domingo, 6 de julio de 2008

Z CITA

Los siguientes son apuntes fragmentarios (y sin orden alguno) elaborados en los últimos días.

Las pálidas figuras se acercaron hasta mí/Z no tiene nada que decir, se quedó sin combustible y se está repitiendo. Pero eso no es lo importante: vaya uno a saber por qué razón (esto sólo lo sabe él y no está aquí para que le preguntamos) a Z le agrada incrustar párrafos enteros de posts viejos en textos nuevos. ¿Tal vez por qué de esa forma siente que lo que escribe está unido invisiblemente por fragmentos secretos que se acomodan perfectamente en cualquiera de sus escritos? Sin embargo, enfrentarse a la pantalla de la computadora se ha convertido en una pelea sangrienta, pero la inercia puede más. Entonces, Z (que ha estado releyendo Respiración Artificial) cita/.

Se me ha dormido una pierna. Es como si a uno le inyectaran soda/Z ha estado releyendo El túnel de Sabato y ha encontrado (entre otras) las siguientes frases: “¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?”; “Sentí que una caverna negra se iba agrandando dentro de mi cuerpo”; “El pampero soplaba con fuerza y comenzaron las primeras gotas”; “-Tengo que matarte, María. Me has dejado solo” y, acto seguido, ha recordado un fragmento de las memorias de Adolfo Bioy Casares (Descanso de caminantes), sobre el autor mencionado: “Un día me trajo (…) el manuscrito del Túnel “para que se lo corrigiera”. Me pregunto por qué en el trato de escritores hay tantos malentendidos ¿por falsas modestias? ¿por una vanidad que siempre merodea, como un chacal hambriento? Lo cierto es que leí con lápiz colorado el librito y, según mi costumbre (…), lo corregí casi todas las veces que fue necesario. Cuando Sabato vino a retirar su novela, comprendí mi error. Él venía dispuesto a recibir elogios por un gran libro; yo le devolvía un librito, plagado de errores de composición, que no podía corregirse (como esa patética imitación de Huxley, la discusión sobre las novelas policiales que interrumpía el relato) y con las páginas garabateadas de elementales correcciones en rojo: correcciones de palabras, como constatar, de sintaxis, etcétera. Nuestra amistad, que nunca fue del todo espontánea, empezó a deteriorarse”/.

¿Quién puede comprender mi terror mejor que usted?/Z (no porque no tenga otras actividades “intelectuales” para hacer, sino porque, por ejemplo, todo lo referido a la universidad no le sale o no lo entiende o lo asquea o lo deprime o lo deja estupefacto) ha releído, porque sí, la última entrevista a Roberto Bolaño. Y aún así, Z ríe, descubre frases y apunta:

¿Eugenio Montale, T. S. Eliot o Xavier Villaurrutia?
–Montale. Si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound

¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por parte de sus enemigos?

–Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?

¿Qué cosas lo aburren?
–El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado/

La desesperación es la tristeza que nace de una cosa futura opasada con respecto a la cual no hay más razón de dudar
/Z ha leído el artículo que el escritor and poeta Fabián Casas escribió en Perfil sobre Salinger el domingo pasado. En primer lugar, Z se arrepiente de no haber comprado su diario no-favorito justo cuando uno de sus escritores favoritos escribió una semblanza tan notable. Z nunca ha leído a Salinger pero no faltará tiempo. Guardó unos relatos en su computadora ("Un día perfecto para el pez banana", "El hombre que ríe") para el día en que se termine la marea de “cosas” que tiene que hacer en estos días, como una suerte de recompensación. Por lo que dice Casas (que a través de sus libros ha recomendado escritores, por ejemplo Junot Díaz, que a Z le han parecido muy buenos) se trata de un genio. Pero lo que más le interesa a Z es un fragmento de la nota, uno en el que Casas describe cierta escena de El cazador oculto: “(…) simplemente es una escena puesta en estado de pregunta, con toda la potencia de la poesía (…) En los relatos de Salinger anteriores a su conversión al “glasismo”, este tipo de incertidumbre propia de la mente infantil es muy común. Sus héroes parecen estar atrapados en el mundo de los adultos y desde ahí dan pelea, pero no con certezas, sino con extravagancias”. Acto seguido, Z ha recordado la que quizás sea su secuencia favorita de la literatura (además de unos versos de Walt Whitman que no se cansa de repetir, el final de “El Sur”, el momento en que llega Rosaura a la pensión, gran parte de Zama y Eisejuaz, cuando Robert Maitland decide quedarse en la isla de cemento, cuando el tipo se tira por la ventana en Cicatrices, la metamorfosis del viejo de la tienda de antiguedades en 1984, el último párrafo de “Casa tomada”): cuando Morini, en 2666, se encuentra con el tipo que vendía tazas. A saber:

¿Qué quieres decir?, dijo Andy. Pues que antes las tazas hijas de puta no me herían y ahora me están destrozando por dentro. ¿Y qué demonios las hace tan distintas, aparte de que ahora son más modernas?, dijo Andy. Justamente eso, le respondí, antes las tazas no eran tan modernas y aunque su intención fuera herirme no conseguían hacerlo, sus alfileterazos no los sentía, en cambio ahora las putas tazas parecen samuráis armados con esas jodidas espadas de samurái y me están volviendo loco/

...los combates de verdad, en donde los grandes maestros lucha contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acochina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez/La mejor literatura contemporánea está basada en hechos indecibles, dice Z, con su mejor voz de estudiante de Letras. De paso, releyó uno de sus cuentos preferidos del autor chileno: “Gómez Palacio”. ¿Qué es lo que le gusta a Z de ese cuento? No sabe explicarlo exactamente pero tal vez le guste eso que él tanto repite (narra lo que sucede en esos momentos en que, supuestamente, no pasa nada) o ciertas imágenes poéticas (un auto en la ruta, un Hotel deshabitado, los pequeños sueños de los integrantes de un taller de literatura) que expresan la tristeza que emana de todas las cosas. Z, que últimamente capta la tristeza que emana de todas las cosas, ha pensado escribir un cuento o una novela sobre un tipo que, a los 45 años (separado de su mujer y en la más cruel de las soledades), crea un movimiento literario llamado TRISTISMO o TRISTEZARISMO. Para que todo sea más triste, el tipo debe dar una conferencia informando sobre la creación del movimiento ante un auditorio totalmente vacío y morir a poco de conseguir que alguien le edite un libro. Incluso la novela termina con el sonido del teléfono: ¡es el editor que lo llama pero el pobre tipo ya se murió! O tal vez sea mejor hacer una película. Cuento, película o novela, se llamará TRISTE/.

Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora /Z (influido por un comentario en su blog: Z es una de esas personas ruines que tienen blog) ha leído un cuento de Dino Buzzati. Antes de leer el cuento en cuestión, Z lee que Dino nació en 1906 y murió en el 72’. Que es italiano. Que sus relatos se encuentran a la altura de los de Kafka o los de Borges. Que su receta para escribirlos es narrar con simpleza hechos extraordinarios. Que en uno de ellos a una mujer le crecen alas y en otro un sacerdote discute con un extraterrestre. El cuento que ha leído Z se llama “Algo había sucedido”. Lo primero que piensa Z es: Magistral. Lo segundo: excepcional. Y lo tercero: yo quiero escribir cuentos como Dino. Y más: Yo quiero ser Dino. Y todavía más: ¡Oh, Dios, despójame de este cuerpo, quiero ser Dino! El mencionado cuento está narrado en primera persona desde la perspectiva del pasajero de un tren que atraviesa Italia del Sur al Norte. Poco a poco, el pasajero (y los demás acompañantes, disimuladamente) comienza a observar en las inmediaciones del campo, alrededor del tren, que la gente huye desesperadamente del Norte. Algunos les hacen gestos y hasta alguien llega a alcanzarles un diario que se parte a la mitad: “Un muchacho intentó seguirnos con un paquete de diarios y agitaba uno que tenía un gran titular negro en la primera página. Entonces, con un gesto repentino, la señora que estaba frente a mí se asomó, logrando detener por un momento el periódico, pero el viento se lo arrancó impetuosamente. Entre los dedos le quedó un pedacito. Advertí que sus manos temblaban al desplegarlo. Era un papelito casi triangular. Del enorme título sólo quedaban tres letras: ION, se leía (…) Corríamos como locos hacia una cosa que terminaba en ION y debía de tratarse de algo espeluznante; poblaciones enteras se daban a la fuga”. El relato termina cuando el tren llega a destino. Lo que sucedió, obviamente, no está descripto con palabras. Y aquí vienen las elucubraciones de Z:
-El relato (aún magistral) es una metáfora estúpida sobre la condición humana: vamos hacia algo (la muerte) que no sabemos muy bien qué es.
-El relato es una alegoría sobre la devastación de la guerra (esto suponiendo que el mismo fue escrito en los años 40; la Primera Guerra Mundial fue de 1915 a 1919, Z prefiere pensar que Dino no escribía tan bien de los 9 a los 14 años, aunque tratándose de Dino…).
-El relato es un escalofriante reflejo de la falencia del lenguaje para explicar lo intraducible.
-El relato profetiza el levantamiento social del campo en la Argentina del 2008. La gente desesperada corre hacia un cacerolazo masivo y el “IÓN” del diario es el titular de La Nación o Perfil o Clarín o Crítica: REVOLUCIÓN. O la gente del campo corre desesperadamente hacia algún país limítrofe porque les han confiscado todas sus tierras. El “IÓN” del diario es el titular de Página 12: REVOLUCIÓN.
Lo concreto es que Z se alegra de haber conocido a un escritor “nuevo”/.

Hablan en voz alta, eso sí, con el aplomo de los que ignoran la duda/Z ha estado cursando (en lo que va del cuatrimestre) un seminario dedicado a Borges. Allí pudo conocer la primera obra poética del viejo ciego (Fervor de Buenos Aires-Luna de enfrente-Cuaderno San Martín) y otros textos que no suelen circular con mucha constancia. Las conclusiones de Z son las siguientes (y en algunos casos, ni siquiera son propias):
-Todo escritor argentino, después de Borges, juega por el segundo puesto.
-Todo intelectual argentino intentará demostrar, en vano, que hay algo más en la literatura argentina que no sea Borges y sólo Borges.
-Lo que se dice de la sintaxis de Borges (que es perfecta) es verdad. Hay veces en que, literalmente, copio oraciones enteras de Borges y parafraseo, espeta Z desde un costado.
-¿Borges era un gran poeta? Si.
-No hay con que darle a Borges (ni siquiera con Arlt, por supuesto).
-La calidad literaria de Borges multiplica 1000 veces la de Arlt, 2000 veces la de Cortázar, 4000 veces la de Walsh, 5000 veces la de Bioy. Aunque son todos grandes escritores, desde su posición, incluso, Borges ni siquiera los divisa: primero por su estatura literaria, segundo, porque es ciego/.

¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?/Z observa el video que da cuenta del rescate de Ingrid Betancourt y piensa en la paradoja de tener una filmación de cada hecho “trascendente” ocurrido en el universo: el video vendría a reivindicar la legitimidad, pero, al contrario, termina por destruirla. Sea o no verdad el rescate novelesco de los secuestrados, es indiscutible que Ingrid and Company no hubiesen reaccionado igual de NO estar ante las cámaras: inconscientemente, al enfrentarnos con una cámara, comenzamos a actuar, a desenvolvernos en forma distinta a la normal. Por consecuencia de ello, los gritos y el llanto de Ingrid se convierten (incluso a pesar de que lo sean intrínsecamente y, al modo Zeitgeist, todo se trate de una gran farsa) en comedia/.

…hacia esa humanidad que gesticula hasta con las orejas, vende hasta las uñas de los pies/Z observa a Lanata, en plena entrega de los premios Martín Fierro (monumento a la frivolidad y la estrechez cerebral de la Argentina), enumerar una lista de funcionarios o dirigentes políticos corruptos o sospechados de serlo. ¿Y quiénes festejan la “trasgresión” de Lanata? Moria Casán, una vedette fascista-menemista, Susana Giménez, que piensa que al pasado no hay que tocarlo, los periodistas de Canal 13 y América que trabajan para distorsionarlo todo. Evidentemente, piensa Z con algo parecido a la ironía, estamos ante una nueva “Carta abierta a la Junta Militar” que hará historia. Es que uno siempre debe mirar alrededor antes de decir algo, agrega Z. Mirar alrededor, sólo eso o, como dirían en una novela traducida, “echar un vistazo”. Por eso desdeño la motivación de la gente que asiste a los cacerolazos (no la manifestación en sí), sigue Z, casi enfurecido y enrojeciéndose poco a poco: porque uno no puede estar tranquilo al lado de alguien que escribió en su cartel “TIRANÍA K” o “BASTA DE MONTONEROS RESENTIDOS”. Del mismo modo, Lanata, antes de hacerse el rebelde (contra ese Estado que lo persigue implacablemente), debería prestar atención al hecho de que lo está mirando socarronamente todo un espectro de muñecos manufacturados tan o más infectos que los corruptos de su lista/.

Quisiera hacer contigo una película hablada /Después de mucho tiempo, a Z se le ha ocurrido el argumento para un cuento. Cuando tenga ganas (si es que alguna vez las recupera), lo va a escribir. Debe estar narrador en tercera persona desde la perspectiva de una mujer a la que le agrada dormirse abrazada por su esposo. Debe haber una mínima introducción (tal vez algo melosa o sobreactuando situaciones amorosas) hasta llegar a una noche concreta en la que la pareja hace el amor, apaga la luz y duerme abrazada. A partir de allí, la narración comienza a estar en tiempo presente (siempre en tercera persona y desde la perspectiva de la mujer). En determinado momento el hombre se levanta para buscar un vaso de agua y ella, entre dormida, escucha un ruido en el baño. Se desvela y, sin levantar la cabeza de la almohada, pregunta a su pareja si está bien. La respuesta tarda unos segundos pero llega. La voz de Julián (el tipo se llama Julián) desde el comedor, sin embargo, le parece más grave. O quizás no es grave el calificativo adecuado, sino diferente o inhumana. Luego de unos minutos (minutos en los que ella escucha susurros, pisadas que son y no son de Julián, vacilaciones) él entra en la habitación. Se introduce en la cama, la abraza, pero ella comienza a notar (en el ritmo de la respiración, en la frialdad de su cuerpo, en la fragancia de su cuello) que quien la está abrazando no es Julián. Aterrorizada, la mujer logra sacar una mano de entre las sábanas y prende al interruptor del velador. Cuando ella ve “eso”, el cuento termina/.

------------------------------------Antes de que colgara le dije que tenía a un grupo de judíos en mi poder, ¿qué hago con ellos? No me respondió. A la gente le repugna ver un anciano, un enfermo o un muerto, y sin embargo está sometida a la muerte, a las enfermedades y a la vejez. Si es que no ha sido todo un sueño, el conde me debe haber traído en brazos hasta aquí. No nos gustan las personas en las que no hemos convertido. (La grasa de las capitales no se banca más ¿Spinetta? dixit). Ahí estábamos, por irnos y no. Ahora veo que no hay nada que temer, nada que desear, odiar ni evitar, aquí, nada de que huir ni nada que perseguir. No comprendo cómo en una ciudad no mayor que Nueva York puede caber gente suficiente para quitarnos el dinero a los tontos del pueblo. Lo primero que me llamó la atención al entrar al Colegio de la Cruz fueron esos chicos que daban vueltas y vueltas alrededor del patio. Tú clamarás desde lo hondo de tu memoria: tú bajaras la cabeza como si quisieras acercarla a la oreja del caballo y acicatearlo con palabras. El rubor fugaz que acompaña a un pensamiento feliz es hermoso en el hombre, más hermoso en el adolescente y encantador en la mujer. Cuando más viejo se hace uno, más pronto desaparece este rubor. Yo no soy partidario de las bombas…prefiero los gases. Puedes animar cuanto quieras a quien tenga los ojos vendados a que mire a través de la tela, pero él, no obstante jamás verá nada; sólo podrá ver cuando se le quite la venda. Hubo de pronto una luz enceguecedora, ruido, dolor, y luego nada. Cuando eructé erc erc un par de veces para aliviar mi pobre e inocente estómago, me puse a elegir los platis del día en el guardarropa, al mismo tiempo que encendía la radio. Cuando un hombre ha de servir a dos señores y debe desagradar forzosamente a uno de ellos, debe hacerlo siempre al más poderoso------------------------

Esta vida -con sus complicaciones y llamadas telefónicas- es indecente, y una pérdida de tiempo /Z se ha equivocado tanto en el segundo parcial de Lingüística I que está convencido de que sus respuestas cambiaran para siempre alguno de los modelos que elaboró Chomsky. La perspectiva de Z sobre los modelos de Chomsky es tan errada que hasta se puede decir que entendió otra teoría o que, por lo menos, inventó una para el parcial, hecha de contradicciones, palabras abstractas y ambigüedades que ni el propio Z estaría seguro de interpretar/.

Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta/Z ha observado cómo sus compañeros de Letras, luego de corregir, repasar y recortar la línea de puntos del margen de sus parciales, se quedan absortos, callados, rígidos y mirando la nada. Z, en cambio, es de los que necesitan escribir rápido lo poco que tienen para decir y, luego, huir despavorido. Sin embargo, en el segundo parcial de Lingüística, no sólo inventó una teoría paralela a la de Chomsky que hará las delicias de los lingüistas sino que también se quedó mirando la nada. Y mientras miró la nada, pensó las palabras que conforman este párrafo/.

Soy aquel a quien todos los obstáculos superan/Z recuerda que Kurt Wolff, editor de Kafka, se negó a publicarle a éste el cuento “En la colonia penitenciaria” por considerarlo repugnante. Franz respondió (esta frase está pegada en algún lugar de la habitación de Z): “Como aclaración a este relato, tengo que añadir que no sólo él es repugnante, sino que más bien nuestro tiempo en general, y el mío en particular, fue y es repugnante, en particular el mío”. Sayonara/.

PD: Después de escribir estos párrafos, Martín Zariello fue internado de urgencia en La clínica esquizofrénica de Santa Teresa. Allí se hace llamar Dino Buzzati, relee a Kafka y conversa con Beno von Archimboldi.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Con Chomsky pasa siempre igual, todos reinventan sus teorías una y otra vez, pero algo me dice que él estaría bastante contento con eso, (no asi con que se hagan remeras con su cara)

Dino es de lo mejor que hay, ese "Algo había pasado" congela la sangre un momento.

Buzzati es como un Kafka pero con un poco de lirismo. Te recomiendo "El desierto de los tártaros" novela con prólogo de Borges, pero eso si,es una lectura que requiere no tener tendencias suicidas. Es, en mi opinión, Uno de los mejores ejemplos de que Sísifo no es sólo un mito.

Me encantó el post.

Anónimo dijo...

Bien Corvino. Has vuelto a dar otro gran paso en la lucha contra el poder de sintesis. Esta es la intensidad necesaria. Muy buen post.

Un abrazo y siempre leyendo,

M. Ajeno

La niña santa dijo...

Uff demasiada información! Fue en Mar del Plata cuando la Niña Santa, ante una docena de facturas y luego de días de "pasar hambre" (comer mal, en realidad) abrió grandemente (me gusta ese adverbio) los ojos y dijo: no retengo tanta información! Esa frase la atesora en la memoria.

Martín tengo varias cosas para decir. Primero: me gustó mucho esto que reprodujiste:

¿Qué cosas lo aburren?
–El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado/

Segundo: Estoy muy de acuerdo con todas tus conclusiones sobre Borges. Aunque yo no hice ningún seminario sobre él, pero sí lo leí bastante. Es un excelente poeta, si me apuran el mejor de todos. Un día se me ocurrió pensar que la razón por la que él al perder la vista sólo podía ver el color amarillo era porque es el color de las páginas de los libros.

Tercero (y último): Una vez usé "En la colonia penintenciaria" de Franz Kafka para un trabajo práctico sobre tatuajes. De alguna manera, Franz recreó ("inventó") con crudeza lo que miles de personas se hacen en la piel por gusto o moda, y a nadie le parece repugnante.

Mariana dijo...

buenas! no mucho que decir [reaparezco luego de finalizar el cuatrimestre]
exijo el cuento con "eso" desarrollado por favor: mi mente no tolera más misterios literarios.
me encantó la teoría del color amarillo de la niña santa.
salute

Anónimo dijo...

aguanten Los Redondos