martes, 26 de mayo de 2009

Flash Flâneur

Por casualidades del destino, me encontré, el 25 de mayo a las siete y media de la tarde caminando solo por la calle San Juan. La situación duró unos diez minutos. Mentalmente fueron horas. O días. Como un personaje de Ballard, entré en un viaje cognoscitivo radical. Estas cosas me pasan sin tomar ninguna sustancia prohibida, simplemente estoy un poco chiflado. Pero bueno, como decía Federico Peralta Ramos: para no ser un recuerdo, habrá que ser un re loco (todo el texto es una excusa para mencionar esta frase). A medida que iba avanzando, casi me pude convencer de que el final de aquella caminata era el patíbulo. Negocios cerrados, calles vacías, esa sensación de estudio cinematográfico abandonado que se advierte en las características arquitectónicas del lugar (la estrechez de sus calles, los bordes de las veredas). Toda una gama de imágenes que proponían el suicidio o, por lo menos, la contemplación seria de éste. Me interesan de sobremanera las imágenes cotidianas que causan un shock poético. Son metáforas de algo muy importante. ¿De qué? Me remito al gran Werner Herzog en el diario de rodaje de Fitzcarraldo: “Laplace habló de aplanar la pendiente hasta que tenga una caída de sólo doce por ciento. Le dije que no lo iba a permitir porque de esa forma perderíamos la metáfora central de la película. Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo sabía, sólo que era una gran metáfora”. Desde que tengo uso de razón estoy repitiendo esa frase. Volvamos. También por San Juan había familias (perdidas seguramente, porque nadie con el deseo de “pasarla bien” iría por San Juan un feriado; quizás hayan ido allí para disgregarse en una esquina y no volver a verse), familias con camperas infladas y bolsas en sus manos. ¿Entienden lo que les digo?: ¡Camperas infladas de colores y bolsas en sus manos! Esta conjunción de elementos del horror siempre me causa pena: ya sea porque quienes llevan camperas infladas y bolsas en sus manos son muy pobres y no tienen dinero para comprarse una campera decente y una mochila o bolso, ya sea porque quienes las llevan poseen el dinero necesario pero sin el más mínimo sentido estético del Planeta Tierra. Y los niños de estas familias eran feos, eran niños sin gracia alguna y se movían como alimañas. Pero lo que peor me hizo fue un cartel rosa, un cartel de neón de una mueblería llamada “Boedo”. Si hay alguien que todavía no se anima a tirarse a las vías del tren, le recomiendo que pase por ahí de noche. Es el estímulo perfecto. Casi estrello mi cabeza contra la vidriera y acabo con mi existencia. Y ahí la luz de neón me dijo:

"¡bienvenido!, ¡yo sabía
que vendrías aquí
a esta caverna...
supongo que te acostumbrarás
al silencio total
mundo inferior
que es eterno como el propio mal...
así no habrá para mañana
otra luz que lamentar
al morir el desierto de sed de amar
y de florecer
jamás escaparás de aquí!" (1).

Bueno, la prédica spinetteana no sucedió, pero podría haber ocurrido. Desde pequeño los carteles de neón me sumen en una melancolía que ni siquiera puedo discernir. Es peor que cualquier recuerdo doloroso, es peor que una visita al odontólogo. Creo que se relaciona con que de niño no vivía en el centro, entonces los domingos íbamos con mi familia a pasear por ahí. A caminar por la Peatonal o tomar un helado (lo intuyo, la verdad es que no lo recuerdo con exactitud). Y nos volvíamos a las siete u ocho de la noche para que no se haga tarde. Y entonces a través del vidrio del auto o del colectivo o del taxi (mojado, preferentemente, para aumentar el caudal melancólico) veía pasar a toda velocidad las luces de neón que me alejaban del centro (la diversión) y me llevaban de vuelta al barrio (la rutina, la escuela, el hastío). Otra postal urbana que me hunde en el lado oscuro de la luna son los carteles viejos que se resisten a despegarse del todo: por Moreno y Funes, si no me equivoco, persiste un anuncio del Festival de Cine del 2005; hasta hace poco por Belgrano uno anunciaba una visita de ¡Vox Dei! Y también hay costumbres marplatenses que me hacen mal. Ceremonias secretas que he visto con algo parecido a la beatitud al revés (si es que esto existe) o la epifanía deforme. Gente que se va a comer sándwiches (o sanguches, en su versión criolla no aceptada por el Word) a la Costa. Esto me causa pena por lo misma razón que expliqué refiriéndome a las camperas infladas y las bolsas. Afortunadamente llegué a Luro, doblé y seguí con mi vida. Hay que tener cuidado, Mar del Plata en otoño te puede matar.

(1): Este fragmento pertenece al tema “La aventura de la abeja reina”, incluido en el extraordinario disco Kamikaze (1982), de Luis Alberto Spinetta. Siempre me recordó levemente a “La abeja haragana”, un clásico infantil de Horacio Quiroga de Los cuentos de la selva. En la versión de Spinetta, una abeja reina cae en el territorio de una entidad misteriosa que la aterroriza. La abeja logra salir de la colmena demoníaca, pero para hacerlo debe morir, resignándose a dejar su aguijón en la presa. Es decir, una novela de iniciación y autoconocimiento en 4 minutos con 51 segundos. Y mencionar a Quiroga me recordó un relato breve de Leo Masliah, en el que un tipo se propone afeitarse con una máquina marca “HG”. Interpreta las iniciales como “High Quality”. Acto seguido, la máquina lo mutila: “a tal punto que en menos de un minuto Damián ya no tenía cara, ni ojos, ni orejas, y su cadáver chorreante de sangre yacía al costado de la cama”. Luego, su esposa comprueba el verdadero nombre de la máquina: “Horacio Quiroga”.

14 comentarios:

La Momia dijo...

AY Corvi, no sé porqué, quiero decir, será por algo malo que nos quedó de nuestra familia, por eso nuestras miradas el domingo y el lunes feriado??? a mi tb me deprime todo eso, pero mal, me dan ganas de matarme, de no vivir más, pero no me lo resuelve doblar por Luro. Creo que es hora de hacer algo. De irse. Menos mal que no fuiste a La semana de arte contemporaneo de la plaza del agua, sino te cortabas las venas con un cinturon dios de alguna vieja concheta.

Anónimo dijo...

mar del plata está llena de imágenes tristes... la gente que se encierra en el auto a leer cerca de la catedral... o a dormir!

La peatonal San Martín de noche, en invierno y en verano, cada circunstancia con sus características...

los locales de los zapateros, con esos carteles "compostura de zapatos" son siempre deprimentes (casi como una estrategia de marketing, como para que uno piense "en este lugar, roñoso y venido abajo se trabaja en serio, esto es artesanal")

También hay muchos bares y cafeterías que son deprimentes... ahora no me acuerdo ninguno pero lo hay!

JJ

CIne Braille dijo...

Domingo, 6 de la tarde, parejas de gente madura o ya mayor en el cruce de las rutas 226 y 55 (entrada a Balcarce) tomando mate (a veces) y mirando quién pasa (siempre). Y me venís con Mardel en otoño... Eso es el Carnaval de Río al lado de aquello.

Cine Braille dijo...

Ya que nombraste un tema de Kamikaze: ¿vos sabés que para mí ese disco está al nivel de Artaud, o ahí nomás? Canción por canción no me parece menos; Artaud le gana, me parece, por el concepto artaudiano - deforme de la tapa.

Martín Zariello dijo...

¿La gente se encierra en los autos a dormir? No sabía.

Lo peor de la gente que se va a comer a la costa o a mirar gente pasar en Balcarce es imaginárselos proponiendo el plan: "Viejo, vamos a la rotonda?". Es como decir: "Nos suicidamos?".

La Peatonal en junio, de noche, es letal.

Kamikaze es superior a Artaud, estaba esperando que alguien lo digas para prenderme.

Martín Zariello dijo...

Lo que quise preguntar no es si la gente se encierra en los autos a dormir, sino a leer.

Cine Braille dijo...

Yo creo que el que llegó a Artaud a través del vinilo original, el que tuvo entre las manos esa tapa tremenda, difícilmente crea que haya algún disco mejor, al menos alguno mejor del Flaco. Pero los que vinimos después llegamos a través de casetes, CDs, mp3, y ese flash ya no lo tuvimos: pasamos derecho a la música y las letras, y ahí no sé... Según el día te digo que el mejor es uno u otro. Pescado 2 es glorioso también, y el doble con Los Socios del Desierto, y... y bueno, casi todo.

Anónimo dijo...

sí, leen el diario, por ejemplo. escena típica: mate, lectura, y hasta siestita del conductor echando el asiento un poco hacia atrás.

más imágenes: locales que abren los domingos (mientras los vecinos están cerrados); un bajón entrar y que te atiendan los empleados con ganas de estar durmiendo o boludeando como vos.

JJ

Fix Perez Bracamonte dijo...

De Herzog, chequeá "Aguirre, la ira de dios", también con Klaus Kinski. Leer las historias de las peleas casi (?) de pareja entre Kinski y Herzog durante las filmaciones te reconcilia con la noción de que uno en realidad no está tan loco.
Igual, a Kinski lo banco aunque fuera un loco porque tuvo una hija que en su época de oro fue el desvelo de más de uno.

Otro día podemos arreglar con Cine Braile y vamos todos a tomar mate a la rotonda, tal vez una tarde con llovizna y de vientito frío. Sólo abrimos la puerta del auto para tirar la yerba vieja entre los yuyos.

Cine Braille dijo...

Sí, y escuchamos un partido en el que juegue River y relate Costa Fiebre. O mejor (peor) aún, ponemos una FM trucha que pase tango lacrimógeno.

Martín Zariello dijo...

Conozco toda la historia de Kinski y Herzog, soy fan de todo eso. Kinski era un chiflado total. Hay un documental que se llama Mi mejor enemigo (lo debés haber visto) que es glorioso, sublime, excepcional y todos los adjetivos calificativos de exaltación que existan. Ahí Herzog cuenta que los indigenas le preguntaron si podían matar a Kinski. La leyenda dice que Kinski se quería ir del set de filmación y que Herzog le apuntó con un rifle para que no se vaya. Lo que tengo que ver todavía de Herzog es ese documental de un tipo al que se lo termina morfando un oso.

Inequívoco dijo...

para imágenes y personajes deprimentes... pasen por
www.matemosalasballenas.blogspot.com

Alito dijo...

Los cuentos mucho no me convencen, pero estos ¨cosos¨ que escribis la rompen.

APG dijo...

Fuera de lugar y tiempo, pero no quería dejar de agradecerte por tu reseña y, ya que sos un romántico, te linkeo otra historia de amor tragicómica entre dos lectores:
"Mi primer plagio"

http://lomioesamateur.wordpress.com/antologias/mi-primer-plagio/

Saludos,
APG