Lo que sigue está mal escrito y a las apuradas. No tengo mucha argumentación para amortiguar mi ¿pseudo-idea? Más que nada se trata de una queja acalorada que bien podría pasar como modelo de carta en un suplemento cultural. Ayer se cumplieron 25 años de la muerte de Julio Cortázar. Cuando no se trata de un adolescente maravillado que recién lo descubre o algún cuarentón que se quedó en Rayuela a vivir para siempre, parece que no hay forma de recordarlo sin que el interlocutor pertinente recuerde su experiencia personal como lector. Pocas veces un texto sobre Borges (tampoco quiero generalizar) comienza con el autor confesando cuál fue la primera vez que lo leyó y de qué modo incidió ese hecho en su vida personal. Esta práctica es usual, sin embargo, para hablar de Cortázar. (Aclaro que yo mismo he caído repetidas veces en ese lugar común, así que este breve apunte es una autocrítica). Lo malo de este ejercicio es que el itinerario de los lectores de Cortázar, en la mayoría de los casos, es idéntico: X lee a Cortázar en su juventud, cuando es hermoso, cree en la revolución y está enamorado. Pasado un tiempo, X comprende que la vida es una mierda, que el amor no alcanza, que hay que ser cínico, que Cortázar es cursi (“el mejor Cortázar es un mal Borges” diría Aira), que sus posturas políticas lindan con el desastre y que Rayuela (aquella novela que subvirtió sus sentidos al máximo y lo hizo querer escuchar jazz, vivir en París, ser Oliveira y noviar con una Maga), como la vieja mula de los Simpsons, “ya no es lo que era, ya no es lo que era”. El mejor exponente de esta clase de relatos lo escribió Fabián Casas y se llama “Tarde en la noche viendo a Cortázar”. Trata sobre el impacto que tiene en el poeta cuervo la emisión de una entrevista que Cortázar concedió a la televisión española a fines de los 70’. Ayer la repitieron y la volví a ver: es maravillosa. Allí, Cortázar repasa su obra intercalando sorbos de whisky y pitando su cigarrillo. Es la imagen del póster en acción y cae tan bien como la primera vez que lo leímos. Después del texto mencionado (breve y contundente como un buen contragolpe), entonces, creo que es redundante hasta la monotonía aclarar nuevamente de qué forma queremos a Cortázar y hasta qué punto, con el paso de los años, despreciamos su obra. En conclusión, fatalmente, la mayor parte de la gente está convencida de que la vida es genial cuando se lee a Cortázar por primera vez. Nos los culpo: yo también lo creo y cada tanto releo sus libros queriendo encontrar allí el efecto visceral que tantos han revelado. Lo malo es que cuando se advierte que ese sentimiento era una proyección pasajera (la mayor parte del tiempo la vida no es efervescente, sino triste, en ocasiones decepcionante y en el peor de los casos, aburrida) no se encuentra mejor culpable que al mismo Cortázar. Parece que él tuviera la culpa de que la Revolución no funcionara, de que haya escritores mejores, de que el amor sea doloroso, de que no se pueda escuchar jazz y tomar whisky porque hay que trabajar. “Che, Cortázar nos cagó”, parecen decir los anti-cortazarianos, a la inversa que Casas, “¡era un barbudo de un Centro de Estudiantes Universitarios cualquiera!”. Tal razonamiento, por otro lado, tiende a bajarlo del pedestal en forma injustificada. Si por Libro de Manuel y sus últimos e inestables volúmenes de relatos (Octaedro, Alguien que anda por ahí, Queremos tanto a Glenda; afortunadamente no el recomendable Deshoras), Cortázar es un escritorcito del montón, estamos cagados. ¿No valen nada entonces Bestiario, Las armas secretas, Todos los fuegos el fuego, Final del juego, Historias de cronopios y de famas, Los premios? Sigo con esto no porque la obra de Cortázar no admita múltiples críticas, sino porque se pone el énfasis sobre lo más endeble de su carrera, algo que no sucede nunca, por ejemplo, con Borges. Valorar a Cortázar por Libro de Manuel es tan inexplicable como colocar a El informe de Brodie por sobre Ficciones o El Aleph. Por esta razón, celebro el artículo que escribió Eduardo Berti en ADN el sábado pasado, donde repasa la obra de Cortázar concretamente, sin detenerse en detalles superfluos y demostrando un amplio conocimiento tanto de sus relatos como de sus novelas. Muchas gracias.