“El autor no está obligado a ceñirse a los hechos, pues la gente se cree cualquier cosa”- Bob Dylan
En el año 1975, Bob Dylan se separó de Sara Lowndes, su esposa, y grabó Blood on the Tracks, uno de los discos más sublimes en la historia del rock. Ya en la unánime noche de la contracultura, a mediados de los 60’, había revolucionado la cosmovisión del mundo folk al adosar a sus melodías acústicas una vibrante guitarra eléctrica: Dylan, como tantos otros esclarecidos que modificaron el rumbo del arte, supo que una buena forma de aportar algo novedoso es combinar dos tendencias relativamente alejadas. Lo que sucedió luego de “Like a Rolling Stone” y el grito de “¡Judas!” fue el más magnifico desorden de los sentidos. Y hasta se podría asegurar (como manifestara Woody Allen sobre “I want to hold your hand”) que luego de aquello, todo se volvió difuso. Los estertores agónicos de esta estampida, 40 años después, son más “revolucionarios” que cualquier mentada Revolución: lograron cambiar las estructuras mentales de toda una sociedad sin matar a nadie. Si en una hipotética “Guía Rock para la vida”, Lennon nos enseñó a rechazar a los ídolos -en “God”, llega a mascullar un furibundo “No creo en Zimmerman (nombre real del trovador)”- y construir nuestro propio camino, Dylan demostró que el itinerario de un artista (o un individuo) debe dejar de lado cualquier tipo de presión externa (tocar folk puro hasta el Juicio Final, por ejemplo) y concentrarse en lo que dictan las genuinas coordenadas de su alma (dar un paso más allá, desmarcarse, abrir caminos). Pero las apreciaciones que estoy formulando forman parte de otro capítulo, una historia que excede este y todos los párrafos del cosmos. Regresemos a Blood on the tracks, un disco que, como diría Homero Simpson, funciona a muchos niveles.
Para advertir la grandeza de Dylan habría que observar el modo en que cambian Los Beatles luego de su acercamiento al rock: de la adolescente “She loves you” a la evocadora “In my life”. Es un lugar común decir que las letras de Dylan son poesía (allí está su probable Nobel de Literatura, allí está el Titanic navegando al amanecer mientras todos preguntan “¿de qué lado estás tú?” en la sublime “Desolation Row”, de Highway 61 Revisited), lo que no es tan frecuente es hallar en su lírica a un eximio cuentista con resonancias poéticas. “Tangled up in blue”, esa extraordinaria balada-folk que abre Blood on the tracks, está a la altura del mejor Charles Bokowski o Richard Ford o Raymond Carver. La línea conceptual del tema es la misma que la del disco: la finalización de una pareja (de ahí el título: “Envuelto en tristeza”); a la entrañable historia de amor:
Ella encendió un fuego de la estufa
En el año 1975, Bob Dylan se separó de Sara Lowndes, su esposa, y grabó Blood on the Tracks, uno de los discos más sublimes en la historia del rock. Ya en la unánime noche de la contracultura, a mediados de los 60’, había revolucionado la cosmovisión del mundo folk al adosar a sus melodías acústicas una vibrante guitarra eléctrica: Dylan, como tantos otros esclarecidos que modificaron el rumbo del arte, supo que una buena forma de aportar algo novedoso es combinar dos tendencias relativamente alejadas. Lo que sucedió luego de “Like a Rolling Stone” y el grito de “¡Judas!” fue el más magnifico desorden de los sentidos. Y hasta se podría asegurar (como manifestara Woody Allen sobre “I want to hold your hand”) que luego de aquello, todo se volvió difuso. Los estertores agónicos de esta estampida, 40 años después, son más “revolucionarios” que cualquier mentada Revolución: lograron cambiar las estructuras mentales de toda una sociedad sin matar a nadie. Si en una hipotética “Guía Rock para la vida”, Lennon nos enseñó a rechazar a los ídolos -en “God”, llega a mascullar un furibundo “No creo en Zimmerman (nombre real del trovador)”- y construir nuestro propio camino, Dylan demostró que el itinerario de un artista (o un individuo) debe dejar de lado cualquier tipo de presión externa (tocar folk puro hasta el Juicio Final, por ejemplo) y concentrarse en lo que dictan las genuinas coordenadas de su alma (dar un paso más allá, desmarcarse, abrir caminos). Pero las apreciaciones que estoy formulando forman parte de otro capítulo, una historia que excede este y todos los párrafos del cosmos. Regresemos a Blood on the tracks, un disco que, como diría Homero Simpson, funciona a muchos niveles.
Para advertir la grandeza de Dylan habría que observar el modo en que cambian Los Beatles luego de su acercamiento al rock: de la adolescente “She loves you” a la evocadora “In my life”. Es un lugar común decir que las letras de Dylan son poesía (allí está su probable Nobel de Literatura, allí está el Titanic navegando al amanecer mientras todos preguntan “¿de qué lado estás tú?” en la sublime “Desolation Row”, de Highway 61 Revisited), lo que no es tan frecuente es hallar en su lírica a un eximio cuentista con resonancias poéticas. “Tangled up in blue”, esa extraordinaria balada-folk que abre Blood on the tracks, está a la altura del mejor Charles Bokowski o Richard Ford o Raymond Carver. La línea conceptual del tema es la misma que la del disco: la finalización de una pareja (de ahí el título: “Envuelto en tristeza”); a la entrañable historia de amor:
Ella encendió un fuego de la estufa
y me pasó una pipa
“creí que nunca ibas a decir hola”, dijo ella
entonces abrió un libro de poemas
y me lo pasó
escrito por un poeta italiano
del siglo trece
y cada una de las palabras sonaba a verdad
y brillaba como un carbón ardiente
fluyendo de cada página
como si estuvieran escritas en mi alma
de mí a ti
envuelto en tristeza
se le intercalan frases que parecen describir un ambiente ya pasado (“De noche había música en los cafés/ Y revolución en el aire”, se escucha en un fragmento). Cuando la canción termina, la voz de Dylan sigue sonando en nuestros oídos eternamente, como los versos memorables de Walt Whitman o los riffs de bandoneón de Ástor Piazzola. Otro aspecto glorioso del disco es el fraseo de antología de la carrasposa voz de Dylan que, según mi acotadísimo entender, se encuentra en su punto culmine: el sensacional blues “Meet in the morning” es un buen ejemplo. La originalidad de su registro es la causa de la proliferación de imitadores que creó a lo largo y ancho del globo. Fabulosas canciones de divorcio como “Simple twist of fate” o “You’re a big girl now” refutan una máxima que se la atribuye al propio Bob: “No se puede estar enamorado y ser sabio al mismo tiempo”.
Uno de los preconceptos erróneos que se han difundido sobre la obra de Dylan es que la aparente sencillez de su música esconde algún tipo de limitación. Por ejemplo, en Sheik Yerbouti, un disco del gran Frank Zappa (un músico de dimensiones colosales), al promediar la canción “Flakes”, hace una graciosísima aparición un émulo de Bob que canta lamentablemente y enfatiza su parte con errabundos solos de armónica. Se suele decir, entonces, que si no se conocen las maravillosas letras traducidas, el oído hace pasar de largo al creador de Blonde on Blonde. Blood on the tracks, sin embargo, es un disco que también encandila desde la música. El sonido, construido en base a una instrumentación clásica para la época con gran preponderancia de guitarras acústicas y una percusión austera, está totalmente alejado del arcaísmo que el oyente moderno puede suponer. Quizás no haya nada más complejo que lograr una obra de arte admirable y, al mismo tiempo, con aspecto sencillo. Cuando conocemos las letras, directamente nos convertimos en nuevas ovejas del Rebaño de God Bob.
Finalmente, tornando el trazo de este texto definitivamente subjetivo debo decir que no soy un gran oyente de Bob (claramente me agradan sus discos más conocidos: Blonde on Blonde, Highway 61 Revisited, etc.) Si hubiera en estas líneas algún error cronológico o conceptual que exasperase a un internauta dylanista, permítanme excusarme (y despedirme) con una frase de Lucio V. Mansilla: “Mi desarrollo intelectual ha sido más precoz que mi desarrollo moral, de modo que he escrito muchas cosas sin saber nada”. Sayonara.
se le intercalan frases que parecen describir un ambiente ya pasado (“De noche había música en los cafés/ Y revolución en el aire”, se escucha en un fragmento). Cuando la canción termina, la voz de Dylan sigue sonando en nuestros oídos eternamente, como los versos memorables de Walt Whitman o los riffs de bandoneón de Ástor Piazzola. Otro aspecto glorioso del disco es el fraseo de antología de la carrasposa voz de Dylan que, según mi acotadísimo entender, se encuentra en su punto culmine: el sensacional blues “Meet in the morning” es un buen ejemplo. La originalidad de su registro es la causa de la proliferación de imitadores que creó a lo largo y ancho del globo. Fabulosas canciones de divorcio como “Simple twist of fate” o “You’re a big girl now” refutan una máxima que se la atribuye al propio Bob: “No se puede estar enamorado y ser sabio al mismo tiempo”.
Uno de los preconceptos erróneos que se han difundido sobre la obra de Dylan es que la aparente sencillez de su música esconde algún tipo de limitación. Por ejemplo, en Sheik Yerbouti, un disco del gran Frank Zappa (un músico de dimensiones colosales), al promediar la canción “Flakes”, hace una graciosísima aparición un émulo de Bob que canta lamentablemente y enfatiza su parte con errabundos solos de armónica. Se suele decir, entonces, que si no se conocen las maravillosas letras traducidas, el oído hace pasar de largo al creador de Blonde on Blonde. Blood on the tracks, sin embargo, es un disco que también encandila desde la música. El sonido, construido en base a una instrumentación clásica para la época con gran preponderancia de guitarras acústicas y una percusión austera, está totalmente alejado del arcaísmo que el oyente moderno puede suponer. Quizás no haya nada más complejo que lograr una obra de arte admirable y, al mismo tiempo, con aspecto sencillo. Cuando conocemos las letras, directamente nos convertimos en nuevas ovejas del Rebaño de God Bob.
Finalmente, tornando el trazo de este texto definitivamente subjetivo debo decir que no soy un gran oyente de Bob (claramente me agradan sus discos más conocidos: Blonde on Blonde, Highway 61 Revisited, etc.) Si hubiera en estas líneas algún error cronológico o conceptual que exasperase a un internauta dylanista, permítanme excusarme (y despedirme) con una frase de Lucio V. Mansilla: “Mi desarrollo intelectual ha sido más precoz que mi desarrollo moral, de modo que he escrito muchas cosas sin saber nada”. Sayonara.
11 comentarios:
Hola Martín, soy un estudiante de cine de buenos aires. Me gustaría hacer un corto basado en tu cuento "Otro hombre en la casa". Me parece que tiene un humor muy interesante para trabajar y otras cosas mas. Hace 48 horas que no duermo, no se que tal está saliendo esto que escribo.
Mandame un mail asi te cuento más.
tobiasbreton@hotmail.com
Hola Martin, me encanto el articulo. Mientras te escribo escucho su voz raspoza de viejo fumador. Dylan, es lejoz el poeta músical de nuestros tiempos. Te recomiendo que te tomes un tiempo y escuches a los distintos Dylan, cada uno tiene algo distinto para apreciar. El del 75 es divorcio y tristeza, el del 78 gospel y cristiano (slow train coming!! es exelente), en los 80 tenes sus colaboraciones con los grateful dead y a los traveling wilburys!!! Luego llega el sabio!! Modern Times es una JOYA.
Bueno estoy mareado!! me encanto la nota!! Saludos desde Bs As!!!
nube.
Para sintetizar, para ir directamente al grano voy a acotar simplemente que Bob Dylan me partió la cabeza (nada original ya que lo hizo con millones de personas)
No se si mi humilde link aporta algo pero ahí les va:
http://thefishingband.blogspot.com/2008/03/dylanismo.html
Saludos y buona fortuna Capitán Corvino
PD: God Dylan en castellano:
http://www.goddylan.com/
Breton: u la la, qué propuesta. Ya estaremos en contacto!
Guía: espero hacerlo en los próximas días (cierta hermana mía me bajó toda su discografía).
Ber: te iba a agradecer en tu blog potque las letras en castellano las conocí a través del link tuyo, el de god dylan. Verdaderamente es un placer comprender las letras de Dylan, muy capo el tipo.
Saludos!! Viva Bobby!
Qué discazo, aunque prefiero Highway 61 Revisited o Blonde on Blonde. Vos sabés que siempre me impresionó ese accidente en moto que tuvo Dylan, con ese ostracismo que le siguió. Y encima el accidente en moto de McCartney en el que supuestamente se murió!
El largo de Scorsese cobre Dylan es muy bueno, donde se descubren las influencias y el modo en que fue creciendo.
Más allá de todo, no estoy ni un poquito a favor de que le den el Nobel de literatura. Sabina y Spinetta no se le quedan para anda atrás a Bob, y sin embargo ni noticias.
PEro que es un letrista enorme, sin dudas. Ahora se me viene la letra de you gotta serve someone, en la que dice algo como que seas quien seas, siempre debés servirle a alguien, y a Dios en última instancia, que siempre le debés rendir cuentas a alguien. Buenísima.
Y la versión de Jokerman cantada por Caetano Veloso es una hermosura.
PAra el debate: Por qué las canciones de Dylan suenan mas "Lindas" cantadas por otros"
Like a Rolling Stone - Los RS
I shall be realeased - Sting
Knocking on heavens.. - Los Guns
Jokerman - Caetano
etc.
Saludos!!!!!!!!!!
Cómo le roba Calamaro en la imagen al gran Bob, mama mía!!!!!
Se puede apelar a diversos calificativos para describir la versión de los Guns de "Knocking On Heaven's Door". "Linda" no es uno de ellos, en mi humilde opinión. La original lo es mucho más. De todas maneras, lo que expresás, Hernán, se entiende fundamentalmente por el hecho de que Dylan nunca se preocupó mucho por lo "lindo". La mayoría de las versiones hechas por otros artistas pasan por un filtro más convencional que las hacen más accesibles, más melódicas.
En cuanto a "Blood On The Tracks", si bien no es mi favorito es el que le recomendaría sin dudas a quien está empezando. Las letras sin dejar de ser magistrales son bastante entendibles y la música está un poco más pulida que en sus discos clásicos de los 60's. Claro que es un disco groso sea como sea. Al igual que su divergente sucesor, "Desire".
Saludos Corvino...
Fedefer, tenés razón, no encontraba la palabra y puse "linda". Creo que además de hacer grandes canciones, se escondía que podían ser mucho más grande aún si le daba más bola a lo "musical". Dylan no era ni un gran guitarrista ni un gran cantante, al estilo de Lennon. Por eso creo que, a veces, los covers pueden agregarle algo. Hay bandas de las cuales no se pueden hacer covers. Los redondos, Soda, Sumo, Divididos, etc, no sé digo, redondearon la canción de un modo más férreo y hermético.
Al margen, "Modern Times" es HERMOSO, el último de Dylan creo hasta el momento.
Saludos!
Dylan no es un gran guitarrista ni un gran cantante, es infinitamente mucho más que eso. Una vez leí una nota del Indio Solari en la que decía que para él era una suerte no ser un virtuoso. Ya que eso le permitió basar su obra en su cabeza y no en su “gracia”.
Advierto en esta declaración es uno de los principios que diferencian a los artistas de los músicos, a los artistas de los atletas de instrumentos.
Bob Dylan siempre sostuvo que sus canciones se la bancan por si solas. No le hace falta nada más… Considero de modo totalmente parcial que es uno de los pocos artistas que nunca perdió el rumbo. La acepción “Sociedad de Consumo” no alude solo al aspecto del consumo, sino que es mucho más amplia. La concepción valorativa se expande a un modo de vida, expresión, organización, etcétera. Los autores que responden a este modelo desertan a la búsqueda artística y se vuelcan al entretenimiento siguiendo arquetipos signados por el mercado. En pocas palabras es lo mismo vender discos que remeras…Dylan es previo a esto y concibe que la obra no se vende como tazas en una góndola.
PD: Los Guns me revuelven el estomago. Me dan muy grasa.
PD2: Lennon no fue un gran guitarrista, fue un excelente autor y la guitarra rítmica del grupo más grande de todos los tiempos. Si Lennon era un gran guitarrista, Luis Salinas es mandrake...
Saludos y Buona fortuna
No, no, eso dje, que Lennon no era buen instrumentista. En cuanto a lo de "pensar", bueno, a ver, no creo que el virtuosismo instrumental deje de lado a la concepción lírica de una canción. Veamos: Spinetta (gigante guitarrista y genial letrista), Sting (bajista del carajo, toca varios instrumentos, y es un excelente compositor), David Byrne (bajista y letrista soberbio). No creo para nada que no tocar bien un instrumento sea condición necesaria para ser un gran compositor. Yo no creo que se pueda hacer tan así la diferencia entre artista y músico. De ser así, hay músicos que son artistas al mismo tiempo. Digo, me parece, rosa maría...
Saludos Ber, mandame el disco, eh!!!!
Dentro del rock, Lennon es mi cantante favorito de todos los tiempos, por lejos: la expresividad de su voz es inaudita y se adapta a los géneros con una facilidad asombrosa. Para comprabarlo hay que escuchar atentamente los 4 discos de Anthology. También me gustan los sonidos que le saca a la viola: sin dudas no era un GRAN GUITARRISTA pero por lo menos era un guitarrista personal, con su propio estilo.
Bob y Lennon no son instrumentistas supremos y, en el sentido Freddie Mercury del término, tampoco grandes cantantes pero ¿no son esas limitaciones las que los hacen cada día más grandes?
Saludos!
Chuk Morris: Te recomiendo mis tres discos preferidos de los Beatles: el Álbum Blanco, Abbey Road y Magical Mystery Tour (disco subestimado en la carrera de los fabs four que a mí me encanta). Creo que con esos ya te vas a volver loco. Fuera de los Beatles te recomendaria Freaks Out, de Frank Zappa and The Mother of the invention, el primero de los Doors, Blonde on Blonde de Dylan y así. El primero de Velvet Underground (el de la banana de Andy Warhol), más allá de que siempre está de moda y es cool decir que te gusta es un disco de la puta madre. (Otro discazo de Zappa, de 1969, es Hot Rats). Saludos, gracias por leer.
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