Bolaño se estaba muriendo, pero no estaba equivocado. Antes de irse al
otro barrio, durante los últimos años de su vida, escribió un libro monumental
que finalmente se publicó en forma póstuma y se llamó 2666. El libro está dividido en cinco partes y tiene 1100 páginas.
Una de las partes es "la de los crímenes" y describe minuciosamente
cientos de cadáveres de mujeres encontrados en Santa Teresa, ciudad mexicana abiertamente
inspirada en Ciudad Juárez. Los cuerpos aparecen en el extrarradio, en zonas
aledañas a los parques industriales y casi siempre se trata de mujeres obreras,
niñas humildes o prostitutas. La tapa del libro, aunque sea en su versión
original (desde entonces debe haber decenas de ediciones), tenía una
ilustración que mostraba a una mujer de espaldas, sentada en una silla en medio
de un desierto árido, ventoso y nublado. Pocas veces vi una tapa que encaje
tanto con el libro en sí mismo y no sea pura decoración. Con ver la tapa uno ya
empezaba a leer 2666, a sentir
aquellas sensaciones abismales, esa especie de tristeza vertiginosa que nos da
estar cerca del final de algo grande que ni siquiera sabemos bien qué es. “La
parte de los crímenes” tiene varios momentos memorables. Recuerdo dos que me
fascinaron bastante cuando los leí. El primero cuando una psiquiatra enumera
todas las fobias existentes hasta llegar a la pantofobia (que es el miedo a
todo) y la fobofobia (que es el miedo a los propios miedos). Son decenas de
fobias, una detrás de la otra y cada vez más extrañas: la optofobia, miedo a abrir
los ojos o la cromofobia, el miedo a ciertos colores. Otro momento genial es
cuando un policía se transforma en una máquina de contar chistes machistas,
mucho más allá del principio del placer, donde comienza el principio del
horror, supongo.
Uno de los personajes de 2666
dice que detrás de esos crímenes "se esconde el secreto del mundo".
En el libro de la muestra itinerante Archivo
Bolaño es muy sugestivo ver el plano de Santa Teresa elaborado por el
propio escritor, con sus Colonias, sus barrancos y basureros. Se nota que para
escribir el libro Bolaño se fue a vivir a la ciudad que inventó, como el escritor
de In The Mouth of Madness. Hubo una
serie bastante floja libremente basada en “La Parte de los crímenes”, The Bridge, pero paradójicamente no fue
la que mejor recreó esa subcultura de sordidez y misoginia que amenaza con
adueñarse del mundo.
Los grandes genocidios de la historia fueron activados por grupos al
mando de totalitarismos, cruzadas y colonizaciones culturales que, alienados en
la embriaguez que propagaban sus dogmas, terminaban borrando del mapa a quienes
se les ocurriera pensar distinto. El nuevo siglo ofrece una versión atomizada y
caótica de aquellas matanzas. A simple vista no hay inquisiciones ni dictaduras ni
campos de concentración, pero proliferan individuos que sólo pueden
relacionarse a través de la muerte. Marginados del Sistema sin limitaciones
morales. Freaks que ya no pudieron salir de su imaginario. Adversarios de la
rutina pasados de rosca. Buenos vecinos a los que alguna vez les pediste que te
cuidaran la casa. Algunos matan por creerse los guías de una vida alternativa.
Otros porque están aburridos y no tienen otra cosa que hacer. Ya superados los
fanatismos ideológicos y las avanzadas religiosas, el Estado se enfrenta a un
enemigo invisible, que curte sus mambos a oscuras y ejecuta a espaldas del
mundo con total discreción. La era de la híper comunicación llega a los lugares
más recónditos, pero todavía no pudo infiltrarse en la mente. Antes el Enemigo
era visible, se identificaba con colores, discursos y actos multitudinarios,
dependía del Estado o alguna Institución de su misma fortaleza. Ahora la
conducta del enemigo se rige en base a un cóctel de trastornos y patologías que
se encuentran más allá de cualquier clase de control, el asesinato emerge como
la perversa somatización de una dinámica social que promueve la oferta material
para sus consumidores pero bloquea la demanda afectiva y emocional de
solitarios y desesperados que no pueden satisfacer sus necesidades
íntimas.
Como las novelas del Siglo XIX le sacaban la ficha a la subjetividad
de su tiempo, las series se regodean en este aspecto y los asesinos ahora son
parte del engranaje estructural que intenta socavarlos. (Ya en Zama, el bandido Vicuña Porto es parte
del grupo de hombres que lo busca) En Dexter,
es el policía. En la tercera temporada de The
Killing se trataba del Jefe de la división encargada de investigar los
asesinatos. En The Fall, un psicólogo.
En la versión de Hannibal, un psiquiatra
forense. Estos casos, además de denunciar las obvias complicidades entre el
delito y las altas esferas del Poder, vienen a exponer una sensación colectiva
implícita y algo apocalíptica: en la actualidad, el centro neurálgico en el que
se expresa el Mal se encuentra en esos crímenes siniestros en los que las
víctimas, casi siempre niños o mujeres, pagan los platos rotos por una
civilización que se cae a pedazos en cada esquina. True Detective une las líneas paralelas: el delito como ritual
secreto de las Instituciones que supuestamente lo combaten (Policía, Iglesia) y
el delito como trama macabra de un genocidio espontáneo pero igual de
implacable que los del Siglo XX.
A pesar de su originalidad, la serie posee los elementos
característicos de un policial televisivo hecho y derecho: los testigos recuerdan
y tienen una crisis psicológica, los policías salen del laburo y escabian en un
bar con una mesa de pool, los cuerpos aparecen en sitios abandonados o al
costado de la ruta, los detectives fuman y toman café, etc. Como en las novelas
de Chandler la atmósfera era tan o más importante que los personajes, en True Detective la idea de paisaje es
netamente romántica, en el sentido de que el pueblito conservador, con su
ambiente apagado de eterno domingo a la tarde, expresa claramente la psiquis y
los deseos ocultos de sus habitantes. En una de sus deliradas y poéticas
acotaciones, Rusty dice que el lugar le hace pensar que no está en el pueblo,
sino en el recuerdo desvaneciente de alguien
que recuerda ese mismo pueblo. Una de las grandes obsesiones de la paranoia
posmoderna es pensarse dentro del sueño desquiciado de una mente enferma. Estas
hipótesis se proponen como soluciones al problema, pero más bien son síntomas. True Detective prepara un cóctel que va
de la conspiración al misticismo y como Bolaño con esos chistes sobre mujeres
en una ciudad con miles de cadáveres de escenografía, te muestra lo cerca que
están los rituales satánicos del catolicismo y los policías de narcóticos de
los yonquis.
Piglia dice que en el policial negro los crímenes se cometen por
dinero (estafas, secuestros, sobornos, etc.) y en el policial clásico los
crímenes son gratuitos y esa gratuidad refuerza el enigma. True Detective es un híbrido entre esas dos vertientes: forma
clásica, fondo negro. De todos modos, lo que uno espera de True Detective, apenas ve el primer episodio, son esas charlas
filosóficas entre Marty y Rusty en el auto, pequeños ensayos que en medio de
una serie masiva son tan desubicados como reparadores. Rusty es un pesimista
arrogante, con una prédica existencial que descoloca a Marty, cavernícola rubio
acostumbrado a hacerse el boludo para pasarla mejor. Valiéndose del contrapunto
(tan viejo como las novelas de Jane Austen), la serie hace chocar dos mundos irreconciliables.
Lo que muestra True Detective son las
esquirlas de ese accidente.
Diez años después de separar sus caminos, los dos compañeros ya son
tipos enemistados a los que la vida les hizo jaque mate por diversas causas.
Sin embargo Marty acepta volver a trabajar con Rusty. Y creo que en ese punto
se encuentra una de las famosas "claves del éxito" de True Detective. Más allá de la
complejidad narrativa (es magistral el momento en el que se empiezan a
distanciar los testimonios de lo que sucedió realmente) y la sofisticación
técnica (el celebrado plano-secuencia, materia en la que ahora todos somos
expertos), lo que transforma a True
Detective en un pequeño hito de la ficción actual es que conmueve. Traveler
diciéndole a Oliveira que le ponga la traba ("la falleba") a la
puerta porque van a entrar. El replicante rubio de Blade Runner ayudando a Rick Deckard en el borde del rascacielos.
Tadeo Isidoro Cruz defendiendo a Martín Fierro. Una de las causas de empatía
supremas para un espectador o lector es que dos personajes distanciados se
reúnan, ubicando la amistad por encima de sus pobres individualismos. En un
giro sentimental necesario después de tanto terror y oscuridad, ésa parece ser
la sencilla sugerencia de la escena final de True Detective. Sayonara.
18 comentarios:
Indudablemente, el personaje de Rusty es el más interesante de la serie. Es más: diría que es EL PERSONAJE del año, al menos de las series que vi. Elegir otro personaje es hacer como Zooey Deschanel en "500 days of summer", que eligió a Ringo Starr como su Beatle favorito. Sin embargo, a mí me parece que Woody Harrelson es un actorazo.
A mí me gustó la definición que dio la esposa: Rusty sabe bien quién es y qué quiere, en cambio su ex marido no sabía lo que quería, o elegía hacerse el pelotudo para pasarla bien, como bien pusiste en el post. Yo creo que se autoengañaba. Ejemplo: cuando le preguntó a Rusty si uno "podía estar enamorado de dos mujeres al mismo tiempo" para justificar su infidelidad culpógena.
Mi comentario es re de minita (?)
Excelente texto!!!!!!!!!
Yo como Daniel, no aporto mas que un calificativo sobre el texto - magistral.
JP
muy lindo che. No llamaría cavernícola a Marty, es calificativo más ligado a su cara que a sus líneas de diálogo. jA.
actorazos. realmente conmueve.
vlt.
!!Sos Casas!! mejorado.
Grande corvino. Mira house of cards y decime que pensar de ella.
Increible serie, mcconaughey la rompe!
Tu texto y lo que pienso de la genial True Detective me hizo acordar a una parte de una entrevista a David Foster Wallace que leí en el blog de Rodrigo Herrero (http://rodrigoestudiaderecho.blogspot.com.ar/p/entrevista-ampliada-a.html). Corto y pego porque me parece que viene al caso:
DFW: (…) si la condición contemporánea es desesperadamente una mierda, insípida, materialista, emocionalmente retardada, sadomasoquista y estúpida, entonces yo (o cualquier otro escritor) puede salirse con la suya, reuniendo historias con personajes estúpidos, insípidos, emocionalmente retardados, lo cual es fácil, porque estos tipos de personajes no requieren desarrollo. (...) Donde personas estúpidas se dicen cosas insípidas. Si lo que siempre ha distinguido a la mala escritura –personajes planos, un mundo narrativo lleno de clichés y no reconociblemente humanos, etc.—también es una descripción del mundo de hoy, entonces la mala escritura se convierte una mimesis ingeniosa de un mundo malo. (…) Mira, la mayoría de nosotros podremos estar de acuerdo que estos son tiempos oscuros, y estúpidos, pero, ¿necesitamos ficción que no haga nada más que dramatizar qué tan oscuro y estúpido es todo? (…) La ficción que es realmente buena puede tener la visión del mundo más oscura que quiera, pero encontrará la manera tanto de presentar este mundo como de iluminar las posibilidades para seguir estando vivo y siendo humano en éste.
LM: ¿Estás diciendo que los escritores de tu generación tienen una obligación no sólo para representar nuestra condición sino para proporcionar soluciones a estas cosas?
DFW: No creo que esté hablando sobre soluciones convencionalmente políticas o de acción social. De eso no se trata la ficción. (…) Si, como la mayoría de nosotros lo hacemos, operas desde la premisa de que hay aspectos de los Estados Unidos contemporáneo que lo hacen distintivamente difícil para ser un ser humano, entonces quizá la mitad de la labor de la ficción consiste en dramatizar qué es lo que lo hace tan difícil. La otra mitad sirve para dramatizar el hecho de que seguimos “siendo” seres humanos, ahora. O que podemos serlo. No quiere decir que es el deber de la ficción edificar o enseñar, o de convertirnos en buenos cristianos o republicanos. Es sólo que pienso que la ficción que no está explorando lo que significa ser humano hoy en día no es arte. Todos tenemos esta ficción “literaria” que simplemente presenta monótonamente que todos nos estamos volviendo cada vez menos humanos, que los personajes actuales sin almas o amor, personajes que realmente son exhaustivamente descriptibles en términos de las marcas de las cosas que visten, y todos compramos los libros y decimos “¡qué comentario tan efectivamente mordaz sobre el materialismo contemporáneo!” Pero ya “sabemos” que la cultura estadounidense es materialista. Este diagnóstico puede hacerse en unas dos líneas. No compromete a nadie. Lo que es comprometedor y artísticamente real es, tomando como axiomática que el presente es grotescamente materialista, ¿cómo es que nosotros como seres humanos seguimos teniendo capacidad para gozar, para ser caritativos, para tener conexiones genuinas, para cosas que no tienen precio? ¿Y puede que estas capacidades puedan prosperar? Si es así, ¿cómo?, y si no, ¿por qué no?.
Disculpen la extensión.
Saludos,
Polkiani.
No leí todo pero me voy a comprar ese libro. Saludos a todos.
Todo por acá es interesante, también los comentarios. Me interesó la relación con el libro de Bolaño.
Además de destacar las actuaciones -Matthew McConaughey logra una intensidad que hace mucho no veía en un actor- las imágenes, ¡la música!, las incógnitas que van creciendo con los capítulos en donde todo se pudre cada vez más, me gusta ese contrapunto del que hablás y la temática mística que espero que se siga desarrollando en la próxima temporada.
A mí me parece que Marty no es ningún estúpido. Cuando en la carpa del predicador le dice a Rusty que todo su discurso le suena a cobardía, es profundo y preciso. Entiende lo que el otro dice, y lo entiende bien. Aunque no se haga cargo de su propia cobardía. Hacerse el tonto es la única opción que encuentra para no terminar como el otro.
La próxima temporada no va a ser la continuación de la vida de éstos personajes. Macgónagui dijo que no quiere volver a hacer TV.
CARCOSA !!!
Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. Una tira de homicidios, alguien que puede volver solo, de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas. Tal vez entonces sí que me hubiera vuelto loco, pero eso, siendo policía, se soluciona con un tiro en la boca.” Roberto Bolaño
No hiciste ninguna referencia a Carcosa, Bierce y Lovecraft, ¿fue a propósito o se te chispoteó?
The Bridge es solo una mala copia. La original (Broen) es excelente.
La excelente banda sonora, la estructura narrativa, la trama, las actuaciones, la fotografía, la calidad visual, el guion, todo esto hará que True Detective 2 con Vince Vaughn sea esperado con ansías en su segunda temporada.
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