No soy de hacer trencito en los casamientos. Ni de llamar por teléfono
para que "nos juntemos". Ni de comprar cañitas voladoras para verlas
ascender por el cielo negro de Nochebuena con un vaso de sidra caliente en la
mano. Soy, señoras y señores, el unánime amargo, que mezcla en dosis exactas
misantropía y timidez, incapacitado para sostener los mínimos lazos sociales y
cultor de un individualismo atroz, que no admite que le tomen del mismo vaso.
En caso de que el mundo dependiera de alguien como yo, todo se iría
irremediablemente a la mierda. Pero ayer, cuando Javier Martínez le pidió al
público del Teatro Melany que hiciera palmas, yo agaché la cabeza, me metí el
individualismo en el lugar favorito de Osvaldo Lamborghini e hice palmas,
muchas palmas, extraordinarias palmas, ¡impregné mis manos en la condición del
hombre que va a un recital y hace palmas! Construí palmas, edifiqué palmas,
inventé palmas, multipliqué palmas. Lo que pensé en ese momento fue muy simple:
"Si no hago palmas, soy boleta".
Nunca me había preguntado cuál era la diferencia entre una persona y
una personalidad. Javier Martínez es lo primero pero más que nada lo segundo.
Una especie de Ser Ontológico y Cabrón del que salen dos manos cansadas, las
cuales se transforman en sofisticados tentáculos capaces de hacer cualquiera
cosa con una batería. El respeto cercano al cagazo que le tenían los dos
excelentes músicos que lo acompañaban era proverbial. Y no era para menos. En
uno de los temas, el bajista no acompañó con el canto y a todos se nos llenó el
culo de preguntas por el destino de ese pobre muchacho. ¿Por qué no cantás?, le
preguntó Martínez. De pronto tuve esa sensación perdida, tan reconocible por
todos, que remite al lado B de la infancia: ir a la casa de un amiguito y que
sus padres empiecen a discutir. El ánimo del público se había enrarecido
inexplicablemente: el recital se anunciaba para las 21:00 y empezó una hora y
media después. Los clásicos pelados del rock nacional (el promedio de edad era
57 años) ensayaron su "Oh oh oh". Varios recordaron el "Rompan
todo" de Billy Bond. Y otros directamente se fueron a los gritos,
reclamando el precio de la entrada. La violencia, ya extraviada del rock
argentino desde el primer lustro de los 2000, era recuperada en forma simbólica
por padres de familia enfurecidos porque les cerraba Montecatini y todavía no
habían escuchado "Jugo de tomate frío".
La lista de temas no gambeteó los viejos hits ("Una casa con diez
pinos", "Avellaneda blues", "Avenida Rivadavia"),
canciones sin fecha de vencimiento, que con los años, al igual que el vozarrón
de Martínez, no perdieron ni un poco de brillo. En esa permanente y entrañable
búsqueda del punto exacto en el que lo urbano se confunde con la metafísica y
el tango se cruza con el blues, se halla el origen de toda una vertiente lírica
de la música argentina. Hubo un tema dedicado a Pappo, más conmovedor que
bueno. Hubo temas de sus pocos discos solistas (faltó el categórico "Basta
de boludos"). Casi todo el mundo cree que Manal tiene dos discos de
estudio y otro en vivo que registra su regreso en 1980. Sin embargo también existe Reunión,
el disco de canciones nuevas que grabaron en aquella oportunidad. A diferencia de El valle interior o Serú 92, que parecen discos de bandas distintas a Almendra y Serú
Girán, Manal adaptó el sonido clásico del grupo a los tiempos modernos. Por esa
época reinaba la fusión, así que añadieron un poco de funk y aires latinos
(ahora Gabis y Medina también componían), pero mantuvieron la esencia. Reunión es un gran disco que nunca tuvo
su edición en CD y fue arrastrado por los glaciares del olvido. "Te daré
mi mano", un tema, al decir de Martínez, de "hondo contenido
humano", fue uno de los mejores momentos de la noche. Como Henry Miller en
Trópico de Capricornio, la poética de
Javier Martínez es la de un hombre que extiende los brazos para aferrarse a
algo, no encuentra nada pero finalmente se descubre a sí mismo. Muchas de las
letras del primer rock argentino (Moris, Tanguito) hablan de eso. Son los
interrogantes básicos de la filosofía, pasados de moda, pero tan necesarios.
Es imposible no ver a Javier Martínez y pensar que Manal debe ser una
de las pocas bandas históricas del rock argentino que tiene a todos sus
integrantes vivos y en buena forma. Y no se pueden juntar porque están
peleados. La industria del arte es injusta. Permite la muestra gigante de Yayoi
Kusama en el Malba, que parece el ejemplo perfecto de la farsa posmoderna que
arruina la vida. Pero no permite que se junte Manal y que la gente se de el
gusto de ver, por ejemplo en el Gran Rex, a estos tres tipos tocando nuevamente
juntos. ¿No hay nadie que los quiera convencer?
Un tipo gritó "Vamos, Javier". Javier contestó: "¿Dónde
vamos? Ya estoy acá". Dijo que le gustaba estar en una ciudad tan musical
y tenística (aludió a Piazzolla y Vilas). En un momento nos llamó "Los
señores del Mar". Y repitió varias veces "Recital Estupor, Recital
Estupor". Fue emocionante reconocer en ese loop improvisado en vivo, al
mismo tipo que arengaba a Tanguito con eso de que en el baño de La Perla de
Once compusiste "La Balsa", en el baño de La Perla de Once compusiste
"La Balsa"...
Antes de presentar un tema dijo que estaba inspirado en El varón domado (1971), de Esther Vilar.
Según cuenta la leyenda, luego de la edición de ese libro, la autora recibió
amenazas de muerte y se tuvo que mudar de país. En base a generalizaciones y un
agudo instinto misógino, Vilar da vuelta
la tortilla del feminismo y postula que el verdadero oprimido es el hombre.
Compara a las mujeres con animales y las describe simplemente como hombres que
no trabajan y a las que solo les interesa la guita. En plena era de los
estudios de género, debe ser el libro más anacrónico que escuché recomendar
desde que tengo uso de razón. Su lectura puede provocar desde indignación hasta
risas. "No soy un hombre domado, soy un hombre emancipado", rugía
Javier Martínez en el estribillo del tema. Nadie lo duda.
13 comentarios:
"Sólo te pido que se vuelvan a juntar (?)"
Larga vida a Javier Martínez!
Altísimo disco el primero de Manal. No pierdan más tiempo leyendo este comentario mío y escúchenlo.
"Soy, señoras y señores, el unánime amargo,"
Y obvio si sos de river
Volvieron los Cadillacs, porque carajo no vuelve Manal!, aunque sea para comprarse la 4x4
yo creo que martín se está guardando los cuentos para su próximo libro! federico
Qué grande Manal, qué maldad del universo no poder verlos juntos.
Sobre Martínez, tal vez le cuadre el adjetivo "mercurial". O inestable. O comido por su ego.
Sacúdeme la vida es un temazo de Reunión...
http://www.youtube.com/watch?v=x-QJvSIhexE
Pero el verdadero Manal es el oriyinal...
Muy buena crónica.
La apelación a Miller, genial.
Abrazo.
Odio esa mierda de empezar los recitales una hora y media después. De quién es la puta culpa? Vorterix -me dicen- es de lo peor: demoran a propósito para que la gente gaste guita en cerveza. Chorros de cerveza, chorros de empresarios!
me perdí este reci, fui hace un par de años cuando estuvo en la bodega del auditorium, zarpado, parecía que estaba tocando en el living de tu casa, y terrible personaje del rock nacional si los hay. Increíble que vaye tan poca gente a ver a un ícono viviente del rock.
pd: puede fastidiarme en la actualidad que un recital se demore pero por obligaciones ya de tipo grande, por resistencia física, y demás cosas que indican que ya no sos un pibe (molesta el ruido, la música fuerte, el humo, etc), no porque cierra montecatini. Hace unos años se demoraban mucho más y te encontrabas viendo una banda pasado de vuelta a las 4 de la matina, en esa época estaba bueno, se me pianta un lagrimón
El retraso de este recital en particular no fue para que la gente gaste en cerveza o etcs. porque creo que no había nada para vender. También fue raro porque una vez adentro del Teatro estuvimos esperando media hora más mientras sonaba Louis Armsntrong. Todo eso provocó en algunos la furia y en otros, como yo, una serie de 5 o 6 bostezos seguidos. Saludos a todos.
PD: Hay otro disco de Manal que es la banda de sonido de la película Tiro de Gracia, del 69. Está en YouTube.
Sambú
Es posible que Reunión no sea un gran disco y es seguro que comparado con La bomba sea un disco del montón, pero tiene Nos veremos mañana, que es uno de los blues más bellos del rock vernáculo.
ESTE AMOR TAN CIVILIZADO TIENE HORARIOS PARA RESPIRAR
Déjese llevar en los casamientos, Corvino.
Nadie se va a detener a juzgar sus exhuberancias etílicas justificadas (?)
Sambú: yo creo que Reunión es un gran disco. Incluso me gusta más que el segundo. E incluso me gustan los temas de Gabis y Medina. Saludos.
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