
En una posdata de 1974 al prólogo de Recuerdos de Provincia, Borges dice que la historia hubiese sido mejor si en vez de canonizar el Martín Fierro se hubiese hecho lo propio con el Facundo. La crítica se convirtió en un hit de las letras argentinas. Quitando el adjetivo "mejor" y reemplazándolo por "diferente" (Borges se refería a la disyuntiva eterna civilización/barbarie para darle un palo al peronismo), lo mismo podría decirse con respecto a Sumo, Virus y el rock local. Las dos bandas son extraordinarias, pero a veces advierto que hay un recorte dominante a través del cual se súper-mitifica la figura de Luca Prodan en pos de subestimar la de Federico Moura. Como si de un lado estuviese la verdad y del otro la superficie.
Se suele repetir hasta el cansancio el episodio del festival Rock In Bali, en el que Sumo tocaba antes que Virus y Luca los anunció como "la banda de los putitos". El paradigma rockero instaló a Luca siempre del lado del lobo. Incluso características que en otro hubieran sido motivos de burla (su desastrosa pronunciación; su tendencia a parecer más inglés que italiano) en él se asimilan como algo pintoresco o hasta genial. Sus oponentes ni siquiera lo eran, recibían sus ataques asumiendo un papel de víctimas. No recuerdo declaraciones en su contra de ningún músico más o menos reconocido. Pero las construcciones sesgadas no se circunscriben a la tapa de Clarín o los informes de 678. Hace poco encontré la respuesta de Moura:
"Yo no lo vi a Luca. Recién me enteré en Buenos Aires de lo que hizo. Obviamente, la gente de producción no nos dijo nada en el momento de salir a escena para no rayarnos. Por lo que me dijeron, la gente gritaba lo mismo que había dicho Luca. Eso me sorprendió. Me pareció un mamarracho, un botón. Lo desapruebo y borro de mi cabeza totalmente, porque no hay cosa que soporto menos que una actitud de policía. Se me cayó la última cáscara que para mí le quedaba a Luca. Tendrá su onda de rock and roll, pero es un cliché. Vino a Argentina con su inseguridad de cantar en inglés y se tuvo que meter el inglés en el culo y hacer letras como "La rubia tarada" para shockear a señoras burguesas".
Diferentes tipos de substituciones. La disciplina por la diversión. La ideología por el erotismo. Lo prohibido por el placer. En los temas de Virus no se habla del corazón, sino del cuerpo. Por tomar tres de las más conocidas:
Es que tu cuerpo
va flotando por la habitación
Cierro los ojos
lo retengo en mi imaginación.
Sofocado por el sueño y la presión,
busco un cuerpo para amar.
Vuelve el deseo y la ansiedad
de este cuerpo
mi boca quiere
pronunciar en silencio.
Terminada la dictadura militar, se hace imperativo el comienzo de la dictadura del deseo. Parece un juego de palabras o una broma, pero en realidad es drama: las dos dejan un tendal de muertos a cargo del genocidio y el Sida. La revolución (que encarnaba uno de los hermanos Moura desaparecido durante la dictadura) ha dejado paso a la seducción continua.
Virus es la banda de sonido ideal para la era del vacío. Y al igual que con el libro de Gilles Lipovetsky, un desprevenido puede tomar su música como una filosofía de vida basada en la indiferencia y el desapego, cuando en realidad eso es lo que se pone en evidencia, con la objetividad posmo necesaria para que, según quien lo reciba, parezca que se está a favor o en contra.
Otro hecho particular es que las letras de la mayoría de los discos son co-compuestas o por lo menos intervenidas por el sociólogo Roberto Jacoby. El trasfondo teórico, entonces, es buscado y no puramente intuitivo como sucede con otras bandas. Esta condición de intermediario de un mensaje extrínseco sitúa aun más a Federico Moura como esa especie de sujeto maquinal que aparentaba arriba del escenario. Es que además de acusarlos de frívolos, a Virus se les endilgaba cierta frialdad en vivo. En su madurez, Moura cantaba con la mirada en un punto perdido. Sus pasos de baile eran imperceptibles. Se movía con lentitud y sonreía enigmático, ajeno al contexto. Su carisma consistía en la disolución del carisma entendido como actitud vital y demagógica. Todos datos que lo convirtieron en uno de los líderes más personales de la historia del rock argentino. La primera banda que supone una preeminencia ornamental tiene en su estrella a un individuo reacio al efectismo coreográfico, tan propio del rock.
Virus capta el Zeitgeist porque al tiempo que critica también disfruta. El infierno está encantador. Tal posicionamiento aleja a la banda de cualquier reduccionismo. No son contestatarios (en el sentido de que jamás sus canciones pueden confundirse con panfletos) ni meros hedonistas. Desde ahí producen. Y en esa encrucijada estamos todos. Rechazamos en forma abierta el "sistema" en el que estamos inmersos (¿o a alguien le agrada todo esto?) pero no podemos dejar de fascinarnos con él. U horrorizarnos. Es lo mismo. Esa clase de nihilismo sin tragedia tan propio de nuestra época. Luces. Flashes. Colores. Velocidad. Todas esas marcas que indican un claro dominio de la forma por el contenido, de lo accesorio por lo esencial, ya son parte del imaginario cultural colectivo y amenazan con copar nuestra sensibilidad, si ya no lo hicieron completamente.
Federico Moura inserta al puto en el rock argentino. Antes de su aparición había pura ambigüedad. La iconografía rockera cuenta entre sus aspectos más destacados la gestualidad afeminada. Es cierto, Charly García y Miguel Abuelo mariconeaban arriba del escenario, pero desde la óptica del que se hace el puto porque es el más macho de todos. Con Federico Moura no hay dudas. Inconscientemente, este tipo hizo más por el matrimonio igualitario (no sea cosa de decir "gay" y nos fusilen) que todo el espectro de la izquierda argentina, que de la cintura para abajo, durante mucho tiempo, como dice Roberto Bolaño en "El ojo Silva", pensó igual que la derecha. Claro que mientras se siga pasando como noticia la unión civil entre dos mujeres, la discriminación seguirá su rumbo habitual. En fin, regular una ley es difícil, pero aun más que sea aceptada culturalmente. Moura rompe los esquemas convencionales porque legitima masivamente que los heterosexuales cantemos canciones hechas a medida de la perspectiva homosexual. Versos de amor (¡o peor: de atracción corporal!) con un objeto del deseo masculino implícito. Habráse visto insolencia mayor. Esto, dentro de los cánones misóginos y conservadores del ghetto rockero (y de cualquier ghetto en realidad) es por completo subversivo, porque nos empuja a reconocer o admitir nuestro costado femenino o, "el horror, el horror", ¡ho-mo-sexual! Ya lo dijo Moris, con su voz grave y del arrabal:
El hombre tiene miedo de su sexo también
y niega a la mujer que lleva dentro de él.
Soda Stereo (especialmente en sus dos primeros discos) y Babasónicos (que retoma el tópico meta-rockero) son dos de los grupos que persiguieron la bandera estética de Virus. Pero ninguno llegó a ser lo que Larry David con respecto a Woody Allen o South Park a Los Simpsons. No se tensó hasta el límite el campo de posibilidades artísticas que ellos abrieron. De todos modos es muy complejo ser pop e ir más allá de decirle No al Concierto por Malvinas, ¿no? O de una canción como "El banquete". O de un disco como Superficies de placer. Ya está todo dicho, muchachos, sigan con la guitarra de Lolo.
Me fascina la parrilla (Virus)
¡Qué maravilla!,
me fascina la Argentina.
Con la parrilla
yo me puedo copar.
En esta zona lo tenemo'
a Maradona
y mina mona
para ir a bailar.
¿Y Gardel?
¡Qué nivel!
¿Y en Mardel?
¡Qué de hotel!
Tan intuitivo'
que inventamo' el colectivo.
Y los amigos
que se llevan muy bien.
El dulce e' leche
me perdonan que deseche
pues por las caries
no lo puedo comer.
¿Y Porcel?
¡Qué cartel!
¿Y Entel?
¡Qué papel!
Tenemo' a Borges,
la Graciela y el Jorge
que es de novela
si te ponés a leer...
Charly García
que no es el de la guía
y hasta el tranvía
que me lleva a flores
¿Y después?
¡Qué querés!
¡Fin de mes!
¡El estrés!