¿Se esfuerza la Máquina?

Existió La máquina de hacer pájaros, que fue la banda de rock progresivo que tuvo Charly García durante la dictadura de Magnetto (en colaboración con el Ejército). Existió La máquina de pensar en Gladys, el mecanismo inasible de Mario Levrero: estaba enchufado y producía su suave ronroneo habitual. Está La máquina de Dios, que nadie sabe qué carajo es, pero cada tanto regresa en las noticias. Está también "La máquina de hacer todo mal", un tema de folk pop de Flopa y Minimal. Y "La maldita máquina de matar", de La Pesada del Rock And Roll. Y por supuesto existió La Máquina, así, sin más, que es probablemente el emblema a través del cual siempre se asoció a River con el buen juego. El River de Almeyda también es una máquina. Pero, como diría Sir Paul, hay un largo y sinuoso camino entre los dos equipos. Porque mientras la Máquina generaba fútbol aunque sus integrantes hubiesen salido de joda la noche anterior, La máquina actual es la de hacer pelotazos y jugar para la mierda. 

El rival de hoy fue Colón de Santa Fe, eterna promesa del fútbol argentino. Siempre empieza bien los torneos, se lo menciona entre los candidatos y después se desinfla. Nunca sale campeón. Y eso que en los últimos años salió campeón Argentinos Juniors. Salió campeón Lanús y Banfield. ¡Hasta salió campeón Arsenal, boludo! Sin embargo, su gente es muy agradecida y se conforma con poco. A Sensini le hicieron un cartel por haber ganado tres partidos y haberles devuelto "la alegría". Ahora tienen otra vez un buen equipo. Está Bastía, cada vez más parecido a Kinski. Y está Moreno y Fabianesi, que entró en la historia cuando Ramón Díaz no entendió el concepto del doble apellido y lo confundió con dos jugadores distintos. 

Fue espantoso ver cómo no había nadie que quisiera hacerse cargo del equipo y la pelota llegaba hasta Barovero, que permanentemente tiene cara de pensar "¿Por qué me habré ido de Vélez?". River sin un armador de juego definido (o como mierda se llamen ahora) es como el Chavo sin risas. No hay salida por las bandas laterales. El Funes Mori de la defensa no pasa la mitad de la cancha ni a palos. Es su filosofía de vida. Creo que debe tener miedo de encontrarse con su hermano y sufrir un trastorno de personalidad. Los espejos y las cópula son abominables porque multiplican el número de Funes Mori. Y Mercado, por su parte, es Mercado. Pasa al ataque pero mejor no se hubiese molestado. Almeyda sacó a Lanzini y metió a Cazares, figura del equipo campeón de La Copa Libertadores Para Dummies. Por Cirigliano entró Ledesma, que, como el sol, aunque no lo veamos, siempre está. Ledesma es como La Biblia de Vox Dei, siempre hay una nueva versión (en vivo, en disco, en la concha de la lora) que no supera la original.  Dudo si Trezeguet tocó la pelota más de cinco veces. Parece que tocar de primera siempre no sirve en la Primera.  

Una de las evidencias de que Almeyda todavía no encontró su propio estilo es que cambia de look todas las semanas. Alguna vez, Bielsa dijo que era mejor tener una idea equivocada a no tener ninguna. Bueno, creo que Almeyda ni siquiera tiene una idea equivocada. Un hincha no puede bancar (simbólicamente) a un entrenador porque lo quiere. Para eso que dirija mi vieja. El gol del inmerecido empate pareció una alucinación, fue como esa escena aterradora de IT en la que la fotografía se pone en movimiento. Y el pibe que está mirando paniquea y cierra el álbum. El resto del partido, los jugadores tuvieron menos movilidad que un equipo de metegol. Mal aceitado. Otro análisis que se puede hacer es que River viene de la B. Y que no se le puede pedir demasiado a un equipo con esos antecedentes. Lo que pasa, mi amor, es que mientras dure esta música, mereceremos haber visto, desde una cumbre, la tierra prometida. Abrazo de gol.