lunes, 30 de mayo de 2011

El existencialismo es un gallinismo

J.J explica el planteo táctico a Buonanotte y lo horroriza.



Estar extremadamente conscientes de las situaciones nos paraliza. Imaginen comenzar una relación amorosa teniendo en cuenta que en la vida todo se termina. Vivir cotidianamente sin dejar de recordar cada medio minuto que vamos a morir. Escribir o leer preguntándonos si eso es literatura. Prácticamente no se podría hacer nada porque todo se revelaría efímero y absurdo. Y ese minuto a minuto border de la mente nos llevaría a ser los protagonistas involuntarios de una novela de Sabato. Alguna vez, haciendo alusión al existencialismo, Grombowicz afirmó:


"Es imposible asumir todas las exigencias del Dasein y al mismo tiempo tomar café con masas durante la merienda. Sentirse angustiado ante la nada, pero más ante el dentista. Ser una conciencia en pantalones que conversa por teléfono. Ser una responsabilidad, que anda de compras por la calle. Cargar con el peso de la existencia significativa, darle sentido al mundo y dar vuelto de un billete de diez pesos".


La premisa de que cada elección no sólo nos compromete a nosotros, sino a la Humanidad (porque “nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos”) deposita al existencialista en un estado de angustia y en un permanente sentimiento de náusea.


Pensé eso el domingo a la noche, mientras veía a River empatar con Olimpo. La posibilidad de ir a la Promoción es lo más parecido al existencialismo que hay en el fútbol: cada pelota es cooptada por la presencia de la muerte, más conocida en el ambiente como "el fantasma del descenso". (Este último estaba fielmente representado en el disfraz de un hincha de Olimpo que se burlaba de la situación de River no enterado de que su club también puede jugar contra Aldosivi). Los jugadores de River no sólo ponen en juego la categoría del equipo, sino también una tradición centenaria. La forma en que juegan, por otro lado, provoca angustia y náusea. La experiencia me pareció tan densa que recién ahora proceso lo ocurrido. Creo que el domingo River claudicó definitivamente. "Conformarse con un empate" era un concepto ajeno a la idea histórica del equipo y hoy es la máxima a seguir. Por un momento creí que el televisor fallaba, que las rayas de la camiseta del equipo rival no era negras y amarillas, sino azules y rojas. ¡Claro!, me dije, ¡no es Olimpo, es Barcelona! Sin embargo busqué y busqué pero en vez de hallar luminarias del fútbol mundial como Dani Alves, Iniesta y Messi, me encontré con excelentes personas como Casais, Cobo y Maggiolo.


Para entender el estado de River (y el mundo) hay que ir a Facebook. Las últimas noticias que subieron los administradores de la página son sobre handball, voley, fútbol femenino... Los cambios de J.J no se demoran, directamente son anacrónicos, pertenecen a otra temporalidad. Dentro de cinco años tal vez haga calentar a Buonanotte y Lanzini (aunque sospecho que elegiría a Funes Mori). Su estrategia de juego está signada por el primer partido que le tocó dirigir contra Boca: hacer un gol y meterse todos atrás. Pero cuando el gol no llega, el equipo no funciona y se nos viene la noche, J.J sigue colgado del travesaño, actuando siempre igual, como si estuviera en El día de la Marmota o fuera una de esas proyecciones que habitaban La Isla de Morel y siempre hacían lo mismo. Al lado de esta traición a la memoria de Labruna y Cía, la de Martín Pepa es una boludez. Prefiero irme al descenso yendo para delante, que de la cama al living. Hasta hace poco el hincha de River había resignificado el mote de “gallina” hasta convertirlo en un orgullo. J.J ha desterrado esta importantísima desviación semántica. Otro que está desfasado es Lamela. Un exquisito, de andar elegante y una pegada extraordinaria, pero que debería estar jugando con Ortega, Francescoli y Salas en 1997. Promediando el segundo tiempo hizo un taco y lo insulté: era como ver a alguien hundiéndose en el Titanic preocupado por tomarse una buscapina. Pero después me arrepentí: se supone que eso es el fútbol. Me había olvidado de tanto ver a River deambular "como un muerto que sabe que está muerto en un domingo infinito". Abrazo de gol (de Carrizo, en contra).

lunes, 23 de mayo de 2011

Vindicación de Palo Pandolfo



¿Alguien recuerda a Pipino Cuevas? Pipino Cuevas era (es) un jugador de fútbol maravilloso, de una habilidad sorprendente y capaz de gambetear a un equipo de Rugby entero, pero que, aunque sea en su paso por River, cuando llegaba a la hora de la definición, en la mayoría de los casos, se equivocaba. O hacía una de más. O mandaba la pelota a las nubes. O comenzaba a dar vueltas como una calesita hasta que se la sacaban. En la misma línea también existen cuentistas geniales que no saben cómo terminar sus relatos y abusan del final abierto y tipos graciosos que no le encuentran remate a los chistes y quienes tienen una inteligencia asombrosa en múltiples disciplinas pero nunca logran aplicarla a una cuestión práctica de la vida. Personas que, se nota, tienen algo importante entre manos pero no saben cómo sacarle el máximo provecho. Porque no quieren. Porque no les importa. Porque no les tienen paciencia. Palo Pandolfo es uno de ellos.


Alguna vez me pregunté por qué Daniel Melero no salía en la tapa de la Rolling Stone y llegué a la conclusión de que su anti-demagogia y su lazo estilo Bioy-Borges con Cerati le habían jugado una mala pasada. Lo mismo me preguntaba hasta el sábado sobre Palo Pandolfo. Un tipo con prestigio, que tuvo muchos hits, dos bandas importantes (Don Cornelio y la Zona, Los Visitantes) pero que en su etapa solista nunca pudo despegar del todo, tanto es así que todavía está presentando un disco que grabó hace casi tres años.


El Teatro Melany tiene espacio, calculo, para 200 personas. Muy bien, éramos alrededor de 40. Antes de Palo tocó una banda, Sujetos, pero el gran telonero fue la interminable tira de auspiciantes (entre ellos una verdulería llamada “Kermosa” y una profesora de ballet clásico, Marilyin Mónaco) que se repitió cuatro veces hasta acabar con la paciencia de los concurrentes. El conductor del evento (porque el recital se enmarcaba en el ciclo "Músicos Argentinos"), parecía salido de un sketch de Cha Cha Cha o un cumpleaños de 15. Al ver el escaso público, comentó ante la estupefacción general: "Esperábamos que el Teatro estuviera lleno, no sé bien qué pasó". Había un agitador, un dionisíaco inédito y genial, que al final levantó a todos de sus asientos y cantaba cosas como "Mamá mamá mamá yo quiero oh oh, Mamá yo quiero oh oh, Mamá yo quiero, Mamá, Que salga Palo oh oh, que salga Palo oh oh, que salga Palo y todo el año es Carnaval".


El ambiente conspiraba, entonces, contra el recital y contra el fluir de la Humanidad. Pero ver a Palo en vivo es una experiencia religiosa. Es conmovedor ver a un tipo tan colocado o tan vivo (vaya uno a saber si eso lo provoca lo que tomó Mike Amigorena para conducir los Martín Fierro o la vida o un "café veloz"). Canciones con una línea melódica marcada, pegadizas, con el tándem estrofa-estribillo trabajado a la perfección. Allí están El Ente, Oficio del cantor, Playas Oscuras, Estaré, Tazas de té chino, Ella vendrá, Antojo, Amor (practico el ritual). Todo ferozmente deformado por la conducta de Palo, un desquiciado absoluto que mueve su cuerpo en espasmos re locos mientras juega con su registro vocal hasta provocar miedo o llanto o risa o emoción.


Palo Pandolfo: un tipo que deja un tema por la mitad porque dice que cantarlo le da vergüenza. Palo Pandolfo: un tipo que en el medio del recital le compone una canción a su hija. Palo Pandolfo: su gestualidad es la envidia de Thom Yorke en 1994 (cuando ni siquiera se había institucionalizado que un tuerto sea el líder de la banda de rock más importante del mundo). Palo Pandolfo: el jugador de fútbol maravilloso que gambetea a los 11 del equipo rival y cuando está solo frente al arco la manda a la tribuna. Por elección propia.


En ese sentido vendría a ser el negativo de Cerati, quien realizaba conciertos en los que todo estaba en su preciso lugar, al punto de que uno se preguntaba si no sería lo mismo escuchar el disco en el living de nuestras casas. Pandolfo maneja la estética antagónica: frasea para que nadie pueda seguirlo, monologa con frases más enigmáticas que las de un koan zen, se pierde en los pasillos de su mente, derrapa, "pandolfea". Si en la literatura argentina Apolo es Borges y Dioniso es Arlt, en el rock son Cerati y Pandolfo quienes representan esa dicotomía.


Pandolfear: Llevar una situación al absurdo porque sí, irse por las ramas y no volver, bifurcar los senderos.


Entre paréntesis: quiero un agitador como el que tiene Palo para mi vida. Cuando me va mal, cuando me equivoco, cuando me pierdo en un laberinto, ¡que aparezca el agitador detrás de un arbusto, que salga del cajón de un armario, que baje del cielo en paracaídas, a los gritos, haciendo pogo, alentándome a seguir contra viento y marea, cueste lo que cueste, caiga quien caiga, "arriba los corazones" (sic)!


En fin, se supone que hay un Manual de Instrucciones del Sentido Común, una forma adecuada, una ley implícita que regula la realidad para que todo suceda normalmente. Palo Pandolfo, como muchos de nosotros, no conoce ni el sentido común ni la forma adecuada ni las leyes implícitas. Y por eso uno solo de sus shows es más revolucionario que todas las manifestaciones de los Indignados de España. Sayonara.







jueves, 19 de mayo de 2011

Ideas para un post nunca escrito sobre los Diarios de Alejandra Pizarnik



La chica parecía una Pizarnik de bolsillo- “Asterix, el encargado”, Fabián Casas


Comenzar con este comentario: Se puede gustar del diario de un autor prescindiendo de la obra canónica del mismo. Con "obra canónica" me refiero a que los diarios casi siempre son el bonus track de la obra de un autor. Bioy Casares es el mejor ejemplo. Todos leemos sus diarios, muchos menos sus novelas o cuentos, tanto es así que es probable que la obra canónica de Bioy Casares haya pasado a estar integrada principalmente por sus diarios.


(También podemos pensar en un autor que primero muere, un autor póstumo de nacimiento que inicia su obra con los diarios. Cuando finalmente vive, publica novela, poesía, etc).


Demostrar que leemos diarios cuando no poseemos la suficiente concentración para una novela ni estamos predispuestos al cuento o la poesía. Mucho menos al ensayo. El diario propone un pacto de lectura completamente diferente al de otros géneros. Nos obliga a realizar menos concesiones. Con saber de quién es, basta. La novela, en cambio, es represiva: no nos permite saltear páginas, abandonar la lectura durante un lapso extenso, olvidar los nombres de los personajes, aburrirnos, alternar su lectura con otros libros, etc. En caso de que algo de eso suceda, los trastornados nos sentimos culpables de un delito moral.


Esbozar que el estilo de Pizarnik se agota en sí mismo. Se trata de un proyecto de escritura que se vincula demasiado a la personalidad de quien la produce. No se puede leer a Pizarnik sin pensar en su figuración autoral en el imaginario de la literatura argentina. Preguntarse si eso no es lo que sucede con todos los autores y llegar a la conclusión de que no: es en los "malditos" que se acentúa esta imposibilidad de dividir escritor-individuo.


Escribir frases-chicana del tipo "Los malos cuentistas escriben como Bukowski, los malos novelistas como Osvaldo Soriano y los malos poetas como Alejandra Pizarnik"; "Dejemos a Alejandra Pizarnik escribir como Alejandra Pizarnik".


Hacer un paralelismo Cortázar-Pizarnik, en el sentido de que son escritores que en vez de iluminar, encandilan. Caso Cortázar-Abelardo Castillo. El que tiene sed, por momentos, parece un outtake, un capítulo descartado de Rayuela. Buscar una línea iniciada por Pizarnik y reproducida por otro autor. De no encontrarse, dar a entender que los epígonos de Pizarnik no llegan a publicar, que la poesía de Pizarnik es la de los poetas adolescentes que luego se convierten en taxistas o maestras jardineras. Tal vez Pizarnik es el outtake de Rimbaud o Baudelaire. Que todo esto no suene como un juicio negativo, sino como un hecho. Explicar que en realidad también los taxistas y las maestras jardineras pueden ser poetas.


Ofrecer un ejemplo antagónico al de Cortázar-Pizarnik. Intentar que no sea Borges. Si no hay otro, vamos con Borges, pero dar a entender que existen muchos casos y se menciona a Borges porque la lista de los autores que iluminan requeriría todo el ciberespacio. Evocar la adjetivación borgeana en Zama (1956). Explicitar el modo en que la prosa de Di Benedetto progresa hasta llegar a la cima de su estilo en Los Suicidas (1969). Traer a colación el prólogo de Zama escrito por Saer, en el que (según creo recordar) manifiesta una filiación entre su obra y la del mendocino, dejando de lado la influencia del objetivismo francés. En fin: Borges-Di Benedetto-Saer. Borges puede incitar al epigonismo acrítico, pero su lectura se puede rastrear en la obra de los autores más importantes de la literatura argentina de los últimos 50 años.


Cláusula de incertidumbre: Bolaño es el hijo de Cortázar y Borges. Y los dos lo hubiesen reconocido. Entonces Cortázar también ilumina.


Dudar de lo escrito. No darle importancia, total todos vamos a morir.


Sugerir que luego de leer sus Diarios, entendemos que el aporte de Alejandra Pizarnik no es tanto a la literatura argentina, sino a la sociología: ella es el paradigma de la chica moderna contemporánea. Alejandra Pizarnik era una indie en la década del 50'. Intuir que en ese tiempo todavía no existía el concepto actual de juventud. ¿Qué hace una chica para parecer moderna hoy? Se corta el pelo. Hace gala de cierta ambigüedad sexual. Se comporta, en lo referente al sexo, como habitualmente lo haría un hombre. Se manifiesta insatisfecha y al borde de una crisis de angustia provocada por el pavor de la Nada. Se refugia en el nihilismo. Su condición apolítica no la acompleja. Citar fragmentos del Diario de Pizarnik para comprobar (o no) esto último:


"Leo la Historia del surrealismo. Al llegar al capítulo dedicado al marxismo y la situación social, económica, etc., de nuestra época, cierro violentamente el libro y lo guardo. Me horrorizo de mi falta de interés. ¡No puedo remediarlo! ¡Denme al Hombre, no a las masas!".


"Es muy tarde. Estoy excitada. Deseo un cuerpo junto al mío. ¡Cualquiera! Cualquier sexo, cualquier edad. ¡Eso es lo de menos! Basta un cuerpo a quien tocar y que me toque. ¡Mi sangre galopa! (...) Me disuelvo deseos eróticos. Nada de amor. No. Nada de eso".


"Ni siquiera somos "existencialistas legítimos". Ni ateos. Ni revolucionarios (...) Nada nos conmueve. Nada estalla en nuestro medio".


Hacer alusión a la primera vez que leí a Pizarnik en Antología de lo Real y Fantástico, un libro viejo e inhallable de un tal Antonio Beneyto. El mismo contenía textos de Silvina Ocampo, Bioy Casares, Marosa Di Giorgio, entre otros. La lectura de Pizarnik me impresionó mucho. Alguien había dejado unos pétalos de rosa entre medio de sus poemas.


Que todo el texto sugiera la idea de que, más allá de las chicanas, las críticas, la indiferencia, considero a Pizarnik una autora imprescindible. Que se la "critica" como se puede criticar a una madre, una hermana, una novia. Que se la critica porque se la ama.


Aconsejar no leer el libro en periodos de depresión:


"He pensado en mi soledad absoluta, en mi destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar la vida".


"Hoy no me importa nada. Hoy soy nada. He tomado absoluta conciencia de que no puedo vivir mi vida. No puedo vivir como un ser humano".


"Tal vez por eso siento, de noche, cada noche, que me he olvidado de hacer algo, sin darme bien cuenta de qué. Cada noche me olvido de suicidarme".


Comentar el extraño prólogo de Ana Becciu, especialmente la parte última en la que declama que la lectura de los Diarios "sirva para entender que la vida de Alejandra no fue una pose, que fue una escritora, que le dolió serlo". Como si importara que la vida de un escritor sea o no una pose. Como si estuviera en cuestionamiento que Pizarnik haya sido una escritora. Como si a alguien le "sirviera" saber que Pizarnik fue una escritora o sufrió o estuvo en pose.


Que el último párrafo interpele a las muchachas modernas y termine con una advertencia del tipo: "No te hagas la viva que eso ya lo hizo Alejandra Pizarnik en 1955". Revestir esa frase para que no suene agresiva, si no más bien para que cause empatía (¿con Pizarnik?, ¿conmigo?, ¿entre ellas mismas?). Sayonara.


Mejor que el último párrafo sea un fragmento del Diario. Pizarnik en un ómnibus observando el Sena el 20 de mayo de 1961, hace exactamente cincuenta años:


"Por la tarde, desde el ómnibus, vi los últimos reflejos de sol en el Sena. Los paseantes parecían figuritas recortadas. Me acordé de un cuadro de Rousseau, el de la niña idiota. Y he sabido que mi esfuerzo atroz por vivir como una adulta, ganarme la vida, pensar, amar, es una imposibilidad de imposibilidades. Las figuritas inofensivas en la lejanía me eran detestables con sus ojos vacíos y sus caras viciosas. Es preferible gritar en el jardín, me dije".

lunes, 16 de mayo de 2011

Vindicación de Matías Almeyda

1. Labruna se tapaba la nariz al ingresar a la Bombonera. Eso era trash (aunque como hincha de River no deja de parecerme simpático). Pero cuando expresar amor se convierte en sinónimo de violencia empiezan las confusiones. Quien se siente agredido porque otro besa una camiseta es un enfermo. Es casi como justificar una violación porque una mujer se puso una minifalda. No es Almeyda el problemático, es la dinámica semiológica del fútbol la que se apoya en una serie de supuestos erróneos. Una cosa es reconocer que dentro del sistema gestual de un partido la conducta de Almeyda genere una reacción ofensiva. Otra es compartirla. La pregunta es: ¿por qué los hinchas de Boca (en este caso; aquí podría caber el nombre de cualquier otro club) en vez de festejar un triunfo genial contra River se dedican a insultar a un jugador del equipo contrario? La gente que se preocupa más por las desgracias de los otros que por el porvenir de sí mismos arruina la vida. Ahí están, fijándose qué hacen sus ex novias, preguntando qué tan mal le va a algún tipo que no se bancan, etc.


2. El ataque de Almeyda está ampliamente justificado. Dejemos a los apólogos de la moral (ajena) considerar si estuvo bien o mal. Pensemos en el estado de su cerebro al momento de la expulsión. En sus terminales nerviosas. En el ritmo de su corazón. Se terminaba un partido muy parecido a una pesadilla. Perder 2 a 0 con el clásico rival y ser el capitán. Que tu arquero se haga un gol en contra. Que el árbitro no haya cobrado penales claros. Que Clemente Rodríguez te boludee. Que Funes Mori le quiera dar de volea y se la pase a un contrario. Que Ferrari nunca juega bien contra Boca. Que con ese resultado quedaban a un paso de la promoción. Que Palermo haga un gol histórico. Perder, aun con Boca jugando mal y con Riquelme cagándose de risa en el corner porque se acordó de la publicidad de las papas fritas. La situación se asemeja a lo que Roland Barthes describe, en Fragmentos de un discurso amoroso, como la figura de la "catástrofe". Almeyda, como el sujeto enamorado paradigmático del francés inteligente, debe haber pensado ¡¡¡"me lleva una ola poderosa, asfixiado de dolor; todo mi cuerpo, se resiste y se revuelve; veo, como, en un relámpago claro y frío, la destrucción a la que estoy condenado"!!!


3. Por otro lado, despreciar la personalidad de Almeyda, es, a grandes rasgos y claramente, echar un velo sobre parte de la historia de la Humanidad, aquella de los que responden al llamado de Dionisos y mientras todos duermen la siesta, se sumergen en la oscuridad del abismo con los ojos abiertos. Sin Almeyda no existe el Marqués de Sade ni Nietzsche ni Rimbaud ni la generación Beat ni Eric Cantona ni Kinski ni Cristian U. ni Maradona ni Frank Begbie ni Janis Joplin ni Sofía Gala ni el Capitán Ahab ni Lennon ni Luca Prodan ni Miguel Abuelo ni Charly García después de 1994 ni Spinetta entre 1971 y 1973 ni Bukowski ni Virginia Woolf ni Daniel Johnston ni Fogwill ni Don Quijote ni Alejandra Pizarnik ni Tanguito ni Kate Moss ni Samid ni Juanita Viale.


4. Por último, reconozco que no pertenezco al gremio de los dionisíacos. Tardo bastante en animarme a dar el primer beso. En la Secundaria y en la Universidad siempre me senté al fondo. En los casamientos, mientras todos hacen el carnaval carioca, miro para otro lado. Sin embargo, secretamente, admiro a esos hombres y esas mujeres que transpiran la camiseta. Los que van al frente y se exponen al rechazo. Los que contestan la pregunta y se equivocan. Los que, tomados de la cintura, bailan entre su tía abuela y una prima lejana como si en ello se les fuera la vida. Sin estos tipos exagerados, insoportables, inquietantes, el mundo tendría menos gracia que un libro de Marcos Aguinis. Vaya mi reconocimiento, entonces, hacia Matías Jesús Almeyda. May the Force be with you.

viernes, 13 de mayo de 2011

Pérez, Prueba II


En la mitología turística de las ciudades argentinas existen varios estereotipos reconocibles. Mar del Plata es la ciudad de Aldrey Iglesias (1). San Miguel de Tucumán de la caña de azúcar. Mendoza la tierra del buen vino. Y La Plata la ciudad de las diagonales... y de las bandas de rock sofisticadas. Tal vez habría que investigar la composición química del agua o algún fenómeno astronómico de proporciones para entender por qué razón allí y no en otro lugar suelen aparecer artistas originales, modernos y prestigiosos. Es cierto: dentro de la crítica rock es un lugar común proponer a La Plata como el epicentro del under nacional. Pero también se sabe que varios lugares comunes son indudables verdades. Esto se puede evidenciar en la vigencia de algunos dichos como "No por mucho madrugar, amanece más temprano" (la frase de Jack Torrence en la versión subtitulada de El Resplandor) o "¿Cómo podría saberlo?". Se suele aludir a que la existencia de la Universidad actúa como propulsora de cierta ebullición artística, sin embargo lo mismo ocurre en otras ciudades del país sin ningún resultado similar. En fin. La genealogía rocker platense tiene más ramificaciones que los Buendía. Formaciones antológicas como Virus y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Héroes del indie noventoso como Peligrosos Gorriones. Sensibles estetas de la canción pop como Estelares. El último aluvión estuvo conformado por bandas de nombres extrañísimos, de las que su principal exponente es Él mató a un policía motorizado. Por eso sorprende la existencia de Pérez. Sí, así como suena. En una era en la que lo fundamental parece ser encontrar un nombre original apto para destacarse de inmediato en Google, una banda elige el apellido insigne del anonimato (cuando se quiere explicar que alguien es Nadie se dice: "Es un Juan Pérez"). ¿Tal vez nos volvimos todos tan raros y freaks que lo que nos llama la atención ahora es lo aparentemente normal? No lo sé y, en realidad: ¡no me incumbe! Esto no es un maldito manual de sociología, simplemente pretendo dar cuenta de una banda y presentarla porque su disco homónimo contiene eso que nunca pasa de moda: canciones de amor, tristeza y pérdida. Y éstas son algunas de las mejores que se han escuchado en los últimos tiempos (2). El sitio en MySpace describe la música de los ya enigmáticos y legendarios Pérez como "canción popular melodramática". ¿Cómo resistirse a tal clasificación? No hay forma. Pero ¿de qué hablan las canciones de Pérez, Señor Mc Clure? De quedarse en babia, de para qué salir si “siempre es lo mismo”, de frases escritas con dolor, de cuando el sol, en vez de alegrarnos, nos entristece. Una lírica cotidiana y existencial para escuchar un domingo a la tarde, cuando podemos escribir La Náusea de atrás para adelante y con los ojos cerrados. Pérez puede ser el soundtrack perfecto, amigos, para esos días grises y aburridos que se avecinan en otoño. El sonido remite al rock pop alternativo y guitarrero por excelencia: el mejor R.E.M, el primer Radiohead, destellos de brit pop, el adn del rock argentino más cancionero y beatle (con Charly García como principal abanderado). Y más allá de la música (si eso es posible cuando nos referimos a una banda de rock) algo interesante de Pérez es que se trata de una banda que hay que buscar, que no vamos a encontrar en un par de tipeos rápidos. Como sucede con los libros incunables y con las mujeres enigmáticas que nos atraen, la dificultad para el acercamiento hace que el encuentro se convierta en algo todavía más deseado. Y tener expectativas en momentos en que es imperativo estar a un link de distancia y hasta la vida es “a la carta” es casi un milagro: a veces parecería que se quiere suprimir el concepto de tiempo para que todo suceda a la velocidad de la luz (3). Justamente de eso también habla Pérez, una banda aparentemente sencilla que se propone hacer canciones y termina arrojando un cuadro de situación sobre la insatisfacción general de una época en la que tenemos casi todo a nuestro alcance (4) pero nada nos interesa. Una vez más, todos los caminos conducen a La Plata.


(1): Analogía Lostie: Aldrey Iglesias es Jacob, Pulti es Benjamin, Mar del Plata es la Isla y los marplatenses somos los sobrevivientes del vuelvo 815.


(2): La frase "últimos tiempos" hace referencia a un lapso que puede ir de 1970 a la actualidad como así también de febrero del 2011 a la semana pasada.


(3): Bueno.


(4): Cuevana + Google + Taringa + Youtube: Totalidad del Universo Existente.


(Publicado en la revista Power Music Abril/Mayo 2011. Publicado en Ilcorvino hace dos días. Misteriosamente borrado. Republicado en Ilcorvino)

viernes, 6 de mayo de 2011

Expertos en pinchazos




1- Si nuestra cronología como espectadores de cine en formación tuviese algo así como una hermenéutica, ciertas películas actuarían como revoluciones que marcan un antes y un después en el funcionamiento de la subjetividad. Al igual que sucede con la lectura de algunas novelas: verlas nos hizo creer que éramos más grandes e inteligentes sin salir de casa. Nos ayudaba a proyectar un mapa de experiencias que deseábamos vivir en el futuro, como una Ingeniería del Deseo del Porvenir. A partir de allí se añadía una nueva perspectiva al lente de la cosmovisión formateada en los laberintos de Instituciones Represivas como la Familia y la Escuela. Por ejemplo, la Revolución Erótica de Último Tango en París: verla era como coger. La Revolución Violenta de La Naranja Mecánica: verla era como matar. La Revolución Sentimental de Eterno Resplandor de una mente sin recuerdos: verla era como amar. Y la Revolución Adolescente de Trainspotting: verla era como drogarse. Coger, matar, amar y drogarse: ¿acaso anhelamos otra cosa en la edad del pavo? ¿No pensábamos que de eso se trataba la vida? Pero después suceden cosas horribles: un trabajo, un café a la mañana, un tipo generalmente estúpido que dice ser tu suegro, facebook.


2- Hay una parte significativa de American Splendor: cuando Harvey Pekar advierte que los freaks como él son cooptados por el establishment, vaciados de sentido a partir de la repetición y devueltos al estrellato como parte del orden establecido. Como hito juvenil, Trainspotting es un caso paradigmático del producto noventoso que se vendía aparentemente por fuera del sistema y en realidad era parte indivisible del mismo. Su representación del imaginario yonqui es ambivalente. Por un lado, el enfoque es border, no apto para cardiacos: allí están las famosas escenas escatológicas que escandalizaron a tu mamá. Pero este matiz "subversivo" parece estar supeditado a la forma y no al contenido. La dinámica vertiginosa, propia del video clip, en vez de iluminar, encandila. Durante los 90’ se pensó que la velocidad nos protegía del conservadurismo (recordar el trabajo de los camarógrafos de El Rayo y CQC). De algún modo y contra lo que se pensó en su momento, Trainspotting es la mejor propaganda contra la drogadicción, ya que ésta se describe desde la ideología de la cultura hegemónica. ¿Cómo terminás si te drogás? Muerto ¿Quienes se drogan? Los jóvenes vagos, desempleados, roñosos y delincuentes. Estas cosas no son necesariamente falsas, el inconveniente es que incluso se advierte un tono moralista sulfuroso: si te divierte drogarte, hay serias posibilidades de que muera un bebé abandonado en una cuna. Pero Danny Bolyle es lo bastante posmoderno como para quedar bien con todos y elegir un final que nos interpela diciendo que para ser como nosotros, debemos traicionar nuestros principios. Algo que, a decir verdad, no es ninguna novedad.



3- El tono de Trainspotting no es neutral, sino más bien nihilista. El legendario manifiesto del principio, hoy parecería reaccionario. Al final, rechaza la drogadicción por autodestructiva. Rechaza (o acepta irónicamente) la vida pequeño burguesa por consumista y monótona. Y no propone nada. Mark Renton fue un héroe de la era del vacío. Actualiza el estereotipo del yonqui glamoroso: del fumador de opio del Siglo XIX al heroinómano de los 90'. Su itinerario nos muestra cómo es vivir en un mundo en el que el Che Guevara es sólo una imagen divertida para estampar en remeras y relojes. De la Revolución Proletaria a la de las drogas. A la distancia, Trainspotting parece la versión reventada de High School Musical. El look desaliñado de Ewan McGregor es más similar al de un top model que a un drogadicto en recuperación. Sus artistas favoritos (Lou Reed, Iggy Pop) tuvieron un revival inesperado. George Best pasó a ser un icono del futbolista rockstar. La banda de sonido (que ofrecía una vuelta de tuerca del canon del rock inglés: desde el glam rock a las raves) se volvió un objeto de culto. Y hasta Born Slippy, de Underworld, se convirtió en un hit masivo (en Argentina llegó a musicalizar una publicidad de Quilmes: "Gol, gol, gol en tu cabeza hay un gol").



4- Contradictoria, repleta de estribillos audiovisuales, con swing, humor y algo de sordidez, Trainspotting todavía se la banca. Tal vez porque activa resortes emocionales difíciles de manejar. ¿Con qué argumentación se olvida aquello que nos conmovió? En fin. La composición del grupo de amigos, mezcla de The Breakfast Club y A Clockwork Orange, es altamente efectiva. Frank Begbie, el psicópata interpretado por Robert Carlyle, al igual que el Señor Rubio de Reservoir Dogs, todavía me inquieta. Las discusiones sobre Sean Connery. La escena de Perfect Day. Y especialmente cuando Mark divisa a Diane entre la gente y empieza a sonar "Atomic". ¡Enamorarse a primera vista en una disco mientras suena un tema de Blondie! Eso a los 13 años me pareció sublime. Y a los 26 también.