martes, 2 de febrero de 2010

Apuntes sobre Los Suicidas, de Antonio Di Benedetto

Singularidad:

En Los Suicidas ya no hay siquiera reminiscencias borgeanas en la adjetivación, el estilo cultivado en Zama (basado especialmente en un orden de la sintaxis tan original como brillante) aparece totalmente pulido. Parece que Di Bendetto no escribe una sola palabra de más. Esto le otorga a sus textos una identidad inédita en la literatura argentina. Lo escribe Di Bendetto y no podría haberlo hecho otro. Por otro lado, a diferencia de Zama, que en un principio puede ser difícil de abordar por su registro heterodoxo, la lectura de Los Suicidas es voraz. Es odioso pero inevitable no advertir que mientras el mendocino llegaba a tales conclusiones narrativas, Cortázar, por la misma época (Rayuela es del 63, Los Suicidas del 69, aunque para Saer fue publicada en el 66), se divertía con ejercicios de escritura que se asemejan peligrosamente al borrador de un fan de Girondo: “apenas él le amalaba el noema ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes”. Esto quizás habla menos de Cortázar como autor y más de Di Benedetto como precursor y genio. Al fin y al cabo son contados los argentinos que llegaron a tal nivel de singularidad: Borges, años luz por encima de todos; Arlt, por supuesto; Sara Gallardo en Eisejuaz; la obra de Saer.

Vodevil existencial:

Una de las mejores películas de esta década (por sus resonancias poéticas y la belleza de su argumento) se llamó Wristcutters: A love story (Goran Duckic). Cuenta la historia de dos jóvenes que se matan por amor (cada uno por su lado) y se conocen en un pueblito olvidado, especie de limbo o purgatorio impreciso donde van a parar todos los amantes suicidas. La atmósfera melancólica de la novela recuerda esa película. Seres absortos que deambulan por ahí con una pena y un gran vacío. Di Bendetto los reúne con una discreción y una gracia apabullante, como si todo fuera un vodevil existencial.

Suicidio, mujeres:

La historia es mínima pero atrapa. Se extraña esta literatura argentina ajena a las afectaciones, atemporal, cargada de tristeza, de ingenio. Un periodista debe encargarse de elaborar una serie policial a partir de las fotos de un par de suicidas. Es un tipo algo inconmovible (de ahí que en la película de Juan Villegas, que no vi, lo haya representado Daniel Hendler) y brutal, como el mismo Zama. Le gustan las películas de ciencia ficción, se desahoga insultando en el boxeo y parece no tener muchos sentimientos. Por dentro, su cabeza viaja a cien kilómetros por hora. El trabajo se le mezcla con su tendencia natural al suicido. Alrededor de él, un grupo de mujeres impasibles que lo vuelven chiflado. Entre varias, las más trascendentales: Bibi (quien se encarga de realizar una especie de historia universal del suicidio hecha de citas y apuntes que se va filtrando a medida que avanza la novela), Julia (su tonta amante o esposa o novia) y Marcela, la fotógrafa, probablemente uno de los personajes femeninos más logrados que se recuerden. A Di Benedetto le basta con delinear algunos aspectos, hacerle decir unas líneas.

Absurdo:

Con la misma temática con que otros hubiesen armado un drama insufrible (se me ocurre el pobre Sabato, pero no lo voy a mencionar para no caer en el facilismo de pegarle), Di Bendetto arma una comedia negra. Las sucesivas reflexiones sobre la muerte son contrarrestadas por diálogos y escenas que rozan el absurdo:

“Le digo todo esto a Julia y parece que concuerda, sin embargo me pregunta qué es ella para mí, y yo sin pensarlo detenidamente le doy la contestación más simple que se me ocurre: “Todo”, lo cual es verdad porque no a nadie más, a pesar de que lo he intentado (…).
Por último me dice que si no me he preguntando qué soy yo para ella, y aunque en realidad no lo hecho, le digo que sí y que me interesa su propia versión, cosa que no es verdad si bien comprendo que la conformará. Entonces medita un momento y luego dice: “Todo”, con lo que, verdaderamente, no agrega nada a la cuestión”.

“En la mañana el jefe me pregunta si he vuelto. Como contestarle que sí sería redundancia espero que diga algo más”.

Esencial:

Cuando se hacen referencias a la sintaxis especial de Di Bendetto se habla de frases como la que sigue: “Ponemos un disco, dos discos, tres discos, nos miramos y hay un poco de vacío qué hacemos”. “Su arte sutil va descartando con mano segura las escorias retóricas para concentrarse en lo esencial”, dice Saer en el prólogo de El Silenciero. Y tiene mucha razón.

Lapidario:

Por otro lado (todo se conecta en verdad), su poder de síntesis. “Después voy con ella y encarnamos”, señala el narrador para describir un encuentro sexual que el lector espera ansioso desde las primeras páginas. Lapidario. Di Benedetto es un poeta. Frases asertivas y palabras justas constituyen su universo lírico. Verbigracia:

“Zumban
y me rozan las moscas,
poseídas
por el demonio
del verano,
y el mundo es duro
y violento”

La versión original no está en verso, claro, es un párrafo, pero trafica poesía. ¿O no? En otro pasaje, Marcela dice que le gustaría haber sido: “La pasajera de un avión que no descendiera nunca”. Pero más allá de cualquier burda explicación convengamos que Di Benedetto puede hacer en una baldosa lo que ni usted ni yo en dos siglos de escritura continua:

“Preguntó cuándo fue. Este invierno. Mi memoria profesional niega que yo haya visto publicación alguna. ¿Marcela? Tampoco. Le resulta nuevo. Comento que es por la falta de colaboración. Marcela parece estar de acuerdo, pero no lo expresa. Y yo la miro y siento que amo a la gente triste y silenciosa”.

Libros, películas, artistas, autores mencionados:

-El mundo sumergido (¡Ballard!)
-Las mil y una noches
-Ingmar Bergman
-Fahrenheit 451
-Shakespeare
-Kant
-La veneración
-País de las sombras largas

Anotaciones finales, citas:

-Si en una película, o en una novela, el protagonista se mata, termina el relato.

-Si se mata al principio es porque irá atrás, la historia será contada de un salto al pasado.

-Creo que nadie puede discutir seriamente su muerte con otro.

-Algunos insectos se devoran a sí mismos si se les ayuda arqueándoles el cuerpo.

-De acuerdo (el suicidio), es una cobardía, pero una cobardía que exige mucho valor.
Bonus:
Mentira

“El tipo de novela que Borges hubiera aceptado escribir” dice Ignacio Echeverría en la contratapa de Los detectives salvajes. Mentira atroz, Borges hubiese considerado insufrible el hit de Bolaño. En tren de ucronías literarias podemos afirmar que las novelas que Borges hubiera aceptado escribir son Zama, Los Suicidas, etc.

Qué calor hará sin vos en verano

Di Benedetto no se deja tentar por el lugar común. No asocia la tristeza a la época invernal, ubica Los suicidas en una estación cálida. Durante toda la novela hace muchísimo calor. Cuánto más intolerable es el desasosiego en verano, cuando todos son felices.

12 comentarios:

Laura dijo...

Me encantó el post, aunque todavía no leí la novela.
Yo creo que Di Benedetto es mejor que Borges pero todavía no sé si es una opinión fundada o mero gusto.
¿Por qué no escribís también algo sobre El silenciero?

g. dijo...

Menciona mucho a Camus, si mal no recuerdo, también (Seguro que es la primera cita de la novela).

Muy buen desglose de la novela. Interesantes tus teorías. En las pocas palabras de este autor, siempre está todo lo que hay que decir. En Di Benedetto me pasó, siempre, que creo que nada sobra y, a la vez, nada falta.

Personalmente preferí El Silenciero, pero creo que fue porque la encontré en los estantes de la biblioteca de mi abuelo, un viejo libro de ed. Orión.
Sí recuerdo que está novela la leí muy rápido porque no la podía dejar, y hoy siento que es otra de las cosas que debería releer.


Saludos.

Nombre dijo...

Yo justo leí hace poco Los suicidas. Buenísima. Me parece que los policiales cuando giran en torno al suicidio casi siempre lo plantean como el caso más difícil - o mejor dicho, imposible - de resolver, no? Desde el principio se tiene ya el nombre de la víctima y del victimario, pero nunca se puede recuperar el motivo. Y termina chupando a los que investigan. Como, digamos, en (el obviamente inferior) Night Train, de Martin Amis.

"Mañana puedo cambiar de vida. Pero no puedo cambiar de oficio. Soy mi oficio. Si no cambio de oficio no puedo cambiar de vida".

Tengo que comprar el tomo de los cuentos completos de Di Benedetto antes de que se agote de nuevo. Siempre espero verlo en algún lado usado, pero nadie lo larga!

Hernán Galli dijo...

Di Benedetto es un genio. Realmente no entiendo por qué no se le da el lugar que le correponde.
A mí me sigue gustando más Zama, yo quedé enloquecido con esa novela. Pero mal, estaba como un loro repitiéndola.
Hay algo de Di Benedetto en Saer, una de las pocas raíces rastreables.

Iba a opinar sobre el pirmer comentario con que Di Benedetto es mejor que Borges. Corvino, te juro que hasta abril no opino al respecto!!!!!!! A no ser que hagas un post polémico y no pueda con mi genio.

POr favor, si te sacás una foto con Ricardo Fort y la colgás en el blog, te subvenciono tu primer libro!!!!!!!!!!!!!

Hernán Galli dijo...

Y autobomo a full: hace dos años, postée esto sobre Zama:

http://hernangalli.blogspot.com/2008/04/zama-saer-life-goes-on.html

Martín Zariello dijo...

Por la misma época escribí esto:

http://ilcorvino.blogspot.com/2008/01/zama-zama-zama_23.html

Debería leer El Silenciero en el 2013, pero ya lo empecé. Se viene la reseña para, como quien dice, cerrar el círculo.

Hacía mucho que no leía una novela en tres días, directamente la devoré.

Y en cualquier momento ataco sus cuentos completos, en el invierno un marplatense marplatense no tiene plata para gastar en libritos.

Saludos.

N dijo...

Excelente libro.

Laura dijo...

Reformulo mi comentario: tanto Borges como Di Benedetto son excelentes escritores, ambos son artesanos de la palabra y sugieren más de lo que dicen (aunque de un modo muy diferente). Pero Di Benedetto es más profundo que Borges. Los personajes de Borges son de papel (aunque sean interesantes intelectualmente) mientras que los de Di Benedetto están vivos. Tal vez esto se deba al género novela así que voy a leer los cuentos de Di Benedetto para haber si ocurre lo mismo.

Martín Zariello dijo...

Para mí Borges no puede ser comparado con nadie o casi nadie (?) pero lo que decís de los personajes es verdad o casi verdad (?). Uno se identifica con el personaje dibenedettiano (?), no mucho o muy poco o casi nada con el borgeano. Igual Borges los baila a todos con los cordones de los botines atados entre sí.

. dijo...

Leí hace poco los suicidas incentivado por este post, y pude terminarlo, al contrario que zama. Me encantó.
Ahora voy a poder hincarle bien el diente a la obra de Di Benedetto, sólo necesitaba un buen punto por donde empezar a morder y vos me lo diste.
Gracias.

Anónimo dijo...

che, a durkheim y el suicidio lo nombra/toma en cuenta, también.

Paco dijo...

Excelente post!