miércoles, 22 de octubre de 2014

Seguridad Industrial



Ahora que volvió a instalarse el tema de la "inseguridad" (el efecto lógico y aterrador de un sistema desigual y cínico) los debates sobre cómo se tiene que frenar están a la orden del día. El miedo a que nos maten o hagan lo propio con un ser querido nos hace pensar que existe una solución ideal, ya sea súper progre (limpiar la policía) o de derecha (limpiar las villas).

Desde hace años hay gente que dice que tiene que volver el servicio militar. Como esa idea finalmente no se la creyó casi nadie, en algunos debates recientes se habló de una medida un poco más suave pero en la misma dirección: que debían abrirse más colegios industriales para que los marginados no se conviertan en pibes chorros y, en vez de robar por ahí, se dediquen a pasar sus días haciendo banquitos chuecos en los que no se puede sentar nadie.

Cuando escuché por segunda o tercera vez esta idea Industrial para acabar con la Inseguridad me reí mucho.

Yo fui tres años al Industrial, desde los 13 a los 16 años, hasta que por suerte repetí y me cambié de Escuela. Aunque la pasé bien, conocí amigos copados y creo que asimilar oficios desde chicos es importante, puedo asegurar que nunca sentí tanta Inseguridad como adentro del fucking Industrial.

Como siempre fui introvertido era un número puesto para que me mataran (más o menos literalmente). El Industrial al que fui era como una pequeña cárcel, con sus kapangas merodeando los recreos (los temibles repetidores) a los que si no les gustaba tu cara, te la rompían en diez pedazos. El patio era como el Estadio Azteca y a veces atravesarlo de punta a punta era como meterse en una Plaza peligrosa a las doce de la noche.

En el Industrial vi pibes metidos adentro de un tacho de basura con los pantalones bajos, vi profesores escupidos en la cara, otros que escapaban llorando, vi chicas más manoseadas que Isabel Sarli en Carne, vi todo un colegio cagar a patadas a un pibe al que le habían hecho caño con una lata de Coca Cola aplastada. Pero nada de eso se compara con el terror psicológico que creaban los que tenían la batuta. Era como una película yanqui sobre grandulones que le quitan la comida a los más chiquitos, pero sin final feliz. Es verdad que todos los colegios secundarios tienen más o menos esa dinámica, pero les puedo asegurar que el Industrial, con mayoría de proto-hombres aislados de las mujeres y en ebullición hormonal permanente, todo esa violencia contenida es una olla a presión que explota todos los días.

Afortunadamente me acoplé a un grupo de personas similares a mí pero más populares y pude pasar desapercibido. En el Industrial, como los personajes de Walking Dead que se enfrentan a zombies hambrientos, aprendí que la única posibilidad de que no te coman es convertirte vos mismo en un cazador. Así que durante esos años aprendí a humillar a los débiles, a referirme a las mujeres como si fueran objetos, a cagarme a trompadas para matar el ocio, a sentirme avergonzado por tener sentimientos, a intentar no destacarme en ninguna materia, a denigrar a los homosexuales, a los nerds, a los que no eran como se suponía que tenían que ser. Y lo peor de todo es que todavía tengo insertado ese chip: a veces pienso que fue una experiencia necesaria para desenvolverme mejor en la jungla urbana.    

Recuerdo que durante un par de meses de algún año llegó un pibe al que lo habían echado del Arturo Illia por no querer darle la mano a Elio Aprile en un acto. La situación era extraña y nadie quería decir exactamente qué había pasado. Además él se negaba a hablar, lo que le otorgaba todavía más misterio al episodio. Por ese entonces, Aprile era el Intendente de la ciudad, un poeta cursi y radical que después terminó volando por la época de los cacerolazos. El Arturo Illia es el colegio modelo de Mar del Plata, un lugar diseñado para que sus alumnos se transformen en adultos brillantes e insoportables. Para nosotros, un pibe del Illia era un ganso sofisticado, alguien propenso al Teatro, los tallarines y la educación cívica. Como era más inteligente que todos, le aplicaron un bullying tremendo hasta que se fue (probablemente se cambió a una escuela mejor). Yo no le hacía nada pero debido a mi cobardía actuaba como cómplice: me callaba la boca y en algunas ocasiones le festejaba los chistes a los que lo aturdían. En el fondo lo admiraba por su presunto desacato. 

¡Imaginen un tecladista de rock progresivo que cae en un nido infecto de sucios punkies! Bueno, eso era el pibe del Illia en el Industrial.


Había algo que me llamaba la atención del chico nuevo: se quejaba de las burlas de un modo paternal, sin rabia ni angustia. Era como un abuelo retando a sus nietos. Hasta que un día tuve una revelación. Él estaba sentado solo adelante y, siguiendo la tradición de los alumnos del Illia, le indicaba al profesor cómo debía seguir la clase. Mientras, soportaba estoicamente los arrebatos de la barbarie. De pronto se dio vuelta y en vez de decir algo, hizo un gesto con su cara, un híbrido de resignación y lástima. Ahí me di cuenta: más que las escupidas y los papeles que le rebotaban en la cabeza continuamente, lo que le molestaba de nosotros era la estupidez.

25 comentarios:

Anónimo dijo...

Tremendo.

Iba a hacer un comentario sobre el primer párrafo, pero después el post gira hacia lugares menos propicios al comentario sobre la inseguridad.

Por lo demás, capaz que creemos que tenemos el chip para sobrevivir en la jungla diaria, pero en realidad somos ellos, solo que no nos da la nafta para serlo desembozada y eficazmente, como ellos.

Pablo dijo...

Me quedé pensando en la frase "El Arturo Illia es el colegio modelo de Mar del Plata, un lugar diseñado para que sus alumnos se transformen en adultos brillantes e insoportables".

¿Cómo puede ser? todo adolescente odia la idea de convertirse en adulto. Ir al Illia sería, de algún modo, una máquina de cortar carne a la que uno se entrega por voluntad propia. Y después salen todos los grandes profesionales de mar del plata, todos contentos de haber estudiado en tan excelso colegio y haber conseguido la madurez necesaria para afrontar las ignominias a las que a diario nos somete la sociedad. Ignominias, por cierto, que están más cercanas al Industrial que al Illia.

Julia dijo...

Hola, sin que mi pregunta signifique que crea en un pasado feliz, me gustaría saber en qué fechas sucedieron las situaciones, por mi edad y decisión materna, iba a colegio de monjas que en los 60 era sólo de mujeres, y no había bulling, sólo grupos que tenían sus afinidades, pero no había ensañamiento con nadie.
Gracias

Anónimo dijo...

bueno, los colegios de monjas de los 60 seguramente difieren de los industriales de los 00, o incluso de los colegios de varones de los 60-70-80.

(aunuqe en los colegios de monjas de los 60-70 también pueden hallarse joyitas como las monjas lesbianas que asesinaron y desaparecieron a Betty Argañaraz).

Emiliano dijo...

Exactamente Corvino,
yo tuve una premonición y le esquivé al industrial pese a que mis amigos de primaria iban ahí.
Me daba miedo sólo de ver el edificio. Una vez hice una visita con mi madre (docente) y ví tantos pibes que me miraban mal y me cagarían a palos con una sola mano que ahí mismo tomé mi decisión.

Alcides Acevedo dijo...

Ahá muy interesante ¿y de la seguridad industrial?

Eso sería más interesante ¿Cuáles eran las condiciones de seguridad industrial en esa escuela? ¿cuál es la situación actualmente?

Qué fácil es hablar.... después hablan de la industrialización.

Desocupado mental en la era del blog dijo...

¡Qué sencillo es hablar Corvino! Ahí tenés el caso de Alcides Acevedo, que confirma el acerto.
Muy buen post... yo también fui a un industrial. Gracias a eso me perdí de escuchar a "The smiths" por varios años. En un industrial, casi todo es "de putos". Ahí tuve que luchar por el metal, que es una música que me gusta pero tampoco la pavada.
Es más: fui al Longobardi, el mismo colegio donde violaron a una chica hace poco.
Abrazo de gol!

MarianoMundo dijo...

yo pasé 2 años en un industrial de Llavallol, con marcada tendencia a la población villera. No me fue tan mal. Mi único problema eran las horas de gimnasia, pero siempre había algunos peor que yo.

Anónimo dijo...

Yo prefiero separar mi comentario en dos partes:
Con el título "Martin Zariello, bar céntrico, calle Alberti, Mar del Plata, octubre de 2014" lo incluiría en el Capítulo 6 de Los Detectives Salvajes.
Con el contenido "ficcionable", disfruté mucho de la lectura.
Un gran trabajo.

La otra parte me conduce a una crítica sobre algunas conclusiones del texto; un análisis social del sistema educativo que no comparto porque omite las verdaderas causas del deterioro.

Me inclino a imaginar que al adolescente malo lo criaron padres permisivos sin capacidad de discernir límites y al pibe buenito, pobre, lo violaba la tía.

Saludos
JP

Nico dijo...

Comentario desdoblado:

Lo serio: No me parece mal ni la doble escolaridad, ni que los niños aprendan oficios desde su iniciación escolar secundaria. Pero la oferta debería ser más amplia y las clases, en su mayoría, optativas. Cursar, en la primera hora, por ejemplo, guitarra y en la segunda ¿cómo hacer un pastón?, me parecería bárbaro.

Lo grotesco: Soy técnico electrónico (nunca aprendí más nada más allá de la Ley de Ohm). Pasé cinco años en un industrial (EET nº2 República del Perú – Hurlingham). El lado negativo es la escasez de mujeres. Las pocas que hay, en su mayoría, no son atractivas, mientras que el resto curte con los facheros de quinto (cosa que no me pasó porque los facheros, en mi quinto, eran otros). Todo lo demás lo disfruté mucho. Mi experiencia me dice que la crueldad salvaje que relatas no fue tan extrema en mi caso, pero existía una especie de clima zarpado (supongo tanto hombre junto, tantas horas juntos, hacen que la represión de los impulsos sexuales se canalicen en piñas y escupitajos por doquier).

Saludos,
@nicolinov

Eleuterio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eleuterio dijo...

No fui a un industrial porque soy un pelmazo en cosas prácticas.
Sin embargo 12 años de colegios privados religiosos de varones solos dan la experiencia de reconocer el exceso de hormonas y de cómo escaparle a las trifulcas. Pero nunca hubo grandas peleas ni golpizas ni acoso escolar que yo recuerde.
Hay que reconocer que en un colegio privado, el que "se porta mal" vuela con destino incierto.

Ergo: el industrial habría sido una especie de Infierno para mí.

Martín dijo...

Muy buen post. No fuí al industrial, pero escuché las historias de guerra de amigos que sí tuvieron la gracia. Mucha piña, sí. Bastante código que traspasaba las fronteras de lo barrial a lo tumbero, también.

Que se yo. Desde que tengo memoria que 'el industrial' es sinónimo de aspereza y fricción social. Lo 'técnico' (si puede conjugarse en una palabra) está ordenado raramente: te juntan un pibe que va a ser albañil con otro que quiere escribir código informático para sistemas de gestión. Una combinación bitter. Quizás la clave sea tu última frase. Si se jerarquiza el colegio industrial, los chicos quizás, sólo quizás, dejen de sentir que los condenaron a la estúpida hostilidad.

hernan dijo...

hice Industrial en los '80, la pasé fenómeno, y aunque ya a los 16 sabía que la electrónica me importaba tres carajos, decidí terminar allí. Después la vida hizo que los pasos que me alejaban del industrial den marcha atrás y hoy vivo de vender productos eléctricos, pero es anecdótico.
Casi no había minas, pero el bardo era una libeertinaje de apertura democrática, menos violento y más "poético" si se quiere. La descripción tuya no lo aleja mucho de la COLIMBA y supongo que eso justifica los dos caminos del post.
De todas maneras mi mejor recuerdo fue un festival que organizamos con el Centro de Estudiantes y que cerró Don Cornelio y la Zona.

Cine Braille dijo...

The teenage wasteland, los Who nos estaban avisando si hubiéramos podido escucharlos a los 10 u 11 años.
Quiero creer que el Alcides Acevedo que entró acá no es el mismo de otros blogs, como el de Abel, sino alguien que lo parodia y lo quiere hacer quedar como un nabo cósmico. Si es el mismo, no quiero ni imaginar lo que habrá sido su adolescencia.
Saludos
PS: una diferencia a favor de la policía contra los chorros de hoy es que los chorros, en general, tiran mucho peor. Diferencia que se anularía con los chorros concurriendo al servicio militar a educarse en tal sentido.

Anónimo dijo...

ENET Nº1 IND. Químicas de Avellaneda. 1963/1968. 400 varones y una niña (Cristina)
Agarramos el final de Guido, con el Peronismo proscripto, el pasaje de Illia y el golpe de Onganía, la invasión a Santo domingo, hasta el mayo francés. No recuerdo bulling, peleas ni patoteadas. Casi todos hijos de obreros queriendo “llegar” . Cuando nos recibimos nos esperaban el Cordobazo, el Rosariazo y todos los azos. Los primeros tres años doble escolaridad (diurno) y los últimos tres de noche y laburando. Las minas había que ir a ganarlas al Normal Próspero Alemandi. Viajamos por todo el país con las Ferias de Ciencias. (Allí se inventaron cosas que hoy perduran y surgieron los primeros proyectos ecológicos sobre residuos y medio ambiente). Algo del viejo academicismo resultó bien: varios de mis compañeros son o fueron científicos acá y afuera; después de la noche de los bastones se hicieron famosos los profesionales que se fueron a EEUU, Canadá y Australia y algunos los siguieron, Los profesores eran eminencias. El Doctor Osvaldo Ares terminó en la Com. Nac. De Energía Atómica habiendo sido mi compañero de banco. La mayoría terminamos trabajando en la Industria y haciendo crecer industrias que luego alguien hizo desaparecer. Después, 40 años de Liberalismo salvaje. No había ni geniecitos ni animales, pero todo nace de la política y ésta fabricó otra cultura social con mas animales que antes, o por lo menos con mas animales visibles. Si la facultad la empezábamos 30 la terminaban 5, esa era la proporción. Lamento el desprestigio de las carreras Técnicas, habla de la degradación política y cultural que nos tocó vivir; hoy son imprescindibles.
Saludos.
jp

Corvino dijo...

Para quien pregunta, mis años en el Industrial fueron 98, 99, 2000. Mi intención no era hacer una crítica al sistema educativo, sino escribir un cuento enmascarado recreando ciertas experiencias vividas ahí adentro. Abrazos.

Anónimo dijo...

pero ya sabés, corvino, que los lectores re-escriben lo escrito al interpretarlo...
sobre todo cuando interpela tan masivamente como este.

Anónimo dijo...

El compañero más inteligente y solidario que tuve era un "sucio" punkie. Por el contrario los tipos que escuchaban progresiva eran pedantes, obedientes y alcahuetes. Experiencias disímiles, querido Corvi.

Anónimo dijo...

Obviamente fuimos al mismo industrial, aunque a 1000km de distancia. Viví más o menos lo mismo que contás, y hace poco intercambiamos anecdótas de bulliyng antes de que se llamara así con un ex alumno de colegio de curas y un ex alumno de colegio mixto en un pueblo chico, todos de fines de los 90. Eran historias muy parecidas entre sí, y muy similares al "Colegio Benito Mussollini" sketch del Capusoto 2014 que te recomiendo. No creo que ese maltrato tenga mucho que ver con la enseñanza de la ley de ohm o el uso de un escoplo, es más bien el reflejo de juntar a cientos de personas en un mismo espacio todos los días, inevitablemente reflejan su época. No sé si ahora son mejores o peores los industriales, pero siempre será mejor para mí que se formen técnicos y no cachorros de milicos. Saludos.

no soporto a la gente dijo...

no sé qué es peor, si los colegios de varones llenos de testosterona y machismo y sentido de pertenencia, o los colegios mixots, con centros de estudiantes muy activos y, de nuevo, sentido de pertenencia.

fui a uno que atravesó esa transformación, aunque yo ya no estaba, pues dejé muy pronto.

es muy llamativo ver a aquellos docentes hijos de puta que padecí reivindicados por los nuevos alumnos tomadores de colegios, ver a aquella profesora hoy directora, permitiendoles jugar en agua en la vuelta olimpica y que la empapen...
tanto como ver a mis ex compañeros reivindicar a aquellos docentes de mierda que amenazaban a alumnos de primer grado con una jeringa enorme, hasta que los hacían llorar...

Anónimo dijo...

que buen relato corvino, recuperas tus mejores performances diría Polino

Anónimo dijo...

Esto me hizo acordar a cuando quise estudiar ingeniería y en el curso de ingreso éramos 4 mujeres contra 80 salvajes, que venían la mayoría de industriales. Para colmo yo salí de un colegio que es, supongo, equivalente del Illia en Córdoba, donde los pibitos eran cero rústicos. Por suerte y por intuición en paralelo hice el curso de ingreso para otra carrera, y dejé ingeniería y de padecer a esos inadaptados.

Ah, y me encantó tu relato.

Miki Vega dijo...

Tal cual como lo describís es! Yo fui al industrial y siendo mujer me tuve que defender de las que decían ser mujeres pero juro que pegaban como hombres! y también recuerdo que así introvertido y todo me defendiste del mas malo del industrial que le quería pegar a tu primita! besos

ah en ese momento no te lo agradecí ;)

La Momia dijo...

El industrial siempre fue un misterio para mi. Tenía tu versión y la que veía yo misma en la feria de ciencias o intercolegiales. Me daba miedo. Pero por alguna razón pensaba en ese entonces que me hubiese ido bien allí. Yo fui al Illia. Y debo ser insoportable para muchos, como todos, pero agradezco haber podido entrar sin ser una flia de plata acomodada, aprender muchas cosas que los chicos de ahora no aprenden ni en pedo y haber conocido a mis mejores amigos ahí. Los dos lugares tienen un efecto extremo sobre la realidad: en el industrial hay un exceso de "calle" y salen a la sociedad como presos resentidos y en el Illia, aunque tb hay apartados sociales y demás, se sale con una visón rosa del mundo que te hace estrellarte con una pared. Por lo menos en mi época. Por suerte o por desgracia para mi la vida me llevó a chocarme con algunas cosas más importantes asi que ese efecto duró poco. Salud.