Hace unos años se publicó un libro llamado Mi cuerpo es una celda, que compilaba cartas de Andrés Caicedo
editadas por Alberto Fuguet como una especie de autobiografía en tiempo real.
Después de leer ese libro el lector no podía dejar de pensar en el evidente
desfase que había entre el mito de Caicedo y su manifestación terrenal. Por un
lado estaba Andrés Caicedo como escritor oculto y mártir de la nueva literatura
latinoamericana, un colombiano mezcla de Jesucristo con James Dean. Por otro
estaba el Andrés Caicedo que se narraba a sí mismo en esas cartas, un chico
sensible de clase acomodada, mantenido por sus padres y con una concepción romántica
de la literatura que de tan extrema parece una parodia. Es decir, por un lado
el hecho concreto, por el otro una interpretación, muy interesante, por cierto,
pero por sobre todo una interpretación. Yendo de la persona a la obra lo mismo
sucede con Los Siete Locos. Desde
siempre uno leyó (y ahora ve) Los Siete
Locos a través del filtro de Piglia, una relectura pop ingeniosa y efectiva
que actualiza el contenido de la novela.
Ayer vi el nuevo y definitivo documental sobre Kurt Cobain y me pasó algo
parecido que con Caicedo. Montage of heck,
dirigido por Brett Morgen con el visto bueno de Courtney Love y su hija,
trabaja sobre materiales realizados o protagonizados por el mismo Kurt
(dibujos, grabaciones, videos, cuadernos) y los hace funcionar a la vista de
todos. Más allá del problema ético que supone exponer la vida íntima de una
persona que ya no existe, llama la atención que Kurt, tan reacio a las cámaras,
en realidad haya sido un niño al que comenzaron a filmar directamente desde que
nació. En el auge comercial de Nirvana Cobain llegó a escupir cámaras en medio
de un recital representando de manera explícita su odio visceral a la exposición.
Observando la cantidad de material fílmico del propio Cobain hasta se nota la
intención involuntaria de continuar la Boyhood
que habían comenzado sus padres.
El documental hace hincapié en la vida de Cobain y no en su obra y tal
vez allí esté el problema. En la mayoría de los casos, (Cobain y toda la
estirpe rockera no son la excepción), las vidas de artistas despojadas de sus
obras suelen parecer tan ordinarias como las de cualquiera. Incluso peores, ya
que se parte de la base de que se trata de vidas extraordinarias o que de tan
ordinarias terminan siendo extraordinarias. Incluso con genios instintivos y
salvajes como Cobain pasa lo mismo. Al revés de Thom Yorke que realmente es
feo, Cobain parece uno de esos chicos hermosos que se sienten feos para pasarla
peor. Y Montage of heck ni siquiera lo
trata como a un chico sino como a un niño. De hecho explica su descenso a los
infiernos con el cliché psicológico de los dibujos: de las ilustraciones
ingenuas del niño hiperactivo al berenjenal sórdido del adolescente
hipersensible que no puede digerir nunca la separación de sus padres. La
cuestión es que no sólo Kurt Cobain, sino todo niño con cultura rock que se
precie de tal empezó con Mickey y terminó dibujando monstruos amorfos
acompañados de leyendas supuestamente revulsivas como “Cristo es aborto”. Es
como si la enfermedad no declarada de Cobain y muchos de nuestros ídolos fuera la
extensión de la adolescencia.
Hace poco enganché un viejo capítulo de Friends y me di cuenta que mirándolo como un espectador neutral, desconociendo
el pacto de verosimilitud que propone la serie, se trataba de personas grandes
hablando como los actores de Amigovios.
A la distancia es imposible no ver en Friends
y en el mito de Kurt emergentes muy marcados de la muerte de la adultez, cada
uno, por supuesto, ubicado en uno y otro extremo de la cultura de los 90.
Más allá del impacto por el material inédito y algunas buenas ideas (la
recreación animada de las cintas de Kurt es todo un flash) aunque la
intención de Montage of heck es
esculpir la figura del ícono lo único que logra es desgastarlo. Mirándolo tan
de cerca uno no puede evitar hacerse las mismas preguntas obvias. ¿Para qué hacía
anuncios de MTV si odiaba al canal? ¿Por qué hablaba sin un solo atisbo de
humor de Nirvana y de sí mismo si se creía tan poca cosa? ¿Por qué se vestía en
forma estrafalaria si no quería salir en televisión? Una de las disyuntivas hermenéuticas
de la crítica argentina es el abordaje de Alejandra Pizarnik. Están los que la
leen desde la perspectiva de la “niña extraviada”, es decir, tras las cortinas
de la interpretación mítica y quienes consideran, con Aira, que esa mística creada
alrededor de Pizarnik equivale a enaltecer las singularidades de una salud
mental en detrimento de toda una obra. Por suerte existen los discos de
Nirvana, ¿no?
8 comentarios:
"...la intención de Montage of heck es esculpir la figura del ícono lo único que logra es desgastarlo."
Desafortunadamente, nop. La intención de Montage of Heck es ganar dinero, punto. Es un 'This Is It' de Michael Jackson, un "que tenemos? tenemos sufi para un docu de 2 horas? bueno..a la obra", una peli que habla mas de la decada presente que los 90.
No he visto el documental ni sé si lo veré algún día, pero no creo que el camino para analizar una obra sea "la intención". En arte, más allá de la intención, lo que importa es el resultado. Si se nota que la intención es ganar dinero es porque la experiencia artística no se produjo o porque la obra no te pareció lograda. La fe poética se basa en la "voluntaria suspensión de la incredulidad", y ahí interviene no sólo el talento del artista sino tu sensibilidad. La intención, en última instancia, es inescrutable.
muy buen tema, al igual que el escrito...bien don corvino¡¡
los yanquis solian ser unos expertos en el arte de darle profundidad a los documentales de las vidas famosas, de un tiempo a esta parte han perdido densidad, incluso hasta estetica, le recuerdo por ejemplo, Tina, la peli de la vida de la diosa rock, es una buena pelicula, vi tambien un par de documentales sobre joey strummer y sobre joan baez, esas cosas recanalA, bien cargadas de sentimiento real antisistema y culturoso
aca, en la decada del noventa, nos contentamos con Tango Feroz, un adefesio adolescente insoportable, lo unico bueno que tenia era el lomo de cecilia dopazo y un par de temas revisados
lo que quiero decir es que los yanquis han perdido densidad en la manera de contar las cosas...tienen una falta de ideas, demoledora
De ninguna manera puede ser el “documental definitivo de Cobain” siendo filtrado por Francis y la bruja Courtney. Así no, Corvino. Ya llegará el definitivo… En cuanto a su rechazo físico, tiene más que ver con su cuerpo flacucho (en el país de los forzudos del fútbol americano) y no tanto con su cara (perfecta). ¡Kurt sí que tenía humor!; fíjate en el diario íntimo y en los reportajes.
A mí también me asombró la cantidad de grabaciones que tenía y me hice las mismas preguntas que vos.
-Un adolescente rebelde toda su vida-
Y como Vindicación del ajo, pienso que este documental no es el definitivo y que Kurt sí tenía humor. Además de mil contradicciones.
Existe la tendencia a valorar las vidas como obras en sí y creo que eso no debería hacerse o al menos, no siempre, más allá de que existan vidas obras de arte.
Por suerte siempre tengo el diario de Pizarnik en mi mesita de luz.
Y no, no soy un robot.
Estoy sinceramente de acuerdo con los cinco comentarios (y sus diversas correcciones). Saludos.
con respecto al asunto de la intención y su resultado:
El poeta pequeño
se despierta en estado de alerta:
las palabras que amontonó en la noche
se le hacen imposible de retener
y corre a sentarse a la mesa al amanecer.
Así que a lo largo del día
suelta incesantes imágenes continuas,
olvida el desayuno
y otras necesidades menores del destino.
En resumen, un frenesí creador
pero de resultado artístico dudoso.
¿Pero quién podría decirlo, diseñar lo perdurable,
medir la exacta distancia
entre el entusiasmo y su obra?
¿Por qué el día habría de quedar perdido?
Lo que importa es poner huevos
no en eternidad sino en el tiempo:
allí donde los errores, rotas las cáscaras,
deben rendir cuentas a la luz.
GIanuzzi J.-
no sé si tiene mucho que ver, pero quería pegarlo.
Saludos.-
Hola,
Excelente.
Saludos,
Matías-
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