jueves, 23 de enero de 2014

Una abstracción incomprobable


No vi ninguna película de la saga Qué pasó ayer pero supongo que se trata de un par de tipos que se despiertan con resaca y se preguntan qué hicieron sus narices y sus pitos en las últimas horas. En su peor momento, Lobo de Wall Street es eso. De tanto patinar sobre el hielo del delirio, la megalomanía y el espíritu dionisíaco Scorsese se pasa de rosca y termina siendo el director favorito del boludo de la butaca de atrás, que se reía de todos los chistes, por más malos que sean, a un volumen altísimo. Pero de todas formas da la impresión que pasarse de rosca está entre los primeros objetivos de la película en particular, y de Scorsese, en general, alguien que se casó cinco veces y fue adicto a la cocaína, sustancia que riega sus películas como si se tratara de billetes de dos pesos. Pero la obsesión de Scorsese con la merca va más allá de su consumo. La merca determina el ritmo frenético de la narración (ése que también aparece en Boogie Nights, de Paul Thomas Anderson). Y la merca también se convierte en un componente estético: sus personajes aspiran sobre culos y tetas, en autos y yates, sin timón y en el delirio. Si Scorsese fuera Spinetta, las escenas de sus personajes tomando merca serían "Muchacha ojos de papel". Scorsese no quiere filmar sobre la cocaína, quiere que sus películas sean cocaína para los ojos. 

Si Leonardo Di Caprio (Jordan Belfort) reemplazó a De Niro como actor fetiche, después de Lobo de Wall Street no sería raro que Jonah Hill (Donnie) hago lo propio con el gran Joe Pesci. Llega un momento en el que hasta esperamos que Donnie se encame con la mujer de Jordan, como hacían los personajes de Joe Pesci con las mujeres de De Niro. Físicamente Donnie es una especie de Dr. Lambetain joven con el temperamento de un púber de doce años y la perversión del Marqués de Sade. Los Pesci/Hill de Scorsese actúan como dobles bifurcados de los protagonistas (pueden ser hermanos, camaradas, socios) y también son el doble de carismáticos que ellos. También ejercen de válvula de escape cuando la película adquiere mucha densidad.

A medida que avanza, la película va perdiendo el referente. Primero se construye una mística delirante sobre Wall Street. El chiste es que esos tipos de traje, corbata y maletín en realidad eran los últimos salvajes que le quedaban al Planeta Tierra. Entonces el mundo de los corredores de bolsa pasa a tener una estructura de orden mesiánico, donde Jordan es el chamán y los empleados a su cargo además de capitalistas fanáticos son los integrantes de la tribu, con el sexo, las drogas y la ostentación de clase como ritos sagrados. Pero de tantos dólares, orgías y enanos la película queda en la otra punta (opinión sobre la que no voy a ofrecer mayores datos, especialmente por tratarse de una abstracción incomprobable, eso es bastante importante a la hora de escribir: si uno dice una abstracción incomprobable es mejor no ofrecer mayores datos). La velocidad narrativa pierde en el camino al mentor de Jordan, otro merquero sublime que además canta como si Tarzán hubiese escuchado a Brian Eno. A la película no le interesa la verosimilitud (el color de la Ferrari de Jordan cambia por una corrección del narrador en off), pero llega un punto en el que la desmesura no hace pie ni siquiera en una pelopincho. Para contrastar ese mundo inalcanzable lo único que tiene a mano Scorsese es Denham, el agente del FBI que persigue a Jordan. Y lo hace viajar en bondi y soñar con una vida mejor, como si el fucking FBI estuviera lleno de héroes de la clase trabajadora, personajes anónimos que hacen la justicia y la legalidad como un albañil levanta una pared o un tucumano prepara la caña de azúcar.

Quiero aclarar que a pesar de los reparos, Lobo de Wall Street me pareció una película extraordinaria. La función empezó a las 21:10 y recién miré la hora a las 23:45. Evidentemente Scorsese sabe cómo mantenerte atrapado y una de las claves (además de las escenas de Di Caprio aspirando cocaína sobre el culo de una señorita, claro) son los personajes casi caricaturescos que nunca dejan que la fiesta decaiga. Di Caprio es como Sandro en el Gran Rex repasando las mejores canciones de su vida, es un Grandes Éxitos de Di Caprio: está en un barco que se hunde como en Titanic, es piloto como en El Aviador, en una escena tiene un retraso mental como en ¿Quién ama a Gilbert Grape?, es un magnate como en El Gran Gatsby. Es verdad que Lobo de Wall Street suena a melodía conocida para quienes ya vieron Buenos Muchachos y Casino, pero por otro lado, cada tanto, es reconfortante ver que un viejo director de cine le guiña el ojo a su público y le da lo que esperaba. En el otro extrema está Francis Ford Coppola que se dedica a filmar para la República Unida de Palermo Hollywood. Si Charly García sacara un disco con canciones parecidas a Clics Modernos pero tan buenas como aquellas no se me ocurriría reprocharle algo. 


Buena parte de la película se la llevan las arengas de Belfort a sus empleados. Lobo de Wall Street es la vida después de Steve Jobs. Incluso la fuerza épica de Belfort, hacerse de abajo, es la misma que la de Jobs. La última escena nos muestra a Jordan transformado en un conferencista que gira por el mundo. Scorsese toma una historia que empieza a fines de los 80 para retratar el presente, cuando los especialistas en recursos humanos han sido canonizados globalmente y los gerentes de las grandes compañías ofrecen charlas "motivacionales" a empleados "proactivos" que quieren saber cómo se vende una lapicera (estribillo de la película). La habilidad para el comercio y el marketing superó la garantía de status social para ser considerada una nueva forma de arte. Ese enfoque intenta humanizar el mundo empresarial y revestirlo con una fina capa de carácter mítico, como si formar parte de una estructura laboral tuviera un costado lúdico, casi mágico, porque de un momento a otro, si llegás a horario y hacés bien los deberes, te podés convertir en un megamillonario cool. Yo me cruzo todos los días con personas que venden lapiceras arriba del bondi. La próxima vez que vea a alguna le voy a preguntar por qué no se decide a ser millonario.    

7 comentarios:

Juan Salinas dijo...

Muy bueno.

Anónimo dijo...

corvino decidite, te gustó o estás indignado?

Anónimo dijo...

puto

Alan Pauls dijo...

¿Te gustó o no te gustó?

Lucas Martin dijo...

Momento sublime del culo y la merca. Pero ojo! No aspira, sopla.

Estefanía Iñiguez dijo...

me abriste los ojos con lo de que Lobo es el grandes éxitos de DiCaprio. De ahora en más voy a hacer todo lo posible para meterlo en cuanta conversación tenga

Ruizist_bot dijo...

¿Es muy lineal o muy trosko si digo que para mí esta (genial) peli es una gigantesca e hipertrofiada crítica al sistema financiero de EE. UU. (o del mundo, en línea con el pensamiento megalomaníaco al que no escapa ningún estadounidense, ni siquiera Scorsese)?

Los presenta crudamente y sin lugar a equívocos ni segundas interpretaciones como un grupo de inmorales (no confundir con amorales) cuyo Dios es el dinero; las putas y la juerga vienen en un segundo plano nada discreto. Arrastran en su debacle de rosca especulativa a conocidos, amigos y familiares (el papel del padre cooptado por la empresa para vigilar que la cosa no se desmadre tanto merecería un premio paralelo al Oscar).

Uno a veces se pone en exquisito, pero la cosa se reduce a que el relato te lleva de la nariz y el reloj no lo mirás ni para ir al baño (a peinarte una (?)). La vi por segunda vez (ya esta el Torrent en 1080p dando vueltas por ahí) el otro día y me encantó de nuevo, las 3 horas se pasaron volando cual deja-vu merquero sublimado.

Sublime el blog, como siempre.