Ya no soy mí- “Curitas”, Charly García.
La nota central del número aniversario de la edición local de la revista Rolling Stone (ahora la contracultura tiene 70 páginas de publicidad y 72 de redundantes (y harto transitadas) evocaciones de tapas, declaraciones e imágenes viejas) es una entrevista que Mariana Enríquez le hizo a Charly García. Luego de leer la fragmentada paleta de impresiones que la escritora tiene sobre el artista en cuestión (por lo que se deja entrever, en estos tiempos, es difícil sacarle dos o tres frases seguidas a Say No More) se pueden hacer varias apreciaciones (que siguiendo los dogmas SNM, quizás no apunten a nada). En primer lugar, la mayoría de las cosas que dice Charly ya han sido reveladas en otras entrevistas: la “sofisticada” teoría sobre la personificación de las notas musicales (“Do es un gordo de Mar del Plata (…) Sol es femenina, es el folk, Joni Mitchell”) ya había aparecido años atrás en la extinguida publicación La García; el extrañísimo cambio de sangre al que fue sometido en Texas, en marzo del 2007, fue parte de un especial de Radar del año pasado sobre la reedición de la biografía de Sergio Marchi; su opinión sobre el polémico encuentro con Nemen lo conocen todos y el decálogo de frases constant concept aquí calificado como “nuevo” es más conocido que la letra de “Canción para mi muerte”: La entrada es gratis, la salida vemos; La vanguardia es así; Mi capricho es ley, etc. Por otro lado, no muy distante del anterior, el fan hinchapelotas de Charly (un servidor) no podrá dejar de advertir que Enríquez no aclara que varios de los temas de Kill Gil que ella exalta y parece juzgar como nuevos (“El artista que hace rato parece terminal, extrema la lógica de sus letras” dice sobre “Transformación”, un tema de ¡1992! que Bicolor Man reversionó para su disco freezado) son viejos: al recién nombrado hay que agregar “Happy and Real” (Tango IV, 1991) y “Telepáticamente”, Sí, 2001). Pero más allá de estos datos insignificantes (existe la seria posibilidad que no toda la gente se haya pasado su adolescencia leyendo entrevistas y escuchando discos de Charly García y que todo lo que para un fan parece un refrito sea una novedad…o no) la nota de Mariana Enríquez, a través de su narración acelerada, ofrece un punto de vista escalofriante sobre la situación del autor de “Adela en el carrusel”. Confundido, demente, impenetrable, reaccionario, idealista. La variedad de calificativos que pueden describir al Charly de hoy es tan contradictoria como sus manifestaciones: mientras en su reciente episodio con los actores colombianos (¡!) dijo haber escupido a un policía, aquí proclama que “Los únicos que no me cagaron fueron las putas, la policía y los fans”; en tanto denosta la falta de ideales de su hijo y la generación rockera actual, dice no arrepentirse de haberse acercado a Nemen; afirma que la música no es para hacer plata pero en diciembre del 2002 en el teatro Gran Rex pidió a sus fans un peso para no abandonar el país. “Por favor”, decía aquellas noches, en tono sarcástico mientras ofrecía los mejores recitales en años, “no me quiero ir de este país, lo amo tanto”. Probablemente, las repentinas mutaciones en el discurso de García sean lógicas y se deban a su estado mental: no son novedad sus súbitos malhumores ni sus desquicios, pero últimamente la bilis parece haber aumentado. Hace poco vi en televisión una entrevista del año pasado que un periodista le hace por la calle. Como muchas de las situaciones que suceden con Charly, esta es tragicómica: ahí está “el genio”, sucio, desdentado, con una bolsa que parece pesar más que su cuerpo, refunfuñando, enojado. El periodista lo sigue: Charly, la gente te extraña. Y yo me extraño a mí, contesta García, dramáticamente. Charly, vuelve a señalar el periodista, ¿vas a volver a tocar? Si, pero en Estados Unidos, contesta el músico. Pero Charly, arremete el periodista que, evidentemente, desea que García lo trompee, ¡estás en Argentina! No voy a comentar nada sobre la respuesta de Say No More, sólo voy a decir que contestó como lo haría un chico caprichoso: ¡Loco, déjenme progresar!
En el párrafo anterior desmenuce arbitrariamente la nota de Mariana Enríquez para exponer alguna de las contradicciones de Say No More. Sin embargo, la más grande de éstas tiene que ver con su pasado y, más que contradicción, es una paradoja. Abanderado de una generación que exigió (a través del cabello largo, las consignas políticas, la diversidad sexual y la experimentación con las drogas) la libertad total del ser frente a las diversas formas del autoritarismo, Charly, ahora, en un mundo donde la libertad conseguida ha llegado a perder el respeto por figuras de su envergadura, a subirle ilegalmente discos a la Red y hacer artistas a “esos que creen que es arte sacarle fotos a sus propios dedos gordos del pie” (Enríquez dixit), se siente acorralado. En su locura, cree que cada una de las personas del país no sería igual de no haber estado él con sus músicas y su piano y su bigote bicolor y sus letras de antología. Tal vez algo de razón tenga, pero suena desquiciado cuando cuenta cómo le dijo a un policía que si Sui Generis no hubiese existido éste no se daría besos con sus compañeros al llegar a la comisaría. Demasiado ego, que le dicen. Pero en su debacle económica (finalmente García es uno más de esos argentinos que sólo saltan y cacerolean cuando no tienen dinero para irse a Miami; tal vez por eso nos represente y varias de sus letras conformen nuestro inconsciente colectivo) y racional, Charly (horrorizado ante el conformismo del rock vernáculo y la inexplicable condescendencia de los críticos hacia bandas que él no considera música, a saber: Los Piojos, Babasónicos, Catupecu Machu, Airbag) no teme sentenciar “Lo que voy a decir ahora puede parecer fascismo, pero no lo es, nada que ver. La situación de que haya un enemigo claro, y que te tengas que jugar por algo, hace la hamburguesa de la canción. El arte era mejor cuando estaban los militares”. Quién lo hubiera dicho: el autor de “Alicia en el país” añora el matiz artístico de las épocas de plomo. Obviamente, la reflexión de Charly no es fascista, sino más bien melancólica y algo egocéntrica: lo que extraña García no es la represión sino una época particular, justamente aquella, donde no existían Los Piojos ni Catupecu Machu ni Babasónicos, bandas que son más populares entre los jóvenes que él, quien se considera el padre del rock argentino. Pero antes de desautorizar el discurso de Charly, habría que repensar sus manifestaciones despóticas (fuera de él, parece decir, no existe la música argentina). Evidentemente, el rock ha decidido cargar las tintas sobre todo lo accesorio del arte: los que fueron a ver a Los Piojos en el Quilmes Rock, antes de hablar de la música, extasiados, cuentan cómo baila Andrés Ciro, de qué colores eran los disfraces de los integrantes del grupo, cómo entraron en un auto y en bicicletas, la espectacularidad de las luces, etc. ¿Y la música? Bien, gracias. Catupecu Machu, esa banda arrogante que cree estar revolucionando la música por producir sus discos, sacó un álbum con 4 temas nuevos y la prensa se arrodilló. Sin dudas, actualmente, lo que importa es el gesto excéntrico, la pose esnob y muchos de los que afirman que Kill Gil es un disco mediocre, ni siquiera se tomaron el trabajo de escucharlo y comprender que varias de sus canciones están a la altura de quien las compuso.
El mismo dejo amargo que se esparce por ese gran disco que es Kill Gil, es reflejado por Enríquez en la nota: “Estamos juntos”, canta en forma irónica al final de su apocalíptica “No importa”; “Y nadie es feliz”, repite hasta el cansancio en el pop pegadizo “Los fantasmas”; “Y todo lo que fue”, se lamenta, también en forma constante, al finalizar “Pastillas”. Es factible que García extrañe (y mucho) la cultura rock de antaño (“Nuestro rock era bueno. Vos escuchás a Almendra y no lo podés creer” dice, certero), pero lo que parece lamentar con más convicción es aquello que contestó al periodista en la nota del año pasado: ya no ser él.
La nota central del número aniversario de la edición local de la revista Rolling Stone (ahora la contracultura tiene 70 páginas de publicidad y 72 de redundantes (y harto transitadas) evocaciones de tapas, declaraciones e imágenes viejas) es una entrevista que Mariana Enríquez le hizo a Charly García. Luego de leer la fragmentada paleta de impresiones que la escritora tiene sobre el artista en cuestión (por lo que se deja entrever, en estos tiempos, es difícil sacarle dos o tres frases seguidas a Say No More) se pueden hacer varias apreciaciones (que siguiendo los dogmas SNM, quizás no apunten a nada). En primer lugar, la mayoría de las cosas que dice Charly ya han sido reveladas en otras entrevistas: la “sofisticada” teoría sobre la personificación de las notas musicales (“Do es un gordo de Mar del Plata (…) Sol es femenina, es el folk, Joni Mitchell”) ya había aparecido años atrás en la extinguida publicación La García; el extrañísimo cambio de sangre al que fue sometido en Texas, en marzo del 2007, fue parte de un especial de Radar del año pasado sobre la reedición de la biografía de Sergio Marchi; su opinión sobre el polémico encuentro con Nemen lo conocen todos y el decálogo de frases constant concept aquí calificado como “nuevo” es más conocido que la letra de “Canción para mi muerte”: La entrada es gratis, la salida vemos; La vanguardia es así; Mi capricho es ley, etc. Por otro lado, no muy distante del anterior, el fan hinchapelotas de Charly (un servidor) no podrá dejar de advertir que Enríquez no aclara que varios de los temas de Kill Gil que ella exalta y parece juzgar como nuevos (“El artista que hace rato parece terminal, extrema la lógica de sus letras” dice sobre “Transformación”, un tema de ¡1992! que Bicolor Man reversionó para su disco freezado) son viejos: al recién nombrado hay que agregar “Happy and Real” (Tango IV, 1991) y “Telepáticamente”, Sí, 2001). Pero más allá de estos datos insignificantes (existe la seria posibilidad que no toda la gente se haya pasado su adolescencia leyendo entrevistas y escuchando discos de Charly García y que todo lo que para un fan parece un refrito sea una novedad…o no) la nota de Mariana Enríquez, a través de su narración acelerada, ofrece un punto de vista escalofriante sobre la situación del autor de “Adela en el carrusel”. Confundido, demente, impenetrable, reaccionario, idealista. La variedad de calificativos que pueden describir al Charly de hoy es tan contradictoria como sus manifestaciones: mientras en su reciente episodio con los actores colombianos (¡!) dijo haber escupido a un policía, aquí proclama que “Los únicos que no me cagaron fueron las putas, la policía y los fans”; en tanto denosta la falta de ideales de su hijo y la generación rockera actual, dice no arrepentirse de haberse acercado a Nemen; afirma que la música no es para hacer plata pero en diciembre del 2002 en el teatro Gran Rex pidió a sus fans un peso para no abandonar el país. “Por favor”, decía aquellas noches, en tono sarcástico mientras ofrecía los mejores recitales en años, “no me quiero ir de este país, lo amo tanto”. Probablemente, las repentinas mutaciones en el discurso de García sean lógicas y se deban a su estado mental: no son novedad sus súbitos malhumores ni sus desquicios, pero últimamente la bilis parece haber aumentado. Hace poco vi en televisión una entrevista del año pasado que un periodista le hace por la calle. Como muchas de las situaciones que suceden con Charly, esta es tragicómica: ahí está “el genio”, sucio, desdentado, con una bolsa que parece pesar más que su cuerpo, refunfuñando, enojado. El periodista lo sigue: Charly, la gente te extraña. Y yo me extraño a mí, contesta García, dramáticamente. Charly, vuelve a señalar el periodista, ¿vas a volver a tocar? Si, pero en Estados Unidos, contesta el músico. Pero Charly, arremete el periodista que, evidentemente, desea que García lo trompee, ¡estás en Argentina! No voy a comentar nada sobre la respuesta de Say No More, sólo voy a decir que contestó como lo haría un chico caprichoso: ¡Loco, déjenme progresar!
En el párrafo anterior desmenuce arbitrariamente la nota de Mariana Enríquez para exponer alguna de las contradicciones de Say No More. Sin embargo, la más grande de éstas tiene que ver con su pasado y, más que contradicción, es una paradoja. Abanderado de una generación que exigió (a través del cabello largo, las consignas políticas, la diversidad sexual y la experimentación con las drogas) la libertad total del ser frente a las diversas formas del autoritarismo, Charly, ahora, en un mundo donde la libertad conseguida ha llegado a perder el respeto por figuras de su envergadura, a subirle ilegalmente discos a la Red y hacer artistas a “esos que creen que es arte sacarle fotos a sus propios dedos gordos del pie” (Enríquez dixit), se siente acorralado. En su locura, cree que cada una de las personas del país no sería igual de no haber estado él con sus músicas y su piano y su bigote bicolor y sus letras de antología. Tal vez algo de razón tenga, pero suena desquiciado cuando cuenta cómo le dijo a un policía que si Sui Generis no hubiese existido éste no se daría besos con sus compañeros al llegar a la comisaría. Demasiado ego, que le dicen. Pero en su debacle económica (finalmente García es uno más de esos argentinos que sólo saltan y cacerolean cuando no tienen dinero para irse a Miami; tal vez por eso nos represente y varias de sus letras conformen nuestro inconsciente colectivo) y racional, Charly (horrorizado ante el conformismo del rock vernáculo y la inexplicable condescendencia de los críticos hacia bandas que él no considera música, a saber: Los Piojos, Babasónicos, Catupecu Machu, Airbag) no teme sentenciar “Lo que voy a decir ahora puede parecer fascismo, pero no lo es, nada que ver. La situación de que haya un enemigo claro, y que te tengas que jugar por algo, hace la hamburguesa de la canción. El arte era mejor cuando estaban los militares”. Quién lo hubiera dicho: el autor de “Alicia en el país” añora el matiz artístico de las épocas de plomo. Obviamente, la reflexión de Charly no es fascista, sino más bien melancólica y algo egocéntrica: lo que extraña García no es la represión sino una época particular, justamente aquella, donde no existían Los Piojos ni Catupecu Machu ni Babasónicos, bandas que son más populares entre los jóvenes que él, quien se considera el padre del rock argentino. Pero antes de desautorizar el discurso de Charly, habría que repensar sus manifestaciones despóticas (fuera de él, parece decir, no existe la música argentina). Evidentemente, el rock ha decidido cargar las tintas sobre todo lo accesorio del arte: los que fueron a ver a Los Piojos en el Quilmes Rock, antes de hablar de la música, extasiados, cuentan cómo baila Andrés Ciro, de qué colores eran los disfraces de los integrantes del grupo, cómo entraron en un auto y en bicicletas, la espectacularidad de las luces, etc. ¿Y la música? Bien, gracias. Catupecu Machu, esa banda arrogante que cree estar revolucionando la música por producir sus discos, sacó un álbum con 4 temas nuevos y la prensa se arrodilló. Sin dudas, actualmente, lo que importa es el gesto excéntrico, la pose esnob y muchos de los que afirman que Kill Gil es un disco mediocre, ni siquiera se tomaron el trabajo de escucharlo y comprender que varias de sus canciones están a la altura de quien las compuso.
El mismo dejo amargo que se esparce por ese gran disco que es Kill Gil, es reflejado por Enríquez en la nota: “Estamos juntos”, canta en forma irónica al final de su apocalíptica “No importa”; “Y nadie es feliz”, repite hasta el cansancio en el pop pegadizo “Los fantasmas”; “Y todo lo que fue”, se lamenta, también en forma constante, al finalizar “Pastillas”. Es factible que García extrañe (y mucho) la cultura rock de antaño (“Nuestro rock era bueno. Vos escuchás a Almendra y no lo podés creer” dice, certero), pero lo que parece lamentar con más convicción es aquello que contestó al periodista en la nota del año pasado: ya no ser él.
4 comentarios:
Ey! Soy de la época en que Tercer Mundo se editó en disco sin Hazte Fama, y en una seguna edición la agregaron. De eso discutíamos. Y soy de la época de Filosofía barata... Y soy de la época en que íbamos a ver a Charly a un teatro en Flores intuyendo que era la última vez que lo veíamos. Y el ñato sigue durando, digo, doce o trece años más tarde. Era la época en que Los Piojos tocaban en Arpegios y eran 200n pibes y mucho porro y el sonido era muy malo. Y en este tiempo que pasó, pienso que a todos se le apaga la estrella, a TODOS. Como vemos a Charly cantando ojos de video tape, suponemos que siempre va a ser así. Fito hace linda música, pero las letras directamente se murieron. Ambar Violeta y Rey Sol son canciones escritas por dos tipos diferentes. Para mí, a cierta edad tenés que largar la merca o sos un gil. Te pasa lo de Sokol. Es decir, hay que dajar de fajarse o manejarla un poco. Charly está así deteriorado no sólo porque quizás se la toma toda o chupa, no me interesa. El punto es que se le apagó la estrella. Todo el mundo llega a un lugar y de ahí para abajo. POr ejemplo, Bioy escribio La Invención de Morel y desde allí empezó a caer. Algunos lo dicen de Bestiario de Cortázar. Borges tocó el cénit con Ficciones o El Aleph. Todo el mundo toca un techo y cae. Creer que Charly no cayó es ingenuo. YA está, todo bien, pero la poesía ya cambió de mando, guste o no. Spinetta es un grande, pero fue un genio. Quién está ahora? Y yo qué sé, ya saldrá, siempre sale.
Me parece (en estas cuestiones no hay otra manera de empezar la oración) que a Charly todavía le sobran ideas musicales: el problema es que ya no tiene mucho que decir, y Kill Gil es un ejemplo perfecto. No por nada en sus últimos discos hay tantos covers (por lo general resueltos brillantemente) ni tantos temas repetidos (¡Happy and real tres veces en 16 años, las últimas dos en 6!). Parte del problema debe ser el exceso de egotrips: si lo único que decís es yo, yo, yo, es casi inevitable que te agotes. Más aún si tenés como vara nada menos que Llorando en el espejo, o Yendo de la cama al living, o Promesas sobre el bidet.
Estoy escuchando el Unplugged de MTV y pensaba si la muerte de la Empumer no había ayudado a la precipitación de Charly...
Sí, ya sé que la merca y eso...
Voy a seguir escuchando Hello nada más que para aprender las diferencias entre las tomas del cd y el dvd.
Saludos.
Caer en la literatura es escribir Dormir al sol o Plan de evasión o El sueño de los héroes? Mmmm.
Saludos a todos. Say no more.
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