Cuando pasen los años y el mundo se parezca (aún más) a una novela de James Ballard o Philip Dick o Richard Matheson o William Gibson o Kurt Vonnegut, como hoy nos preguntamos por la construcción de las pirámides egipcias, las generaciones futuras se preguntaran cómo fue posible que Ariel Minimal haya grabado tal cantidad de discos notables en los pavorosos años 2000 (cuando Mar del Plata fue vendida a un filántropo apellidado Iglesias, los floggers comenzaron a elaborar su plan neonazi y Alfredo De Angeli fue bautizado “El Libertador de la Patria Sojera”). Dejando de lado la ciencia ficción e ingresando en terrenos realistas, ya no quedan dudas: Ariel Minimal está llamado a ser relevante en esa materia que eligió como forma de vida que algunos se obstinan en denominar “rock nacional”, pero es, decididamente, el arte de hacer música (su discografía ya excede los límites de ese vestido ajustado llamado rock). Como algunos se dedican a grabar un simple cada 5 años, el ex Martes Menta, en el presente milenio, se abocó a grabar discos trascendentes y genuinamente rockeros con Pez (Convivencia Sagrada, El sol detrás del sol, Folklore, Para las almas sensibles, Hoy, Los orfebres), colaborar fecundamente con un maestro de la composición argentina (el fabuloso Litto Nebbia), reorganizar un mapa de folk local (con una perla intitulada FlopaManzaMinimal, para algunos, el mejor disco de la década) y, como si fuera poco, grabar dos discos solistas (Un hombre solo no puede hacer nada y Un día en el maravilloso mundo de Ariel Minimal) que le depararon destino de clásico de culto. Lejos de abandonar su utopía por un Planeta hecho de bellas canciones (de conocerlo, Borges escribiría un relato titulado “Utopía de un hombre que NO está cansado”), en este 2008 decidió colaborar artísticamente con Florencia Ruiz (compositora que desde hace un par de años viene dando que hablar en los círculos under) y editar Ese impulso superior, un álbum hecho a dúo (a diferencia de otras duplas, ninguno de los dos músicos predomina sobre otro en la totalidad de la obra aunque Minimal parece más florenciaruizado que Ruiz minimalizada), con 14 canciones y una elocuente orgía de guitarras acústicas, sonidos espaciales (prestar atención a “Y eso nunca pasó/Poseída”), delicados arreglos vocales (casi todos los temas cantados por Ruiz no tienen introducción instrumental) y abracadabrantes armonías. Si en FlopaManzaMinimal y algunos discos de Pez (principalmente El sol detrás del sol) la sensación era que varios de los temas serían potenciales hits en un mundo más agradable, en Ese impulso superior parece postularse una ideología anti-hit, en la cual las melodía se disgregan y los estribillos son apenas murmullos. Se destacan “El cielo brilla sobre vos” (sutil narración epifánica), la excelente “La noche que viene” y “El mirlo”, un hermosísimo tema (¿el mejor del año junto a “El entero”, de Flopa?) con reverberaciones poéticas and folclóricas que, desde su primera oída, ya parece un clásico: “Volando hasta la sombra/ Que le brindó un nogal/ Del sol hasta la luna/ Casi sin descansar/ El mirlo va buscando/ Su canción de libertad/ Ni el alambre en los campos/ Ni un desierto de sal/ Ni la maldad del hombre/ Ni la necesidad/ Nada podrá aferrarlo/ Él ya está en otro lugar/ El mirlo va buscando su canción de libertad/ Y se escapa del tiempo/ Se escapa sin mirar/ El mirlo va buscando su canción de libertad”. Sayonara.