sábado, 26 de noviembre de 2016

En la hora de los chacales


Las facciones que se disputan la semblanza final de Fidel Castro insisten en el equívoco de lo unidimensional. Según se puede leer Castro fue un dictador sangriento o un humanista bondadoso. La distancia entre uno y otro adjetivo calificativo es la medida de la intransigencia de los dos sectores enfrentados. 

Lo cierto es que la posibilidad de proyectar una radiografía certera a menos de un día de su muerte es tan descabellada como intentar mantenerse al margen del momento histórico, asumiendo una postura súper cool, tan forzada como el repentino auge revolucionario de las redes sociales.

Mientras tanto el "Hasta la victoria siempre, Comandante" se mezcla con el aniversario de la muerte de Ricardo Fort y el "cualquierismo" se asume como la gran ideología de esta nueva era.

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¿En qué año, exactamente, se habrá cambiado Venezuela por Cuba para mandar a todos los argentinos que tienen una postura, aunque sea discursiva, cercana a algunos ideales de la Revolución? Durante la infancia me llamó la atención que en varias reuniones en las que había presentes personas adultas alguna de ellas dijera "Andá a vivir a Cuba" como quien efectuara un "Jaque mate". De esa manera los capitalistas sin culpa clausuraban discusiones incómodas.

El almacenero, el amigo del amigo, el sobrino de un tío lejano. Ellos eran los encargados de absolver o no a Fidel de la guillotina de la Historia. Ellos eran los que "fueron a Cuba y vieron": pobres, casas viejas, largas filas, prostitutas. La existencia de estos cuatro elementos en el contexto de una Revolución eran suficientes para determinar el fracaso del Comunismo. En cambio, la existencia de estos cuatro elementos en el contexto de un sistema capitalista, por alguna extraña razón, no motivaba las mismas conclusiones. 

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Junto a Maradona, Cortázar debe haber sido uno de los téster de violencia más notables que tuvieron tanto Fidel como Cuba, el Che y la experiencia revolucionaria en la Argentina. 

El segundo tomo de sus Cartas abarca, tal vez, el periodo más importante en la vida del belga: 1955/1964. Es decir: primeros años en París, escritura de El Perseguidor y de Rayuela, laburo en la Unesco, vínculo con Aurora Bernárdez y, por supuesto, su acercamiento a Cuba.

En una carta a Manuel Antín fechada el 10 de diciembre de 1962 Cortázar, entre sorprendido y confuso, le cuenta que "Fidel Castro (o alguien de su gobierno)" lo había invitado a integrar el jurado del certamen literario anual de la Casa de las Américas. Sin embargo, los proyectos de Cortázar no tenían mucho que ver con los del Che: "En principio me entusiasma la idea, pero por otro lado estoy a la espera de las pruebas de Rayuela. ¿Y si se cae el avión y me hago polvo sin haber corregido esas pruebas". Todavía era el hombre que, como Mallarmé, pensaba que la realidad debía terminar en un libro. Después aclaraba que la Revolución Cubana lo fascinaba, no así el gobierno revolucionario.

Ya desde La Habana, el 22 de enero del 63, Cortázar le escribe a otro amigo, Eduardo Jonquières. El tono de Cortázar ya no es el mismo. El tipo había flasheado con la Revolución y comentaba algo que repetiría una y otra vez en otras cartas: "Huelga decirte que me siento viejo, reseco, francés al lado de ellos. Si tuviera veinte años menos, te mandaría una despedida y me quedaría aquí".

La relación de Cortázar con Cuba tuvo algo de apasionamiento ingenuo, genuino y erótico: para Cortázar Cuba fue como la novia que te cambia el corte de pelo, te hace escuchar otra música, te dice todo lo que no querés escuchar y por eso mismo la amás como a nada en el mundo. 

Después de ese enamoramiento impulsivo el vínculo de Cortázar con Cuba tuvo un instante de cortocircuito. Se trató del incidente popularmente conocido como "El caso Padilla", que significó, entre los capos intelectuales de la época, una señal de alarma con respecto al endurecimiento dogmático de la Revolución. Heberto Padilla, poeta cubano, fue encarcelado porque su libro Fuera del juego fue entendido como una velada crítica a la Revolución. Varios intelectuales firmaron proclamas en contra del encarcelamiento, produciéndose entonces la primera gran ruptura entre Cuba y algunos escritores latinoamericanos.  

Ante este panorama Cortázar se mantuvo, con idas y vueltas, en una posición complicada. Sabía que lo de Padilla estaba mal pero evidentemente entendía que señalarlo era darle pasto a las fieras. Casos como el de Padilla son ejemplares para comprender las encrucijadas éticas a las que se vieron enfrentados quienes apoyaron la Revolución como Proceso Histórico. La existencia de una propaganda anti castrista global actuó como freno a cualquiera de las muchas críticas que se le pueden hacer a la experiencia revolucionaria. La respuesta de Cortázar fue un poema largo, sentido y cursi (como buena parte de su obra poética), llamado "Policrítica en la hora de los chacales". El contenido del texto, una especie de panfleto visceral (con alusiones a la mierda, el semen y la sangre), mostraba a un Cortázar algo desbordado que antes de condenar tibiamente lo sucedido con Padilla, sin especificar ("Y así es, compañeros, si me oyen en La Habana, en cualquier/ parte,/ hay cosas que no trago,/ hay cosas que no puedo tragar en una marcha hacia la luz") necesita cuatro extensas estrofas de verso libre para dejar bien en claro que sigue apoyando la Revolución. Con este análisis no pretendo juzgar a Cortázar desde las comodidades del presente sino destacar su personalidad y su conducta como expresión de un problema que sigue siendo actual: ¿cómo apoyar un proceso histórico y no convertirse en un obsecuente?, ¿cómo asimilar la posición de quienes no piensan como nosotros?, ¿cómo analizar un gobierno con luces y sombras al que los factores de poder predominantes le quieren serruchar el piso? Tal vez el mejor fragmento del poema ocurre cuando Cortázar, de buenas a primeras, decide mandar a todos a la reputa madre que los parió:     

No me excuso de nada, y sobre todo
no excuso este lenguaje,
es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:
los mando a todos a la reputa madre que los parió  
y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que
espero.


Mario Goloboff, en su biografía de Cortázar, dice que después del entredicho las relaciones entre Cuba y Cortázar se mantuvieron en el marco de la amabilidad pero nunca recuperaron el feeling de los primeros años (más por un resquemor de sus amigos cubanos que por iniciativa de Cortázar). Varios años antes, el 23 de febrero de 1963, Cortázar ya se encontraba en París y volvía a escribirle a Manuel Antín. El día anterior había vuelto de La Habana. La carta incluía una de esas frases cortazarianas al mango con las que, para bien o para mal, se ganó nuestro amor en la adolescencia. Hoy suena profética: "La muerte espera a Cuba de un día para otro, pero ese pueblo sabrá morir como no lo sabemos muchos de nosotros".   

viernes, 25 de noviembre de 2016

El otro Príncipe


¿Cuándo fue que la música del Príncipe Gustavo Pena se convirtió en una contraseña cultural de la generación sub 35? A mí me gusta pensar, con toda seguridad en forma errada, que la difusión actual de su obra tiene que ver con los viajes iniciáticos por Sudamérica de los jóvenes de principio de siglo, a los que algunos llamamos (con un exceso de resentimiento y de humor) Hippies con OSDE. A partir de ese boca en boca entre amigos, con el acompañamiento de las redes sociales y el aleph moderno YouTube, muchos pudimos acceder (algunos muy rápido, otros como yo, muy tarde) a la obra desperdigada de un músico que provoca un shock cuya traducción en palabras se podría englobar en la siguiente pregunta: ¿cómo pude ser tan estúpido de no haberlo empezado a escuchar antes?
    
Aunque la música del Príncipe no clausura sus horizontes dentro del género rock, su obra (y muchas de las influencias que se filtran en sus canciones) puede entenderse como propia de la cultura rock. También es su personalidad (excéntrica, evasiva) la que comprueba estas presunciones. O tal vez sea que quienes crecimos bajo el influjo acaparador del rock creemos que todo lo genial debe de alguna manera ser considerado rock (producto de esta línea colonizadora figuras como Rodrigo o Goyeneche fueron incluidas de prepo bajo la gran sombrilla del rock).

¿Qué tiene el Príncipe que lo hace único? En primer lugar una musicalidad innata. Es decir, es el tipo de músico que con solo rasgar una guitarra en forma distraída está creando algo. Por otro una forma de componer capaz de sacarle la ficha a varios géneros (jazz, bossa, rap, tango, rock, trova cubana, salsa, candombe) y artistas y no casarse con ninguno, produciendo una música generalmente inclasificable. Pero además de eso hay algo atávico y genuino en sus canciones que no se circunscribe al campo de lo explicable y tiene que ver con la sensación de que el tipo portaba una sensibilidad que se encuentra muy de vez en cuando. De ahí tal vez la adoración automática que genera su obra y su persona. Hay otra sensación predominante cuando se escucha al Príncipe: la instantaneidad de sus melodías, que parecen haber existido desde siempre. Podría mencionar decenas, pero "La oficina del amor" es un buen ejemplo.      

Una de sus canciones más celebradas se llama "Polenta". Hasta ahora no está incluida en ninguno de sus discos póstumos y sólo se puede escuchar en un fragmento del documental "La cocina" de Willy  Villalobos. El tema, de reminiscencias tropicales, habla de las bondades de comer polenta cuando hace frío y tiene versos del tipo: "Algo así como andar confundido y encontrarse a Dios". Me refiero a este tema, a su modo de difusión y a su letra para intentar describir lo encantador que es el Príncipe aunque, claro, lo mejor es escucharlo.  

Frank Zappa le puso a su hija Moon Unit (Unidad Lunar). Me acordé de eso cuando leí una entrevista a la hija del Príncipe, a la que él llamó Eli-U en alusión a un personaje bíblico. Y no me sorprendió nada encontrar una foto del Príncipe con una remera de Zappa porque en muchas de sus canciones se puede adivinar, detrás de la aparente simpleza de las melodías, al joven progresivo que creció bajo el influjo setentista del líder de Mothers of the invention. Eli-U creó un sitio de Internet que reúne casi toda la información que hay sobre el Príncipe y que permite la posibilidad de descargar todos sus discos (en su mayor parte recopilaciones de archivos originalmente grabados en casetes). También se incluye uno de la propia Eli-U, el recomendable Creo en los elefantes (2008), que reúne doce temas inéditos del Príncipe.    

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Entre 1990 y 1991 el Principe grabó su único disco de estudio en los históricos estudios Panda de Buenos Aires. Pero La fuente de la juventud se editó recién en 2005, un año después de su muerte. Al escuchar el disco, producido por Jorge Sadi y el mismo Príncipe, es imposible no pensar en todas las mejoras técnicas que podría haber alcanzado la totalidad de su repertorio de haber sido grabado en condiciones profesionales. De todos modos lamentarse por el amateurismo de la gran mayoría de los registros del Príncipe sería casi renegar de su obra. Lo cierto es que a pesar de la precariedad de las grabaciones sus canciones logran conmover.

La fuente de la juventud en todo caso es la prueba de la fuerza y la interminable curiosidad musical del Príncipe que en sus canciones canónicas suele acompañarse con una guitarra criolla o una mandolina ("Ángel de la ciudad", "Suerte y amor", el hipnótico "Mandolín") pero que en el disco, con una naturalidad asombrosa, reviste sus melodías con arreglos para clarinete, trompeta, fliscorno, trombón, congas y todo tipo de instrumentos. Digamos que si fuera un pintor (en una metáfora algo obvia) el Príncipe utilizaría toda la paleta de colores y todos los espacios del lienzo. En el rap rioplatense "Cosmic War" y el inclasificable y (por sobre todo) feliz "Imaginando buenas", por ejemplo, hay un especial énfasis en la forma en que se amalgaman las voces (algo tradicional en la música uruguaya) y en la manera en que se mezclan giros del slang callejero con palabras en inglés.   

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Por cierta resolución tonal en los acordes temas con preeminencia acústica como el clásico instantáneo "Pensamiento de caracol" y "Quiero ser un muñeco", entre otros, pueden sugerir, en principio, la idea de una huella spinetteana en la música del Príncipe. Algo que puede parecer arbitrario pero llega a comprobarse en discos como U'manos (1998) y El recital (2002). Ahí el Príncipe interpreta "Yo quiero ver un tren" (filtrando en el medio un fragmento de “Blackbird”) pero demuestra que más que spinetteano es almendreano: también revisita "Que el viento borró tus manos" (Emilio Del Guercio) y dos gemas de Edelmiro Molinari: "Ella ha venido del campo" y "Sílbame oh cabeza".

Comprobar que al Príncipe le gustaba Spinetta es una experiencia que le otorga un poco de sentido poético al mundo. Temas como "Cual" o "Canto para atrás", incluidos en los inéditos de Archivo 1. (1979-20111), extienden la marca spinetteana en el Príncipe (no tanto en letra sino en la estructura melódica). De todos modos entender al Príncipe como un mero epígono de Spinetta sería un error garrafal. Decir que incorpora la matriz spinetteana a alguna de sus canciones y que lo hace con buen gusto sería mucho más acertado. Y esto es todo un hallazgo porque la influencia de Spinetta, como dijo alguna vez Rodolfo Mederos sobre Piazzolla, generalmente más que iluminar, encandila. También en U'manos se encuentra el adictivo "Gato egipcio", tema que ya había grabado con su banda de jazz rock-pop ochentosa Buraco Incivilizado, que demuestra que el Príncipe, además de ser uno de los pocos compositores que le prestó atención a Edelmiro Molinari, también supo qué hacer con la tradición más sofisticada del rock argentino. El resultado no una copia sino el viejo truco de utilizar una tradición como trampolín para realizar una operación estética propia. Siguiendo la obra del Príncipe en forma cronológica sus canciones parecen entablar un diálogo productivo con las diferentes líneas del rock argentino.

(De todos modos creo que el feedback entre el Príncipe y el rock argentino es, más que nada, una puntualización personal: la verdad es que asocio al Príncipe con lo que más conozco. Y no es que el feedback no exista sino que la intertextualidad musical de la obra del Príncipe es tal que me da la sensación de que otras personas podrían encontrar la misma dinámica de acuerdo a sus propios gustos).

A propósito: como fan de Spinetta varias veces desprecié a todos los que empezaron a escucharlo después de su muerte. Ahora que me pasa lo mismo con el Príncipe (y no un mes después de su muerte, sino doce años) me doy cuenta lo prejuiciosos, miserables y sectarios que podemos ser cuando sentimos que algún elemento del rock que no fue decodificado del todo por el sentido común está a punto de filtrarse en el imaginario popular. Preguntarse qué hubiera sido del Príncipe de seguir vivo es ingresar en el terreno de la contrafáctica, pero no cuesta mucho imaginarlo llenando un Gran Rex cada tanto. Por mencionar solo uno: ¿acaso "Ángel de la ciudad", que parece compuesto por McCartney y Dylan, no es un hit instantáneo que podría haber enamorado a las FM de habla hispana?

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El otro artista con el que habitualmente se lo compara sale de cajón: Eduardo Mateo. Musicalmente la omnipresencia de la bossa nova es palpable en los dos casos (de hecho los dos pasaron alguna temporada en Brasil forjando su estilo). "Yo no tuve carnaval" no hubiese desentonado en el repertorio de Vinicius. Sin embargo es la sensación de un reconocimiento tardío, post mortem, lo que más los vincula. Aunque en vida los dos fueron respetados por los músicos uruguayos hasta el punto de transformarse en mitos de carne y hueso, su música fue más reconocida a través de versiones de terceros.

En el caso del Príncipe los recientes covers de muchísimos de sus temas son inagotables aunque el ejemplo más resonante es "¿Cómo que no?", una crónica urbana con ritmo de salsa que fue grabada y/o tocada en vivo en los últimos años por artistas de la masividad de Onda Vaga, Manu Chao y La Liga. En YouTube los fans del Príncipe discuten con quienes dicen que algunas de estas versiones superan a la original (que el Príncipe grabó en un programa de TV y por ahora no se encuentra en ninguno de sus discos, ni oficiales ni póstumos). Personalmente creo que la frescura y la libertad de la interpretación del Príncipe son inalcanzables para cualquier otro ser humano pero más allá de la "polémica" el caso del Príncipe actualiza la estirpe de artistas (escritores, músicos) que producen su obra para para un público que, como diría Fabián Casas, jamás van a conocer.  

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Otro disco no oficial rescatado por el sitio de Eli-U es Autobombo, una banda liderada por el Príncipe (en guitarra) con el acompañamiento de Mario Guilla en violín, Martín Morón en trombón y Leonardo Anselmi en contrabajo. La singularidad de los instrumentos es proporcional a la del material, grabado entre 1998 y 1999. A excepción de dos composiciones originales del Príncipe (el tango "Beibi", para muchos una de sus obras maestras, y "Distinto") la mayoría de los temas son covers y algo así como mash up artesanales en los que la banda fusiona dos canciones que no tienen nada en común, como por ejemplo "Insensatez" con "Stairway to heaven" (esto es algo habitual en el repertorio del Príncipe: el blues “Bau del Aire” tiene el estribillo de “I Will Follow Him”, popularizada en español por Raphael como “La tierra”). La perla probablemente sea "Take a summer doctor" donde entre la adaptación libre de "Summer swim" de George Clinton se escucha una alusión a "Promesas sobre el bidet". El contacto con el rock argentino se cierra en El recital, donde el Príncipe elabora una versión con armónica de “La Primavera” de Vivaldi y la fusiona con la melodía de “Mariposa Tecknicolor”.  

Los dos discos junto a Nico Davis (Amigotez y Amor en el zaguán), grabados y editados con algunos años de demora en el nuevo milenio (todo se hizo entre el 2001 y el 2006), tal vez contengan el material menos digerible del Príncipe. Y tal vez por eso sean tan atractivos. Son discos de ruptura y luego de escucharlos se puede hipotetizar sobre un devenir aún más experimental, lamentablemente interrumpido por su muerte. Algo así como una rareza en la obra de un artista esencialmente raro (desde Ángel Rama y su definición de Felisberto Hernández la Humanidad no ha encontrado otra manera para calificar a los uruguayos talentosos y yo no quiero ser la excepción). Hay algo del espíritu autogestivo y secular de El Salmón en estas canciones deformes, distorsionadas y bellas, la más conocida de todas, "Alma de pez", un manifiesto existencial donde vuelve a asomar el fantasma de Spinetta. El hiphopero "Pegamento", donde el Príncipe se calza el traje de clarividente urbano que tan bien le queda, repite:

Esta ciudad hace piruetas en el aire
como queriendo volar.
Pero a esta pibe lo volaron en la calle,
dejó de imaginar. 

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En el sitio de Eli-U se encuentran también dos entrevistas radiales (las únicas existentes, más otra del documental Ángel de la ciudad, donde cuenta sus inicios con la música). La idea de que el Príncipe era un “loco lindo” se desvanece ante el humor y la coherencia de su discurso, no exento de una mirada minuciosa sobre la vida. El tipo, como Sledge Hammer, sabía exactamente lo que hacía. Como los grandes personajes surgidos desde la caja de resonancias denominada "cultura rock" detrás de las canciones había un eje que las contenía. En una de las entrevistas el periodista Alejandro Ferreiro le pregunta cómo hace para mantener vivo "el niño interior". El Príncipe contesta: "Hay que hacerse amigo de los mosquitos". 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

La Era Bauza


La Selección Argentina es entendida como un problema, casi al nivel de las clásicas preocupaciones que difunden en programas de Canal 26  personas generalmente calvas y con sacos grises. Estas personas se denominan "encuestadores". Los problemas siempre son los mismos, cambian de lugar en el ranking según el guión de la época: inseguridad, corrupción, justicia, etc. Si nos guiamos por la manera en que se habla de ella en la tele y en la calle, la Selección podría formar parte de esos problemas.

Supongo que es así desde el doping positivo de Maradona en el 94. Creo que ahí arrancó algo oscuro con respecto al fútbol argentino pero no estoy muy seguro de que esto "oscuro" exista. Es simplemente el agujero negro del retiro de Maradona. Con la figura de Messi recortándose sensualmente sobre ese fondo. De todos modos la historia reciente del fútbol está tan fuertemente enlazada a procesos políticos definidos que es imposible no cargarla con un lastre dramático.  

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Hay algo esencialmente turbio en aquellos que resuelven ejercer una crítica agresiva hacia la Selección, compuesta por insultos, apelaciones al himno y descalificaciones personalizadas. En el tono que utilizan se reconoce la huella del "ciudadano que paga sus impuestos" y trata a los empleados públicos como súbditos. El jugador es entendido como una parte más de la bandera.

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Colombia perdió (tal vez en forma premeditada) su mejor virtud: ese toqueteo moroso de la pelota, de un lado a otro. Pases cortos, anunciados, a veces innecesarios, pero siempre precisos de modo tal que todo devenía en una dinámica algo hipnótica y cuando lograbas salir del trance estabas perdiendo cinco a cero en la cancha de River. La famosa cautela de Pekerman brilló en toda su dimensión.

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En seis partidos Bauza todavía no logró proyectar una idea muy atractiva sobre su propuesta futbolística. El blindaje post 2-0 del partido de ayer es elocuente en ese sentido. En el imaginario el partido clave para definir a Bauza es el de San Lorenzo contra el Real Madrid y su planteo ultra conservador. Más allá de que es injusto juzgarlo por temer de las cualidades del Real Madrid, es verdad que Bauza no se aleja mucho de su propio estereotipo.

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En el 95 Maradona se pintó un mechón rubio. Si no recuerdo mal fue a la universidad de Oxford a recibir una condecoración e hizo jueguitos con una pelota de golf. De ahí a los reflejos del jopo de Messi y más allá. El Messi barbudo, tatuado y teñido parece querer camuflarse de lo que los demás esperan que significa Messi. Ayer le salió muy bien. Cada vez que veo a Messi sólo puedo pensar: ¡Qué triste va a hacer el fútbol argentino dentro de cinco o seis años cuando Messi se retire! Al partido deslumbrante se suma su monólogo posterior al triunfo (una perla más del taller de Semiología de Messi).

En 1998 la Selección de Passarella decidió no hablar más con la prensa después de que se diera a conocer la noticia (falsa) de que Verón había dado positivo en el doping. Ayer Messi tomó un micrófono y, sin leer, con el apoyo simbólico de sus veinticinco compañeros atrás y a los costados, explicó que las críticas desmedidas y el rumor (falso) de que Lavezzi se había fumado una vela los llevaba a resolver que de ahora en más no darán más notas a la prensa. Al parecer de la Selección se puede decir cualquier cosa excepto que sus integrantes toman drogas. Bauza no ayudó mucho a la situación delicada incluyendo a Higuaín por Pratto. El 9 de la Juventus ya había sido silbado antes de empezar el encuentro.      

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La goleada con baile incluido frente a Brasil tuvo los ribetes agonistas de un viejo trauma de la tradición del fútbol local: el denominado "desastre de Suecia 58". En los 50 Argentina ganaba todos los Sudamericanos pero no tenía roce con el fútbol europeo desde el Mundial de 1934. Al llegar a Suecia se encontró con que su juego no estaba a la altura de la competencia, más bien era lento, inofensivo, en una palabra, anacrónico. Al efecto de la goleada 6 a 1 contra Checoslovaquia se atribuye una modificación en la subjetividad amateur de los dirigentes de la época. El fantasma del "desastre de Suecia 58" ronda las permanentes anti-épicas de la Selección Argentina, amenazando con un supuesto e hiperbólico #findelfutbolargentino.  

El próximo partido de las Eliminatorias es en marzo del año que viene, contra Chile y de local. Según trascendió Argentina jugaría de local en la Bombonera, mismo escenario donde la Selección quedó afuera de un Mundial por última vez. No sé por qué razón este último dato no se suele repetir con frecuencia. En cambio sí existe un consenso con respecto a la inutilidad de la cancha de River como estadio de Eliminatorias (donde Argentina siempre se clasificó).     

miércoles, 9 de noviembre de 2016

¿Qué pensará Carrie Mathison de Donald Trump?


Casi todas las películas bélicas de Hollywood esconden la idea de despojar a los soldados yanquis de su condición de “asesinos” (de un Imperio, claro) para convertirlos en “víctimas” (del mismo Imperio, claro). Una operación ideológica elocuente que parecen compartir tanto directores de derecha (Clint Eastwood, El francotirador) como de izquierda (Oliver Stone, Nacido un 4 de julio). En Pecados de guerra Brian De Palma esboza una tercera posición: un grupo de soldados viola y mata a una vietnamita “pero” uno del grupo se opone (Michael Fox) y se enfrenta a los mandos superiores al denunciar el crimen. Es decir, mostrar las dos campanas (el soldado psicópata/el soldado humanista) y, al fin de cuentas, dar a entender que la insurrección ética posterior alivia o perdona lo ocurrido.

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Siempre me pareció que buena parte del auge por la discusión política atribuido a la excepcionalidad y/o patología del kirchnerismo era también el reflejo local de un momento cronológico a nivel macro. Como analizamos “El Matadero” para establecer una cartografía existencial del país en el siglo XIX, dentro de algunos pocos años se hará exactamente eso con las series. ¿Qué pensará Carrie Mathison de Donald Trump? ¿Quiénes son los héroes y las heroínas que demandan nuestra atención desde pelispedia? ¿Y cuánto nos importa y nos interesa sabernos observados o no por esa sombra terrible llamada “Estados Unidos”?

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Se pueden decir muchas cosas malas sobre Cristina. Ahora bien, compararla con Donald Trump, como vienen insistiendo las usinas del establishment mediático, no es solo una interpretación forzada sino también un burdo señuelo para que los espectadores no hagan/hagamos la vinculación obvia. Es casi hermoso contemplar de qué manera conductores y periodistas parecen aterrados ante la idea de que a Doña Rosa se le ocurra que Macri se parece un poco más que Cristina a Trump (y que eso no significa que Cristina sea Carrie Mathison).

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Estoy leyendo un libro que contiene las cuatro novelas de John Fante sobre su alter ego: Arturo Bandini. A excepción de la última, póstuma, son novelas escritas en los años 30 y en las contratapas dan a entender que por el modo en que Fante describe L.A sus personajes se hubiesen podido cruzar perfectamente con los de Raymond Chandler. Novelas de crisis, como Los 7 locos o Trópico de cáncer, donde se habla de guita, de trabajo y de sexo. En la primera novela Bandini es un adolescente que se considera un escritor, un anti-héroe de la clase trabajadora que vive con su madre y se masturba en un ropero, que mata cangrejos y que trabaja en una fábrica de latas de conserva. Bandini es un personaje de una incorrección escandalosa y varios de sus alucinados monólogos están destinados a hablar pestes de los mexicanos y los filipinos. Terminaría el texto diciendo: “Es obvio a quien votó Bandini” pero me parece muy efectista. 

jueves, 3 de noviembre de 2016

Si Mia Wasikowska fuese argentina


1) Casi nadie habla de Mia Wasikowska; 2) Por lo menos no se habla de ella en la medida que merece; 3) Quiero decir; 4) En un mundo en el que se habla de payasos dementes que aterrorizan personas en pueblitos perdidos de Estados Unidos; 5) En un mundo en el que se habla sobre cuál es la responsabilidad del mal momento de un equipo, si del técnico o de los jugadores; 6) En un mundo en el que se habla de esas dos cosas y de millones de cosas más, yo casi nunca escucho hablar de Mia Wasikowska; 7) ¿Podríamos decir que Mia Wasikowska ya es una actriz mainstream (protagonista de la saga de Alicia (en el país de las maravillas/a través del espejo) o que todavía conserva su espíritu de “actriz de culto”, capaz de ser la hermana de una vampira en una película de Jarmusch?; 7.a) Nadie podrá negar que hubo un momento en el que pareció que el mundo dependía de MW (tal vez esté exagerando); 8) Si MW fuese argentina hubiese trabajado en Chiquititas; 9) Si MW fuese argentina hubiese filmado una película con Eliseo Subiela y tal vez Tetro; 10) Es probable que entre la infancia con Cris Morena y los mojones de la actriz consagrada hubiese tenido romances con rockeros, pero MW no es argentina (acabo de describir a Celeste Cid exceptuando lo de Tetro; Celeste Cid ya no como ser humano, sino como paradigma); 11) Existe una película de MW que me parece fundamental para entender su operación estética en el cine; 12.a) La última de Cronenberg, Maps to the star (2014); 13) Esta película tiene uno de los mejores repartos que recuerde: Julianne Moore (que siempre repite el papel de Magnolia pero cómo); 14) John Cusack (actor que todos queremos por alguna extraña razón); 14. a) Robert Pattinson (actor que todos odian por alguna obvia razón);  15) y Olivia Williams, que de nombre no suena pero es una cara conocida en el cine under por su participación en Rushmore y por ser una “Chica Todd Solondz”; 16) Puede que Cronenberg nunca vuelva a ser tan sórdido como en Dead Ringers  y tampoco hace falta (esa película es el dolor); 17) Supongamos que sus protagonistas ya no volverán a introducirse revólveres calientes por el ombligo ni a colocarse precursores puertos usb en el culo; 18) Sin embargo, con algunos altibajos como la desconcertante Un método peligroso, desde hace una década Cronenberg viene evolucionando, en un asombroso giro de madurez que en realidad ya se vislumbraba en los dramas de fines y principios de siglo de Dead Ringers, Mr. Butterfly y Spider; 19) Estoy al tanto sobre la gente a la que no le gusta Cronenberg, digamos que puede resultar un director diferente a Campanella; 20.a) ¿Cómo sería La Mosca filmada por Campanella?; 20.b) ¿Cómo sería Luna de Avellaneda filmada por Cronenberg?; 20.c) Volvamos a Maps to the stars que con la omnipresencia fantasmal del Incesto, con cierta y negrísima cuota de humor, a pesar de todo (o por eso mismo) se inscribe en el rubro “comedia de familia disfuncional”; 21) Síntesis: perverso niño estrella post rehab + madre abnegada y castradora + padre que en realidad es hermano de madre (por un lado)/ actriz en decadencia + hija re loca de madre y padre -hermana y hermano- y, claro, hermana de perverso niño estrella (por el otro), a quien hija re loca quiso quemar de chiquito; 21.a) Es muy fácil de entender; 22) Adivinen de quién hace Mia Wasikowska; 23) De la hija re loca, acertaron; 24) Ahí MW tiene el encanto de la chica del otro curso, es decir, no necesariamente la más linda sino la que llamaba más la atención porque era una rockstar sin obra y de la que generalmente hasta se desconocía su nombre; 25) En su cara y en su mano (enguantada) lleva las marcas de una quemadura sugestiva; 26) Es como un personaje de Crash después del 11/9 pero al mismo tiempo ¿qué mierda significa que algo es algo pero “después del 11/9”?; 27) Mia vuelve al barrio para iniciar una carrera como estrella y también para pedirle perdón a su familia por haber querido quemarlo todo; 28) Al toque se cruza con Robert Pattinson, chofer de una limusina que también sueña con ser actor y cada tanto consigue un papel en alguna película malísima; 28.a) Es como si a Cronenberg le gustara, hasta de un modo algo perverso, que Pattinson interprete parodias sobre sí mismo; 29) Juntos inician una relación pendular, es decir, que va de una lado para otro; 30) MW empieza a trabajar para la actriz en decadencia, Moore, que está al borde de un ataque de nervios, obsesionada con interpretar el personaje de su madre, fallecida estrella de Hollywood, en la remake de su película más famosa; 31) El personaje de MW (y alguno de los otros también) se pasa toda la película recitando fragmentos de “Libertad”, un poema de Paul Éluard; 32) En ese plano Maps to the stars tiene estribillo, algo que no me parece raro en un director cuyas películas deberían entenderse como canciones de rock; 32) En Maps to the stars el poema de Éluard, un hito en la cultura de la Resistencia aliada, sufre una especie de condensación y queda así:

"En mis cuadernos escolares.
en mi escritorio y en los árboles.
en la arena y en la nieve.
Escribo tu nombre,
Libertad”;

33) The End.