Clint Eastwood es incapaz de hacer una película mala. Su claridad
conceptual, su engañosa simpleza, la humanidad que transmiten sus personajes, su
entusiasmo para seguir contando historias de amor y amistad pese a todo.
Podríamos estar décadas repasando los atributos que hicieron a Clint un viejo
lobo de mar del cine, tan conservador y recalcitrantemente yanqui como tierno y
encantador.
Lo primero que sorprende de American
Sniper (su última película, nominada al Oscar) no es el motivo bélico (uno
de los mejores sub-géneros del cine: sólo con Full
Metal Jacket y Apocalipsis Now alcanza para sostener esta arbitrariedad) sino la redundancia en la
psicología del francotirador, cuestión que ya se había analizado, por ejemplo,
en The Deer Hunter (El Francotirador en América Latina), una
película tan larga (literalmente no termina nunca) que daba la impresión que jamás se volvería a hablar del tema.
Según Eastwood la película está en contra de la guerra. En este punto
no se puede dudar de sus declaraciones (y también preguntarse quién podría
estar a favor de la guerra: probablemente el mismo Clint Eastwood), lo que sí
se puede afirmar es que la película estará en contra de la guerra pero no está
en contra de los asesinos de guerra.
Para traducirlo al idioma kirchnerista: es como estar en contra de la
SIDE pero a favor de Stiusso…
American Sniper recrea la
vida de Chris Kyle, un soldado norteamericano nacido en Texas que se anota
voluntariamente en el Ejército Norteamericano y se siente mal porque mata iraquíes.
Sin embargo sigue matando durante algo así como diez años. Hasta que luego de
matar 168 (sic), con una rapidez de reflejos admirable, renuncia. Por supuesto
uno debe compadecerse del pobre asesino texano que no sabía que si entraba en
el Ejército iba a matar niños y mujeres iraquíes (los hombres iraquíes
evidentemente no merecen compasión: todos sabemos que los iraquíes-macho son
unos asesinos del primero hasta el último).
Chris se casa con una mujer que odia a los soldados de su tipo. Tienen
dos hijos que sufren porque su padre, en vez de llevarlos a jugar beisbol, se
la pasa en Irak matando muñecos desde las azoteas. Por supuesto también debemos
compadecernos de la mujer boluda que voluntariamente se casa con un asesino
boludo y de los dos niños inocentes, tan diferentes y parecidos al niño iraquí
que el francotirador fulmina porque tiene una granada en la mano. Ojo, no sin
sentirse re mal después de hacerlo.
Aunque la película muestra los inconvenientes mentales que supone el
paso de la guerra por la zabeca de los soldados, la visión del Ejército es casi
idílica. Cuando matan a un iraquí, por más que se trate de un niño, siempre lo
hacen como reacción a un ataque. Para que quede claro: ellos están invadiendo
un país, dando vuelta casas, explotando bombas, matando gente inocente y de la
otra, pero en ningún momento se insinúa que son unos reverendos hijos de puta. Más
bien parecen un grupo de amigos cancheros y musculosos, de esos que aparecen en las
propagandas de Quilmes, lo único que en vez de chamuyarse rubias, asesinan
negros.
Por Dios, la película es tan horrible que me obliga a hablar mal de
Estados Unidos, algo que debe hacerse sólo hasta los 18 años y con la orden de
un Juez.
Bradley Cooper está muy bien en su papel de “soldado cuadrado y
violento pero de gran corazón” aunque no se puede evitar pensar que hace de sí
mismo.
Para que quede más claro: el problema con American Sniper no es sólo ideológico. Allí está Gran Torino, Karate Kid al revés, el mejor ejemplo de que con talento hasta una perspectiva
derechosa del mundo puede ser genuina y hermosa. El problema, como diría
Ricardo Arjona, es que además de esa visión por lo menos polémica de la guerra,
hay grandes dosis de chantaje emocional y golpes bajos. Es verdad que buena
parte del cine de Eastwood siempre se caracterizó por una marcada apelación a
los sentimientos, pero hasta aquí no había cruzado la línea que separa la
sensibilidad de la sensiblería.
Repito: Clint Eastwood es incapaz de hacer una película mala. Pero con
American Sniper estuvo muy cerca.
6 comentarios:
Alto tema de Gorillaz.
La sensiblería y Hollywood van de la mano, no siempre, pero tanto como para que sea absolutamente natural. Titanic se llevó 11 Oscars. Y Clint Eastwood es una parte ubicua de Hollywood, Mr. Western, Harry el Sucio, más duro que Schwarzenneger papeado. Es, quizás, el perfecto estereotipo del ser, del sentir estadounidense. Y sus películas lo reflejaron siempre así (o casi). Quizás esta película sea más que un reflejo de su vejez, quizás refleje también la obsolescencia de los mismos estereotipos que tan bien funcionaron durante un tiempo.
Es tan asquerosamente yanqui y patriotera que a los 15 min deje de verla, la verdad muy aburrida.
Ja! lo sospechaba desde un principio!
Vlt.
Yo aguanté una hora. Recién me doy cuenta que el temita de Gorillaz arranca con el leitmotiv de El Bueno, el Malo y el Feo. Estos gorillaz..
Soy fan de Clit, pero esta película me hizo enojar, y mucho.
Maniquea a más no poder, la escena del taladro es un buen resumen: muy buenos contra muy malos.
Y el final, con escenas documentales, es para largar el vómito en la butaca.
Antibélica? No me hagás reir el culo, Clint. No hay un sólo iraquí medianamente humanizado. Y lo del soldados yanquis como si estuvieran en la fraternidades gamma epsilon kapa, pero en vez de tomar cerveza revientan casas y matan "malos".
Si al menos hubiera quedado en ese registro reaccionario de Harry el sucio o El vengador anónimo. Pero no, Clint no se conforma y nos muestra algún mutilado alegre aquí y allá, dorando la píldora.
Corvino, ténes razón: pasados los 18 ya no se putea a los EEUU. Pero a los 43, permitime una licencia desde tu tribuna: yanquis (y Clint) go home!
Creo que la ideología simplista y reaccionaria se puede obviar si A) No pretende relacionar de manera directa con el mundo real, generando claramente un universo propio. B) Es tan exagerada que no se puede tomar en serio, tipo The expendables por decir algo. C) No es la razón de ser de la película, que funciona de manera visual o sonora con logros estéticos profundamente originales que la hagan un poco abstracta, cosa que hacen algunos directores de Hong Kong por ejemplo.
Pero acá no sucede eso, las imágenes televisivas del principio y el final, enmarcan la historia y nunca son puestas en duda (adiós a la reflexión de las últimas dos películas de Clint). Y la historia tiene lugares comunes pero sin alma, que no terminan de aportar nada. Y claro que está bien contada, es la película 34 de un gran narrador, pero no hay nada realmente rescatable e inolvidable. Y la evidencia de que es una acumulación de hechos sin demasiada está en el final, termina así o podría haber sido de cualquier otra manera. La estructura clásica necesita de personajes que, breves o extensos sean recordables, y no es el caso, son perfectamente intercambiables. Llena de demasiados lugares comunes como para ser el estudio de un personaje, y demasiados planos casi todos sus personajes para ser un relato clásico atractivo. Me trajo el triste recuerdo de El guerrero solitario, una de los 80 de Eastwood, pero ahí había al menos un poco de humor y química entre él y Marsha Mason. Me queda la esperanza de que siendo un director que filmó màs de 30 y entre ellas Los imperdonables, Los puentes…, Gran Torino etc… esta caiga en un rápido semiolvido a pesar de su exitosa taquilla en usa
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