierno de Duhalde o los enfrentamientos en Plaza de Mayo en diciembre del 2001 (ni siquiera estamos hablando de la dictadura) la palabra “represión” debería usarse con más cuidado. Más allá de que la medida fue un disparate que se adosa a otros tantos del mismo conflicto, también es interesante analizar la forma en que se victimiza a los productores de San Pedro: en ningún momento de la nota se explica por qué fueron detenidos (estaban cortando las rutas) y siempre se los llama “sanpedrinos detenidos”, los “privados de su libertad”, los “ocho protagonistas”. Por otro lado, se hace mención a la visita de Elisa Carrió en forma harto inocente: “Elisa Carrió se hizo presente y cosechó gratitudes”. Incluso se la llama, afectuosamente, por su sobrenombre y dejan pasar su abundante caudal mesiánico-religioso: “Lilita, que estuvo media hora, se retiró recordando su salmo: “Quien siembre entre lágrimas, cosecha entre canciones”. En la tercera y cuarta página aparece una nota que se encarga de relatar un día en la sufrida vida de Eduardo Buzzi, el presidente de la Federación Agraria (que no teme hacer alianzas con el presidente de la Sociedad Rural). Acompañada de una foto melodramática donde se muestra al pobre Buzzi acostado con una frazada escocesa encima (en la tapa tuvo la dignidad de hacerse el dormido y cerrar los ojos, en ésta mira a cámara cual actor porno), la nota se titula: “La Justicia tendrá que esperar a que pase el “grito de Armstrong”. Armstrong es la ciudad santafecina en la cual mañana (lunes) se desarrollará una nueva protesta contra el gobierno. De más está decir que nominar en forma tan atrevida (“El grito”) una protesta no realizada supone el tranquilo ingreso en la Historia de ésta, como si una banda que grabó un demo con 4 covers ingresara, automáticamente, en el Salón de la Fama del Rock. También se ofrece una nota con la madre de Buzzi (“Tengo miedo”, dijo su madre”), quien manifiesta: “No quiero que un día me lo traigan con una bandera de la FAA y una corona”… Declaraciones como esta última (en la edición del domingo anterior, Buzzi temía por la sangre que se podía derramar por consecuencia del conflicto) son habituales en el diario y ayudan a promover incertidumbre en el lector desprevenido (el único muerto hasta hoy por la protesta del campo fue un tipo al que los ruralistas le impidieron el paso). En la página 6 una nota sobre la situación de la pulseada campo/gobierno en la ciudad de Chivilcoy es titulada de la siguiente forma: “Mujeres y jóvenes resisten en los pagos de los ministros Randazzo e Icazuriaga”. Nuevamente se coloca en un titular una palabra (“resisten”) con connotaciones conocidas y que alude a una lucha desmesurada, a una situación de carencia infinita. Excepto dispares notas de opinión, casi no hay críticas al proceder del sector rural. En la página 12, se informa sobre el viaje de Cristina Fernández a Roma y se subraya (en una nota aparte que parece aludir, a través del efecto de contraste, a la mencionada precaria situación noctámbula de Buzzi y los piqueteros ruralistas) que “La presidenta dormirá entre sabanas de lino y mármol precioso”. Creo que en Perfil esperan que la presidenta de Argentina se aloje en un edificio de okupas anarquistas como hacen desde siempre los presidentes argentinos que van a Roma…
La nota de tapa (una entrevista multitudinaria con los familiares de De Angeli) remarca, en forma sensiblera, el cambio en las costumbres de la familia en boga: “Los hermanos De Angeli no dejan que su madre vea los noticieros”. El contenido de la nota parece un simulacro de Barcelona. Comentando las fiestas familiares, se lee: “Dura tres días y termina en carnaval. De viernes a domingo, entre cuentos y asado. Los nuevos novios o novias de los hijos sufren baldazos de agua” cuenta Celia, soltando una carcajada por el bautismo de bienvenida familiar, que a veces termina en una guerra de barro entre todos”. Casi una novela de Isabel Allende. Las declaraciones sombrías, esta vez, corren por cuenta de la “Gringa”, la madre del clan De Angeli. Hugo, uno de los hermanos, cuenta: “Yo le pregunte: mami, ¿cómo termina esto? Me respondió: como terminan todas las grandes crisis en este país, como Illia, Frondizi, Perón, Alfonsín, De la Rúa”. Lo más peligroso, es que líneas atrás, el periodista que escribe la nota (Sebastián Iñurreta) había espetado (sobre la “Gringa”): “Sus 84 años no pesan en su lucidez. Incluso cuando los ruralistas pusieron los primeros pies en las rutas, vio más allá que varios de sus hijos”. O sea que Iñurruta piensa que es lúcido decir que el gobierno de Cristina Fernández va a terminar como el de Illia o Frondizi o Perón o Alfonsín o De la Rúa, es decir, con un golpe militar, con un golpe cívico, con un golpe económico o antes de tiempo. O sea que lo que tanto intentan desmentir todos los columnistas de Perfil (que el campo esconde tensiones golpistas) no es tan desacertado ya que se coloca en la tapa del diario una nota que sigue esas coordenadas. Exijo una explicación. A esta altura, entonces, cualquier cosa se puede esperar de Perfil. Y esas cosas suceden. Con un poco de malicia podemos advertir en la página 46 (dedicada a la ciencia) un informe sobre el cambio climático. En un apartado se ve la foto de unos pingüinos con el siguiente título: “Tal vez lo peor esté por venir”…. En la página 60, sin embargo, el descalabro ya es colosal: “Por el efecto campo cayó el deseo sexual”. No sólo potenciales recesiones, inéditos índices de desocupación, ¡ahora también la gente no garcha por la impericia del gobierno para resolver el conflicto con el campo! ¡El gobierno dictó retenciones sexuales: no más de una erección por semana! Lo más vergonzoso de la nota es que la crisis del campo es una más de las supuestas razones por las cuales la gente aumentó en un 20 por ciento sus consultas por temas sexuales, pero, sin embargo, el titular coloca a la puja político-económica como el disparador predominante de la baja sexual, repito: “Por el efecto campo cayó el deseo sexual”. ¿Qué se puede esperar de una nota que tiene el siguiente fragmento?: “Te voy sincero, cada vez que vuelvo a mi casa a las once de la noche lo único que pienso es en irme a dormir. El sexo quedó, con suerte, para los fines de semana”, confiesa Juan Martín, empleado de una compañía bonaerense, que trabaja más de 12 horas por día y recuerda con tristeza cuando se sentía “un toro”.
Posturas irrisorias como las de Perfil hacen que gente descreída de este gobierno, se mantenga cada vez más alejada de los que, con un facilismo admirable, escriben en un cartel “Estoy con el campo” y se autodenominan “pueblo”. Sayonara.