En el suplemento Espectáculos del diario Perfil de la edición del 1º de junio, Alejandro Lingenti compila las declaraciones que Pity Álvarez hizo en la presentación de El exilio de las especies, el nuevo disco de su banda, Intoxicados. Algunas de éstas fueron las siguientes:
“(…) lo que tiene más valor hoy es el tiempo, pero dentro de unos años será el agua, así que no sé si decirles que no pierdan el tiempo o que cierren la canilla”
“Si lo que hicimos ahora es un disco, entonces vamos a seguir haciendo discos”
“Icaro está en el arte del disco porque quiso llegar al sol, como yo, que quiero llegar al sol pero sin parafina”
“El planeta Tierra es un experimento, como el Arca de Noé. Los planetas forman el sistema solar; los sistemas solares forman las galaxias; (…) y muchos universos forman la Gran Pitonisa. Hasta ahí llegamos. No vamos a hablar más de lo que sabemos, ¿no?”
La crítica debe ser inclemente. Más allá (mucho más allá) de la empatía que todo ser poseedor de un corazón puede tener hacia Pity (un tipo entrañable que hizo de su carisma infinito un personaje apto para los colmillos de los medios), El exilio de las especies suena tan desconcertante como las habituales manifestaciones del ex Viejas Locas y, finalmente, provoca una sensación ambigua: por una parte, la sensación de que el disco no es (como se vaticinaba) lo mejor de Intoxicados y, por otra, la agradable confirmación de que las radios van a tener muchos problemas para poder hacer de este barroco paisaje auditivo una máquina de hits (como originalmente, dado el alto contenido pop de las canciones, debería ser): los cortes y quebradas a los que son sometidos los temas evocan el fantasma de Say No More (con quien Pity, según dijo en la revista Rolling Stone, pasó fin de año). Luego de una larga introducción percusiva titulada “Bienvenidos al Apocalipsis”, comienza a sonar “Comandante”, un rap de sonidos anacrónicos aunque muy logrado, en el cual Pity juega a ser un gangsta del Bronx, arrojando aforismos de rima consonante con su peculiar anti-dicción: “Mejor ganarte la vida/ peleando como soldado/ a tener tu tropa y no llevarla a ningún lado” o “Cuando un jugador es bueno con el balón/ Y nadie le enseñó para donde tiene que patear/ Él sabe perfectamente cómo hacer un gol/ Y si no lo sabe hacer la va a saber pasar”. Luego de un graciosísimo segmento en el que recrea una charla telefónica con su madre, “Noche con amigos” retrotrae el tiempo a los años de su antigua banda stone. La melodía también recuerda el Calamaro de Honestidad Brutal. La lírica parece corresponder a un molde preestablecido y podría haber sido elaborada tanto por Pity como por otras bandas de epígonos (La 25 o Jóvenes Pordioseros): “Hoy noche con amigos/ Corre la sal y corre el vino”. “Pila pila” tal vez sea el tema más flojo. “Me vuelvo al sudeste”, un rock and roll frenético de divorcio (“A mi chica no le importa si me pisa un camión/ Se fue con un peruano que es un guns and roses/ que viene a medianoche y le hace creer/ que se va a casar con ella si se entrega otra vez”), es demasiado idéntica a “Rodando por ahí”, del disco No es sólo rock and roll. “Quien soy”, un maravilloso pop existencialista, podría haber formado parte del repertorio de aquella banda de los 90’, Jaime Sin Tierra (escuchar “El techo de mi cuarto”). Como sucede con la mayoría de las canciones del disco, sus estrofas son abruptamente interrumpidas por discursos incoherentes o de dudosa procedencia aportando la rareza necesaria al oído del oyente ABC (me pregunto qué pensaran de El exilio de las especies los viejos fans ávidos de “rocanrol” o los nuevos, que esperan de Pity una catarata de estribillos de fogón). Luego de la frase cósmica “Mentir en nombre del amor no es malo porque tal vez eso retrase la tecnología de alguna forma. Que el sol esté contigo Carl, Carl (Sagan)…” (¿?), es el turno de “Un secreto”, un reggae que, como todo reggae, es igual a todos los reggaes. A esta altura de la Cultura Occidental, el único motivo de atención que puede recibir este género harto repetitivo es la habilidad de los compositores para idear nuevas letras (como sucedió en “Niña de Tilcara”, de Otro día en el planeta Tierra). Aquí, sin embargo, Pity se mueve entre el lugar común (“Si me dejaran plantar lo que quisiera/ en mi pedazo de tierra/ yo me iría preso/ por fumar de esta hierba”) y la deducción infantil (“Y si cada uno de nosotros/ no molestara al que tiene al lado/ no habría tanta policía/ y yo no estaría armado”). “Casi sin pensar”, con un prólogo pseudo-biológico enunciado por el propio cantante, es una balada acústica en la senda de “Está saliendo el sol” o “Fuiste lo mejor”, y contiene lemas efectivos como “La vida me la regalaron/ la muerte en cuotas voy pagando” o “Siento en el corazón a Dios/ Siento en los pulmones al Diablo”. “Mayonesa” inaugura la veta electrónica de Intoxicados sin mayor inspiración (“Ayer encontré en la heladera/ un frasco parecido al de una mayonesa/ de vez en cuando la comía/ de vez en cuando la dejaba ahí, donde estaba/ hasta que un día me di cuenta de que esa mayonesa era mi reloj”). “Jaime Marrón”, un divertido homenaje a James Brown, remite a otro funk, “Departamento deshabitado”. “Del mar”, pieza acústica, da paso a “África”, un verdadero delirio onírico con aires de dub. “Un mono/ Un hombre desnudo con barba/ Y mucha selva/ Soñé que estaba en África” dice Pity, enigmático, recordando a Luca Prodan. Cierra el conocido “Himno a Bolaños”, híbrido entre la Marcha del Doctor Vaporeso, de Cha Cha Cha, y “Maradona”, de Calamaro.
Se suele decir de Pity (al igual que de Pete Doherty, la estrella británica de los últimos años) que está “ido”, “loco”, “pirado”, “dado vuelta”. La verdad es que pirado en serio estaba Syd Barret (o Tanguito). Las nuevas estrellas del rock son acordes a este presente regido por la publicidad y la exposición innecesaria: Pity, a pesar de ser genuino, de poseer cierto halo mágico perdido, de componer muy bellas canciones, tampoco pudo escapar de la trampa y terminó construyendo un personaje estereotipado que lleva un chivo dopado a la presentación de su disco y dice incoherencias para beneplácito de la gilada (entre la que me incluyo). El exilio de las especies, lamentablemente, marca el instante en que el ángel de un artista es exterminado por la redundancia y el gesto calculado al detalle. Sayonara.
“(…) lo que tiene más valor hoy es el tiempo, pero dentro de unos años será el agua, así que no sé si decirles que no pierdan el tiempo o que cierren la canilla”
“Si lo que hicimos ahora es un disco, entonces vamos a seguir haciendo discos”
“Icaro está en el arte del disco porque quiso llegar al sol, como yo, que quiero llegar al sol pero sin parafina”
“El planeta Tierra es un experimento, como el Arca de Noé. Los planetas forman el sistema solar; los sistemas solares forman las galaxias; (…) y muchos universos forman la Gran Pitonisa. Hasta ahí llegamos. No vamos a hablar más de lo que sabemos, ¿no?”
La crítica debe ser inclemente. Más allá (mucho más allá) de la empatía que todo ser poseedor de un corazón puede tener hacia Pity (un tipo entrañable que hizo de su carisma infinito un personaje apto para los colmillos de los medios), El exilio de las especies suena tan desconcertante como las habituales manifestaciones del ex Viejas Locas y, finalmente, provoca una sensación ambigua: por una parte, la sensación de que el disco no es (como se vaticinaba) lo mejor de Intoxicados y, por otra, la agradable confirmación de que las radios van a tener muchos problemas para poder hacer de este barroco paisaje auditivo una máquina de hits (como originalmente, dado el alto contenido pop de las canciones, debería ser): los cortes y quebradas a los que son sometidos los temas evocan el fantasma de Say No More (con quien Pity, según dijo en la revista Rolling Stone, pasó fin de año). Luego de una larga introducción percusiva titulada “Bienvenidos al Apocalipsis”, comienza a sonar “Comandante”, un rap de sonidos anacrónicos aunque muy logrado, en el cual Pity juega a ser un gangsta del Bronx, arrojando aforismos de rima consonante con su peculiar anti-dicción: “Mejor ganarte la vida/ peleando como soldado/ a tener tu tropa y no llevarla a ningún lado” o “Cuando un jugador es bueno con el balón/ Y nadie le enseñó para donde tiene que patear/ Él sabe perfectamente cómo hacer un gol/ Y si no lo sabe hacer la va a saber pasar”. Luego de un graciosísimo segmento en el que recrea una charla telefónica con su madre, “Noche con amigos” retrotrae el tiempo a los años de su antigua banda stone. La melodía también recuerda el Calamaro de Honestidad Brutal. La lírica parece corresponder a un molde preestablecido y podría haber sido elaborada tanto por Pity como por otras bandas de epígonos (La 25 o Jóvenes Pordioseros): “Hoy noche con amigos/ Corre la sal y corre el vino”. “Pila pila” tal vez sea el tema más flojo. “Me vuelvo al sudeste”, un rock and roll frenético de divorcio (“A mi chica no le importa si me pisa un camión/ Se fue con un peruano que es un guns and roses/ que viene a medianoche y le hace creer/ que se va a casar con ella si se entrega otra vez”), es demasiado idéntica a “Rodando por ahí”, del disco No es sólo rock and roll. “Quien soy”, un maravilloso pop existencialista, podría haber formado parte del repertorio de aquella banda de los 90’, Jaime Sin Tierra (escuchar “El techo de mi cuarto”). Como sucede con la mayoría de las canciones del disco, sus estrofas son abruptamente interrumpidas por discursos incoherentes o de dudosa procedencia aportando la rareza necesaria al oído del oyente ABC (me pregunto qué pensaran de El exilio de las especies los viejos fans ávidos de “rocanrol” o los nuevos, que esperan de Pity una catarata de estribillos de fogón). Luego de la frase cósmica “Mentir en nombre del amor no es malo porque tal vez eso retrase la tecnología de alguna forma. Que el sol esté contigo Carl, Carl (Sagan)…” (¿?), es el turno de “Un secreto”, un reggae que, como todo reggae, es igual a todos los reggaes. A esta altura de la Cultura Occidental, el único motivo de atención que puede recibir este género harto repetitivo es la habilidad de los compositores para idear nuevas letras (como sucedió en “Niña de Tilcara”, de Otro día en el planeta Tierra). Aquí, sin embargo, Pity se mueve entre el lugar común (“Si me dejaran plantar lo que quisiera/ en mi pedazo de tierra/ yo me iría preso/ por fumar de esta hierba”) y la deducción infantil (“Y si cada uno de nosotros/ no molestara al que tiene al lado/ no habría tanta policía/ y yo no estaría armado”). “Casi sin pensar”, con un prólogo pseudo-biológico enunciado por el propio cantante, es una balada acústica en la senda de “Está saliendo el sol” o “Fuiste lo mejor”, y contiene lemas efectivos como “La vida me la regalaron/ la muerte en cuotas voy pagando” o “Siento en el corazón a Dios/ Siento en los pulmones al Diablo”. “Mayonesa” inaugura la veta electrónica de Intoxicados sin mayor inspiración (“Ayer encontré en la heladera/ un frasco parecido al de una mayonesa/ de vez en cuando la comía/ de vez en cuando la dejaba ahí, donde estaba/ hasta que un día me di cuenta de que esa mayonesa era mi reloj”). “Jaime Marrón”, un divertido homenaje a James Brown, remite a otro funk, “Departamento deshabitado”. “Del mar”, pieza acústica, da paso a “África”, un verdadero delirio onírico con aires de dub. “Un mono/ Un hombre desnudo con barba/ Y mucha selva/ Soñé que estaba en África” dice Pity, enigmático, recordando a Luca Prodan. Cierra el conocido “Himno a Bolaños”, híbrido entre la Marcha del Doctor Vaporeso, de Cha Cha Cha, y “Maradona”, de Calamaro.
Se suele decir de Pity (al igual que de Pete Doherty, la estrella británica de los últimos años) que está “ido”, “loco”, “pirado”, “dado vuelta”. La verdad es que pirado en serio estaba Syd Barret (o Tanguito). Las nuevas estrellas del rock son acordes a este presente regido por la publicidad y la exposición innecesaria: Pity, a pesar de ser genuino, de poseer cierto halo mágico perdido, de componer muy bellas canciones, tampoco pudo escapar de la trampa y terminó construyendo un personaje estereotipado que lleva un chivo dopado a la presentación de su disco y dice incoherencias para beneplácito de la gilada (entre la que me incluyo). El exilio de las especies, lamentablemente, marca el instante en que el ángel de un artista es exterminado por la redundancia y el gesto calculado al detalle. Sayonara.
2 comentarios:
Para mi es muy parecido a todos los discos anteriores. Casi sin pensar es genial sólo que hay un monólogo de 1 minuto antes de que empiece. Noche con amigos es el mejor tema del año. Y creo que no hat mucho más, sólo te hace reír todo el tiempo.
Noche con amigos es una de esas conciones perfectas, para mí, claro.
Otra, la que presentó ayer Julieta Venegas, El Presente.
Bueno, abrazo.
Curiosamente, cuando decís que todos los reggaes son iguales (muy acertado) esa afirmación se contrapone al reggae de baby shambles, que aparece en el disco... ¿down in albion?. Digo, curioso por la similitud de pity y pete. Pero esa sucesión de acordes jamaiquinos la hacen muy bien los inglecitos.
Que se yo, de todos modos, si bien reconocemos "la publicidad y la exposición innecesaria" y adjudicamos a eso el deterioro del músico, es esa misma unión la que hace, por ejemplo, que ahora yo lea y escriba sobre él. Evidentemente a algunos les conviene.
Che, muy bueno tu blog. Además tenés el link de In vitro, banda que, por una cuestión geográfica, no puedo ver cotidianamente.
Felicitaciones.
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