-En primer lugar está el nombre: ¿Por qué un local de indumentaria femenina se llama Pavimento? También los hay Cemento, Turmalina, Púa, Pato, Amuleto, nombres por los que se entiende que el dueño del establecimiento quiso parecer moderno y terminó por ser posmoderno, es decir, llamando algo de un modo sin saber muy bien porqué y sólo para hacerse el loco (conducta habitual de los posmodernos). Nunca te vas a encontrar un local de ropa para mujeres que se llame: Lo de Juana. Y si lo hay será un chiste, una complicidad intrínseca entre el comprador y la vendedora.
-La mujer que va a comprar ropa no sólo observa la ropa que se va a comprar sino también: la que de ninguna manera se compraría; la que dada su contextura física no puede usar pero usaría; la que se comprará más adelante, llegada otra estación del año; la que a una amiga o conocida le quedaría bien; la que a una amiga o conocida le quedaría mal; la que indefectiblemente no se compraría (ya que las que de ninguna manera, quien sabe, más adelante se la compre). La lista puede abarcar miles de párrafos.
-El hombre que acompaña a una mujer a comprar ropa –presumiblemente su pareja- tiene uno de los papeles más deplorables e insanos de la maquinaría capitalista contemporánea. Es usual encontrarlos: a) Fuera del local, con gesto adusto o aburrido, esperando que la pareja salga del recinto y/o b) Dentro del local, con gesto adusto o aburrido, esperando que la pareja salga del recinto. El caso a) puede propulsar las más variadas indignaciones de la mujer, quien considera que el sujeto novio (objeto-novio, mejor dicho) debe acompañar a la misma a comprar la ropa, debe opinar sobre la misma –la ropa y la mujer, siempre que no ofenda- y, si es posible, aunque no lo digan, pagar la misma –la ropa, no la mujer por supuesto-. El caso b) también es problemático: la mayoría de los locales de ropa de mujeres –exceptuando las grandes tiendas- son espacios pequeños, sofocantes y atiborrados de dos factores incómodos: 1) prendas de vestir femeninas y 2) seres femeninos, entre los que se cuentan las compradoras y las vendedoras, esta última raza compuesta por un sinnúmero de adolescentes, adultas, ancianas y demás tendientes a lo que podríamos llamar Falsa Simpatía, ya que detrás de esos ¿Te queda bien? o ¿Qué vas a llevar? insistentes hay una frase omnipresente: No te hagas la viva (o incluso No se hagan los vivos, si el pobre sujeto pareja-novio se encuentra dentro del recinto) que estoy mirando todo y si me robas una babucha (prenda detestable si la hay) llamo a la policía.
-Acompañar a la pareja-novia al cambiador –recintos aún mucho más pequeños que el mayor de los recintos pequeños: el local- es una tarea agotadora, que supone sufrimientos psicológicos inéditos. En la mayoría de los casos el novio no se mete con la novia en el cambiador –algo que recomiendo- quizás intentando mantener el decoro o para no aumentar esa cierta incomodidad que todo hombre tiene en un recinto abrumadoramente femenino. Lo que sucede a continuación (cuando la novia ingresa en el mínimo espacio del cambiador: las cortinas, que cuidan la anatomía de la compradora de la mirada de los otros, son víctimas de puños, brazos y piernas que las rozan con dificultad, dificultad que hace aún más larga la espera del novio) es también atroz. El hombre que está en pareja y espera es presa de miradas de vendedoras distraídas pero más que nada de compradoras que recién llegan al sitio de cambiadores y se preguntan: ¿Qué hace este tipo ahí?: ¿Es un degenerado que quiere ver chicas cambiándose?, ¿Es un delincuente que en cualquier momento comenzará a robar a las compradoras, vendedoras? Lo único que se puede hacer es adoptar un aire indiferente, ausente y concentrado, observando el piso o una percha para no levantar sospechas y hacer creer a la parcialidad que en verdad somos degenerados, locos y delincuentes (características que quizás tengamos pero no en un recinto tan obvio para ejercerlas). Después de eso, finalmente y aunque parezca que lo peor ya sucedió, viene lo peor.
-Antes una pregunta: ¿Por qué nuestras ex compañeras de secundaria atienden locales de ropa? Como nuestros ex compañeros de secundaria atienden kioscos o trabajan en una casa de revelados, nuestras ex compañeras de secundaria parecen haber sido llevadas, a través de una galería secreta, deudora quizás de aquella cortazariana de El otro cielo, que comunicaba París y Buenos Aires, sin escala previa, de la Escuela al Local de Ropa.
-Y el momento llegó, la pregunta irrespondible: ¿Qué me queda mejor?, ¿Qué llevó?, ¿Qué te parece? Cualquier respuesta es generadora de conflicto: en la mayoría de los casos la compradora tiene en sus manos 3 prendas, a las que llamaremos a, b y c. La compradora muestra al novio las tres prendas y hace la pregunta. El novio, ansioso por escapar de aquel sórdido lugar, elige una, la b. Si, es cierto, hay posibilidades de que el novio elija la misma prenda que la novia, pero difícilmente eso sucede. En caso de que suceda: qué pareja aburrida, por dios. En caso de que sucede la normal, es decir, en caso de que no suceda y el novio elija otra prenda – la b- que no sea la que tiene en mente la novia –la a-, se produce un cataclismo en la mente de la compradora de tintes indecibles. La compradora (que querría llevar, si su economía se lo permitiese, las tres prendas) se encuentra en la disyuntiva de llevar lo que más le gustó a ella y lo que más le gustó a su novio. Esta disyuntiva –que puede enmascararse en cierto apego de la novia al novio, cierta costumbre de estar linda para el novio, pero en realidad está desde siempre en la compradora, que, repito, si sería por ella llevaría todas las prendas y al comprender que alguien (el novio) le dice , por ejemplo, que las tres prendas le quedan bien, aumenta su enojo por no poder llevarse a su casa todo el local de ropa- puede provocar en la compradora una crisis nerviosa, crisis nerviosa inentendible para el novio, quien, como todo buen hombre, ve en el acto de comprar ropa un hecho en apariencia simple: Hola, quiero ese pantalón; Hola, quiero esa camisa. Y listo. La mujer no. En el caso de que el hombre sea sincero y le diga: No me gusta como te quedan ninguna de las tres prendas…Bueno, no sé que sucederá en casos como ese pero no lo recomiendo en absoluto. Y en caso de que lleve la prenda equívoca no hay problema: a las compradoras les encanta cambiar la ropa, incluso intuyo que les gusta más cambiarla que comprarla. Es mucho mejor contar a sus amigas compradoras: Ayer fui a cambiar una ropa, que decir, obvia y aburrida: Ayer me compré una ropa. No, no, si compra directamente, la compradora piensa ¿dónde está la aventura, el placer, el genial acontecimiento de comprar ropa si no hay accidentes, disyuntivas y problemas antes? También existe el caso de las que se pasan horas eligiendo y no compran pero ese análisis debería referirse a las no-compradoras y mi capacidad de entendimiento no ha podido llegar a dicho dilema femenino, por el momento.
-Bonus: Prendas femeninas que deberían ser erradicadas:
-las ya mencionadas babuchas (especie de calza que se abomba en interminables arrugas por debajo del culo, un prototipo de pantalón cagado o algo así, horrible);
-Cualquier prenda con flecos (nuevamente de moda, luego del aluvión de flecos noventista);
-Remeras, poleras o buzos con cuellos extraños: caídos, por la mitad, arrugados, con excesivos volados. Toda mujer actual los tiene. Sólo consiguen vestirse como la sota de las cartas.
-Estiletos: creo que así se llaman unos horribles y puntiagudos zapatos. El calzado comienza en una esquina y termina en la mitad de la vereda. Interminables.
-La mujer que va a comprar ropa no sólo observa la ropa que se va a comprar sino también: la que de ninguna manera se compraría; la que dada su contextura física no puede usar pero usaría; la que se comprará más adelante, llegada otra estación del año; la que a una amiga o conocida le quedaría bien; la que a una amiga o conocida le quedaría mal; la que indefectiblemente no se compraría (ya que las que de ninguna manera, quien sabe, más adelante se la compre). La lista puede abarcar miles de párrafos.
-El hombre que acompaña a una mujer a comprar ropa –presumiblemente su pareja- tiene uno de los papeles más deplorables e insanos de la maquinaría capitalista contemporánea. Es usual encontrarlos: a) Fuera del local, con gesto adusto o aburrido, esperando que la pareja salga del recinto y/o b) Dentro del local, con gesto adusto o aburrido, esperando que la pareja salga del recinto. El caso a) puede propulsar las más variadas indignaciones de la mujer, quien considera que el sujeto novio (objeto-novio, mejor dicho) debe acompañar a la misma a comprar la ropa, debe opinar sobre la misma –la ropa y la mujer, siempre que no ofenda- y, si es posible, aunque no lo digan, pagar la misma –la ropa, no la mujer por supuesto-. El caso b) también es problemático: la mayoría de los locales de ropa de mujeres –exceptuando las grandes tiendas- son espacios pequeños, sofocantes y atiborrados de dos factores incómodos: 1) prendas de vestir femeninas y 2) seres femeninos, entre los que se cuentan las compradoras y las vendedoras, esta última raza compuesta por un sinnúmero de adolescentes, adultas, ancianas y demás tendientes a lo que podríamos llamar Falsa Simpatía, ya que detrás de esos ¿Te queda bien? o ¿Qué vas a llevar? insistentes hay una frase omnipresente: No te hagas la viva (o incluso No se hagan los vivos, si el pobre sujeto pareja-novio se encuentra dentro del recinto) que estoy mirando todo y si me robas una babucha (prenda detestable si la hay) llamo a la policía.
-Acompañar a la pareja-novia al cambiador –recintos aún mucho más pequeños que el mayor de los recintos pequeños: el local- es una tarea agotadora, que supone sufrimientos psicológicos inéditos. En la mayoría de los casos el novio no se mete con la novia en el cambiador –algo que recomiendo- quizás intentando mantener el decoro o para no aumentar esa cierta incomodidad que todo hombre tiene en un recinto abrumadoramente femenino. Lo que sucede a continuación (cuando la novia ingresa en el mínimo espacio del cambiador: las cortinas, que cuidan la anatomía de la compradora de la mirada de los otros, son víctimas de puños, brazos y piernas que las rozan con dificultad, dificultad que hace aún más larga la espera del novio) es también atroz. El hombre que está en pareja y espera es presa de miradas de vendedoras distraídas pero más que nada de compradoras que recién llegan al sitio de cambiadores y se preguntan: ¿Qué hace este tipo ahí?: ¿Es un degenerado que quiere ver chicas cambiándose?, ¿Es un delincuente que en cualquier momento comenzará a robar a las compradoras, vendedoras? Lo único que se puede hacer es adoptar un aire indiferente, ausente y concentrado, observando el piso o una percha para no levantar sospechas y hacer creer a la parcialidad que en verdad somos degenerados, locos y delincuentes (características que quizás tengamos pero no en un recinto tan obvio para ejercerlas). Después de eso, finalmente y aunque parezca que lo peor ya sucedió, viene lo peor.
-Antes una pregunta: ¿Por qué nuestras ex compañeras de secundaria atienden locales de ropa? Como nuestros ex compañeros de secundaria atienden kioscos o trabajan en una casa de revelados, nuestras ex compañeras de secundaria parecen haber sido llevadas, a través de una galería secreta, deudora quizás de aquella cortazariana de El otro cielo, que comunicaba París y Buenos Aires, sin escala previa, de la Escuela al Local de Ropa.
-Y el momento llegó, la pregunta irrespondible: ¿Qué me queda mejor?, ¿Qué llevó?, ¿Qué te parece? Cualquier respuesta es generadora de conflicto: en la mayoría de los casos la compradora tiene en sus manos 3 prendas, a las que llamaremos a, b y c. La compradora muestra al novio las tres prendas y hace la pregunta. El novio, ansioso por escapar de aquel sórdido lugar, elige una, la b. Si, es cierto, hay posibilidades de que el novio elija la misma prenda que la novia, pero difícilmente eso sucede. En caso de que suceda: qué pareja aburrida, por dios. En caso de que sucede la normal, es decir, en caso de que no suceda y el novio elija otra prenda – la b- que no sea la que tiene en mente la novia –la a-, se produce un cataclismo en la mente de la compradora de tintes indecibles. La compradora (que querría llevar, si su economía se lo permitiese, las tres prendas) se encuentra en la disyuntiva de llevar lo que más le gustó a ella y lo que más le gustó a su novio. Esta disyuntiva –que puede enmascararse en cierto apego de la novia al novio, cierta costumbre de estar linda para el novio, pero en realidad está desde siempre en la compradora, que, repito, si sería por ella llevaría todas las prendas y al comprender que alguien (el novio) le dice , por ejemplo, que las tres prendas le quedan bien, aumenta su enojo por no poder llevarse a su casa todo el local de ropa- puede provocar en la compradora una crisis nerviosa, crisis nerviosa inentendible para el novio, quien, como todo buen hombre, ve en el acto de comprar ropa un hecho en apariencia simple: Hola, quiero ese pantalón; Hola, quiero esa camisa. Y listo. La mujer no. En el caso de que el hombre sea sincero y le diga: No me gusta como te quedan ninguna de las tres prendas…Bueno, no sé que sucederá en casos como ese pero no lo recomiendo en absoluto. Y en caso de que lleve la prenda equívoca no hay problema: a las compradoras les encanta cambiar la ropa, incluso intuyo que les gusta más cambiarla que comprarla. Es mucho mejor contar a sus amigas compradoras: Ayer fui a cambiar una ropa, que decir, obvia y aburrida: Ayer me compré una ropa. No, no, si compra directamente, la compradora piensa ¿dónde está la aventura, el placer, el genial acontecimiento de comprar ropa si no hay accidentes, disyuntivas y problemas antes? También existe el caso de las que se pasan horas eligiendo y no compran pero ese análisis debería referirse a las no-compradoras y mi capacidad de entendimiento no ha podido llegar a dicho dilema femenino, por el momento.
-Bonus: Prendas femeninas que deberían ser erradicadas:
-las ya mencionadas babuchas (especie de calza que se abomba en interminables arrugas por debajo del culo, un prototipo de pantalón cagado o algo así, horrible);
-Cualquier prenda con flecos (nuevamente de moda, luego del aluvión de flecos noventista);
-Remeras, poleras o buzos con cuellos extraños: caídos, por la mitad, arrugados, con excesivos volados. Toda mujer actual los tiene. Sólo consiguen vestirse como la sota de las cartas.
-Estiletos: creo que así se llaman unos horribles y puntiagudos zapatos. El calzado comienza en una esquina y termina en la mitad de la vereda. Interminables.
PD: Este no es mi mejor post.
13 comentarios:
bueno, veo que para tener una madre y una , ahora, hermana que estudian diseño de indumentaria no entendiste naaaaaaaada de lo que la moda en si significa para una nena.
imaginate que siente la balle cuando te acompaña a comparar libros...
Corvino:
me acordé de un episodio, cuando mi novio me acompañó a comprarme una malla de natación. Entré al probador e increíblemente rápido me la probé y la descarté. El, esperando que yo tardara, se alejó unos segundos y cuando volvió, vio que al probador, en el que yo ya no estaba, entraba un hombre. Se abalanzó a la cortinita y la abrió de golpe pensando que se había metido de prepo, increpando al pobre tipo que ya estaba sacándose los pantalones. Un papelón.
Ah! Corvino: Borges envidiaría tus
enumeraciones; las de este post seguramente hubiera querido que se le ocurrieran a él.
Inés
He aqui una mujer capaz de comprar sin compañía, sin probar y juro que no necesito volver a cambiar lo pagado. Y agrego que mis compras mas ponderadas han sido realizadas en ferias de usado. Me admiro por esta gran virtud! Es necesario firmar esta denuncia con nombre, apellido y DNI?
Saludo!
Julia
Querido corvino:
Me encanta tu blog, soy asiduo lector del mismo, y gracias por ponerme en tus liks de blogs, una masa.
Ahora bien. Yo no se si estoy equivocado o soy medio metrosexual (dúdolo mucho), pero daría lo que fuera por acompañar a alguna chica a comprar ropa. Mas si fuera mi novia.
En realidad, hoy por hoy daría lo que fuera porque mi vecina me mirara con otros ojos, no con los que me ve ahora, que de por si, me ponen los nervios para atras.
Sí !!!!
Daría lo que fuera por acompañar a mi amor de vecina a comprar ropa. Es mas, la invitaría ahora mismo...
Que me pasa ?
Me siento raro !
Saludos
Lo mejor es ir sola a hacer las compras y que nadie te rompa las pelotas.
Además de las prendas que nombraste,que dicho sea de paso, comparto totalmente tu repudio, yo odio las camperas o chalecos con piel en la capucha...LOS ODIO!! Vas caminando por la calle y ves miles de mujeres, de todas las edades con eso!!! POR QUE? Las obligan?
Siempre me enojé con algún tip de la moda: botas texanas, vestidos bobos, camperas con forro interior de corderito, en fin.
Muy bueno tu blog.
Saludos
Gracias Momia, Julia, Inés, Pinkachu and Belita por comentar.
Pinkachu: hola, como andas, tanto tiempo. creo que estás confundiendo "VER como se cambia una chica" y "ACOMPAÑAR Y VER como se compra ropa una chica". Es diferente, aunque comprendo.
Vean que no generalicé: en ningún momento dije "Las mujeres bla bla bla" sino "Las compradoras bla bla bla".
Belita: agradezco tu ejemplo, a mí tampoco me parece muy interesante esa piel. Y lo peor es su nombre: de Corderito. ¿Por qué eso es bueno y no Piel de Ratita o de Cocodrilito?
Julia: Te felicito, y de seguro todas las compradoras podrían ser como vos. Sigan su ejemplo.
Inés: De ese tipo de ejemplos hay miles. El hombre que espera nunca sabe lo que le va a suceder al acompañar a una compradora, debe estar atento, concentrado: una milesima de segundo distraído y por poco caga a piñas a un tipo que no tiene nada que ver-
Momia: no entendí nada y me enorgullesco de no haber entendido.
Usted ha escrito la pura y simple y verdad. Te quedás esperando a tu novia tras el probador y te miran cuando menos como un violador. Quiero agregar una peculiaridad: Esto pasa mucho más si uno tiene barba y está espontáneamente y no "deliberadamente" despeinado, caso en que sos un chico cool y no tenés nada de que preocuparte.
Che Corvins leí el comentario que dejaste en lo de Ambi donde confesás que te cuesta dejar comentarios -en mi blog y en otros- porque te parece que te salen estúpidos. ¡Pero si yo comento cada estupidez en tu blog! No tenga miedo Corvino, comente lo que se le ocurra.
Saludos!!!
"El hombre que esta en pareja y se pajea",
ese debería ser tu título
salute
lalita
Holas, como les va?
Soy el autor del blog E-true (tribunavacia.wordpress.com) y actualmente estoy desarrollando la primer comunidad bloggera de la ciudad. La idea del sitio es una sola: linkearse entre todos para tener un lugar de referencia.
Si querés pasar, el blog es mdqblogs.wordpress.com
Si querés sumarte, manda un mail a mdqblogs@gmail.com , con los datos de tu blog y una descripción del mismo…
Espero que pases y que te sumes…
Saludos, demás está decirte, gran blog el tuyo!
yo soy un caso aparte... no me gusta comprar ropa. Miro, miro, digo que me encanta pero odio entrar, probarme y comprar. Es más, mi novio es el que me incentiva a entrar a los negocios y probarme las cosas... en fin, creo que entraría en la categoría de no compradoras. Igual, estuvo bueno ver el acontecimiento desde los ojos de un novio que espera.
Salute
Matías: lo que quise decir es que aún gustándome un post, muchas veces no tengo nada para decir. Ejemplifico del siguiente modo exagerado: pensemos que Borges es contemporáneo a nosotros, tiene 22 años y publica en su blog (www.tigresylaberintos.blogspot.com por ejemplo) El milagro secreto, El aleph o El fin. ¿Qué le diría "Eeeehhh, copado relato, Georgie"?. Bueno, me fui a la mierda. Eso es lo que me sucede con muchos post que me gustan.
En cuanto al tema de la barba, la desprolijidad fingida, verdadera, etc. tenés toda la razón.
Anónimo: acertado comentario.
José: gracias por la invitación.
Marian: otro ejemplo a seguir de no compradora.
SALUDOS a los comentantes/comentadores. Viva Franz Kafka!
Marian dijo: " Igual, estuvo bueno ver el acontecimiento desde los ojos de un novio que espera"
yo pensaba que las mujeres lo sabian, y lo hacian de puro sádicas.
(Aclaracion: Marian, no es un ataque personal hacia vos que bien explicaste tu condicion de no compradora ni probadora ni cambiadora de ropa)
yo cuando veo un chico en un local femenino, digo...
uh otro mas ocupado
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