miércoles, 30 de julio de 2008

Conversaciones en un ascensor

Una mujer piensa que es demasiada alta para ser seducida por un hombre. Un muchacho fotografía personas por la calle. Están juntos en un ascensor. La mujer se presenta: Soy una mujer demasiada alta para ser seducida por un hombre. El muchacho responde: Yo soy un muchacho que saca fotografías a personas que caminan por la calle. Callan unos segundos. Por fin, la mujer manifiesta: ¿Me podría sacar una fotografía a mí? A lo que el muchacho responde: En primer lugar, no estamos en la calle, esto es un ascensor y yo saco fotografías a personas que están en la calle; en segundo lugar, usted no sólo es una mujer demasiada alta para ser seducida por un hombre sino también demasiado alta para ser fotografiada por un muchacho. ¿No me daría una oportunidad?, pregunta la mujer. Tendría que pensarlo, responde el muchacho. La mujer aprieta el botón PARAR. ¿Qué pasa?, ¿detuvo el tiempo, usted es tan alta que puede detener el tiempo?, pregunta el muchacho, desesperada. No, responde la mujer, sólo se detuvo el ascensor. Perdone, murmura el muchacho, a veces confundo el ascensor con el tiempo.
-A mí también me pasa: el ascensor y el tiempo son parecidos, siempre van hacia arriba.
-No mienta, una mujer tan alta como usted no piensa ese tipo de cosas.
-¿Y en qué piensa una mujer alta?
-En su altura, en la imposibilidad de que un hombre la seduzca, en el ferviente deseo de que un muchacho la fotografíe.
-Usted me conoce mucho.
-Yo conozco a las mujeres altas, en general, no sólo a usted.
-¿Qué opina de ellas?
-Hay algo claro: son demasiado altas para ser seducidas por un hombre.
-Es verdad, nunca se me hubiese ocurrido.
-Espere… ¿acaso usted detuvo el tiempo?
-No, lo que se detuvo fue el rumbo del ascensor.
-Perdone, lo había olvidado.
-Si quiere puedo hacer que siga su rumbo.
-¿Su rumbo?, yo diría: Si quiere puedo hacer que siga viajando por su andarivel vertical.
-Usted tiene un vocabulario espectacular.
-Me lo han dicho.
-Usted tiene una campera de cuero.
-Me la he puesto.
-Usted tiene lechuga entre medio de los dientes.
-Me la he comido.
-Yo sé algo de usted.
-No soporto más todo este juego, dígame ya qué es lo que sabe de mí.
-Usted es un muchacho que saca fotografías a gente que camina por la calle.
-Como si me conociera de toda la vida…
-Así soy yo, intuitiva, profética, demasiado alta para ser seducida…
-No se enoje por lo que le voy a decir pero ¿usted ha pensado alguna vez que es demasiada alta para ser seducida por un hombre?
-Recurrentemente.
-Mas no se aflija, yo la considero una mujer bonita.
-Usted tiene un chamuyo romántico espectacular.
-Yo sólo soy un fotógrafo.
-¿Por qué se hizo fotógrafo?
-Es algo que nace con uno, como la cabeza o los pies.
-Nunca me había puesto a pensar.
-¿El qué?
-Que uno nace con cabeza y pies, yo siempre creí que uno era un torso y que los padres de uno iban al mercado de pies, brazos y cabezas a comprar lo que faltaba.
-¿Y usted pensaba que el sexo también era comprable?
-¿A qué se refiere con la palabra “sexo”?
-A los órganos genitales masculino-femenino.
-Usted tiene un vocabulario genital espectacular.
-Son años hablando del mismo tema.
-Y… somos muchos los que creímos que el sexo era comprable.
-¿A qué se refiere con la palabra “sexo”?
-No sabría explicarlo, si alguna vez hubiese escuchado a alguien hablar con espectacular vocabulario sobre el “sexo”, pero advertirá mi precariedad: usted me ha preguntado algo y yo no he sabido responderle.
-¿Por qué no bajamos a la calle y le saco una foto?
-Si usted hace eso me haría una de las quinientas cuarenta mujeres altas más felices del mundo.
-Aquí estoy para hacerla feliz.
-Esto será inolvidable.
-Yo más bien diría: Esto será un fotógrafo fotografiando a una mujer alta.
-Usted siempre con las palabras justas.
-Hemos llegado a la planta baja, es necesario decirlo porque tengo la impresión de que nos están leyendo.
-Siempre creí ser la protagonista de una novela de Flaubert.
-Yo estuve convencido durante cuarenta y siete minutos de que mi vida entera había sido filmada para un programa de televisión.
-Eso sería dramático.
-Más dramático es ser una mujer alta que nadie puede seducir.
-No haga mella del dolor ajeno.
-Yo no hago mella. Ahora la que tiene un vocabulario espectacular es usted, advierto que usted ha adquirido un vocabulario espectacular gracias a mí.
-No se crea, durante todo el viaje me he estado haciendo la tonta para no decirle que usted era enano.
-¿Cómo?
-¿Acaso no se dio cuenta? Yo no soy alta, usted es el enano.
-Salgamos a la calle y preguntémosle a la gente.
-La gente puede decir cualquier cosa, con las drogas que hay son capaces de verme a mí demasiada alta para ser seducida por un hombre, pero lo que sucede es que yo siempre me creo demasiado alta cuando subo al ascensor con un enano.
-Lo que usted me dice me llena de desconcierto.
-Usted tiene un vocabulario espectacular cuando se desespera.
-Son años de ser enano y olvidarse al entrar a un ascensor.
-¿Siempre le pasa?
-Casi siempre.
-¿No probó subir por la escalera?
-Pero la escalera es aburrida, uno no conoce a nadie ahí.
-¿O sea que usted sube por el ascensor porque se cree muy enano para ser seducido por una mujer?
-¿Y qué quiere que le diga? Usted ha dado con la razón de mi miserable vida.
-Creo que estoy comenzando a amarlo en forma imprudente.
-Esto me deja sin nada para decir, mi vocabulario espectacular no obtiene términos adecuados para responder a su declaración.
-Es que su historia triste me ha hecho reverberar el corazón.
-Entremos nuevamente al ascensor y derrochemos la pasión que nace en nuestros corazones en una cama matrimonial.
-Estoy de acuerdo.
-Ya está viniendo.
-Ahí está.
Una mujer piensa que es demasiada alta para ser seducida por un hombre. Un muchacho fotografía personas por la calle. Están juntos en un ascensor. La mujer se presenta: Soy una mujer demasiada alta para ser seducida por un hombre. El muchacho responde: Yo soy un muchacho que saca fotografías a personas que caminan por la calle.