lunes, 17 de diciembre de 2007

Sobre Ensayos bonsai, el nuevo libro de Fabián Casas

“Me di cuenta que el que hace bien su trabajo es invisible. Que no tiene que salir a buscar a nadie porque el que lo necesita llega. En la cultura de la exposición, la invisibilidad es un don”- Rita y Bertoni, Fabián Casas

1-Sin proponérselo, en sus Ensayos Bonsai, Fabián Casas efectúa dos movimientos: actualización y legitimización. En el primer caso, se trata de mover nuevamente las coordenadas de un género tradicional en la literatura argentina: el ensayo. El segundo movimiento se relaciona con lo poco que han aportado las publicaciones de libros que tuvieron su origen en la red. Ensayos Bonsai es todo lo contrario. Incluso el lenguaje rápido, bravucón e impreciso de los blogs, aquí, brilla por su ausencia. Sí se advierte un tono claro para exponer y, como explica Elvio Gandolfo en su crítica para la revista Noticias, un tino espectacular a la hora de citar. Rasgo en Casas, este último, que puede evidenciarse desde la frase de Tita Merello que introduce la lectura de Tuca, allá por 1990 hasta un texto de este mismo libro, en el cual, luego de asistir al Personal Fest, recuerda las palabras que Rousseau le dijo a su novia desde París en La nueva Eloísa: “Todas las cosas de esta ciudad embriagan mis sentidos, pero ninguna logra tocar mi corazón”.
2-Otra buena noticia es el total desinterés de Casas por caer mal. A medida que uno lee el libro -277 páginas que se terminan demasiado pronto- se va encontrando con un sinfín de opiniones discutibles que nunca suenan a impostura. En un medio a menudo esnob y lapidario –el de los blogs y también el de la literatura argentina-, donde dar un paso en falso puede ser fatal, Casas no duda en mostrarse contrariado ante la personalidad de Saer, sacar a relucir su pasión por Serrat, en preferir a Leónidas en vez de a Osvaldo Lamborghini, en afirmar que el punk es un mierda o en comparar a Miranda con los Parchis. Todas opiniones alejadas de los estándares cool que gobiernan la crítica rock/literaria/cultural. Difícilmente Casas se deje llevar por la corriente. Desde esta perspectiva, donde la subjetividad está por delante de cualquier pretensión objetiva –Ensayos Bonsai es un libro emocional: hay que prestar atención a la cantidad de veces en que Casas confiesa llorar luego de ser hechizado por una obra de arte-, muchos de los comentarios nos pueden parecer, cuanto menos, arbitrarios. Dice Casas reseñando la obra maestra 2666: “Pero lo que en Los detectives… no despegaba del todo tal vez por cierto estereotipo de esas malas novelas de Cortázar…” ¿Se refiere a Libro de Manuel, que es, sin dudas, una novela menor?, ¿se refiere a Rayuela, que es, sin dudas, una novela un tanto añeja para estos tiempos pero difícil de calificar como mala?, ¿se refiere a Los premios, que es, sin dudas, una buena novela? En el ensayo sobre el escritor de culto Andrés Caicedo, Casas, inteligentemente, observa en el cuento “El Sur”, de Borges, una escena que marca un antes y un después en la literatura argentina: se trata del tramo en que los gauchos se burlan de Dahlmann tirándole migas de pan. Según el autor, la literatura argentina, durante muchos años, sólo ofreció la campana de Dahlmann. Para Casas -y aquí hallamos otra potencial discusión con el lector del libro- la literatura argentina comienza a ofrecer la campana de los gauchos pendencieros recién en los años 2000, con la aparición de Cosa de negros y La asesina de Lady Di, de Washington Cucurto y Alejandro López respectivamente… De esta forma, en los textos más logrados del libro, el lector experimenta un estado de pregunta. Pero no sólo el interrogante está posicionado sobre cuestiones algo nimias como el gusto por una u otra novela, uno u otro autor: sobrevuela en varios tramos de Ensayos Bonsai una suerte de filosofía –influenciada por Castaneda, las artes marciales, la película Rumble Fish y demás- inclinada a liberarse de todos los materiales accesorios del mundo moderno, aquellos “súperjuguetes” que duran sólo un verano.
3- Por suerte, Casas no escribe en Ñ, si no los titulares de varios de sus ensayos habrían sido los siguientes: Casas dice que los mejores artistas son de derecha, Casas dice que Spinetta es de derecha, Ahora parece que Casas dice que el punk apesta, Casas vio una entrevista a Cortázar y comprendió que Aira nos cagó, Casas dice que la crítica debería esperar 20 años antes de hacer crítica, etc.
4-Una característica que hace originales a estos ensayos es la gravitación que tienen ciertas frases cuando salen de la pluma de Casas. Como ya se mencionó anteriormente, a veces puede ser una cita y, en otras ocasiones, una ocurrencia genial, que queda sonando como un estribillo potente y, finalmente, logra hacer gravitar el resto del ensayo. Aquí van algunas: “Yo nunca había escuchado la “música” de Callejeros hasta hace poco tiempo. Me llamó la atención. Es como entrar a un lugar y ver a un montón de gente demolida porque en vez de tomar un buen whisky están tomando aguarrás”; “Con el tiempo, me tocó entrevistar al Lobo Carrascosa quien, al lado de Felipe Pigna, es Wittgenstein”; “…Hugo Chávez, el actor cómico que gobierna Venezuela….”. Por otro lado, todos juntos, los Ensayos Bonsái muestran el costado más cómico de Casas, capaz de confundir a Benjy, el retrasado mental de El sonido y la Furia, con Messi, el astro del fútbol argentino, no muy proclive al pensamiento abstracto.
5- Los ensayos ahora publicados, fueron, tal vez, algunos de los textos que más polémicas y discusiones han levantado en el ¿campo intelectual?, la ¿tribuna digital?, el ¿espacio literario? de los últimos tiempos. Los considero fundamentales para comprender varias cuestiones referentes a la cultura y los adosaría a las notas que vienen escribiendo, también en los últimos años, otros tres escritores/críticos/autores: Gonzalo Garcés, Juan José Becerra y Quintín. Tal vez lo único que los cuatro tienen en común es que, al exponer sus ideas, recuerdan el prólogo de Los lanzallamas: algunos de sus dichos provocan la violencia de un cross a la mandíbula y ¡que los eunucos bufen! Creo que para abrirle la cabeza a un argentino contemporáneo habría que crear un libro que intercale ensayos de Casas, Garcés, Quintín y Becerra. Como Ramarzo o Boyuela, la novela mixta que nunca se animaron a juntar Cortázar y Mújica Láinez. Quintín, crítico de cine que desde hace un tiempo, en el blog La lectora provisoria, escribe sobre literatura, en vez de criticar libros, los disecciona. Becerra, en su columna mensual de la revista Inrockuptibles, aborda escenas de la vida mediática/cultural con una mirada irónica y muy lúcida. Garcés escribe en Ñ y otros portales digitales, con una pluma audaz, que tampoco teme caer en sacrilegios del tipo: el cuento es inofensivo como boxear con la sombra o Fogwill hace hablar a todos los personajes de Vivir afuera como si fueran el mismo. Con estilos y pensamientos, en algunos casos, diametralmente opuestos, los cuatro provocan tensión, incitan al debate. Y eso, cuando no se usa para levantar polvoreda y hacerse el enfant terrible, el loquito que hace y dice lo que quiere, siempre es bueno.
6- Ensayos Bonsai, a pesar de que su autor advierta sobre escritos al tuntún, contiene algunos de las mejores momentos de la prosa del creador del boedismo zen. Permanencia bajo el arce, donde elabora una semblanza de un libro de Jorge Aulicino, es de una calidad extraordinaria, incluso conmovedor. La reacción, con su precisa iconografía setentosa, podría ser un cuento de Los lemmings. Otro punto alto se da en Bertoni y Rita, donde elabora un manifiesto a favor de la invisibilidad y construye su kata literario –Borges, Arlt, Walsh, Grombowicz- para finalizar con un párrafo en verdad entrañable. El emblemático texto sobre Cortázar y Aira –emblemático porque expresa con gran lucidez lo que durante años tuvieron atragantado unos cuantos- también puede ser entendido como un relato breve. Como sucede en algunos libros de Bolaño –Entre paréntesis y El guacho insufrible, no así El secreto del mal, que fue recopilado por su editor post mortem-, donde el chileno mixturó cuentos y conferencias sobre literatura, Ensayos Bonsai, por momentos, parece seguir la saludable costumbre de borrar los límites de los géneros. Hace poco, Casas me dijo en una entrevista que no era un lector de géneros, que no creía en ese tipo de límites. Ensayos Bonsai es un buen ejemplo. Los textos del libro poseen agudas reflexiones, propias del ensayo, evocaciones y hechos dramáticos, que bien podrían ser parte de un cuento como así también huellas y algunos personajes que se repiten, por lo que podríamos estar hablando de eslabones perdidos de una gran novela futura.
7- Ensayos Bonsai también puede ser considerado un catálogo de autores salvajes, aquellos que por vida y obra configuraron una suerte de mito, de experiencia vital que merece ser contada: Bolaño, Andrés Caicedo, Zelarayán, Eliot, Leónidas Lamborghini, Faulkner, Saer, Joyce, Dylan, el Indio Solari, Spinetta, García. Todos tipos audaces, todos, como diría Casas, “trastornados” que nos ayudan a pensar el mundo y, a veces, nos guían en las horas oscuras.
8- Una última consideración y los dejo seguir con sus vidas: hace un tiempo, Alan Pauls escribió un ensayo muy comentado acerca de Los lemmings y otros cuentos. Allí se refería a la escritura de Casas como paradigma de la cultura chabona. Creo que es pertinente observar que esta crítica –que, por otra parte, enojó más a los seguidores fundamentalistas de Casas que al propio escritor-, pasado un tiempo, parece más que risible (de esto ya había escrito Maximiliano Tomas en Perfil). Lo más probable es que Pauls –un gran escritor, por algo Bolaño lo llamaba El fabuloso Señor Pauls- desconozca qué es exactamente la cultura chabona, qué es un chabón, que serie de códigos, señas y obsesiones distinguen a un chabón. En caso contrario, tendríamos que hablar de un fallido premeditado. Los que crecimos en barrios en los años 90’ sabemos que el término “chabón” distingue a una clase de individuos que, lamentablemente, por razones socio-económicas, han quedado afuera de ese espacio ambiguo llamado sistema, condenados a sentarse en la esquina y mirar qué pasa en el barrio. Un buen ejemplo de chabón –cruel, pero ejemplo al fin- es José Luis Perales, ese fan de Los Redondos que sagazmente ideó Gustavo Sala, quien, como respuesta al ruido y la furia del mundo, lo único que dice es: “Aguante los Redondos”. La escritura de Casas –la de sus cuentos, poemas y ensayos- es exactamente opuesta a esa estética de la vida…estática. Los amigos de “El bosque pulenta” están hablando en la vereda, es cierto, pero de Led Zeppelin. Abrevando en muchas fuentes –rock, películas, anécdotas personales, poemas memorables, declaraciones de David Duchovny, fútbol-, Casas incita a leer –difícil no leer a Gambarotta, por ejemplo, luego de verlo citado infinidad de veces-, pensar, alejarse de los lugares comunes, practicar la bondad en un mundo que premia a los más crueles. En suma: distinguir lo esencial del ruido y la furia de ese mundo que paraliza al chabón. Sayonara.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Martín: muy justo lo que decís sobre Casas, en especial los puntos sobre las íes sobre lo que es un chabón. ¡Menos mal que había un chabón inteligente para decirlo!
Otrosí: ¿viste la polémica Garcés/Alejandro Rubio en "La lectora provisoria"?

Anónimo dijo...

Yo lo vi. No me gustaba Garcés porque se mete con el Grandeisimo Cronopio, pero es justo dar a cada uno lo que merece y la verdad es que la inteligencia de Garcés me voló la cabeza, voy a estar atenta a lo que vaya publicando, también me gustaron algunas apreciaciones de A.Rubio.

Anónimo dijo...

En una parte pusiste el Sonido y la furia y en otro el rudo y la furia. ¿lo leíste con distintas traducciones??? ?

Anónimo dijo...

Alarma

Durante la noche
suena la alarma de una fábrica
cercana a mi casa.
Mientras fumo,
me pregunto si será un error,
un robo
o algo exclusivo.

Esto es antichabonismo, loco.

Anónimo dijo...

El otro día Josefina Ludmer decía que Casas estaba cambiando la literatura argentina. Tiene razón.

Martín Zariello dijo...

Avalancha de anónimos? Gracias por comentar. Leí la disputa entre rubio y garcés, creo que ganó el segundo. En este caso, el verbo "ganó" creo que queda bien porque estaban jugando a ver quién de los dos era más grosso. Nunca pude terminar El ruido y la furia.

Saludos Anónimos, talita y leonardo.

Anónimo dijo...

Hace mucho que no paso, me quede con la critica del PORCO REX esta muy bien, pienso muy parecido sobre el disco, pero soy de esos que nostalgicos, siguen apareciendo en las sombras para ver en el estadio unico de la plata como se paraba el Indio delante de una banda, Skay merece mis respetos, tambien lo hago con el y con el flaco Spinetta y con tantos otros, Me converti en un nostalgico, en un viejo, en aquello que me llamaba la atencion cuando era pendejo.

Abrazo, seguire leyendo.

ADO dijo...

"El sonido y la furia" es un libro muy difícil. "Mientras agonizo" es un poco más pasable, pero de repente se estanca.

Buen post.

Saludos

Anónimo dijo...

Hoy descubrí tu blog, está muy bueno.

Casas es un gran poeta, Garcés un buen articulista que como novelista para mí todavía no despegó, pero todos hablan mal o le pegan a los grandes para tratar de hacerse lugar, eso cansa, prefiero los que se hacen lugar con las obras.

También soy de Mar del Plata, te invito a pasar por mi blog:
http://tancarloscomoyo.blogia.com

Carlos

Saludos

Anónimo dijo...

Hoy le hicieron una nota hermosa a casas es pa`gina bolche !lo amo!

Martín Zariello dijo...

Wallaz: creo que si hubiese visto a The Redondos en vivo, pensaría lo mismo que vos.
Antonio: estoy leyendo El sonido y la furia desde que tengo uso de razón, dame un tiempo. Que es díficil, seguro.
Carlos: opino parecido a vos: leí El futuro de Garcés, creo que le falta quilombo a su escritura (no recuerdo quién había dicho que a Borges le faltaba quilombo). Es una opinión personal, claro. En cuanto a sus artículos sobre literatura, se nota que es un lector inteligente, original.

Saludos!

Anónimo dijo...

MARTÌN, SOY VIRGINIA DOMÌNGUEZ, LEI LECHE CON CHOCOLATE Y ME ENCANTO...... TENGO 14 AÑOS Y SOY DE VIDAL... BESOS...