“A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que reinterpreta en función de los problemas del momento: Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es, a los ojos de un importante número de investigadores, en especial americanos, el símbolo de nuestro tiempo”. Si la vieja tesis enunciada por Gilles Lipovetsky en su notable La era del vacío fuera cierta, Michael Jackson (con su eterna sucesión de cirugías estéticas) podría ser considerada el paradigma perfecto de la era de Narciso, aquel que de tanto mirarse en el reflejo del agua murió ahogado. El efecto ominoso que producía en la sociedad el rostro multiforme de Jackson siempre mantuvo aparejado un halo de hipocresía: fue el proclamado “Rey del Pop” un espejo hiperbólico y violento de la obsesión posmo por el aspecto. Si nos atenemos a su decrepitud final (tanto física como mental) la moraleja de su fábula (en la que un individuo encandilado por la fisonomía termina convertido en un “monstruo”, un “freak” bizarro más propio del entretenimiento televisivo que de los escenarios) es de una linealidad bestial y apta para todos los medios que en este mismo instante hincan sus dientes sobre el cadáver para conocer los detalles más escabrosos de sus últimos días.
Cambiando el enfoque y sin pretensiones de reflexión cultural, nos encontramos con un caso típico en la Industria del Entretenimiento pero multiplicado por mil: un comienzo que rebasa el significado de la palabra “exitoso” (tal vez Jackson personifique el término “estrella” como ningún otro), la imposibilidad de superación (tanto comercial como artística) y un curso descendente en el que no faltaron ni los fracasos comerciales de sus últimos álbumes ni las acusaciones más agravantes hacia su persona (pedofilia). La característica majestuosidad de sus shows y video-clips (por su habitual desorbitación tendiente al mal gusto), el puño en alto como pose gestual de superioridad ante la multitud (favoreciendo la rendición de pleitesía y la asimilación con los grandes líderes totalitarios), el aullido agudo con el que matizaba sus canciones y su eterno paso “Moonwalk”, en el que parecía hacer retroceder el globo terráqueo con su sensacional baile, son testimonios simbólicos que representan toda una era marcada por la frivolidad y la perspectiva banal del Universo. Pero, ¿qué había detrás de ese entramado complejo de espectacularidades? Un personaje de gran bajeza, vacío, en soledad, emancipado del mundo. Aún siendo un dato coyuntural, no puede ser casualidad que su visita a la Argentina se haya dado en pleno menemismo.
Musicalmente, su carrera discográfica ingresa en un claro declive a mediados de los años 80’. El nivel superlativo de Trhiller (ejemplar soberbio de swing) no puede reparar el enorme daño histórico de sus discos posteriores, repletos de pasos en falso, declaraciones políticamente correctas, sonidos inofensivos, repeticiones y baladas insufribles. Por otro lado, la conclusión sobre la vigencia de su legado no puede ser más negativa. Jackson es quizás el máximo responsable del pop falto de sustancia y prefabricado de los últimos veinte años. Aunque sea, de seguro es la inspiración primordial de todo aquel espécimen musical con ínfulas pop que pone más énfasis en lo accesorio que en el contenido (a no ser que se estén inspirando en David Bowie y no nos hayamos dado cuenta): las coreografías rimbombantes, los video-clips, los shows mega producidos, etc. La dictadura del efecto en la que la obra de arte (porque esta noción también es propia del cine y de las artes plásticas) más que la “inminencia de una revelación” debe provocar un resultado monetario. Una concepción mercadotécnica sobre la música sublimada en los insípidos grupos para adolescentes de los años 90’ o en el laboratorio miserable de Operación Triunfo. Una proyección del “arte” puesta al servicio de la Industria. Eso, entre otras cosas menos elegantes, fue Michael Jackson.
Cambiando el enfoque y sin pretensiones de reflexión cultural, nos encontramos con un caso típico en la Industria del Entretenimiento pero multiplicado por mil: un comienzo que rebasa el significado de la palabra “exitoso” (tal vez Jackson personifique el término “estrella” como ningún otro), la imposibilidad de superación (tanto comercial como artística) y un curso descendente en el que no faltaron ni los fracasos comerciales de sus últimos álbumes ni las acusaciones más agravantes hacia su persona (pedofilia). La característica majestuosidad de sus shows y video-clips (por su habitual desorbitación tendiente al mal gusto), el puño en alto como pose gestual de superioridad ante la multitud (favoreciendo la rendición de pleitesía y la asimilación con los grandes líderes totalitarios), el aullido agudo con el que matizaba sus canciones y su eterno paso “Moonwalk”, en el que parecía hacer retroceder el globo terráqueo con su sensacional baile, son testimonios simbólicos que representan toda una era marcada por la frivolidad y la perspectiva banal del Universo. Pero, ¿qué había detrás de ese entramado complejo de espectacularidades? Un personaje de gran bajeza, vacío, en soledad, emancipado del mundo. Aún siendo un dato coyuntural, no puede ser casualidad que su visita a la Argentina se haya dado en pleno menemismo.
Musicalmente, su carrera discográfica ingresa en un claro declive a mediados de los años 80’. El nivel superlativo de Trhiller (ejemplar soberbio de swing) no puede reparar el enorme daño histórico de sus discos posteriores, repletos de pasos en falso, declaraciones políticamente correctas, sonidos inofensivos, repeticiones y baladas insufribles. Por otro lado, la conclusión sobre la vigencia de su legado no puede ser más negativa. Jackson es quizás el máximo responsable del pop falto de sustancia y prefabricado de los últimos veinte años. Aunque sea, de seguro es la inspiración primordial de todo aquel espécimen musical con ínfulas pop que pone más énfasis en lo accesorio que en el contenido (a no ser que se estén inspirando en David Bowie y no nos hayamos dado cuenta): las coreografías rimbombantes, los video-clips, los shows mega producidos, etc. La dictadura del efecto en la que la obra de arte (porque esta noción también es propia del cine y de las artes plásticas) más que la “inminencia de una revelación” debe provocar un resultado monetario. Una concepción mercadotécnica sobre la música sublimada en los insípidos grupos para adolescentes de los años 90’ o en el laboratorio miserable de Operación Triunfo. Una proyección del “arte” puesta al servicio de la Industria. Eso, entre otras cosas menos elegantes, fue Michael Jackson.
6 comentarios:
Hace horas envié un mail a unos amigos con ese título "La era del vacío", (genial obra, salvo la tapa) haciendo referencia al triunfo del pro... Quiero llorar, golpear, quedarme en silencio... No sé, ésto pinta mal, bahh, pinta peor, el Kirchnerismo no me gustó nunca, pero ésto es similar a que te cambien el verdugo, viste? como en esas películas que hay uno cagando a trompadas al detenido y después viene otro con los alfileres para meterle entre las uñas.. así.
Ahh, era un post de Miguelito!!, bueno, todo se relaciona, vale parafrasearlo para reflejar el proceder de un amplio sector político: " They don`t really care about us"
No lo puedo creer, todavía no puedo. El sábado recibí un mail sobre la posibilidad de que los 30.000 desaparecidos voten a favor del Kirchnerismo, todo ésto escrito con letras rojas, poniendo en duda la cifra (con comillas y signos de pregunta) como así también la palabra desaparecidos. Por último, y para terminar de decorar esa mierda con otro sorete, dudaban acerca de si los militares eran "genocidas". ésto es terrible, con el advenimiento del Pro deaparecen los atisbos de justicia social y los primeros pasos hacia una nación más justa consigo misma y con su historia.
Loco, hay que empezar a trabajar ahora para frenar lo que se puede dar en el 2011, yo en el 89 tenía cinco años, en el 95 once,pero para el 2011 confío en ser lo bastante menos boludo como para intentar frenar a toda esta caterva de hijos de puta que se viene... Llegando los Monos.
Saludos, tristes saludos.
Martin: yo soy un poco menos cruento con el balance respecto del legado de Jacko (Bad y Dangerous me parecen discos con algunas aristas interesantes, aunque acepto sumamente desparejos y lejìsimos del groundbreaking Thriller, por supuesto), pero aun siendo un poco (UN POCO) menos cruento, me gustò mucho tu reflexiòn y como el sàbado que viene quiero publicar algo sobre Jacko en mi pàgina del diario, me gustarìa que sea tu nota, porque siempre es bueno mostrar algo distinto, asi que formalmente te pido autorizaciòn. En otro orden, te cuento que acà, en la Catedral se juntaron unos, digamos ... ¿5 o 6? fans y armaron un santuario de Michael , con velas y todo ... como dirìa el genial personaje de Eddie Murphy en Bowfinger: AWESOOOOME!
Bueno che, siempre leo asì que las felicitaciones son redundantes.
Lo que anduve viendo es que cada vez lee màs gente y se desnaturalizan un poco los comentarios... pero es el riesgo de crecer. Un par de post generaron comentarios a-lla infobae... ABRAZO desde Resistencia, Chaco. Espero tu respuesta. Y como diria Michael: Iiii-IIIIIIIIIIIII (que no se còmo se escribe esa ya clàsica onomatopeya...). Guido Moussa (guidomoussa@hotmail.com)
jajajaja...
todo es culpa de Michael, qué pavada
igual está bien la estrategia discursiva
que lleguen los comentarios
buena onda
No lo considero mas frivolo que, digamos, los primeros Depeche Mode, Phil Collins, Duran Duran, Pet Shop Boys… de todo esto tambien tiene culpa o responsabilidad Michael Jackson? Por favor…
Jackson es el maximo responsable del pop falto de sustancia de los ultimos veinte años?. Ojala el pop actual fuese, aunque sea, la cuarta parte de lo que fue Thriller o incluso Off The Wall (el disco que le antecedio).
En todo caso tambien Rogers Watars se percibia como un dictador en la epoca de The Wall… epoca en la cual escupia en la cara a ciertos fans efervescentes… Por otro lado, apenas unos años antes los rokerisimos Led Zeppelín se hacian famosos, no tanto por sus discos, sino por las torturas (sexuales y de las otras) a las que eran sometidas las chicas que accedian a tener sexo con ellos.
Ah, pero… cierto… el frivolo y el degenerado era Michael Jackson.
gran análisis, corvino, as usual...
más allá de lo que haya sido el tipo como persona, es incomparable como ícono pop.
nunca fui fan suyo, y de hecho su imagen (que, para mí, por cuestiones generacionales, siempre fue la que tenía la epidermis como una hoja canson) siempre me causó más rechazo que otra cosa. pero no le miento si le digo que me causó mucha tristeza su muerte, corolario de más de un lustro de decadencia.
pobre chabón...
"Una concepción mercadotécnica sobre la música sublimada en los insípidos grupos para adolescentes de los años 90’ o en el laboratorio miserable de Operación Triunfo. Una proyección del “arte” puesta al servicio de la Industria. Eso, entre otras cosas menos elegantes, fue Michael Jackson"
Q palabrerio al pedo..... detras de esa mascara mediatica habia una persona con una gran musicalidad y sensibilidad. Una persona con un enorme sentido del ritmo, con un swing demoledor, con un groove q contagiaba. Que usaba el cuerpo y su voz como recurso ritmico y musical. Lastima q tus prejucios impidan que percibas y sientas todo eso... algun dia, quizas, lo puedas ver.
saludos niño!.
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