martes, 2 de marzo de 2010

Especies que desaparecen

No sé cómo será en otras carreras, probablemente lo mismo, pero hay algo usual en Letras con el paso de los años: el hartazgo. Le pasa a gente como yo, que probablemente nunca se reciba, y le pasa a gente que ya se recibió o está a punto. Después de determinado tiempo (cuatro, cinco años) asoma el aburrimiento y nadie que pertenece a Letras habla bien de la carrera. Me incluyo. No sé cuándo fue la última vez que dije o escuché decir: Qué buena carrera Letras. Siempre son quejas, odios, resignaciones. Esto es totalmente común, forma parte de la vida, es como encontrarle defectos a la persona que querés y decepcionarte. Pero para que ocurra este desapego debe haber un previo enamoramiento. Claro que nadie habla de él, porque para personas que leen a Barthes de atrás para adelante es bastante cursi decir que en algún momento lo único que nos importó en la vida es pertenecer a Letras. Así como suena. Fuimos felices ahí adentro y en mi caso, esa felicidad está asociada al primer cuatrimestre de primer año. No jodamos, uno entra a Letras y todo es fascinante. Las chicas que habitualmente leen a Pizarnik y son misteriosos. Los compañeros que escriben poesía. Las discusiones acaloradas que hoy nos harían sonrojar. La responsabilidad enorme de tener que entregar al otro día un trabajo práctico sobre… las rimas de Bécquer. Los grupos de amigos que se forman. La sensación extraña de recorrer los pasillos vacíos un viernes por la tarde. Las edificaciones errabundas que otorgan un marco romántico. Los autores que leemos por primera vez. Las consignas políticas pegadas por todos lados. Y los profesores. Uno puede amar u odiar a los profesores. Por mi relación turbulenta con la carrera (pocos finales, años en los que hice una materia por cuatrimestre) nunca tuve un trato demasiado fluido, pero creo que cada uno deja una huella en los estudiantes. Y si hay una profesora que se une indisolublemente al bloque espacio temporal de fascinación por Letras es María Adelia Díaz Rönner, quien acaba de fallecer (me enteré por facebook). Presiento que esto le debe suceder a muchos porque cuando ingresé a la carrera (en el 2004) ella estaba a cargo de la comisión de Taller de Oralidad y Escritura (aquel año sobre Ciencia Ficción), que junto a Gramática I e Introducción a la Literatura son las primeras materias que hacemos. De esas tres, Taller era la que más me gustaba y creo que es la mejor materia que uno puede hacer cuando ingresa a Letras. Para los que somos medios flojos, Gramática I es deprimente, es darte la cabeza contra una pared: “¿Esto es Letras? ¡Oh, my god! ¿Dónde mierda me metí? Yo quiero a mi mamá”. Introducción también me gustaba mucho pero obviamente tenía un espíritu más formal, es como la preparación para las materias más pesadas, es el campamento previo a la guerra. Taller era diferente. Justamente es eso: un taller en el que escribís, leés y debatís junto a tus compañeros, más o menos por lo que uno entra a Letras. Y ahí estaba Díaz Rönner. Nunca tuve un trato personal, para mí siempre fue “Díaz Rönner”. Si la memoria no me falla: jueves de 10 a 12 hs., aula 66. Algunos, lo sé, eran de la barra brava de Piña. Pero yo no hice Introducción con Piña, así que la estrella era Díaz Rönner. No sé cómo explicar a esta mujer. Creo que ya no suele haber muchas personas así, pertenecen a otro tiempo y, como dice la canción, son especies que desaparecen. Enigmática. Pelo canoso y largo. Humor ácido. Edad indiscernible. Sensación de sabiduría milenaria, una mujer chamán caminando por los pasillos de Humanidades. Y no estoy exagerando. Lo mejor (y más peligroso) de todo: siempre decía lo que se suponía no había que decir. Díaz Rönner incomodaba, su presencia nos mantenía inquietos, no te la hacía fácil ni ahí y podía ser lapidaria: “¿con qué saldrá hoy?” Ese tipo de personas que te preparan para la vida, que te dicen que te despiertes. Después uno se acostumbra, bosteza, pero recién salidos de la Secundaria, ¿encontrarte con Díaz Rönner hablándote de ciencia ficción un jueves lluvioso de mayo?: too much. Los únicos que pueden entender esto, lo sé, son los estudiantes de Letras. Me hubiese gustado morir ahí. Es casi con lo que uno sueña, ¿no? Todo tan genuino y espontáneo sin ningún tipo de doble sentido… Me acuerdo cuando leí La isla de cemento (de Ballard, sí, quien murió el año pasado, el mismo del que ayer terminé de leer su autobiografía) de un tirón. 24 horas de lectura ininterrumpida. Eso es algo típico de los primeros años de la carrera y después no vuelve a pasar. No tenemos tiempo. Hay que trabajar, vivir, una novia, preparar finales, responsabilidad. Pero en ese momento es: “No, mamá, no me estoy drogando, estoy leyendo”. Levantarse, leer, comer, leer, dormir un rato, seguir leyendo, cenar, leer. “¿Qué le pasa a este chico? ¿Por qué no se droga?”. Así. Y nunca más quise volver a releer La isla de cemento, porque ya no sé lo que añoró: si la novela en sí (que es genial) o ¡la época en que la leí! Y si es esto último estamos en serios problemas porque el tiempo, amigos, no va para atrás, sigue y no vuelve. Ahora bien, el trabajo final de Taller era una monografía sobre La isla. Si lo aprobabas promocionabas. Como se darán cuenta los que leen el blog yo tengo una tendencia a terminar los textos con conclusiones grandilocuentes sobre la modernidad, el rumbo del planeta y la guerra mundial. Bueno, ya sé que lo escondo, pero soy estudiante de Letras y una característica especial de Díaz Rönner eran sus correcciones, había que desentrañarlas casi. A medida que avanzaba el texto iba corrigiendo (imaginen la cantidad de correcciones para un alumno con enormes problemas de sintaxis y ortografía) y al final te escribía una nota bastante larga y compleja indicándote la forma en que podías subsanar tus defectos. Esto es algo que hacen todos los profesores, pero lo de ella era bastante peculiar. Vuelvo a repetir y sé que suena feo: los estudiantes de Letras entienden de que hablo. Yo aprendí muchísimo en ese Taller. Entonces volvamos: isla de cemento, totalmente fascinado, no sé quién mierda me creo. Relaciono la novela con la idea de automatización de El arte como artificio, de Shklovski. ¡Me estoy cagando de risa ahora mismo porque pensé que era súper original elegir eso! ¡Pero no! ¡A todo el mundo se le ocurría lo mismo! Escribo el trabajo pensando que ya estoy para recibirme. Diez hojas, Times New Roman 12, interlineado 1,5, introducción, dos o tres subtítulos intermedios, conclusión abrumadora sobre la sociedad, la vida, el individuo alienado, el capitalismo, cita a “La autopista del Sur”, de Cortázar (¡maldito descarado!). Entrego el trabajo. Durante la semana doy por sentado que estoy aprobado. Llega el jueves siguiente. “Zariello”. Lo recibo, sonrisa enigmática de Díaz Rönner que interpreto como: “Genio, hiciste el gran trabajo de tu vida”. Comienzo a pasar las hojas. Nada, sólo acentos y alguna falta de ortografía, pero ninguna anotación al margen, ningún temible signo de admiración con lapicera verde explicitando algún desastre conceptual. “Guag, siempre lo supe, soy el más grande de todos, ni siquiera había algo para corregir”. Llego a la última página, la de la bibliografía y en letras grandes: “RE-HACER”. Exijo una explicación. Debajo de todo, casi llegando al final de la hoja, una P.D lacónica y directa que me recuerdo muy a menudo: “No se agrande, Zariello”.

Que descanse en paz.

11 comentarios:

La Momia dijo...

AGRANDESE TODO LO QUE QUIERA ZARIELLO!!
AMO LA ISLA DE CEMENTO, MUCHO.

PASEN POR MI BLOG QUE HOY SI ESTA BUENO: www.lamomialoca.blogspot.com

Anónimo dijo...

Una genia.

nada más para decir.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cine Braille dijo...

1) Pasa en todas la carreras. Algo muy común después de recibirte es soñar ¡que todavía te faltan dar materias! Es horroroso. Preferiría soñar con un gobierno de Macri.
2) Con la carrera pará y volvé a empezar cuando creas que es necesario. ¿Qué te impide hacerla en 10 años? No serías el primero.
3) Todos necesitamos un "no te agrandes" cada tanto, y de pibes, más. En el caso del post, no lo esperaba para nada: me encantó.

Anónimo dijo...

Corvi, te me cambiaste el nombre y apenas lo lei me di cuenta que eras vos, dps cuando no vi el apellido me confundi por un segundo!

Entiendo lo de la nostalgia por lugares no-propios! Mi hermano por ejemplo siente nostalgia con europa. Se lo atribuimos a los antepasados inmigrantes, es la unica explicación logica que encontramos.

:)

Inmanente dijo...

Brillante! y pasa en todas las humanidades agregaría yo (puede ser algún rasgo común relacionado con las desalentadoras expectativas laborales)

Lisandro Capdevila dijo...

Tuve por suerte un par de esos profesores en la facultad, pero dada la cantidad que éramos, uno no podía tener ese contacto medianamente cercano. Una vez me echó un grosso porque yo me estaba riendo. Es algo.
A un amigo periodista su editor le dijo: "no te hagas el canchero más de una vez por nota". Se ve que Rönner hizo escuela.

joaquín c. dijo...

una genia absoluta, recién me entero. qué mierda.

fue lo mejor en la carrera, creo.

too much.

j.

Julieta dijo...

me gustó mucho el relato!
los dinosaurios de las carreras son seres geniales, incluso sin conocerlos, los queremos.
Yo en general los deseo como abuelos, no sé

Humberto dijo...

Hermoso texto. Yo recuerdo a
Diaz Ronner de mis años de cursadas en artes visuales. Tú descripción hacia ella es muy buena.
Que descanse en paz ahi hacia donde sea que se haya ido.

Anónimo dijo...

La pena es inmensa.
Nunca crei que alguien tan sabio y maravilloso iba a acrecentar ,aun mas, mi amor por la Letras como ella lo hizo. Descubrio delante mio un camino infinito al placer de enseñar y a lo ludico de leer y escribir.Quito mis miedos de mostrarle a los demas lo que yo era capaz de escribir. Fue mi profesora en el Taller de Oralidad y Escritura I.
!Queres dejar de ser como un caballo desbocado!, me dijo un dia cuando le presente un trabajo.
No supe que responderle solo nos miramos y nos echamos a reir.
Los alumnos que la tuvimos como profesora aun hoy seguimos escuchando uno de sus maravillosos consejos: NUNCA SE OLVIDEN DE LAS CALLECITAS PARALELAS, DENSE TIEMPO PARA LA LECTURA SOLO POR PLACER...EN LA CARRERA DE LETRAS NO SOLO HAY QUE LEER LO QUE LES DICEN, SINO TAMBIEN LEER DE TODO , SABER LEER Y PODER ELEGIR!
Desde donde estes te doy las gracias Maria Adelia !!!
Juan no te preocupes pero es cabecear en Gramatica y ceer que te vas a despertar frente a la Catu con una traqueotomia hecha con la Bic !
DALE PARA ADELANTE !!!!!

Andrea Anger -