jueves, 30 de septiembre de 2010

La banda de los putitos


En una posdata de 1974 al prólogo de Recuerdos de Provincia, Borges dice que la historia hubiese sido mejor si en vez de canonizar el Martín Fierro se hubiese hecho lo propio con el Facundo. La crítica se convirtió en un hit de las letras argentinas. Quitando el adjetivo "mejor" y reemplazándolo por "diferente" (Borges se refería a la disyuntiva eterna civilización/barbarie para darle un palo al peronismo), lo mismo podría decirse con respecto a Sumo, Virus y el rock local. Las dos bandas son extraordinarias, pero a veces advierto que hay un recorte dominante a través del cual se súper-mitifica la figura de Luca Prodan en pos de subestimar la de Federico Moura. Como si de un lado estuviese la verdad y del otro la superficie.

Se suele repetir hasta el cansancio el episodio del festival Rock In Bali, en el que Sumo tocaba antes que Virus y Luca los anunció como "la banda de los putitos". El paradigma rockero instaló a Luca siempre del lado del lobo. Incluso características que en otro hubieran sido motivos de burla (su desastrosa pronunciación; su tendencia a parecer más inglés que italiano) en él se asimilan como algo pintoresco o hasta genial. Sus oponentes ni siquiera lo eran, recibían sus ataques asumiendo un papel de víctimas. No recuerdo declaraciones en su contra de ningún músico más o menos reconocido. Pero las construcciones sesgadas no se circunscriben a la tapa de Clarín o los informes de 678. Hace poco encontré la respuesta de Moura:

"Yo no lo vi a Luca. Recién me enteré en Buenos Aires de lo que hizo. Obviamente, la gente de producción no nos dijo nada en el momento de salir a escena para no rayarnos. Por lo que me dijeron, la gente gritaba lo mismo que había dicho Luca. Eso me sorprendió. Me pareció un mamarracho, un botón. Lo desapruebo y borro de mi cabeza totalmente, porque no hay cosa que soporto menos que una actitud de policía. Se me cayó la última cáscara que para mí le quedaba a Luca. Tendrá su onda de rock and roll, pero es un cliché. Vino a Argentina con su inseguridad de cantar en inglés y se tuvo que meter el inglés en el culo y hacer letras como "La rubia tarada" para shockear a señoras burguesas".

Diferentes tipos de substituciones. La disciplina por la diversión. La ideología por el erotismo. Lo prohibido por el placer. En los temas de Virus no se habla del corazón, sino del cuerpo. Por tomar tres de las más conocidas:

Es que tu cuerpo

va flotando por la habitación

Cierro los ojos

lo retengo en mi imaginación.

Sofocado por el sueño y la presión,

busco un cuerpo para amar.

Vuelve el deseo y la ansiedad

de este cuerpo

mi boca quiere

pronunciar en silencio.

Terminada la dictadura militar, se hace imperativo el comienzo de la dictadura del deseo. Parece un juego de palabras o una broma, pero en realidad es drama: las dos dejan un tendal de muertos a cargo del genocidio y el Sida. La revolución (que encarnaba uno de los hermanos Moura desaparecido durante la dictadura) ha dejado paso a la seducción continua.

Virus es la banda de sonido ideal para la era del vacío. Y al igual que con el libro de Gilles Lipovetsky, un desprevenido puede tomar su música como una filosofía de vida basada en la indiferencia y el desapego, cuando en realidad eso es lo que se pone en evidencia, con la objetividad posmo necesaria para que, según quien lo reciba, parezca que se está a favor o en contra.

Otro hecho particular es que las letras de la mayoría de los discos son co-compuestas o por lo menos intervenidas por el sociólogo Roberto Jacoby. El trasfondo teórico, entonces, es buscado y no puramente intuitivo como sucede con otras bandas. Esta condición de intermediario de un mensaje extrínseco sitúa aun más a Federico Moura como esa especie de sujeto maquinal que aparentaba arriba del escenario. Es que además de acusarlos de frívolos, a Virus se les endilgaba cierta frialdad en vivo. En su madurez, Moura cantaba con la mirada en un punto perdido. Sus pasos de baile eran imperceptibles. Se movía con lentitud y sonreía enigmático, ajeno al contexto. Su carisma consistía en la disolución del carisma entendido como actitud vital y demagógica. Todos datos que lo convirtieron en uno de los líderes más personales de la historia del rock argentino. La primera banda que supone una preeminencia ornamental tiene en su estrella a un individuo reacio al efectismo coreográfico, tan propio del rock.

Virus capta el Zeitgeist porque al tiempo que critica también disfruta. El infierno está encantador. Tal posicionamiento aleja a la banda de cualquier reduccionismo. No son contestatarios (en el sentido de que jamás sus canciones pueden confundirse con panfletos) ni meros hedonistas. Desde ahí producen. Y en esa encrucijada estamos todos. Rechazamos en forma abierta el "sistema" en el que estamos inmersos (¿o a alguien le agrada todo esto?) pero no podemos dejar de fascinarnos con él. U horrorizarnos. Es lo mismo. Esa clase de nihilismo sin tragedia tan propio de nuestra época. Luces. Flashes. Colores. Velocidad. Todas esas marcas que indican un claro dominio de la forma por el contenido, de lo accesorio por lo esencial, ya son parte del imaginario cultural colectivo y amenazan con copar nuestra sensibilidad, si ya no lo hicieron completamente.

Federico Moura inserta al puto en el rock argentino. Antes de su aparición había pura ambigüedad. La iconografía rockera cuenta entre sus aspectos más destacados la gestualidad afeminada. Es cierto, Charly García y Miguel Abuelo mariconeaban arriba del escenario, pero desde la óptica del que se hace el puto porque es el más macho de todos. Con Federico Moura no hay dudas. Inconscientemente, este tipo hizo más por el matrimonio igualitario (no sea cosa de decir "gay" y nos fusilen) que todo el espectro de la izquierda argentina, que de la cintura para abajo, durante mucho tiempo, como dice Roberto Bolaño en "El ojo Silva", pensó igual que la derecha. Claro que mientras se siga pasando como noticia la unión civil entre dos mujeres, la discriminación seguirá su rumbo habitual. En fin, regular una ley es difícil, pero aun más que sea aceptada culturalmente. Moura rompe los esquemas convencionales porque legitima masivamente que los heterosexuales cantemos canciones hechas a medida de la perspectiva homosexual. Versos de amor (¡o peor: de atracción corporal!) con un objeto del deseo masculino implícito. Habráse visto insolencia mayor. Esto, dentro de los cánones misóginos y conservadores del ghetto rockero (y de cualquier ghetto en realidad) es por completo subversivo, porque nos empuja a reconocer o admitir nuestro costado femenino o, "el horror, el horror", ¡ho-mo-sexual! Ya lo dijo Moris, con su voz grave y del arrabal:

El hombre tiene miedo de su sexo también

y niega a la mujer que lleva dentro de él.

Soda Stereo (especialmente en sus dos primeros discos) y Babasónicos (que retoma el tópico meta-rockero) son dos de los grupos que persiguieron la bandera estética de Virus. Pero ninguno llegó a ser lo que Larry David con respecto a Woody Allen o South Park a Los Simpsons. No se tensó hasta el límite el campo de posibilidades artísticas que ellos abrieron. De todos modos es muy complejo ser pop e ir más allá de decirle No al Concierto por Malvinas, ¿no? O de una canción como "El banquete". O de un disco como Superficies de placer. Ya está todo dicho, muchachos, sigan con la guitarra de Lolo.







Me fascina la parrilla (Virus)

¡Qué maravilla!,
me fascina la Argentina.
Con la parrilla
yo me puedo copar.
En esta zona lo tenemo'
a Maradona
y mina mona
para ir a bailar.

¿Y Gardel?
¡Qué nivel!
¿Y en Mardel?
¡Qué de hotel!

Tan intuitivo'
que inventamo' el colectivo.
Y los amigos
que se llevan muy bien.
El dulce e' leche
me perdonan que deseche
pues por las caries
no lo puedo comer.

¿Y Porcel?
¡Qué cartel!
¿Y Entel?
¡Qué papel!

Tenemo' a Borges,
la Graciela y el Jorge
que es de novela
si te ponés a leer...
Charly García
que no es el de la guía
y hasta el tranvía
que me lleva a flores

¿Y después?
¡Qué querés!
¡Fin de mes!
¡El estrés!

viernes, 24 de septiembre de 2010

Si yo fuera tu esclavo, te pediría más

... el blog sistematiza una dinámica textual regida por el Dios Ansiedad. Esto que estás leyendo ya no soy yo. Es el eco del eco del eco… La escritura es un hábito que se vincula profundamente con la consumación del deseo. Queremos ver materializado lo que pensamos en nuestros borradores.

Nótese que no me refiero al acto de "leer", sino de "ver", en la acepción más fetichista y voyeur del término. "Ver". No creo que haya otra. "Ver". Ah, bueno, el pibe de repente se transforma en la cruza ferpecta entre Susan Sontag y Gilles Lipovetsky.

Volvamos. ¡Como cuando buscás tu reflejo en el espejo del albergue transitorio (telo) y asistís a la escena pornográfica que estás protagonizando! No basta con sentir. Necesitamos que salgas en la fotografía para etiquetarte. Si es posible con la boca bien abierta y sonriente.

Advertencia: Este post posee lenguaje adulto y escenas de sexo. Se recomienda leer junto a una persona mayor acostumbrada al lenguaje y al sexo.

Decí la verdad, le preguntó X, ¿te gusta más que te la */?u5%& o ver cómo te la estoy */?u5%&ndo?

¿Pasaste de una relación complicada a una abierta? ¿Dejaste de estar soltero para estar más solo que un perro? Se necesita que aclares tu situación sentimental para que los demás la vean. Sino no me creo que salís conmigo. No importa que estemos casados hace 25 años y vivamos en el mismo departamento, de otro modo es una farsa.

En fin, la lógica actual (tal vez ancestral) exige que el sentimiento se complemente con la imagen.

Antes los escritores aspiraban al libro. Pero esa instancia es fruto de una paciencia para la que no estamos capacitados. En algunos casos se asemeja a la parábola de Aquiles y la tortuga, en la que, cada movimiento hacia adelante significa medio hacia atrás.

El blog, entonces, es un paso intermedio. Es el tipo que dirige a Independiente este fin de semana mientras esperan que llegue el sucesor de Garnero. Es lo que una chica me dijo se llama "colación" entre la merienda y la cena. Es la mina fea (probablemente a dieta) que te "agarrás" recién cuando te cansaste de gastarte todas las fichas en llamadas telefónicas que la otra no te devuelve.

Primero publicar y después escribir, reza el dogma de los jóvenes que leen a Osvaldo Lamborghini. Un autor de esos que dan más ganas de decir que lo leíste ante una tribuna que de leerlo en la soledad de tu habitación. Un autor para "hacer rostro" ante la muchachada distraída. Porque si antes no quemaste tus pestañas con las Obras Completas de Borges, ¿cómo mierda vas a entender por qué este desquiciado escribe así? ¿Me querés decir?

Ojo, el libro todavía flota en la nubecita de historieta de nuestros anhelos. Pero mientras tanto resulta que la fea bajó unos kilos, es simpática y cocina bien.

Ahora bien, si la periodicidad de un blog actualizado se vincula con el cóctel de deseo y ansiedad posmo (algo completamente perjudicial para el arte de narrar), el twitter es directamente Ansiedad.

A 250 kilómetros por hora estrellándose contra tu psiquis destrozada.

La prueba está en la cantidad de discusiones subidas de tono. Individuos que no aprietan el freno de mano a tiempo y se entregan mansamente a la estupidez del insulto, la descalificación y la chicana barata. Todo discurso es boutade. El goce de la palabra queda suprimido por la velocidad del tipeo. Hasta el más atrevido de los comentaristas anónimos se sonrojaría ante las barbaridades que es capaz de decir un Jefe de Gabinete.

Frente a la pirotecnia mediática de twitter, el blog parece anacrónico, pasado de moda, porque, aun con la certeza de que no lo leerá nadie, el blogger temerario puede mandarse un post de 5 hojas de Word interlineado simple letra Arial 12. Es decir, algo que requiere cierta atención, incluso si lo leés por arriba y reparás sólo en los párrafos donde hay una palabra que te interesa.

El funcionamiento de twitter, en cambio, tiende una analogía perfecta con la paranoia institucionalizada por la masa cultural. Ésa que nos hace desconfiar de nuestra pareja si pasaron dos minutos y no respondió un mensaje de texto. La que nos obliga a revisar la casilla de mail quién sabe cuántas veces en una misma hora. La que nos planta frente a Google a punto de iniciar una búsqueda que conoceremos recién un microsegundo antes de pulsar "voy a tener suerte". Si, la voy a necesitar, hijo de puta.

Igual nadie presiona "Voy a tener suerte", era simplemente para contestar: "Si, la voy a necesitar, hijo de puta". En nuestras vidas necesitamos suerte, quiero decir, en nuestras vidas atrapadas como una mamushka terrorífica en otra que no es nada, sólo chatarra virtual. Ya no llegás a tu casa. Llegás a internet. No pasás un segundo desconectado. Segundo, ni siquiera digo minuto u hora, segundo.

Lo que se mantiene inalterable es el verso de la horizontalidad. Se vislumbra una clara dialéctica amo-esclavo entre el que sigue y no es seguido. Te amo, te odio, dame más… #FF.

Mientras tanto, dentro de 2 meses en un paraíso cibernético habitado por Egos:

-¿Blog? ¿Qué era eso? ¿Algo del siglo XIX, no?

-Sí, suena decimonónico.

-Mi abuelo tenía un blog.

-Creo que eran páginas web que podía abrir cualquiera y donde la gente "escribía"... o algo así.

Por eso me resulta cómico el que escribe un tweet y al final, entre paréntesis, añade “sigue”. ¿Para qué tenés twitter si querés escribir algo extenso? Es lo que el pensamiento contemporáneo denomina la paradoja de la bicimoto. La gracia de la bici es que no tiene motor. La gracia de la moto es que no hay que pedalear.

Es verdad. Fue Nabokov: "Érase una vez un hombre llamado Albinus, que vivía en Berlín, Alemania. Era rico, respetable, feliz. Un día abandonó a su mujer por una amante joven: amó; no fue amado; y su vida acabó en un desastre".

Genial. Pero después agregó 241 páginas más.

Viene a cuento del tópico frecuente sobre cómo serían las grandes obras de la literatura si sus autores tuviesen twitter. Eso era Risa en la oscuridad. Ya hice mi aporte. Me siento un pez más en el cardumen de la generalidad. Uf, qué alivio.

Ni quiero imaginar el sistema nervioso de un niño de 15 años. En vez de cerebro deben tener un flipper abierto las 24 horas. Luces. Colores. Flashes. Eslóganes. Ruido sin música. Como nosotros pero multiplicado por mil. ¿Recuerdan a Maggie subida a la baranda de la ducha porque probó helado con cafeína? Bueno, algo así. Encima toda esa artillería con la que los atosigan. Hoy hice zapping y recalé un poco en Casi Ángeles. Son todos tan lindos y rubios y limpios y blancos que dan ganas de vomitar. Hablan de la desnutrición infantil. Miran a cámara. Compungidos. Re amorosos. Hacen gestos. Muecas. Levantan los hombros y mueven las cejas. Están muy tristes porque hay nenes que se mueren de hambre.

"Superman, dependemos de vos.

Superman, danos fe, ayúdanos".

Y termino con la (vieja) buena noticia en medio del Apocalipsis. Porque el auge de twitter permite advertir al blog en su verdadera esencia. Herramienta que (¡eureka!) no se define por el estatuto formal sino por su contenido.

Sin ir más lejos como: todo. Algo que perdimos de vista desde que empezó a cotizar más un rostro que un corazón. Publicar que escribir. Y así.

Hay tantos tipos de blogs como tipos que tienen blogs.

Sí, cualquier pelotudo pero también otro brillante y uno más o menos y aquel medio pirado.

Toda la ontología berreta de suplemento cultural de los últimos años desaparece ante la prepotencia de esos 140 caracteres que nos denuncian y nos determinan. Y aunque siempre lo supimos, el blog se define, finalmente, como un soporte de escritura. Era eso. Nada más y nada menos. Se terminó la discusión.

Antes de la obra al texto. Ahora del post al tweet. La historia se repite dos veces e intuyo que sabés cómo termina la frase. Y me muero de ganas por averiguar lo que vendrá. ¿Vos sabés qué es lo que viene? Si sabés por favor avisame. No te olvides de mí. Llamame, mandame un mail, conectate, firmame el muro. No creo que pueda soportar un puto segundo más.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Música del Alma

7. ¿Es casualidad que en 1978 Charly García comience a desconfiar del presupuesto idealista que plantea una analogía estructural entre el mundo y el carácter representativo del lenguaje? Tal vez la vida no pueda ser explicitada a través de cadenas de sintagmas. “La escritura ha dejado de ser la prosa del mundo”, extrapolamos. Ya no hay una semejanza unívoca entre las palabras y las cosas. En este caso particular, no hace falta explicar por qué, eso ayer escondido bajo la alfombra del inconsciente colectivo, afortunadamente ahora lo transmiten en cadena nacional transformado en Memoria.

¿Kirchner cooptó a las Organizaciones de Derechos Humanos o el discurso de las Organizaciones de Derechos Humanos cooptó a Kirchner?

Ni la psicológica. Ni la estatal. Ni la policial. Exceptuando la consumación de unos pocos millones de asesinatos y violaciones impulsadas por la máquina del deseo, la represión nunca sirvió para nada. En su eterno retorno, no tiene escrúpulos. Tarde o temprano sintomatiza y, en el Mercado de Pases de paradigmas, encuentra, más allá de intereses políticos y vericuetos históricos (dinero, conveniencia), un canal (cualquiera) que sirva de expresión a su mensaje.

11. Las categorías inalterables que fundamentaban el zeitgeist decimonónico, entonces, han sido desbaratadas. En la autopista posmoderna, Verdad, Justicia, Historia, son carteles que no dicen nada. De allí también la necesidad de inventar un idioma que se conciba falible desde su origen. Pero tampoco hace falta el "también" de la oración anterior, porque esto se vincula estratégicamente con hits del tipo: "Después de Auschwitz no se puede escribir poesía". Siempre que Auschwitz se pueda reemplazar por El Olimpo o ESMA o El Vesubio o El Campito o La Mansión Seré.

19. Ah, lirán marino

ah,lirán ivino

Parastaría necesari eri desi oia

Seminare narcisolesa desi oia serilerilán

Eiti leda lumineira caracó.

Claro que para ser una banda de rock (porque eso fue Serú Girán) y decidir expresarse a través de neologismos hay que tener confianza en que la música que se hace es buena. No creo que X (complete según corresponda a sus gustos) salga vivo de tamaña apuesta.

25. Supongamos que somos secuestrados por una Compañía que hace experimentos sociológicos, como les sucede a los personajes de Persons Unknown. Pero en vez de condenarnos a hacer la serie más mala de la historia, nos piden que cerremos los ojos, pensemos en rock argentino y nombremos en voz alta lo primero que se nos viene a la cabeza cuando nos dicen: baterista, bajista, guitarrista, compositor.

El 75 por ciento, naturalmente pronunciará: "Moro", "Pedro Aznar", "David Lebón" (en ese orden exacto su nombre aparece por asociación, de otro modo seguro vendría a la memoria "Pappo"), "Charly García".

26. Es verdad que la única canción que tiene una letra íntegramente en idioma serú girán es la homónima, pero hay cierto riesgo artístico en ponerle tal nombre a una banda. ¿Qué significa Serú Girán? ¿A qué suena? A la descripción de un concepto inexistente. Tampoco remite a puntualmente al latín (como muchos creímos por el antecedente de Sui Generis) o al griego.

Recuerdo un documental sobre rock argentino en el que, textualmente, García decía: "Serú Girán es una utopía, un lugar donde no hay violencia, donde no hay injusticia, donde no existe el AIDS".

27. Se suele afirmar que el mejor tema sobre la dictadura es "Canción de Alicia en el País". Eso porque no le prestaron atención al instrumental que cierra el disco: "Cosmigonón" (Cosmos). Un punteo de guitarra que se estrella a toda velocidad con la nada, mientras los sintetizadores matizan con una melodía tenebrosa, digna de un film de Drácula. Horror infinito. Oscuridad. Push A Play y cerrá los ojos (otra vez nos secuestraron): ¿qué te imaginás? Si sos impresionable, "Don’t try", como dice el epitafio de afamado ebrio.

También es ambigua la idea de Serú Girán como "símbolo de la resistencia". La versión filmada de "Canción de Alicia en el País" (en la que Charly canta mirando a cámara con una musculosa roja) está grabada en Argentina Televisora Color. ¿No lo entendían o les parecía inofensivo?

33. Otro aspecto interesante de ese primer disco de Serú Girán es que aun el estilo de la banda no estaba completamente definido. Por ejemplo hay espacio para "Voy a mil", el típico rock and roll para bailar en la playa con una cerveza y una "nena" que tan bien había elaborado Lebón en Polifemo (con un volumen y un tratamiento de la distorsión inédito en el panorama local). Pero en este caso secuestrado por Pedro Aznar y su bajo, quien se encarga de extirpar el "roll" y convertir la pieza en un híbrido sonoro muy extraño. En una nota de la revista Periscopio (Diciembre 1978) rescatada por el sitio Web Rebelde, un periodista recrimina a Charly: "Nos parece que el grupo no tiene una idea musical que lo una. Por un lado David sigue tocando rápido pero sin muchas ideas (sic), Pedro Aznar está evidentemente influenciado por el jazz-rock y Moro y vos siguen en la misma línea que antes".

38. En realidad el adn de la música de Charly García da para toda una problemática (no así el de Aznar, Lebón y Moro que tienen un solo sonido característico). A veces parece que su identidad consistiera en apropiarse de la identidad de los demás. No sólo los discos de Serú Girán son distintos entre sí, sino también los de Sui Generis y muchos de su etapa solista. Incluso la trilogía brillante que la inicia. A él se le atribuye haber puesto en circulación una frase de Stravinsky: "Los grandes artistas copian, los genios roban".

41. La reunión de 1992 (con disco y gira masiva) explicita la paradoja de una música atemporal que, sin embargo, sólo pudo haber sido creada en un contexto histórico. Si entre 1978 y 1982 la unión de aquellos cuatro individuos dio como resultado un Alma, el regreso devolvió un Ego.

Y de la música del Alma a la música del Ego hay un largo y sinuoso camino. Descendente, claro.

48. Ahora bien, todos escuchamos y amamos Serú Girán y no hace falta escribir sobre Eiti Leda o Separata o Autos, jets, aviones, barcos. La cuestión es llegar a conclusiones de ese tenor (lenguaje, indecibilidad, orbis tertius) sin llegar. Es decir, antes de Respiración Artificial. Sin enterarte del malestar de la cultura. Sin haber estudiado Freud o Lacan. Sin saber quiénes son los postestructuralistas, esos farsantes geniales que venden espejitos de colores a los Estudiantes de Letras (objeto pequeño A, Imaginario Fantasma, Producción Deseante, phylum, desterritorialización) y les colonizan la subjetividad de la misma forma que el Monopolio Clarín.

En "Casa con diez pinos", un cuento de Fabián Casas, el narrador termina exclamando, mientras escucha el tema de Manal: "¡Toda la filosofía especulativa del mundo se hace trizas frente a la letra de esta canción! ¡Vayan a laburar Kant, Hegel, Lacan y demás enfermos mentales! ¡Ahora sí que funciona la martingala cerebral!".

Esto no es una apología de la supuesta Universidad de la Calle, pero ¿y si el mendigo de la esquina de tu casa sabe más que vos, con kilómetros de Barthes en el hemisferio cerebral? Cierta sabiduría inmanente en el hombre de experiencia sólo halla su catalizador a través de la música popular. Su revelación deja en ridículo a todas las teorías del mundo. No porque éstas sean en vano o no valgan la pena, sino porque son dichas sin aspavientos, en dos versos cortos, en un track de 3 minutos, quizás craneadas con una birome en la servilleta de un bar.

Una de las grandes virtudes de García es que nunca quiso legitimarse a través de la cita erudita. El tipo sabe que la vida sin música es un error. Que yo sepa nunca ventiló lecturas. Incluso llegó a firmar un tema y un disco con una frase encontrada en un libro de Autoayuda: "Estaba en llamas cuando me acosté".

Fuera de la música, no se trata de alguien con una formación intelectual de tipo académica, ni siquiera autodidacta, sin embargo sus interpretaciones político-culturales siempre han sido de una gran sofisticación. Por eso la insistencia sobre su inteligencia, su lucidez, observaciones que se convirtieron, para muchos, en lugares comunes sin sustento.

51. Nunca falta alguien que sobre:

-Yo (ya) no escucho a Charly García, a mí me gusta Belle and Sebastian/ The Strokes/ Black Rebel Motorcycle Club/ Girls/ Animal Collective/ The Pains of Being Pure at Heart (¡!)/ Etc.

58. En plena efervescencia progresista, compone "Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no", pieza que cierra Confesiones de invierno (1973). Invierte de ese modo el orden tradicional de la canción de protesta en la que el sujeto enunciante siempre canta desde el sitial de la víctima. Canciones para llorones. Y redundantes, porque a partir de la repetición, la capacidad significante del código ha sido inutilizada. Demagógicas, facilistas, no aptas para mayores de 12 años. Como un informe de 678. Lo verdaderamente revolucionario, muchachos, sería que la juventud discuta con José Pablo, no con Eduardo Feinmann. Alguien lo tenía que decir.

"Yo panfletos no puedo escribir, el valor estético para mí es primordial" (declaración de la entrevista mencionada en el punto 33).

García, en cambio, rescata la voz del Amo. Toda la novelística sobre dictadores del boom está en esos 5 minutos con 37 segundos. "O no".

62. Siempre fueron tiempos difíciles para los ironistas y los textos de García nunca fueron lineales, sino más bien polifónicos. Su lírica es un compendio de voces que, a menudo, causan la impresión de estar ante la gran Comedia Humana. Pone en correlación perspectivas que se contradicen. O bien trafica en tercera persona lo que debería estar en primera. Como si fuera literatura (¿acaso no lo es?), incorpora personajes que piensan y se comportan en forma autónoma. García denuncia a la clase media, rechaza el peronista, se manifiesta en contra del auge de la música disco y sin embargo:

"No bombardeen Barrio Norte"

"Me exilié en Madrid y me fui a New York, sólo porque seguí a Perón".

"Don't Stop Dancing"

Son estrategias simples (por otra parte, las mismas de las que se valieron los grandes autores) pero le sirven para escapar al anquilosamiento y aportar una manera novedosa al terreno árido del cancionero popular.

67. No sé si García será un poeta, pero sí estoy seguro de que es un gran escritor.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Parado en el medio de la vida

Al director y guionista Noah Baumbach le debemos The Squid and the Whale (2005), una historia fabulosamente narrada sobre una familia disfuncional de los 80'. Ese cóctel de amor y sordidez se encuentra entre las mejores películas de la década pasada. Greenberg, su nueva apuesta, se estaciona en la senda del cine alternativo en el que, a ciencia cierta, nunca alcanza a distinguirse la sensibilidad artística del esnobismo puro y duro. Pero no importa: si el fantasma de la esnobidad (propio y ajeno) estuviera siempre presente, no podríamos ver nada. Ni Herzog, ni Tarkovski, ni Hitchcock.

Además ahora hasta ver Los bañeros más locos del mundo o El trueno entre las hojas es ser esnob. En realidad, la instalación masiva del "cualquierismo cultural" desbarató la noción de esnob. El dualismo general en el que estamos inmersos, incluso esfuma las categorías que alguna vez describieron al sujeto posmoderno. Ya ni existe ser o parecer o hacerse el esnob, lo somos (y no lo somos) aunque no lo sepamos y se suponga que estamos en contra o lo aceptemos como un placer culposo.

Roger Greenberg, el protagonista del film, es un slacker al que se le pasó su cuarto de hora. Ese tipo de personaje que sustituye la acción por la apatía, el silencio por la locuacidad, la habilidad por un sedentarismo inoperante. Un amargado que siempre tiene abierta la canilla de la pulsión de muerte, con la sombra de Tánatos por detrás. Enojado con el mundo y consigo mismo sin una razón de peso. El psicoanalizado obsesivo al que la terapia no le sirve, porque ni se entera de sus problemas y proyecta sus patologías en los demás. En contra de la corriente pero capaz de ahogarse en un vaso de agua vacío. Un paria de la Generación X.

Greenberg es, sin saberlo, militante de la corriente política inmortalizada por Melville: el "bartlebysmo". Aquella que tiene como única doctrina un lema fulminante que sirve como respuesta a todas las proposiciones: "Preferiría no hacerlo". Tener planes. Comportarse de acuerdo a lo establecido. Terminar una carrera. Formar parejas. Esos acontecimientos que, convencionalmente, se supone, permiten que la vida avance, son los que Greenberg deja de lado para hacer un culto del no hacer nada. Un posicionamiento con un leve matiz subversivo, ya que en una sociedad que abandonó la reflexión y tiene como máxima la proactividad (vaya uno a saber qué corno significa eso), no sumarse es una rebelión, secreta, inútil, absurda, pero rebelión al fin.

Ahora vayamos del arquetipo al tipo. Greenberg (no hace falta repetir lo que todos sabemos: Ben Stiller es un gran actor; lo repetí) tiene 40 años, acaba de salir de un hospital psiquiátrico y está parado en el medio de la vida. Pero, a diferencia de David Lebón, no se siente "muy muy bien" que digamos, sino todo lo contrario. Su hermano (que se va de vacaciones a Vietnam con su familia) le encarga cuidar su casa para que despeje su mente siniestra con el aire cálido de Los Angeles. Pero, rápidamente, sin que suceda una catástrofe, todo empieza a "malir sal". Se aburre. El perro cae enfermo. Sus viejas amistades le parecen desconocidas. Y encima los vecinos de al lado se la pasan en su piscina, algo aterrador para un neurótico como él, que mata el tiempo escribiendo cartas de queja a diferentes negocios y compañías.

En medio de ese caldo espeso conoce a la asistente de su hermano, Florence, interpretada por Greta Gerwig, algo así como la anti heroína hollywoodense. De contextura física importante, media torpe al caminar, bruta en el decir, pero inobjetablemente hermosa, con la inequívoca belleza espiritual que tienen ciertas mujeres que nos gustan mucho y no sabemos por qué. Junto a Roger conforma una pareja de ésas en las que lo único claro es que no hay nada claro. ¿Somos novios? ¿Estamos enamorados? ¿Es sexo y nada más? ¿Me querés? ¿Mañana nos vemos? ¿Te tengo que llamar? ¿Te ves con otras personas? ¡¿Estás embarazada?! En fin, interrogantes cotidianos que pueden ser comprendidos en una misma pregunta: “¿Qué estamos esperando para recibir amor?”.

¿Acaso la fucking vida cabe en un tema de Serú Girán? Misterio.

Repleta de diálogos inconclusos, malentendidos y escenas sin ton ni son, Greenberg parece un experimento sociológico para incomodar al espectador. Tal vez pueda contarse entre una de esas películas de Festival en las que los más viejos se van antes de que termine aludiendo no entender nada. O como una especie de secuela de Punch-Drunk Love (2002) la comedia romántica magistral de Paul Thomas Anderson.

"¿Oyes un tren?", pregunta Florence a Roger mientras él, imprevistamente, le hace sexo oral. Pero Baumbach también tiene lente de poeta y se luce con varias imágenes que se pegaran a nuestra retina pop como chicles emocionales (1): un muñeco de goma sometido a los vaivenes del viento, un animal extrañísimo que flota en la piscina. La rareza explosiona cuando nuestro querido trastornado asiste a una fiesta juvenil. La confrontación de usos y costumbres es realmente escalofriante. Yo sé lo que les digo. O no. Qué sé yo.

(1): ¿Qué?

sábado, 11 de septiembre de 2010

Tragedia, Tomas, Orbis Tertius

1. El conflicto con el campo destapó la cloaca. "Si quieren venir que vengan", dijo por aquellas épocas un intendente. Silencio. Ni una replica. De ahí a la desinhibición absoluta. Gigantes progresistas sufren una metamorfosis sin precedentes desde Franz Kafka: mutan en enanos fascistas. Se asiste entonces a un cambio de paradigma ejecutado desde los altos mandos del establishment conservador y con claros intereses personales.

La justicia comienza a indagar sobre el papel de los civiles durante la dictadura militar.

Es verdad que, en términos morales, la mitad del país debería estar tras las rejas, pero algunos metieron hasta la nariz en el plato.

Creíamos que estaba claro que lo sucedido fue un genocidio. Es decir, un plan sistemático para acabar con un sector determinado de la sociedad (esto también incluye a la Triple A del gobierno de Perón). Pero ahora nos desayunamos con una noticia: fue una "tragedia".

“Operación Primicia, sobre el ataque montonero a un cuartel en Formosa que provocó el golpe de 1976”.

Así se promociona el último libro de Ceferino Reato. O sea que el Golpe Militar fue un Efecto. Y los Montoneros la Causa. Listo, ya entendí todo.

El genocidio señala al Estado. Es un término de significación concreta que no admite medias tintas. La idea de "tragedia", en cambio (que tanto se expande en los zócalos de TN y C5N, teléfono Gvirtz), revalida la teoría de los dos demonios porque en ella se mezcla, se junta, se confunde todo. Da a entender un hecho reprochable que sucedió sin querer. No se organiza racionalmente, no se divide, no se diferencia. Es una lectura del pasado en el que éste aparece como una gran masa de hechos lamentables con muchos centros y ninguna circunferencia.

“Tragedia” es un término que, en la lengua popular, todavía guarda profundas conexiones semánticas con el drama griego. Y allí el culpable no era Alguien, sino Algo metafísico e inescrutable que llevaba a los personajes a la ruina.

Fuimos todos. Nadie fue. Corolario: ¿Viva la pepa?

Verbigracia: Chabán, Callejeros, el público, Ibarra, los inspectores, vos y yo. A diferencia de lo ocurrido en los 70', ninguno de estos actores tenía por objeto eliminar del mapa a 194 seres humanos. Sin embargo, lo hicieron. En fin, una tragedia.

¿Cómo conceptualiza lo ocurrido una parte de la opinión pública?

"Escúchenlo/ Escúchenlo/ Escúchenlo/ Ni las bengalas/ Ni el rock and roll/ A estos pibes los mató la corrupción".

"La Argentina es República Cromañón".

El dardo apunta al Gobierno de la Ciudad, pero, por elevación, termina recalando en un lugar común, propio de una mentalidad argentina nacida y criada en los 90.

Y aparece ante todos una entelequia asombrosa capaz de las más grandes ignominias. Con ustedes: la Corrupción.

Tal pensamiento entraña una visión ingenua de la política, cargada de moralidad. Todo esto que sucede y es malo, tiene su causa en el yate de Jaime o el patrimonio obsceno de Kirchner o la bolsa de Felisa Miceli.

2. Si alguna vez entendiésemos que la democracia es una creación colectiva con jerarquías, en la que todos estamos involucrados por más que no incidamos puntualmente en el monto del presupuesto del 2011, gran parte de los taxistas argentinos no sabrían a quién echarle la culpa.

Luego de varias décadas (por lo menos dos) en que funcionó activamente otro punto de vista, este razonamiento es novedoso y atractivo. Se le atribuye a Caparrós y se lo denomina "honestismo".

La vertiente punk del kirchnerismo (ya no queda otra) lo extrema a tal punto que deja pasar cualquier ilícito. Probablemente hay seis-siete-ochistas convencidos de que sus ídolos chorean para combatir el “honestismo”.

"Kirchner es un hijo de puta pero es un hijo de puta nuestro", dijo el injustamente olvidado Luis D'Elía. Y contra ese tipo de razonamiento tautológico no hay refutación posible ni análisis ni nada.

3. Sin embargo, el campo simbólico del kirchnerismo está en plena etapa de crecimiento. Cada día son más temerarios.

Se dieron cuenta de que para inclinar la cancha a favor deben utilizar las mismas armas que sus adversarios. Pagan con su propia medicina. Hubo un tiempo en que se creyó que te podías defender de las Fuerzas Armadas con una gomera.

Bueno, ya pasó.

El dispositivo ogro-mediático demonizó la imagen de Kirchner a través de un entramado de estrategias discursivas. Una de las principales fue legitimar públicamente frases que se habían enunciado en privado. Sólo hace falta evocar el estribillo del hit favorito de la mesa de enlace: "Los quiero ver de rodillas". Y del pingüino torpe y desaliñado al dictador despótico, hubo un solo paso.

El reconocido carácter fuerte de Cristina fue velozmente reemplazado por la figura de una mujer frágil, subordinada a los vaivenes emocionales del Furia. "La presidenta soy yo, carajo", aparente respuesta desesperada ante los abusos de su marido, llegó a ser tapa del diario Perfil el sábado 5 de julio del 2008. La nota, firmada por Juan Cruz Sanz, obviamente no tenía ningún tipo de pruebas. En la mejor tradición nelsoncastreana se habla de: "un testigo ocasional que pidió el resguardo de su nombre", "seno íntimo del matrimonio presidencial", "un funcionario pingüino de la primera hora", "un ex funcionario con llegada a la mesa chica K", "un mandatario provincial", "un hombre fuerte dentro del esquema kirchnerista".

Me detengo en este punto y en esa "investigación" en especial porque demuestra de manera explícita la impunidad de un periodismo que agita la bandera de la Censura, cuando en realidad tiene pase libre para decir lo que se le canta.

Para resurgir de entre las cenizas de la 125 y el 28/6, el kirchnerismo debió elegir un enemigo puntual que encarne todos los males de este mundo. El primer gran acierto fue desechar que un dirigente de la oposición política ocupe ese sitial. Directamente se los borró del mapa, se los ninguneó dejando en claro que no estaban a la altura de una guerra mesiánica.

Y en verdad no lo están. Carrió, Duhalde, Pino Solanas, Macri no tienen identidad.

En un mundo idealista, como el de Tlön, si Kirchner cerrara o se tapara los ojos, se esfumarían todos.

Son, ontológicamente, a partir de lo que no es el kirchnerismo. Igual que Batista con respecto a Maradona. Lo único que falta es que le diga a Toti Pasman: La tenés afuera.

Figuras imbuidas por una poderosa pulsión de negatividad. No aportan nada, para lo único que sirven es para estar en contra y decir "no". No se sabe qué es lo que quieren, sino lo que no quieren (cualquier cosa que disponga el Ejecutivo). Son impotentes, pasivos, incapaces. Son la Oposición en el sentido más literal y vulgar del término. De todos sus males culpan a los K, como si fuera factible que un gobierno, en vez de intentar anular la capacidad de quienes se les oponen, aliente su productividad.

El relato kirchnerista los agrupa a todos en un mismo conjunto: el de los empleados de la Gran Corporación del hombre que está detrás de la cortina, el que les escribe los guiones y los invita a tomar el té.

En tiempos en los que nada existe si no está expuesto a los flashes, instalar mediáticamente la idea de un enemigo esquivo a las cámaras tiene algo a favor: se puede modelar al personaje a medida de los propios intereses, hacerle decir y hacer cualquier cosa. Total, “nadie” lo conoce.

Por otro lado, se trata de un Poder en las tinieblas imposibilitado de defenderse en persona (en una conferencia de prensa, en una entrevista mano a mano). Hacerlo equivale a blanquear su situación.

El mecanismo es genial. Lo que hasta ayer era su criptonita para mover las marionetas detrás del escenario (la inaccesibilidad) ahora se convierte en su talón de Aquiles.

"Todo gigante muere cansado de devorar a los de abajo"- ("Cristálida", Pescado Rabioso, Luis Alberto Spinetta, 1972).

Entonces se propaga una anécdota de Chiche Gelblung (referida por ¡Menem!) como si fuera la verdad absoluta. O se comenta profusamente sobre esa mirada penetrante, aun peor que la de un torturador. Estas versiones no son descabelladas, probablemente sean ciertas, ¡incluso creo que todos apostamos a que Magnetto dijo e hizo cosas mucho peores, ¿no?!, lo que señalo es que, a no ser que estemos dentro de El secreto de sus ojos (Dios nos libre) y no nos hayamos dado cuenta, se trata de cuestiones tan subjetivas y vagas como las que dejaron por el piso la imagen positiva de Kirchner.

4. Pero, la ley del talión. Rápidos de reflejos, los kirchneristas señalaron a los alumnos que tomaron distintos colegios de Capital como una suerte de sucesores dilectos de la "juventud maravillosa".

De repente estábamos a pasos de una revolución y nadie nos había avisado.

Ahora bien, ojo por ojo, diente por diente. Cuando lo mismo ocurre en Universidades dependientes del Estado, son los troscos asquerosos. Y no, no dudo de que algunos lo sean, pero no se los puede estigmatizar éticamente si también allí los techos se caen, no hay espacio disponible que alcance, los baños están sucios, no hay calefacción, etc.

Esto va más allá de lo mucho que ha hecho el gobierno en estos años por la Educación (algo que nos consta a todos y no merece ser repetido), tiene que ver con que si te gusta el durazno, bancate la pelusa. Si sacralizás a unos pibes por estar en contra de Macri vas a tener que soportar que haya otros en contra de Cris aprovechando la situación para tener sus warholianos 15 minutos de fama.

Diez años atrás, reza el dogma K, los jóvenes creían que la Triple A era una vacuna. Ahora, son dirigentes políticos en potencia que dejan en off side a Eduardo Feinmann.

No es inocente elegir a un estudiante del Pellegrini o al más verborrágico del Normal 1 como nuevo arquetipo. ¡Se trata de una extrapolación muy atractiva, pero completamente falsa! Siempre existieron núcleos de jóvenes politizados y mayorías silenciosas que no cortan ni pinchan. Hacer zoom en el jefe de un Centro de Estudiantes y dejar de lado al que no se siente representado por nadie y, en vez de quedarse a dormir por las noches en el aula, se hace la paja, es, por lo menos, arbitrario. Es que nuestro ismo es el “generalismo”. Aborrecemos los matices y las especificaciones. Si no hay una línea divisoria que separe olímpicamente esto de aquello, no nos calentamos.

Tal vez para conmoverse con una toma haya que ser viejo. O maduro. O ¿bien adulto? O ¿tener más de 4 años cuando asumió Nemen? No quiero herir susceptibilidades, la colonización de la subjetividad llegó a tal punto que creemos que decirle a alguien que es grande es un insulto. En este tipo de casos se hace imprescindible el itinerario empírico de cada uno. Qué hitos históricos formaron nuestra educación sentimental. No es lo mismo tener 25 que 50. Una cosa es leerlo y otra es vivirlo. Comprometerse, no sólo por una cuestión ideológica, sino espacio-temporal.

Párrafo aparte merece el grito de los simuladores de pogo: “Macri, basura, vos sos la dictadura”. Un verso sublime que resume cabalmente al “individuo” interpelado.

Además "generación", "juventud de hoy" son abstracciones ideadas por el discurso dominante. Sirven para instaurar y justificar determinados mensajes. Cambian como la noción de "argentino", que a veces refleja a un proveedor de inequidades (no respeta el semáforo, sólo le importa su propio culo) y en otras ocasiones al sujeto con más sentido humanitario del mundo (solidario, trabajador, "buena gente"). El invento de la idiosincrasia como valor absoluto fue el factor principal de una serie de libros best seller de la década pasada. Lo que se desprende de esta lógica es que...

jueves, 9 de septiembre de 2010

Un ardiente beso

Este año, dos personas que no se conocen entre sí leían Noches de cocaína y me hicieron el mismo comentario. Por la página 150, James Ballard, el autor, todavía no había mencionado a la famosa dama blanca. Una forma de eludir el lugar común y el facilismo. El dato me pareció interesante y trajo a mi memoria la novela Orgullo y prejuicio.

Lo mínimo que se espera de una historia de amor es un beso.

Jane Austen nos hace tragar toda su perorata romántica para que Elizabeth y el pelmazo de Darcy se den apenas un abrazo.

Amor kafkiano el que neutraliza el deseo y posterga sistemáticamente el vínculo elemental de los involucrados. Y efectivo, ya que mantiene expectante al receptor, que ansía un desenlace feliz (o no).

En el dibujo animado Oye Arnold, Helga Pataki está tan enamorada del “cabeza de balón” que confecciona un altar en su armario con un muñeco de chicle con su forma. Jamás se lo hace saber.

La idea de que alguien haga una escultura de “goma de mascar” de su amor es puro pop art. Sino pregúntenle a Maurizio Savini, un artista plástico italiano que seguro vio Nickelodeon.

Hay un grupo chileno de facebook que se llama “Yo también quería que Helga Pataki pololeara con Arnold”. Es masivo.

Hacia el final de Perdidos en Tokio (después de mirarla varias veces advertí que había una película detrás de eso maravilloso conocido mundialmente como Scarlett Johansson) Bob dice algo al oído de Charlotte y empieza a sonar “Just like honey”. El público “indiegente”, con esa devoción por los guiños, aplaude, la popular exige la devolución del precio de la entrada y destroza el cine.

Algo similar sucede en Los Paranoicos, la opera prima rejtmaniana de Gabriel Medina. El trastornado Luciano Gauna convive durante unos días con Sofía, la novia de su amigo y Némesis. Entre porros y malos entendidos (¿esto suena a canción de Sabina o me parece?), nace algo parecido al amor. Luego de un baile alocado, una corrida (con reminiscencias Brando-Schneider) y una pregunta absurda (“¿tenés hambre?”) se confunden en un abrazo. El verbo “confundir” nunca estuvo mejor utilizado porque se trata de una de esas uniones deformes, en las que se mezcla la boca, los brazos y las cabezas sin ton ni son.

En la cotidianeidad (eso que pasa ahora mientras vos mirás un monitor) el amor que no llega al beso ni a ningún tipo de consumación superadora (por llamar de un modo elegante a la acción de garchar furtivamente en un telo suburbano) ocupa entre nuestras “vivencias” una Zona más extraña que la de Tarkovski. Incluso podríamos comenzar a preguntarnos seriamente (es decir, con la cara de Pepe Eliaschev) si en estos casos existe el amor. Por un lado está el famoso amor no correspondido, que tantas canciones pop sobre corazones rotos nos legó. Es aquel que se origina cuando X te dice que te quiere como amigo o que, ya más explícitamente, no te toca ni con una rama (por respeto a la rama). Y por otro, el platónico, en el sentido de que es pura teoría sin praxis. Éste sucede entre conocidos que se atraen pero tienen pareja o son muy lentos o tímidos o inseguros para la velocidad de un mundo no apto para débiles.

Aquí debería venir una conclusión irrefutable que justifique el decálogo preliminar, pero no es mi intención aleccionar, sino generar dudas existenciales y arruinar vidas. Sayonara.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¡Aleluya, Señor!


Donde exista una necesidad habrá un derecho y una canción de Leonard Cohen. He aquí la única similitud entre el Estado Anímico y el del Bienestar.

En realidad no deberían presentarse excusas de este tipo (un nuevo disco en vivo) para decir algo sobre Leonard Cohen. En cualquier momento y lugar, ajeno a cuestiones coyunturales, el tópico sobre su obra se impone por la prepotencia de su calidad.

Como Homero Manzi, Leonard Cohen pudo haber sido un hombre de letras (y lo fue), pero prefirió escribir letras para los hombres. Y así, como explica en el tema "Because Of", se ganó el amor de muchas mujeres que lo trataron muy bien por haber querido desentrañar su misterio.

Cuando la vida se estanca y sacarle un punto al último equipo de la tabla no es mal partido. Cuando sentimos la horrible sensación de que ha muerto nuestro padre o nuestro perro. Oímos un murmullo a la distancia. Son las canciones de Leonard Cohen esperándonos. Es que al igual que el tango, durante nuestra estancia en el Planeta Tierra, es imprescindible que su obra nos encuentre en alguna esquina del destino.

Algunos músicos extraordinarios perdieron décadas enteras intentando adaptarse a los nuevos tiempos. Es el caso de Bob Dylan y Paul McCartney, a los que, durante los 80' y buena parte de los 90', no se les dejó de escapar la tortuga. Otros, como Charly García, inventaron un nuevo avatar para camuflar el inevitable decline. La producción discográfica que empieza en La Hija de la Lágrima pudo haber sido inquietante, pero respondió fielmente a la actualidad de su creador. Ni la voz ni el físico ni la capacidad compositiva estaban a la altura de la época de oro. De allí la idea (tal vez inconsciente) de crear un estilo basado en el defecto. ¿Qué otra cosa es sino el concepto Say No More? Por eso el Charly De Luxe actual, promocionado por su manager como una marca de shampoo, deja un regusto amargo: es un tipo jugando a ser alguien que ya no es. Aunque la esencia se mantenga, somos muchas personas en una misma vida y nos sorprenderíamos al encontrarnos con quienes fuimos hace sólo un par de años.

En fin, no podés forzar el paso del tiempo y presentarte en la casa de tu ex como si no te hubiese pegado una patada en el culo.

Sé que no es una opinión generalizada, pero yo creo que a Cohen, finalmente, todo le salió bien. No es que nunca haya mordido la banquina del fracaso (comercial o artístico), pero cuando no supo qué grabar, en vez de atestar el mercado con discos malos, prefirió el silencio. Y cuando las nieves platearon su sien, aceptó la vejez con tal elegancia que, a más de uno, le entraron ganas de volverse un anciano.

En el principio fue la palabra. Cohen era un trovador que se valía de la escena folk (más espontánea gracias a la irrupción subversiva de Dylan) para traficar poesía. Provenía de los círculos literarios de Canadá y en Nueva York se codeó con los beatniks. Había publicado varios libros (incluso dos novelas). Por eso su caso es único. No hay muchos que hayan ido de las páginas encuadernadas a los pentagramas y salieran vivos en el intento. En realidad no tiene mucho que ver con ningún movimiento o corriente en particular. Mucho menos con el rock, al que excede largamente. Elige el género que le permita expresar en forma más acabada su discurso. Y estos van desde el country, el blues, el jazz y el flamenco hasta cierto fraseo propio del rap y sonidos del lounge y el tecno.

Los primeros tres discos responden a una misma línea. Podrían haber sido de cualquier tipo que contara con una guitarra, algo para decir y una voz sugerente. Pero los grabó él. Esa trilogía extraordinaria (Songs of Leonard Cohen, del 68', Songs from a Room, del 69' y Songs of love and hate, del 71') erige un nuevo paradigma en el microcosmos de los cantautores. Aún sigue vigente. Los clásicos son instantáneos: "Suzanne", "Sisters of Mercy", "So Long, Marianne", "Bird on the Wire", "Famous Blue Raincoat", etc.

New Skin for the Old Ceremony (1974) marca un quiebre. Sintéticamente, podríamos decir que deja atrás la estética minimalista. En primer lugar, un detalle iconográfico: es el primero que no tiene su rostro en la portada. Por otro lado, los arreglos ya no son tan escuetos. Hay una elaboración más detallada que enriquece y amplifica el tono de las canciones. Se destaca "Chelsea Hotel" (el tema dedicado a Janis Joplin, del que luego se avergonzaría), la genial "Lover lover lover" (que en vivo se convierte en una suite todavía más atractiva), "Why Don't You Try" y "There Is a War" (que lo acerca al rock e inaugura una de sus vertientes más difundidas: la del texto apocalíptico).

En 1977 Cohen hace lo que todo gran músico de su época: deja en manos de Phil Spector la producción de uno de sus discos y se siente decepcionado. La tradicional pared de sonido del loco Spector (siempre armado y condenado por homicidio en el año 2003) reviste orquestalmente las canciones del cantautor y el resultado, aunque bufen los eunucos, es genial. La sensación de escuchar a un artista hacer algo ajeno a su naturaleza también puede ser embriagadora porque, como si se tratara de una revolución de los sentidos, rompe con todos nuestros preconceptos. Una rareza magistral dentro de su discografía. Para darnos una idea, es el equivalente a Solo el amor puede sostener, el trabajo de Spinetta en inglés y con letras de Vilas. Pero si con el tiempo este último es una broma, Death of a Ladies' Man es impactante. Si antes las canciones de Cohen solían tener una introducción calma para subir en intensidad hasta arribar a un crescendo dramático, ¡ahora son puro clímax desde que empiezan hasta que terminan! Por primera vez en su carrera la voz está en un segundo plano, ¡se le presta atención a la percusión! y los arreglos son ambiciosos, como si fuera un Frank Sinatra pasado de revoluciones y bañado en ácido. "Memories" y "Iodine" son algunas de mis favoritas.

Después vino otro disco sin pena ni gloria y una ausencia prolongada. El punk y la new wave deben haber confundido bastante a nuestro querido y algo anticuado Maestro.

No al tercer día, pero resucitó. A partir de mediados de la década de los 80, Cohen se rodeó de una parafernalia sonoro de dudoso gusto (coros femeninos, saxofones escalofriantes a lo Kenny G, sintetizadores propios del pop más berreta) que, al contrario de lo que se podría pensar, ayudó aun más a configurar su leyenda. Todo eso que remite a las radios para adultos y los ascensores y las cortinas musicales de series ochentosas y que en otro hubiese significado un pasaje directo al patíbulo, vaya uno a saber por qué, en Cohen parece el summum de lo cool. Como si el solo hecho de que él lo haga, resignificara todo el equipamiento kitsch.

Es otra trilogía, entonces, la que cierra el periodo más vital de su carrera: Various Positions (1984), I’m Your Man (1988) y The Future (1992). Aquí los clásicos se multiplican y Leonard Cohen se convierte en un crooner, especie de predicador místico del pesimismo posmoderno que sólo haya redención en Dios, el Amor, los Excesos y el Sexo. Aunque a veces, ni siquiera. Todo cubierto de una pátina de agudo sarcasmo, propio del hombre experimentado harto de su solemnidad. "Coming Back to You", "Everybody Knows", "Tower of Song", "Waiting for the Miracle" y "Democracy" son algunas de las perlas de su último legado.

Brillan dos canciones antagónicas entre sí, de las más grandiosas que escucharemos en nuestras vidas. Una es "Hallelujah", en la que Cohen se pone el traje de pastor profano que tan bien le calza. A bordo de un mensaje revelador y luminoso, verso a verso, golpe a golpe, hace referencia a una historia de amor y logra atravesar cualquier credo (incluidos ateos y agnósticos). Sublime. Del otro lado del espejo se encuentra "The Future", amarga distopía que habla más del presente que del porvenir. Consecuencia de su hipnótica melodía y la poderosa voz de su autor, llegó a transformarse en un hit a mediados de los 90'.

Cuenta la leyenda que alguna vez el mismísimo Zimmerman dijo que, de no haber sido Bob Dylan, hubiese querido ser Leonard Cohen. Declaración por la que podemos intuir que el autor de "Like a rolling stone", a pesar de todas sus crisis, está muy a gusto con quien es, puesto que, aunque son muy diferentes, lo más parecido a Cohen en el universo es Dylan. Artistas canonizados en vida que significan algo así como la "asamblea legislativa no reconocida del mundo". Para comprobar esta observación sólo hace falta ver lo ridículos que quedan los demás músicos (por más buenos que sean) cuando están a su lado. ¡Parece que forman parte de dimensiones diferentes! Cuando estos tipos se vayan, el vacío no podrá ser llenado ni con un ejército de los grupos y solistas que lideran los charts (¿existen los charts?). Algo así como la versión rock de Thomas Pynchon y J.D Salinger. Grabaron juntos algún tema en un disco del canadiense con Allen Ginsberg ("Don't Go Home With Your Hard-on"). Incluso puede que, finales de la década del 60' y principios del 70', se haya dado algún tipo de retroalimentación lírico-musical entre los dos cracks, al estilo Beach Boys/Beatles. Esto no surge explícitamente de ninguna crónica, pero sería placentero saber, por ejemplo, que Dylan hizo Blood on the tracks (1975) para superar New Skin for the Old Ceremony (1974).

¿Y por qué no reconocer que la voz carrasposa con la que Dylan reinventó su carrera a partir de Time Out Of Mind remite a la de Cohen?

Tal vez no sea percibido con rigurosidad, pero allí donde hay un compositor con cierta pretensión poética, está la huella de Leonard Cohen. Es infalible. El virus abarca desde Joaquín Sabina, Enrique Bunbury y el Indio Solari hasta Nick Cave, Tom Waits y los finados Luca Prodan y Jeff Buckley.

Si nunca lo escuchaste, es probable que seas fanático de él sin haberte dado cuenta. Suele pasar.

Como muchos de los antihéroes de la contracultura norteamericana, Cohen se volvió masivo en los 90' cuando sus canciones fueron parte del soundtrack de Asesinos por naturaleza. El "sistema", esa entelequia a la que su generación se había resistido, lo adoptaba como uno más de sus hijos pródigos. Luego vendría el destierro en un monasterio zen, la bancarrota por la traición de un manager, el regreso a los estudios y los escenarios. En I’m Your Man (2005), un documental que repasa su itinerario a través de un concierto tributo, se lo puede ver viejo y sabio, destilando una falsa modestia cuasi borgeana. En estos días se edita Songs From The Road, un disco en vivo que se suma a Live in London, un doble del año pasado. Allí repasa todos sus clásicos y hace gala de su voz, cada vez más grave, deshecha y perfecta. En realidad quería escribir sobre eso. Pero, everybody knows, creo que se me hizo demasiado extenso y tarde. Sayonara, Leonard.