Hace unos meses me compré una caja con un libro enorme sobre Bob
Dylan. Se llama Los tesoros de Bob Dylan.
La misma editorial publicó Los tesoros de
David Bowie.
El libro trae dos posters gigantes, fotos, calcomanías y réplicas de
entradas y afiches de conciertos de Bob Dylan. Es la Biblia del rockero fetichista. Le falta un látigo para que uno se flagele mientras mira. También hay un repaso muy
sintético por la vida y la obra de Dylan, pero cualquiera que haya llegado a
comprar ese libro ya sabe todo lo que cuentan ahí.
Cuando lo abrí por primera vez sentí que estaba en Dysneylandia. O que
regresaba al momento en que completé el álbum de figuritas de Los Simpsons.
Como regalo, te mandaban una regla de Los Simpsons y unos anteojos para apreciar cómo se movían los Simpsons en una
secuencia 3D que estaba en el medio del álbum. Lo que más recuerdo del álbum de
Los Simpsons es el aroma del autoadhesivo de las figuritas.
Dadas sus dimensiones, Los
tesoros de Bob Dylan es un libro que sobresale en cualquier biblioteca. O sea, es el peor de los libros: un libro para que los demás vean que lo tenés.
Lo que me atrae de Dylan, entre otras cosas, es que su personalidad es tan singular que, en
cualquier lugar que aparezca (la biografía de Leonard Cohen, el diario de
rodaje de Apocalipsis Now) el tipo
tiene una conducta reconocible. Es como un superhéroe o un estándar de jazz.
Eric Hobsbawm decía que el Siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial. Seguramente dijo otra cosa totalmente diferente, pero eso es lo único que creemos saber de Hobsbawm los que no sabemos nada de Hobsbawm. Muy bien, ya que arrancó tarde, debe terminar tarde: recién cuando muera Dylan se termina el Siglo XX.
Otro libro que sobresale de mi biblioteca es el de las Memorias de Henry Kissinger. El libro
tiene mil páginas con una letra del tamaño que se usa en los prospectos de los
remedios. Un día lo empecé a leer en un capítulo que habla de la crisis
indo-paquistaní de 1971 y cuando pasé dos párrafos me di cuenta que no entendía
nada y que desconocía absolutamente el contexto que requiere ese tipo de contenido. La gente que mira mi biblioteca siempre
se sorprende y no puede evitar decir: "Tenés un libro de Kissinger".
Yo contesto: "Si".
A veces digo: "La parte de la crisis indo-paquistaní es memorable". No, mentira. Tampoco es que exista "gente que mira mi biblioteca".
A veces digo: "La parte de la crisis indo-paquistaní es memorable". No, mentira. Tampoco es que exista "gente que mira mi biblioteca".
Pasado el entusiasmo del principio, uno se pregunta: ¿de qué puede
servir tener la réplica de una entrada de un concierto de Bob Dylan de los 70?
Lo interesante es haber asistido a ese concierto, no la remake absurda de tener una estúpida réplica de la entrada. Sin embargo no me
arrepiento de haber comprado Los tesoros de Bob Dylan, sí de haber desarrollado una personalidad que
me haga propenso a ese tipo de compras.
Como lo tengo ahí y sobresale, cada tanto abro el libro otra vez. La
verdad es que me siento bastante pelotudo, más de la cuenta, mirando Los tesoros de Bob Dylan.
5 comentarios:
Off topic: mudé la entrevista que te hice hace unos años acá:
http://rodrigoestudiaderecho.blogspot.com.ar/2014/10/entrevista-martin-zariello.html
Tengo varios libros de Dylan que todavía no leí. bah.. dos. Uno es las letras completas de todos sus discos. ¿Algún disco en particular para recomendar buenas letras?
Saludos!
Genial esa caja sobre Dylan. Faltaría este en la biblioteca nomás: http://www.anagrama-ed.es/titulo/CR__49
Ya va tocando el post sobre river, corvi
Mañana te lo escribo.
Kissinger es como una introducción a la realpolitik pragmática moderna, el post-vietnam, el fin de la guerra abierta, el comienzo de la finanza y el trade como principio dominante de las relaciones internacionales.
Por supuesto que no hacen falta 1000 páginas de Kissinger para meterse en el tema; abundan lecturas más interesantes al respecto.
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