viernes, 25 de noviembre de 2016

El otro Príncipe


¿Cuándo fue que la música del Príncipe Gustavo Pena se convirtió en una contraseña cultural de la generación sub 35? A mí me gusta pensar, con toda seguridad en forma errada, que la difusión actual de su obra tiene que ver con los viajes iniciáticos por Sudamérica de los jóvenes de principio de siglo, a los que algunos llamamos (con un exceso de resentimiento y de humor) Hippies con OSDE. A partir de ese boca en boca entre amigos, con el acompañamiento de las redes sociales y el aleph moderno YouTube, muchos pudimos acceder (algunos muy rápido, otros como yo, muy tarde) a la obra desperdigada de un músico que provoca un shock cuya traducción en palabras se podría englobar en la siguiente pregunta: ¿cómo pude ser tan estúpido de no haberlo empezado a escuchar antes?
    
Aunque la música del Príncipe no clausura sus horizontes dentro del género rock, su obra (y muchas de las influencias que se filtran en sus canciones) puede entenderse como propia de la cultura rock. También es su personalidad (excéntrica, evasiva) la que comprueba estas presunciones. O tal vez sea que quienes crecimos bajo el influjo acaparador del rock creemos que todo lo genial debe de alguna manera ser considerado rock (producto de esta línea colonizadora figuras como Rodrigo o Goyeneche fueron incluidas de prepo bajo la gran sombrilla del rock).

¿Qué tiene el Príncipe que lo hace único? En primer lugar una musicalidad innata. Es decir, es el tipo de músico que con solo rasgar una guitarra en forma distraída está creando algo. Por otro una forma de componer capaz de sacarle la ficha a varios géneros (jazz, bossa, rap, tango, rock, trova cubana, salsa, candombe) y artistas y no casarse con ninguno, produciendo una música generalmente inclasificable. Pero además de eso hay algo atávico y genuino en sus canciones que no se circunscribe al campo de lo explicable y tiene que ver con la sensación de que el tipo portaba una sensibilidad que se encuentra muy de vez en cuando. De ahí tal vez la adoración automática que genera su obra y su persona. Hay otra sensación predominante cuando se escucha al Príncipe: la instantaneidad de sus melodías, que parecen haber existido desde siempre. Podría mencionar decenas, pero "La oficina del amor" es un buen ejemplo.      

Una de sus canciones más celebradas se llama "Polenta". Hasta ahora no está incluida en ninguno de sus discos póstumos y sólo se puede escuchar en un fragmento del documental "La cocina" de Willy  Villalobos. El tema, de reminiscencias tropicales, habla de las bondades de comer polenta cuando hace frío y tiene versos del tipo: "Algo así como andar confundido y encontrarse a Dios". Me refiero a este tema, a su modo de difusión y a su letra para intentar describir lo encantador que es el Príncipe aunque, claro, lo mejor es escucharlo.  

Frank Zappa le puso a su hija Moon Unit (Unidad Lunar). Me acordé de eso cuando leí una entrevista a la hija del Príncipe, a la que él llamó Eli-U en alusión a un personaje bíblico. Y no me sorprendió nada encontrar una foto del Príncipe con una remera de Zappa porque en muchas de sus canciones se puede adivinar, detrás de la aparente simpleza de las melodías, al joven progresivo que creció bajo el influjo setentista del líder de Mothers of the invention. Eli-U creó un sitio de Internet que reúne casi toda la información que hay sobre el Príncipe y que permite la posibilidad de descargar todos sus discos (en su mayor parte recopilaciones de archivos originalmente grabados en casetes). También se incluye uno de la propia Eli-U, el recomendable Creo en los elefantes (2008), que reúne doce temas inéditos del Príncipe.    

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Entre 1990 y 1991 el Principe grabó su único disco de estudio en los históricos estudios Panda de Buenos Aires. Pero La fuente de la juventud se editó recién en 2005, un año después de su muerte. Al escuchar el disco, producido por Jorge Sadi y el mismo Príncipe, es imposible no pensar en todas las mejoras técnicas que podría haber alcanzado la totalidad de su repertorio de haber sido grabado en condiciones profesionales. De todos modos lamentarse por el amateurismo de la gran mayoría de los registros del Príncipe sería casi renegar de su obra. Lo cierto es que a pesar de la precariedad de las grabaciones sus canciones logran conmover.

La fuente de la juventud en todo caso es la prueba de la fuerza y la interminable curiosidad musical del Príncipe que en sus canciones canónicas suele acompañarse con una guitarra criolla o una mandolina ("Ángel de la ciudad", "Suerte y amor", el hipnótico "Mandolín") pero que en el disco, con una naturalidad asombrosa, reviste sus melodías con arreglos para clarinete, trompeta, fliscorno, trombón, congas y todo tipo de instrumentos. Digamos que si fuera un pintor (en una metáfora algo obvia) el Príncipe utilizaría toda la paleta de colores y todos los espacios del lienzo. En el rap rioplatense "Cosmic War" y el inclasificable y (por sobre todo) feliz "Imaginando buenas", por ejemplo, hay un especial énfasis en la forma en que se amalgaman las voces (algo tradicional en la música uruguaya) y en la manera en que se mezclan giros del slang callejero con palabras en inglés.   

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Por cierta resolución tonal en los acordes temas con preeminencia acústica como el clásico instantáneo "Pensamiento de caracol" y "Quiero ser un muñeco", entre otros, pueden sugerir, en principio, la idea de una huella spinetteana en la música del Príncipe. Algo que puede parecer arbitrario pero llega a comprobarse en discos como U'manos (1998) y El recital (2002). Ahí el Príncipe interpreta "Yo quiero ver un tren" (filtrando en el medio un fragmento de “Blackbird”) pero demuestra que más que spinetteano es almendreano: también revisita "Que el viento borró tus manos" (Emilio Del Guercio) y dos gemas de Edelmiro Molinari: "Ella ha venido del campo" y "Sílbame oh cabeza".

Comprobar que al Príncipe le gustaba Spinetta es una experiencia que le otorga un poco de sentido poético al mundo. Temas como "Cual" o "Canto para atrás", incluidos en los inéditos de Archivo 1. (1979-20111), extienden la marca spinetteana en el Príncipe (no tanto en letra sino en la estructura melódica). De todos modos entender al Príncipe como un mero epígono de Spinetta sería un error garrafal. Decir que incorpora la matriz spinetteana a alguna de sus canciones y que lo hace con buen gusto sería mucho más acertado. Y esto es todo un hallazgo porque la influencia de Spinetta, como dijo alguna vez Rodolfo Mederos sobre Piazzolla, generalmente más que iluminar, encandila. También en U'manos se encuentra el adictivo "Gato egipcio", tema que ya había grabado con su banda de jazz rock-pop ochentosa Buraco Incivilizado, que demuestra que el Príncipe, además de ser uno de los pocos compositores que le prestó atención a Edelmiro Molinari, también supo qué hacer con la tradición más sofisticada del rock argentino. El resultado no una copia sino el viejo truco de utilizar una tradición como trampolín para realizar una operación estética propia. Siguiendo la obra del Príncipe en forma cronológica sus canciones parecen entablar un diálogo productivo con las diferentes líneas del rock argentino.

(De todos modos creo que el feedback entre el Príncipe y el rock argentino es, más que nada, una puntualización personal: la verdad es que asocio al Príncipe con lo que más conozco. Y no es que el feedback no exista sino que la intertextualidad musical de la obra del Príncipe es tal que me da la sensación de que otras personas podrían encontrar la misma dinámica de acuerdo a sus propios gustos).

A propósito: como fan de Spinetta varias veces desprecié a todos los que empezaron a escucharlo después de su muerte. Ahora que me pasa lo mismo con el Príncipe (y no un mes después de su muerte, sino doce años) me doy cuenta lo prejuiciosos, miserables y sectarios que podemos ser cuando sentimos que algún elemento del rock que no fue decodificado del todo por el sentido común está a punto de filtrarse en el imaginario popular. Preguntarse qué hubiera sido del Príncipe de seguir vivo es ingresar en el terreno de la contrafáctica, pero no cuesta mucho imaginarlo llenando un Gran Rex cada tanto. Por mencionar solo uno: ¿acaso "Ángel de la ciudad", que parece compuesto por McCartney y Dylan, no es un hit instantáneo que podría haber enamorado a las FM de habla hispana?

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El otro artista con el que habitualmente se lo compara sale de cajón: Eduardo Mateo. Musicalmente la omnipresencia de la bossa nova es palpable en los dos casos (de hecho los dos pasaron alguna temporada en Brasil forjando su estilo). "Yo no tuve carnaval" no hubiese desentonado en el repertorio de Vinicius. Sin embargo es la sensación de un reconocimiento tardío, post mortem, lo que más los vincula. Aunque en vida los dos fueron respetados por los músicos uruguayos hasta el punto de transformarse en mitos de carne y hueso, su música fue más reconocida a través de versiones de terceros.

En el caso del Príncipe los recientes covers de muchísimos de sus temas son inagotables aunque el ejemplo más resonante es "¿Cómo que no?", una crónica urbana con ritmo de salsa que fue grabada y/o tocada en vivo en los últimos años por artistas de la masividad de Onda Vaga, Manu Chao y La Liga. En YouTube los fans del Príncipe discuten con quienes dicen que algunas de estas versiones superan a la original (que el Príncipe grabó en un programa de TV y por ahora no se encuentra en ninguno de sus discos, ni oficiales ni póstumos). Personalmente creo que la frescura y la libertad de la interpretación del Príncipe son inalcanzables para cualquier otro ser humano pero más allá de la "polémica" el caso del Príncipe actualiza la estirpe de artistas (escritores, músicos) que producen su obra para para un público que, como diría Fabián Casas, jamás van a conocer.  

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Otro disco no oficial rescatado por el sitio de Eli-U es Autobombo, una banda liderada por el Príncipe (en guitarra) con el acompañamiento de Mario Guilla en violín, Martín Morón en trombón y Leonardo Anselmi en contrabajo. La singularidad de los instrumentos es proporcional a la del material, grabado entre 1998 y 1999. A excepción de dos composiciones originales del Príncipe (el tango "Beibi", para muchos una de sus obras maestras, y "Distinto") la mayoría de los temas son covers y algo así como mash up artesanales en los que la banda fusiona dos canciones que no tienen nada en común, como por ejemplo "Insensatez" con "Stairway to heaven" (esto es algo habitual en el repertorio del Príncipe: el blues “Bau del Aire” tiene el estribillo de “I Will Follow Him”, popularizada en español por Raphael como “La tierra”). La perla probablemente sea "Take a summer doctor" donde entre la adaptación libre de "Summer swim" de George Clinton se escucha una alusión a "Promesas sobre el bidet". El contacto con el rock argentino se cierra en El recital, donde el Príncipe elabora una versión con armónica de “La Primavera” de Vivaldi y la fusiona con la melodía de “Mariposa Tecknicolor”.  

Los dos discos junto a Nico Davis (Amigotez y Amor en el zaguán), grabados y editados con algunos años de demora en el nuevo milenio (todo se hizo entre el 2001 y el 2006), tal vez contengan el material menos digerible del Príncipe. Y tal vez por eso sean tan atractivos. Son discos de ruptura y luego de escucharlos se puede hipotetizar sobre un devenir aún más experimental, lamentablemente interrumpido por su muerte. Algo así como una rareza en la obra de un artista esencialmente raro (desde Ángel Rama y su definición de Felisberto Hernández la Humanidad no ha encontrado otra manera para calificar a los uruguayos talentosos y yo no quiero ser la excepción). Hay algo del espíritu autogestivo y secular de El Salmón en estas canciones deformes, distorsionadas y bellas, la más conocida de todas, "Alma de pez", un manifiesto existencial donde vuelve a asomar el fantasma de Spinetta. El hiphopero "Pegamento", donde el Príncipe se calza el traje de clarividente urbano que tan bien le queda, repite:

Esta ciudad hace piruetas en el aire
como queriendo volar.
Pero a esta pibe lo volaron en la calle,
dejó de imaginar. 

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En el sitio de Eli-U se encuentran también dos entrevistas radiales (las únicas existentes, más otra del documental Ángel de la ciudad, donde cuenta sus inicios con la música). La idea de que el Príncipe era un “loco lindo” se desvanece ante el humor y la coherencia de su discurso, no exento de una mirada minuciosa sobre la vida. El tipo, como Sledge Hammer, sabía exactamente lo que hacía. Como los grandes personajes surgidos desde la caja de resonancias denominada "cultura rock" detrás de las canciones había un eje que las contenía. En una de las entrevistas el periodista Alejandro Ferreiro le pregunta cómo hace para mantener vivo "el niño interior". El Príncipe contesta: "Hay que hacerse amigo de los mosquitos". 

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabás de iniciarme corvino depravado. Leotilde.

Rodrigo dijo...

No lo conozco al Príncipe. La frase siguiente sería "al único príncipe que... " y finalizaría con Enzo Francescoli.
Lo voy a escuchar a ver qué onda. Gracias chamigo!

Emi Mendez dijo...

Gracias Corvino.
Gran artista este yorugua.
Algo así como el Nick Drake de latinoamérica. No en sentidos estílisticos, sino que otros artistas versionándolo le dieron vida varios años después.

Anónimo dijo...

Muy ochento ese sonido, esos teclados me irritan.
Lavadito lavadito el asunto. Falta espontaneidad...vida!!!
Ideal para las FM.

Rodrigo Herrero dijo...

Ahora que lo escucho sí recuerdo al Príncipe!! El primer tema suyo que escuché fue el de la polenta. Creo que lo conocí gracias al blog de Oscar Cuervo, pero no recuerdo bien.
Me gustó mucho el tema ese que linkeaste.
Saludos

Martín Zariello dijo...

Si, seguro que era ideal para las FM, por eso el disco salió 15 años después de grabado, cuando el tipo que lo grabó estaba muerto. Pretender que un disco de 1990 suene como uno de Tame Impala...
Gracias por leer. Saludos.

Unknown dijo...

no requeria respuesta ese comentario vacio de aca arriba, ilcor. el que no reconoce vida en la obra de este muchacho, vida en general: amor locura miedo y alegrias... esta muerto como castrilli

Anónimo dijo...

Para mi el genio de Principe se da cuando empuña la acustica, acompañado por la percusion, improvisando,(El Recital-2005), sin tanta sobrecarga de teclados.
Por las dudas...pido disculpas si mi opinion irrita a los idolatras.

Anónimo dijo...

Los muertos a veces tambien damos señales de vida.
Solo hay que saber interpretarlas...

Corvino dijo...

No dudo de que el genio del Príncipe se da en forma nítida cuando empuña la acústica, simplemente me pareció injusta la manera (despectiva) en que el comentario anónimo subrayaba el exceso de teclados en su único disco solista cuando hay discos de esa época de otros grandes artistas (con mucha más cancha en el estudio) que tienen esos mismos excesos en los teclados. Creo que las canciones del Príncipe son tan buenas que superan esos filtros de época. Saludos.

José A. García dijo...

¿Quién?
Y no tengo 35.
Pero tampoco viajé por sudamérica, quizás ese sea el problema.

J.

keki dijo...

Hace poco Willy colgó la película completa "la cocina" en vimeo:

https://vimeo.com/190801896

Es increible, de pe a end.

todos tenemos eso que decís del ghetito al músico. Como decía Borges de Buenos Aires, en Europa que hablaba pestes para que no se llene de turistas. Pero bueno, pasa eso.
H. Buscaglia dijo: "Qué sponsor la muerte", que cada uno llegue como pueda,
mientras que lleguen, compartamos lo bello.