La chica parecía una Pizarnik de bolsillo- “Asterix, el encargado”, Fabián Casas
Comenzar con este comentario: Se puede gustar del diario de un autor prescindiendo de la obra canónica del mismo. Con "obra canónica" me refiero a que los diarios casi siempre son el bonus track de la obra de un autor. Bioy Casares es el mejor ejemplo. Todos leemos sus diarios, muchos menos sus novelas o cuentos, tanto es así que es probable que la obra canónica de Bioy Casares haya pasado a estar integrada principalmente por sus diarios.
(También podemos pensar en un autor que primero muere, un autor póstumo de nacimiento que inicia su obra con los diarios. Cuando finalmente vive, publica novela, poesía, etc).
Demostrar que leemos diarios cuando no poseemos la suficiente concentración para una novela ni estamos predispuestos al cuento o la poesía. Mucho menos al ensayo. El diario propone un pacto de lectura completamente diferente al de otros géneros. Nos obliga a realizar menos concesiones. Con saber de quién es, basta. La novela, en cambio, es represiva: no nos permite saltear páginas, abandonar la lectura durante un lapso extenso, olvidar los nombres de los personajes, aburrirnos, alternar su lectura con otros libros, etc. En caso de que algo de eso suceda, los trastornados nos sentimos culpables de un delito moral.
Esbozar que el estilo de Pizarnik se agota en sí mismo. Se trata de un proyecto de escritura que se vincula demasiado a la personalidad de quien la produce. No se puede leer a Pizarnik sin pensar en su figuración autoral en el imaginario de la literatura argentina. Preguntarse si eso no es lo que sucede con todos los autores y llegar a la conclusión de que no: es en los "malditos" que se acentúa esta imposibilidad de dividir escritor-individuo.
Escribir frases-chicana del tipo "Los malos cuentistas escriben como Bukowski, los malos novelistas como Osvaldo Soriano y los malos poetas como Alejandra Pizarnik"; "Dejemos a Alejandra Pizarnik escribir como Alejandra Pizarnik".
Hacer un paralelismo Cortázar-Pizarnik, en el sentido de que son escritores que en vez de iluminar, encandilan. Caso Cortázar-Abelardo Castillo. El que tiene sed, por momentos, parece un outtake, un capítulo descartado de Rayuela. Buscar una línea iniciada por Pizarnik y reproducida por otro autor. De no encontrarse, dar a entender que los epígonos de Pizarnik no llegan a publicar, que la poesía de Pizarnik es la de los poetas adolescentes que luego se convierten en taxistas o maestras jardineras. Tal vez Pizarnik es el outtake de Rimbaud o Baudelaire. Que todo esto no suene como un juicio negativo, sino como un hecho. Explicar que en realidad también los taxistas y las maestras jardineras pueden ser poetas.
Ofrecer un ejemplo antagónico al de Cortázar-Pizarnik. Intentar que no sea Borges. Si no hay otro, vamos con Borges, pero dar a entender que existen muchos casos y se menciona a Borges porque la lista de los autores que iluminan requeriría todo el ciberespacio. Evocar la adjetivación borgeana en Zama (1956). Explicitar el modo en que la prosa de Di Benedetto progresa hasta llegar a la cima de su estilo en Los Suicidas (1969). Traer a colación el prólogo de Zama escrito por Saer, en el que (según creo recordar) manifiesta una filiación entre su obra y la del mendocino, dejando de lado la influencia del objetivismo francés. En fin: Borges-Di Benedetto-Saer. Borges puede incitar al epigonismo acrítico, pero su lectura se puede rastrear en la obra de los autores más importantes de la literatura argentina de los últimos 50 años.
Cláusula de incertidumbre: Bolaño es el hijo de Cortázar y Borges. Y los dos lo hubiesen reconocido. Entonces Cortázar también ilumina.
Dudar de lo escrito. No darle importancia, total todos vamos a morir.
Sugerir que luego de leer sus Diarios, entendemos que el aporte de Alejandra Pizarnik no es tanto a la literatura argentina, sino a la sociología: ella es el paradigma de la chica moderna contemporánea. Alejandra Pizarnik era una indie en la década del 50'. Intuir que en ese tiempo todavía no existía el concepto actual de juventud. ¿Qué hace una chica para parecer moderna hoy? Se corta el pelo. Hace gala de cierta ambigüedad sexual. Se comporta, en lo referente al sexo, como habitualmente lo haría un hombre. Se manifiesta insatisfecha y al borde de una crisis de angustia provocada por el pavor de la Nada. Se refugia en el nihilismo. Su condición apolítica no la acompleja. Citar fragmentos del Diario de Pizarnik para comprobar (o no) esto último:
"Leo la Historia del surrealismo. Al llegar al capítulo dedicado al marxismo y la situación social, económica, etc., de nuestra época, cierro violentamente el libro y lo guardo. Me horrorizo de mi falta de interés. ¡No puedo remediarlo! ¡Denme al Hombre, no a las masas!".
"Es muy tarde. Estoy excitada. Deseo un cuerpo junto al mío. ¡Cualquiera! Cualquier sexo, cualquier edad. ¡Eso es lo de menos! Basta un cuerpo a quien tocar y que me toque. ¡Mi sangre galopa! (...) Me disuelvo deseos eróticos. Nada de amor. No. Nada de eso".
"Ni siquiera somos "existencialistas legítimos". Ni ateos. Ni revolucionarios (...) Nada nos conmueve. Nada estalla en nuestro medio".
Hacer alusión a la primera vez que leí a Pizarnik en Antología de lo Real y Fantástico, un libro viejo e inhallable de un tal Antonio Beneyto. El mismo contenía textos de Silvina Ocampo, Bioy Casares, Marosa Di Giorgio, entre otros. La lectura de Pizarnik me impresionó mucho. Alguien había dejado unos pétalos de rosa entre medio de sus poemas.
Que todo el texto sugiera la idea de que, más allá de las chicanas, las críticas, la indiferencia, considero a Pizarnik una autora imprescindible. Que se la "critica" como se puede criticar a una madre, una hermana, una novia. Que se la critica porque se la ama.
Aconsejar no leer el libro en periodos de depresión:
"He pensado en mi soledad absoluta, en mi destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar la vida".
"Hoy no me importa nada. Hoy soy nada. He tomado absoluta conciencia de que no puedo vivir mi vida. No puedo vivir como un ser humano".
"Tal vez por eso siento, de noche, cada noche, que me he olvidado de hacer algo, sin darme bien cuenta de qué. Cada noche me olvido de suicidarme".
Comentar el extraño prólogo de Ana Becciu, especialmente la parte última en la que declama que la lectura de los Diarios "sirva para entender que la vida de Alejandra no fue una pose, que fue una escritora, que le dolió serlo". Como si importara que la vida de un escritor sea o no una pose. Como si estuviera en cuestionamiento que Pizarnik haya sido una escritora. Como si a alguien le "sirviera" saber que Pizarnik fue una escritora o sufrió o estuvo en pose.
Que el último párrafo interpele a las muchachas modernas y termine con una advertencia del tipo: "No te hagas la viva que eso ya lo hizo Alejandra Pizarnik en 1955". Revestir esa frase para que no suene agresiva, si no más bien para que cause empatía (¿con Pizarnik?, ¿conmigo?, ¿entre ellas mismas?). Sayonara.
Mejor que el último párrafo sea un fragmento del Diario. Pizarnik en un ómnibus observando el Sena el 20 de mayo de 1961, hace exactamente cincuenta años:
"Por la tarde, desde el ómnibus, vi los últimos reflejos de sol en el Sena. Los paseantes parecían figuritas recortadas. Me acordé de un cuadro de Rousseau, el de la niña idiota. Y he sabido que mi esfuerzo atroz por vivir como una adulta, ganarme la vida, pensar, amar, es una imposibilidad de imposibilidades. Las figuritas inofensivas en la lejanía me eran detestables con sus ojos vacíos y sus caras viciosas. Es preferible gritar en el jardín, me dije".