Desde hace un tiempo –tiempo que no vamos a tomarnos el trabajo de precisar- en distintos medios –medios que no vamos a tomarnos el trabajo de precisar-…Esperen, empecemos de nuevo: de un tiempo a esta parte informan sonoramente que el cuento sufre una crisis. Ya se hace harto imposible caminar por la calle sin cruzarse con un vecino que nos toma de los hombros y grita, en tanto se lleva un revólver a la sien: “El cuento no tiene aceptación en el Mercado, el cuento se extingue, el cuento ya no existe”. La respuesta pertinente al vecino suicida no es otra que la siguiente: “¿Y por qué y desde cuándo nos deben interesar a los lectores las tendencias del Mercado? ¿A quién le ganó esa entelequia imprecisa que una y otra vez se las arregla para convertir en best seller el último libro de Paulo Coelho? Más que aplaudir a la novela porque vende, deberíamos hacer lo propio con el cuento, que, una y otra vez, logra no ser avistado por ese monstruo llamado Mercado, siempre ávido de rostros mediáticos y novelas que son un canto a la vida”. A continuación, el vecino exaltado arroja el revólver a la calle, vuelve a su casa cabizbajo y abre su ejemplar de Rock Springs.
Sólo si fuera correcto y satisfactorio vivir en una sociedad de autómatas regida por las tendencias del Mercado podríamos tomarnos en serio o preocuparnos por la crisis del cuento. De todos modos, nos llegan malas noticias: la sociedad, en su mayoría, justamente, se rige, no por gusto individual sino por las tendencias del Santísimo Mercado. Por eso los adolescentes siempre tienen el mismo corte de pelo. Por eso la izquierda ya no existe. Por eso el tema del verano es el más horrendo de todos: Beautiful Girls, de Sean Kingston. Por eso los solistas masculinos imitan la voz de Andrés Calamaro. Por eso se dice que el Cholo Simeone es un gran técnico. Por eso ustedes y yo tenemos blog: porque está de moda, vende, llama la atención, dicen que gusta, parece que cala hondo. Pero que sea así, claro está, no significa que estemos en lo correcto.
La idea de Mercado –a propósito: vendría bien que alguien la defina- no debiera interponerse entre el lector y el objetivo de este último. Incluso tal palabra no tendría que ser tomada en cuenta por nadie a no ser entre los dueños de Editoriales o los que creen fervientemente que escribiendo se puede ganar algo. ¿Se imaginan a un escritor, uno de verdad, un obrero de la literatura, preguntándose si es pertinente escribirse una historia de 10 páginas o una de 520 porque la segunda vende más?...¿Qué?, ¿se lo imaginan? Qué manga de desconfiados, por dios. Mejor cambiemos de tema.
Es claro que un compendio de escritores y lectores terminan conformando el total del Mercado, pero ¿qué tiene que hacer el ranking de ventas en la mente de un lector? Absolutamente nada. Sin embargo hace: los debates literarios de los últimos años giran en torno a novelas –El Pasado, El derrumbe, Plata quemada, alguna de Aira, alguna de Fogwill-, nunca alrededor de un volumen de cuentos. Se ha creado entonces una concepción errónea por la cual la novela, indistintamente de quien la escriba, es más arriesgada que un cuento. Así lo afirmó Gonzalo Garcés en una reciente columna de Ñ y, creo, lo entienden varios: el cuento es inofensivo, no provoca ningún tipo de inestabilidad, se arrodilla llorando ante la novela y se apichona frente a los grandes temas. Lejos de colocarme en el lugar del lector gritón de Ñ que, ingenuamente, sale a responder con uñas y dientes cuanta polémica declaración se publique allí (pero muy cerca) podemos decir que Garcés, sin dudas, tiene razón en tanto sólo haya leído los cuentos de Eduardo de la Puente y haya pasado por alto El milagro secreto o Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, Últimos atardeceres en la tierra o Sensini, de Roberto Bolaño, Cavar un foso o En memoria de Paulina, de Adolfo Bioy Casares, Los ritos o Also Sprach el Señor Nuñez, de Abelardo Castillo, Las puertas del cielo o Autopista del Sur, de Julio Cortázar, Los cachorros y Los jefes de Mario Vargas Llosa y así podríamos seguir hasta que los eunucos bufen… Seguramente la novela –cuando es una gran novela- es la más enorme caja de resonancias de la literatura y la poesía –cuando es poesía- provoca una estimulación difícil de lograr para un cuento pero en los casos en que este último es punzante, como sucede en los ejemplos mencionados, cuando el cuento puede calibrar a la perfección imágenes poéticas y malabares novelísticos, para decirlo en el lenguaje del barrio, no hay dudas: se la re banca. Pensar que lo extenso o lo escrito en verso es, de por sí, mejor que algo breve se asemeja al más vetusto de los conservadurismos…Lo digo y no me corro: lejos del trabajo de ingeniería que denota el novelista o la imagen reconcentrada del poeta (y más en épocas de supuestas crisis), la figura del cuentista, como lo ilustra el relato Sensini, tiene cierta rusticidad épica que la asemeja a un artesano, un orfebre eternamente perdido entre la majestuosidad y el refinamiento de sus hermanos genéricos. Además, siempre es bueno estar a favor de las causas perdidas: la izquierda, los cortes de pelo anacrónicos, la línea de 4, las bandas que no suenan como Calamaro, las canciones sin estribillos, los cuentos…
Por último, puede parecerles muy incorrecto de mi parte pero quiero contarles un secreto: para mí que la crisis del cuento, las tendencias del Mercado, la muerte de la literatura a mano de los blogs y la oposición entre escritores ineficaces y eficaces son un conglomerado de inventos para titular inscripciones rimbombantes en los suplementos culturales y agitar el avispero de los blogs. Es decir, comida para la gilada –gilada magnánima a la que pertenezco, claro-. Desde otro punto de vista, si la crisis del cuento fuese verdadera y preocupante, no hay que olvidar lo que le dice Lisa a Homero cuando este último es echado del bar de Moe y se halla en una profunda crisis: en chino, Crisis significa Oportunidad. Acto seguido, Homero se levanta del sillón y grita: ¡Claro, oportuncrisis!
PD: Sí, el post fue escrito con el objetivo nato de manifestar mi disconformidad hacia Simeone (¡Andate, técnico yuppie!), mi repudio al tema de Sean Kingston y el recuerdo de los Simpsons. Muchas gracias.
Sólo si fuera correcto y satisfactorio vivir en una sociedad de autómatas regida por las tendencias del Mercado podríamos tomarnos en serio o preocuparnos por la crisis del cuento. De todos modos, nos llegan malas noticias: la sociedad, en su mayoría, justamente, se rige, no por gusto individual sino por las tendencias del Santísimo Mercado. Por eso los adolescentes siempre tienen el mismo corte de pelo. Por eso la izquierda ya no existe. Por eso el tema del verano es el más horrendo de todos: Beautiful Girls, de Sean Kingston. Por eso los solistas masculinos imitan la voz de Andrés Calamaro. Por eso se dice que el Cholo Simeone es un gran técnico. Por eso ustedes y yo tenemos blog: porque está de moda, vende, llama la atención, dicen que gusta, parece que cala hondo. Pero que sea así, claro está, no significa que estemos en lo correcto.
La idea de Mercado –a propósito: vendría bien que alguien la defina- no debiera interponerse entre el lector y el objetivo de este último. Incluso tal palabra no tendría que ser tomada en cuenta por nadie a no ser entre los dueños de Editoriales o los que creen fervientemente que escribiendo se puede ganar algo. ¿Se imaginan a un escritor, uno de verdad, un obrero de la literatura, preguntándose si es pertinente escribirse una historia de 10 páginas o una de 520 porque la segunda vende más?...¿Qué?, ¿se lo imaginan? Qué manga de desconfiados, por dios. Mejor cambiemos de tema.
Es claro que un compendio de escritores y lectores terminan conformando el total del Mercado, pero ¿qué tiene que hacer el ranking de ventas en la mente de un lector? Absolutamente nada. Sin embargo hace: los debates literarios de los últimos años giran en torno a novelas –El Pasado, El derrumbe, Plata quemada, alguna de Aira, alguna de Fogwill-, nunca alrededor de un volumen de cuentos. Se ha creado entonces una concepción errónea por la cual la novela, indistintamente de quien la escriba, es más arriesgada que un cuento. Así lo afirmó Gonzalo Garcés en una reciente columna de Ñ y, creo, lo entienden varios: el cuento es inofensivo, no provoca ningún tipo de inestabilidad, se arrodilla llorando ante la novela y se apichona frente a los grandes temas. Lejos de colocarme en el lugar del lector gritón de Ñ que, ingenuamente, sale a responder con uñas y dientes cuanta polémica declaración se publique allí (pero muy cerca) podemos decir que Garcés, sin dudas, tiene razón en tanto sólo haya leído los cuentos de Eduardo de la Puente y haya pasado por alto El milagro secreto o Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, Últimos atardeceres en la tierra o Sensini, de Roberto Bolaño, Cavar un foso o En memoria de Paulina, de Adolfo Bioy Casares, Los ritos o Also Sprach el Señor Nuñez, de Abelardo Castillo, Las puertas del cielo o Autopista del Sur, de Julio Cortázar, Los cachorros y Los jefes de Mario Vargas Llosa y así podríamos seguir hasta que los eunucos bufen… Seguramente la novela –cuando es una gran novela- es la más enorme caja de resonancias de la literatura y la poesía –cuando es poesía- provoca una estimulación difícil de lograr para un cuento pero en los casos en que este último es punzante, como sucede en los ejemplos mencionados, cuando el cuento puede calibrar a la perfección imágenes poéticas y malabares novelísticos, para decirlo en el lenguaje del barrio, no hay dudas: se la re banca. Pensar que lo extenso o lo escrito en verso es, de por sí, mejor que algo breve se asemeja al más vetusto de los conservadurismos…Lo digo y no me corro: lejos del trabajo de ingeniería que denota el novelista o la imagen reconcentrada del poeta (y más en épocas de supuestas crisis), la figura del cuentista, como lo ilustra el relato Sensini, tiene cierta rusticidad épica que la asemeja a un artesano, un orfebre eternamente perdido entre la majestuosidad y el refinamiento de sus hermanos genéricos. Además, siempre es bueno estar a favor de las causas perdidas: la izquierda, los cortes de pelo anacrónicos, la línea de 4, las bandas que no suenan como Calamaro, las canciones sin estribillos, los cuentos…
Por último, puede parecerles muy incorrecto de mi parte pero quiero contarles un secreto: para mí que la crisis del cuento, las tendencias del Mercado, la muerte de la literatura a mano de los blogs y la oposición entre escritores ineficaces y eficaces son un conglomerado de inventos para titular inscripciones rimbombantes en los suplementos culturales y agitar el avispero de los blogs. Es decir, comida para la gilada –gilada magnánima a la que pertenezco, claro-. Desde otro punto de vista, si la crisis del cuento fuese verdadera y preocupante, no hay que olvidar lo que le dice Lisa a Homero cuando este último es echado del bar de Moe y se halla en una profunda crisis: en chino, Crisis significa Oportunidad. Acto seguido, Homero se levanta del sillón y grita: ¡Claro, oportuncrisis!
PD: Sí, el post fue escrito con el objetivo nato de manifestar mi disconformidad hacia Simeone (¡Andate, técnico yuppie!), mi repudio al tema de Sean Kingston y el recuerdo de los Simpsons. Muchas gracias.
8 comentarios:
Un cuento es como fabricar una pequeña joya. Un objeto raro. No sé. Yo prefiero un libro de cuentos a una novela. Me parece que la mejor novela es menos que un cuento perfecto. La novela es imprecisa. El entenado de Saer me parece una gran novela, pero si me preguntaran que me gustaría escibir a mí diría: "Las babas del diablo".
Saludos!
pd: Hace años que quiero escribir un cuento y nunca lo termino o no me sale. Ez impozible, como diría mi amigo Juan Carlos Pelotudo.
Una novela está llena de ripios según Borges, por eso es que nunca escribió alguna, a pesar de que Mauricio Macri afirma haber leído una del autor. El hecho de que el cuento no venda, o esté en crisis no me parece que sea un tema actual, yo pregunto, ¿cuándo el cuento vendió como vende una novela o un pintoresco libro de autoayuda? La cuestión creo pasa por este lado: la poesía resiste, porque puede trasmitirse por otro medio, el oral; de ahí a que haya en Buenos Aires, Rosario y etc, miles de festivales de poesía, lugares donde se recita. Estos centros funcionan como tribus o acaso sectas suburbanas; aun así, la poesía desde el siglo veinte camina en paralelo, al margen de las cuestiones del mercado. El cuento, por su formato, su particular extensión, no sé si está "apto" -por decirlo de alguna forma- para atrincherarse en estos bares donde se recita, se trasmite oralmente. He visto muchísimos sitios en internet sobre cuentos. No sé si más que poesía, no creo. Un buen ejemplo es este, a veces descollando con cuentos fabulosos -no es ningún guiño-.
El cuento, si mal no recuerdo, nació en Las mil y una noches, camuflado formalmente en una gigantesca novela. Cuentistas clásicos los hay, cuentistas netos digo, como Mansfield, Carver, Chejov, etc. que son leídos permamente aunque no estén en los top 5, junto a Maridos o alguna novela de Sándor Marai.
Yendo a la esencia de lo que escribiste, que es muy cierto: ni la poesía ni el cuento se preocupan por el mercado. Ni los que escriben poemas y cuentos se preocupan por el mercado; o mejor dicho, esto no es tan general: cierta gente escribe en función del mercado. Que para Garcés el medio sea el cuento y que involucre a todos los cuentistas, me parece, como diría un españolcito amigo, una perfecta gilipollez.
Me puse denso. Voy a llorar. Perdona Zariello.
Aprovecho esta entrada para expresar mi disconformidad hacia el DT mencionado y la exclusión de Carver de los tops tens los más vendidos. Pero como casi siempre, no hay una fugazza sin una de mozzarella: por eso me animo a expresar mi absoluta conformidad para con esta crisis del cuento y el blog de MZ.
Nota (mental): (Muy al margen [izquierdo, de ser posible]) En Trainspotting, en una escena en la que el protagonista y su chica están en la cama, ella le dice: "No te estás haciendo joven. El mundo cambia, la música cambia. Hasta las drogas cambian. No te puedes pasar todo el día soñando con la heroína y Ziggy Pop."
El gusto masivo debe despertar inmediata suspicacia, más aún en la literatura, si son tan pocos los que realmente comprenden lo que leen. He conocido gente que ha llevado dos años seguidos el mismo libro para leer durante vacaciones, y claro está, se trataba de un bullado best seller, de esos libritos que uno no logra definir como micronovela o megacuento y cuya única funcionalidad es satisfacer la demanda del mercado, historias fáciles de digerir, que no dejen marca alguna en el lector más que la inexplicable satisfacción de haber leido algo.
En fin, confiemos en que sólo se trata de un ciclo, un ejercicio de dialéctica hegeliana, y que en un futuro el cuento recobrará su esplendor.
No creo que haya que diferenciar tanto los géneros literarios.Cada vez se tocan más los extremos y,creo, que a la literatura hay que acercarse con el espíritu abierto y receptivo de un niño. Hay cuentos (largos) que son novelas (cortas) y viceversa. Hay poemas tan extensos y densos como los cuentos, como las novelas.
También hay casos muy claros, lo reconozco.
Añado algún cuento más: Polvo eres de Bonilla, y la antología Cuentos únicos, de Marías.
Saludos
Puto el que lee!
Los Lemmings -para mí el gran libro d elos ultimo años- ¿no es de cuentos?
Norita, No me llamo José, Derian, Desarmandonos, Diego, Gran Arcada, Manuela: gracias por leer, interesantes e imprescindibles comentarios, mucho más interesantes que mi post. Les mando un saludo, destierro al técnico yuppie!
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