EL EQUÍVOCO DE PABLO DE SANTIS Y EL ESTEREOTIPO ERRADO SOBRE LOS QUE TIENEN BLOG

En el último número de la revista Ñ, Pablo De Santis cae en un equívoco acerca del mundillo blogger. Conviene reseñarlo, no porque sea grave ni mucho menos sino porque sirve como caja de resonancias para comentar otras problemáticas. Partiendo de una espeluznante diatriba contra la novela latinoamericana publicada en el diario El País por el no menos espeluznante Vicente Verdú, De Santis, ingenuamente, compra el estereotipo del blogger ultra-relacionado con la tecnología (un ser cuasi-digital inmiscuido hasta el hartazgo en el Chat y el mail y el celular y el mp3 y la play station y los libros en formato Word) y arruina un texto –el suyo, el de Verdú vino mal de fábrica- repleto de gracia y opiniones acertadas con citas a Borges, recuerdos de la China del Siglo III a.C y evocaciones de argumentos de Chesterton, que son, si no se sabía, los elementos naturales que todo texto repleto de gracia y opiniones acertadas debe tener para un escritor argentino.

A esta altura –no sé cuál pero sin dudas una bastante elevada- todos conocerán el texto de Verdú. En el mismo, el español efectúa un ¿Por qué no te callas? literario severo a toda la novelística latinoamericana y elabora una lista tajante -de diez mandamientos…- a través de la cual, afirma, supervivirá la novela. Todos los puntos son arbitrarios, anacrónicos –Verdú habla de fragmentación y supresión del narrador en tercera persona como si no hubiese existido la década del 20’- y, fatalmente, graciosos. De Santis ataca a Verdú con argumentos sólidos hasta que pisa la piedra. O el palito. Vaya uno a saber qué. Uno de los ítems más irrisorios que el discípulo del Rey esgrime en su nota, es que “la novela eminentemente nueva”, “cualquier obra literaria actual”, de “literatura excelente” –Verdú, sin sonrojarse, habla en estos términos borrosos- debe tener incorporada el sinnúmero de artefactos y soportes tecnológicos de la contemporaneidad –“publicidad, correo electrónico, chats, cine, You Tube, My Space o la blogosfera”- para no quedar reducida a la lectura de un cúmulo de individuos “vetustos, incomunicados o burdos”. De Santis destruye la teoría con elegancia: “En la época en que escribíamos cartas, a nadie se le ocurría que todas las novelas debían ser epistolares”. Pero líneas atrás, había resbalado en el estereotipo ya referido: “En cuanto a la necesidad de incorporar la tecnología a la literatura, esta no es una obsesión exclusiva de Verdú: son cosas que están en el aire. Verdú no habla solo: no sé si es la voz de los que no tienen voz, pero seguro es la voz de los que tienen blog. En los sesenta se decía algo parecido: la literatura estaba muerta”. Danger. Si la generalización es una de las formas del prejuicio, lamentablemente, De Santis, en esta nota en particular, es prejuicioso. Es probable que el autor de El enigma de París esté convencido de que el blogger, sí o sí, es ese desenfadado hacker que vende Telenoche para asustar padres o el escritor X, inédito y en los márgenes, que reseñan las revistas juveniles o los propios autores, ya publicados, que se dedican a cantar odas a la tecnología, menoscabando en los dichos la entelequia del LIBRO y augurando el fin de la literatura, no sin antes promocionar, claro está, su nuevo librito de cuentos transgresores o una novela hecha a base de mails. Allí reside la confusión de De Santis. Afirmar que, de seguro, los que tienen blog opinan las mismas “verdúras” que Verdú es comerse la zanahoria –ya que estamos, sigamos con los vegetales- de las publicaciones culturales que, con bombos y platillos, y nada interesante para decir, enarbolan la bandera del blog como gesto revolucionario llevado a cabo por seres que desdeñan de los libros y degluten, día a día, literatura para monitores en tanto leen periódicamente las interesantísimas aventuras de Lola Copacabana o Cielo Latini… Estas características son un arquetipo vendible para que las señoras que toman el té se alarmen o Cristina Mucci lo comente en su programa del sábado, sólo eso. Extraordinariamente, De Santis cae en la trampa. La verdad es que quien tiene un blog no pertenece a una secta de pensamiento lineal. No conozco bloggers dedicados a la literatura -o interesados por ella- que salgan corriendo ante la posibilidad de ser publicados o muestren un crucifijo ante un libro de papel y tapa dura. Tal vez se expresan en contra de las buenas historias en la literatura para pertenecer a un círculo snob, para se considerados cool, cancheros y, cuando no, transgresores. Pero del dicho al hecho hay un gran trecho.

Concretamente muchos escriben en blogs por el sólo hecho de escribir y no como estratagema para pertenecer a la línea de pensamiento tecnológico/cibernético/moderno que Verdú, neciamente, considera substancial para la novela latinoamericana. La experiencia de escribir en blogs se torna interesante cuando se olvidan los preceptos que hay alrededor del formato –el post debe ser corto, el post debe ser eficaz, el post debe provocar comentarios- y se desatiende, por fin, la idea de trascender el soporte para hacer alto Periodismo, elevada Literatura, solemne Poesía. Esto no invalida el hecho de que en los blogs pueda hallarse literatura, poesía o periodismo, por supuesto, pero advierto que para lograrlo se debe dejar de lado la preocupación por hacer algo más que un blog, algo más que un post. Creer, entonces, que todos los bloggers pertenecen a una casta de seres ultra-tecnológicos portadores de pancartas que rezan por la muerte de la literatura, se asemeja a pensar que Kiss mata pollitos, que Marilyn Manson es el amigo de Kevin, el de la serie Aquellos años maravillosos, que Walt Disney está congelado y, dentro de unos años, se pone al mando de su grandiosa empresa de Entretenimientos.