Ariel Minimal canta en uno de los temas emblemáticos de Pez:
"Sería tan fácil si tuviera fe pero en vez de fe tengo fuerza".
Fabián Casas podría decir (o cantar): "Sería tan fácil si tuviera
imaginación pero en vez de imaginación tengo experiencia".
¿De qué hablamos cuando hablamos de "imaginación" en la
literatura? Obviamente deben existir definiciones teóricas respetables y
estimulantes pero acá me refiero a lo primero que se nos viene a la cabeza:
mundos paralelos, monstruos, presencias maléficas, portadores del Bien y del
Mal, fantasmas, muertos que hablan, Planetas remotos, viajes interespaciales,
etc. Bueno, desde cierto punto de vista no es tan diferente a Titanes del Coco, lo que sucede es que
Casas ubicó su mundo paralelo en el mismo que habitamos todos. Por eso me
parece productivo leer a Casas desde el supuesto consenso (que él mismo echó a
rodar) de su falta de imaginación: porque cuando empiezan a suceder hechos
inesperados, el shock poético es doble. Es como la sensación ramonera de que
alguien puso algo en nuestro trago y estamos viendo cosas que sólo existen en
nuestra mente.
¿Por qué Casas es tan importante para nuestra generación? Hace poco me
di cuenta de que cada escritor, cada músico cambia de forma según quien lo lea
o lo escuche. Esto que parece una estupidez no lo es del todo. Por ejemplo, yo
crecí leyendo a críticos de rock que afirmaban que Charly García había hecho su
último buen disco en 1984, el año en que nací. Y durante un tiempo me lo re creí. Pero claro, ellos
habían crecido con el Charly de Sui Generis y Seru Girán y no podían aceptar
una metamorfosis que a mí me parecía completamente genial. Por eso remarco que
Casas es importante para mi generación (¿los nacidos entre fines de los 70 y
fines de los 80?) porque sólo puedo hablar de lo que conozco y justamente
conozco muchas personas (entre ellas quien esto escribe) que consideran a Casas
algo más que un escritor. ¿Un referente? ¿Un tipo al que prestarle atención
cuando las papas queman? ¿Uno "de los nuestros", como el mismo diría?
No lo sé, la cuestión es que somos los Salieris de Casas y le robamos citas pop
a él. Cuando pienso en los libros de ensayos de Casas me acuerdo de Montaigne,
que teniendo la posibilidad de publicar en latín, eligió hacerlo en francés
para llegar al pueblo.
Lo más paradójico es que es probable que Casas sea tan importante
porque inventó un imaginario. Eso sí es genial: el tipo que supuestamente no
tiene imaginación, inventó un imaginario. Y no me refiero a San Lorenzo, Boedo
o Spinetta, porque esas son cosas que ya existían antes de Casas, sino a
conceptos, ideas y personajes que quienes leemos su obra asimilamos como
propias: el Buda del Rivotril, el whisky como el "psicólogo rubio",
el guión de los casamientos como hecho microscópico que en realidad replica todos
los clichés de la vida. Titanes del Coco,
en algunos tramos, actúa como spin off, como origen de los mitos que cimentaron
toda la obra de Casas. Por poner un ejemplo: en determinado capítulo nos damos
cuenta que el famoso Buda del Rivotril era "Jorge Aluzino", el poeta
que comparte redacción con Andrés Stella (protagonista y alter ego de Casas) y
que más que a la trascendencia espiritual debe su tranquilidad a los
tranquilizantes.
Entre paréntesis: hablamos de "obra" en el sentido más
sólido del término porque llega un punto en el que todo lo que escribe Casas
puede ser interpretado como un gran poema, un gran ensayo, un gran cuento o una
gran novela. De hecho el conflicto genérico que plantea Titanes del Coco (¿conjunto de relatos o novela?) más que un problema
es un logro estético del autor, que siempre se manifestó en contra de las
etiquetas rígidas de los géneros. Lo interesante es pasar de la teoría a la práctica.
Hay ensayos de Casas que parecen cuentos (recuerdo uno sobre Carver que al
final directamente es como un cuento de Carver). Hay poemas que parecen
ensayos. Hay cuentos que parecen el capítulo de una novela nunca escrita.
Incluso Jauja parece un poema. Por
eso no me parece raro que Titanes del
Coco, una novela, parezca a veces una colección de cuentos. La misma
estructura de Crónicas Marcianas pero
en un Planeta mucho más jodido. Tampoco es casualidad, entonces, que el libro
de Ray Bradbury sea mencionado y remitido en uno de los últimos capítulos de la
novela.
Titanes del Coco sucede,
mayormente, en la redacción de un diario. No es una novela para periodistas,
por suerte, porque Casas va de lo particular a lo general y gambetea el
elitismo conceptual. Es decir, no es una de esas novelas que sólo entienden los
que "la vivieron". También gambetea otro vicio de los periodistas: el
corporativismo. En ningún momento se habla del periodismo como una cofradía de
seres hermosos que luchan por la paz, como hacen Leuco o los estudiantes de
Periodismo enamorados de su futura profesión. De alguna manera continúa la
tradición narrativa de las novelas que nos cambian la vida: El cazador solitario, La conjura de los necios, Trópico de cáncer, Pregúntale al polvo. Es decir, la idea quijotesca de un individuo que
sale al mundo, se cruza con personas, se enamora, se deprime, tiene hijos, vive
situaciones que recargan su caudal de experiencia y finalmente modifica su
visión de la vida para siempre. El caso Galarraga que investiga Stella (un
preceptor lyncheano que arma una secta satánica) parece un guiño al Bolaño
final de 2666. La novela nunca se
queda quieta, no sólo pasa de una anécdota a otra sino que en uno de los
capítulos/relatos ("Teoría del enfrascamiento") cambia de narrador
sobre la marcha y finalmente concluye con una tercera persona que cuenta la
historia de esos dos narradores que recién nos estaban hablando.
Lo que más me gustó del libro es un capítulo/relato llamado "El dardo de Daktari". Trata sobre una gran fiesta, espontánea y delirante, que actúa como movimiento antagónico del casamiento repleto de clichés del principio. Levrero contó que cuando admiraba mucho algo que estaba leyendo tenía la necesidad de levantar la cabeza del libro, cerrarlo y decir en voz baja "Qué hijo de puta". Esto pasa varias veces en Titanes del Coco y en muchos libros de Fabián Casas.
En fin: ¡Ave, Casas, morituri te salutant!
2 comentarios:
Está muy bueno "Titanes del coco". La parte de la fiesta me (nos?) identifica:
"Es increíble la cantidad de plata que puede llegar a gastar una familia en la fiesta de casamiento (...) Los pobres, las clases populares, suelen ser más espontáneos. Un asado, una comilona, baile en patios improvisados y mucho alcohol y canciones hasta la madrugada. Las clases medias y altas, en cambio, se fueron perfeccionando en los esquemas festivos hasta sacarle a la fiesta absolutamente toda posibilidad de riesgo y repentinización. Es decir que la fiesta, la celebración de lo espontáneo, es algo que no sólo no existe sino que se combate. La fiesta ya no está en ningún lado", dice Fabián Casas en Titanes del coco.
Y a su vez se relaciona bastante con "tipo aburrido de la mesa del fondo", de Casciari:
http://editorialorsai.com/blog/post/el_tipo_aburrido_de_la_mesa_del_fondo
aun no lo lei, pero lei a casas gracias a vos. gracias corvino, gracias casas.
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