sábado, 29 de marzo de 2008

SIN LUGAR PARA LOS DÉBILES

¿Cómo sobrevivir en un mundo en el cual la única forma de comunicación es la muerte? Ésa es la inquietante pregunta que hacen los hermanos Coen en su multipremiada película Sin lugar para los débiles. La respuesta, como advirtió hace muchos años el trovador norteamericano, está soplando (o flotando, según la traducción) en el viento.

El film está basado en una novela (que no leí) de Cormac McCarthy: No es país para viejos. Aunque suene decididamente mal, yo haría un híbrido entre los dos títulos y la llamaría “No es mundo para débiles”. Como el mundo, Sin lugar para los débiles está repleta de cadáveres. A los pocos minutos de comenzar ya vimos una decena de muertos y moribundos, entre los que se pueden contar antílopes, perros y seres humanos. El paisaje, una extraordinaria antología de la desolación urbano-rural (autopistas desiertas, calles oscuras, callejones, carreteras grises, pasillos y escaleras de hoteles vacíos), remite al imaginario poético de las novelas de James Ballard, donde la majestuosidad arquitectónica contemporánea produce un estado de alienación y soledad en el lector.

La actuación de Javier Bardem, de la que tanto se ha hablado, es efectivamente sublime. Mezcla la parquedad sarcástica de Gianfranco Pagliario en Soñar, Soñar con el exterminio indiferente que destila Arnold Schwarzenegger en Terminator. De verdad, es de otro mundo. O, más bien, del nuestro. En algunas escenas, su mirada y sus facciones se vuelven tan peligrosas como su rifle neumático. Es necesario pensar que ese rostro no existe, que se trata de una máscara. Sin apelar a cuestiones irreales o grandilocuentes (los diálogos son tan secos y ambiguos como lo permite el paisaje), los Coen, como Kafka, hacen que la inescrutable condición humana (Sin lugar para los débiles es, ante todo, una película sobre lo inescrutable) nos atemorice en modo profundo.

La historia, como toda buena historia, es sencilla y fácil de ser contada: en Texas, un cazador, interpretado por Josh Brolin, encuentra entre una maraña de muertos, una valija con muchísimo dinero. Acto seguido, un asesino inconmovible (Bardem) comienza a perseguirlo por las Rutas para hacerse con el dinero. El caso cae en manos del sheriff de la zona (Tommy Lee Jones) que se encuentra en los últimos días de su itinerario policial estupefacto ante el sinsentido de la violencia.

La película tiene muchos aciertos. Uno es que ninguno de los tres personajes principales se ve cara a cara (a lo sumo toman la misma leche o se tirotean de lejos o hallan la sangre que fueron dejando a su paso). Otro es el ya mencionado tratamiento del paisaje. El más importante es la construcción que se hace de la figura del asesino: Anton Chigurh. A diferencia de otros villanos cercanos al estereotipo, el chiflado de Anton parece matar con un sentido ético, como una postura ante la vida. La muerte es su religión, su filosofía de vida. Por eso muchos vieron por allí la clásica encarnación del mal. Anton no siente que está matando por motus propio: observa en sus víctimas la culpa de sus asesinatos, ellos fueron los que se interpusieron en su camino, como cuando las monedas recorren distintas manos hasta llegar a nuestros bolsillos. Este pensamiento, ciertamente cínico (ya que asimila al ser humano a la condición de un objeto desechable e intercambiable), produce un efecto desestabilizador: todo lo que usualmente rodea a la vida excede a Chigurh. De ahí su eminente halo perturbador. No hay redención ni materialismo que lo trastorne: ni siquiera el dinero que busca parece importarle demasiado. Su mirada lo delata, está más allá.

Al promediar la película, nos enteramos (a través de la fecha de una moneda) que la historia está ambientada en 1980. Este dato no es inocente, de alguna manera nos está diciendo que el presente y el futuro, continuamente, están rebotando en el pasado. Las peripecias de Sin lugar para los débiles podrían suceder en 1852 o en el 2030. Pueden hacer creer en un western de antaño o en una visión apocalíptica del porvenir. Aunque son posibles, ninguna de las dos hipótesis es la correcta: la película, a pesar de su tiempo cronológico, reflexiona sobre el mundo actual, es atemporal, ajena a los accidentes de la época de su contexto. Habla de ayer, de hoy y de mañana. No hay buenos ni malos. El final, como sucede en todas las grandes historias desde el Siglo XX, un tiempo en que la linealidad decimonónica (principio, nudo, desenlace) estalló en mil pedazos por consecuencia directa de las limitaciones de la razón, es abierto y bellamente poético. Y eso es todo lo que tenía para decir.

8 comentarios:

Hernán Galli dijo...

En algún momento pensé que la actuación de Bardem había eclipsado la película. No fue así, pero no me terminó de gustar este film de los hermanos macana. En cuanto a la pregunta sobre la muerte, recuerdo a José Pablo Feinman contando que un sicario de los años densos le había dicho: "Es increíble el apego que tiene la gente por la vida". Escalofriante. En cuanto a lo del amoneda, me pasó lo mismo, y me hizo recordar al final de El Aprendiz,(Apt Pupil) la peli de Bryan Singer, cuando al final un aro de básquet se funde con el rostro del viejo nazi. Una metáfora sobre la circularidad nietzcheana del eterno retorno. Freud hablaba de neurosis colectiva. Todo parece repetirse.
Saludos desde los comandos.

derian dijo...

Digamos que tiene sus virtudes, pero hasta ahí. Ciertamente, ya como un gran lugar común, señalo la gran actuación de Bardem, que vos lo caracterizás bien como parco-sarcástico y exterminador; yo agregaría otra característica: el personaje es patético de pies a cabeza, desde su pelo, hasta los gestos y miradas y diálogos. Lo que no me gustó: el personaje que hace Tommy Lee Jones, creo yo, está tratado bastante a la ligera. No tiene profundidad; a veces, silencioso hasta el cinismo, y otras verborrágico, como cuando dice esa frase maravillosa sobre dios, que ahora no recuerdo muy bien, y que en alguna parte conectaba con el título. Para mí, ese "for old man" refiere exactamente a Tommy Lee. Precisamente el mundo le es hostil. Y aclaro que tampoco leí la novela, pero supongo hipotéticamente que el título de la novela también refiere al personaje de Tommy. Por eso es que el título para américa latina me pareció una cagada (en España se llama No es país para viejos, eventualmente). Sin lúgar para los débiles me remonta a lugares ya transitados, a persecusiones, al mismo Shuaseneguer y por qué no a esas películitas jolibudeanas que parecen una tragedia griega pero que al final, para que el pochoclo no nos quede atragantado, nos lanzan un final feliz que da arcadas.
En definitiva, el título no define la esencia de la película.
El trabajo de fotografía es impecable; Bardem también.
Podría haber sido mejor.

Fix Perez Bracamonte dijo...

Una de las claves de la peli de los Coen, y supongo que también del libro (que no leí), es que el personaje más importante es el propio escenario: a esa tierra dura, que ciertamente no es para viejos (“oldtimers”, como creo recorada que dice el sheriff), no le importamos los seres humanos. La gente vive o muere pero el escenario sigue igual; el mismo paisaje de postal que vemos en los primeros planos es aquel en el cual hay tirados cuerpos de personas y animales sin que por ello algo cambie. El sol sigue saliendo.
Y Chigurh también podría ser visto como una fuerza natural: el azar. El se mueve como las monedas que vos nombrás, pasa de una mano a otra sin ningún sentido; tanto le da ir para un lado como para otro. Cuando se enfrenta con la esposa de Moss se lo dice explícitamente: yo llegué de la misma forma que la moneda.
El choque cerca del final (que muchos espectadores incautos podrían criticar como una escena totalmente gratuita) es en realidad uno de los momentos en los cuales el sinsentido de algunos acontecimientos se muestra de la forma más explícita. Le podría haber tocado al chico de la bici que venía atrás, pero hoy le tocó a la máquina de matar, que a su vez lo enfrenta exactamente igual que como ha hecho con todo hasta ahora: sale del auto, se acomoda, y se va caminando.

La niña santa dijo...

A mí me pareció una película increíble, sinceramente se la recomiendo a todas las niñas santas que se embolan con las películas "de acción" y les impresiona la sangre. Es sensacional pero no de sensacionalismo, sino de convocar a los sentidos, al dolor de la carne, a los trueques de la moral, a la curiosa ética de los extremos.
A mí particularmente lo que me gustó (más allá de Bardem que ya en la escena 1 cuando ahorca al policía que lo apresó nos damos cuenta que su actuación es brillante) son las persecuciones, porque hace que la peli avance pero entrecortadamente, y tb me pareció de destacar el papel importante que se le da a los ardides de cada personaje, a la astucia, el olfato, la capacidad de leer huellas. Esa intuición propia del ser humano que cuando está bien tratada, siempre es un punto a favor.
Saludos! Abajo la política, volvamos al cine, a la frivolidad, a la preocupación estética, a la complejidad del 7º arte!!!!

La Momia dijo...

Uff me pareció tediosa, larga, con muchas aspiraciones y mala.
Obviamente creo que Bardem está muy bien, pero eso no es noticia. Lo está hace muuuuucho tiempo.
Al que no la vio le recomiendo "Carne trémula", peliculón.

Koi Cciatranne dijo...

Joer, luego de esta peli sufri un ligero ataque de JavierBardemismo, y me tuve que comprar todas las otras en que salía este hombre y todavía no habia visto.

Sobre la película en sí, me pareció buena, interesante, aunque no tan grandiosa como la pintaban, en tal caso, lo mejor de todo fue Bardem, ésa fuerza thanática de la naturaleza.

Anónimo dijo...

El sheriff ya no comprende los tiempos, le parecen de una violencia demente, pero ahí entran a tallar dos partes, me parece: el recuerdo de la muerte de 1909, del pariente asesinado en el orche de la casa por los tipos que hablan en indio, y el sueño del sheriff donde ve que su padre lo está esperando adonde ya está por llegar. Más que de una superviolencia actual contrapuesta a tiempos idílicos, lo que hace la película es apuntar precisamente lo contrario: el mundo no sólo no es para los débiles, nunca lo fue.

Eduardo Varas C dijo...

Martín, a muchos mató el hecho de que la película "terminaba" antes y no sé porqué para mí está ahí el acierto del filme. Chigurh es quien crea la historia de "violencia" y genera la transformación de todos los involucrados, más allá de su comprensión. Una vez que todo se "resuelve" hay algo más, y en ese algo más está la belleza perturbable de la película de los Coen. El objetivo se debe cumplir y no es posible la redención o el fin de algo en medio de ese requerimiento, alejado de la razón. Por lo que más allá del título, los últimos minutos de Tommy Lee Jones ofrecen esa certeza, la síntesis, el eslabón.

Un abrazo