1- Cuando empecé el Secundario, en 1998, el rock ya
empezaba a perder cierto predominio como banda de sonido de la vida
adolescente. De esta forma, incluso formando parte de tribus diferentes,
quienes escuchábamos rock, sólo por oposición a la dictadura de la cumbia y el
pop, estábamos condenados a una amistad que duraría hasta el momento en el que
alguno repitiera, dejara la escuela o fuera expulsado. Este tipo de cruces
impredecibles ampliaba el gusto del joven fan de rock de fines de siglo pasado.
2- En el curso había dos que escuchaban ñu metal y se
vestían como los músicos de Korn. También los infaltables fanáticos de los
Redondos y de Flema. Otro que no escuchaba hip hop pero tenía una estética
hiphopera lo que ya era bastante y lo hacía merecedor de nuestra simpatía. Estaban
también los típicos fans del heavy, con sus remeras negras de Metallica, que
lucían incluso poniéndoselas por arriba de
buzos y pulóveres.
3- Yo formaba parte de un pequeño grupo anacrónico y
algo vilipendiado: por influencia familiar, nos gustaba el viejo rock nacional.
Pero más allá de Charly y Spinetta tendía más hacia lo que se denominaba rock
alternativo, indie, cheto si querés: Peligrosos Gorriones, El otro yo, Juana La
Loca, Santos Inocentes, Babasónicos. Quien obturara esta predilección era el
compañero de curso rolinga, que me decía “puto” por escuchar a Cerati (eran
las épocas de Bocanada). Obviamente
todo era dicho en el marco del bardeo incesante de las crueles amistades
adolescentes. No recuerdo qué le contestaba yo pero probablemente sea mejor que
no lo recuerde. El rolinga (así le decíamos) iba vestido siempre, bajo el calor
de noviembre o la lluvia helada de junio, con un pañuelo al cuello, una campera
de jean y una remera de Viejas Locas con el ojo irritado y la chala.
4- Gracias a estos tipos que como buenos amigos de la
Secundaria nunca volví a ver en mi vida (a excepción de protocolares encuentros
por la calle en los que la omnipresencia del pasado funcionó como una carga
difícil de soportar) mi acercamiento al rock fue menos polarizado y con los
años pude entender que si un artista conmueve a una persona yo no soy nadie
para decirle que no lo debe escuchar. Esto parece una boludez pero por
paradojal que suene el rock forma personas que pueden saber quiénes son Frank
Zappa y Rimbaud pero que suelen hacer gala de un prejuicio casi fascista hacia
cualquier manifestación musical que no les agrade. Yo fui una de esas personas y a veces todavía lo soy.
5- Así fue que el crisol
de razas de la escuela pública argentina me permitió escuchar a Babasóncos
y a Viejas Locas cuando hacer las dos cosas a la vez era por lo menos raro o
poco habitual. Por eso cuando en algún Quilmes o Pepsi Rock Dargelos y Pity
hicieron una versión de “Patinador sagrado” (con la intro del estribillo de
“Rezo por vos”) sentí que no estaba equivocado. Toda mi hermosa, horrible,
estúpida y sensible adolescencia estaba ahí.
6- Pity sintetizaba cierta metabolización creativa del
resentimiento propio de quienes nacimos en barrios con calles de piedra y no fuimos
a escuelas privadas (“Lo artesanal”) con el carisma necesario para enternecer a
nuestras abuelas. Era un Jesucristo rolinga cuyo look conformaba un estereotipo
barrial reconocible que marcó época. Un fucking icono. Recuerdo una serie de
Polka en la que Mariano Martínez se vestía como él.
7- Las líricas de los tres primeros discos de Viejas
Locas remiten a la trilogía básica: sexo, droga y rock and roll. “A nadie
importa si yo cuido mi flor, yo la protejo contra el viento, la riego un poco y
la pongo al sol, y con su fruto intoxicado estoy”. “La lancha para y vos con la
cosa encima”. “Eva no te vayas con Adán, Eva, mi serpiente vale más”. Esta
monotonía temática se veía interrumpida por verdaderas joyas como “Chico de
ciudad oculta”, “Cuando ya a nadie le importe”, “El árbol de la vida” o ese
himno de la clase trabajadora argentina llamado “Homero”. En el video de “La
ciudad de la furia”, diez años atrás, se utilizaba el blanco y negro para
captar una imagen estilizada del centro de Buenos Aires y la soledad
existencial de sus habitantes. En “Homero” el blanco y negro remitía a la
estética del Nuevo Cine Argentino de los 90 y la postal retrataba la vida
cotidiana de un barrio de clase baja. Los dos videos y las dos canciones son
aguafuertes porteñas pero la de Pity ya se corre a la periferia. Este movimiento
generó una reacción clasista contra el rock barrial. Hay cosas que para
entenderlas tenés que ejercer la empatía o haberlas vivido. “Homero” es un
filtro.
8- Terminado el ciclo de Viejas Locas (“agotado” sería
el término exacto), Pity formó Intoxicados. Profundizó su gusto por las baladas
(“Se fue al cielo”, “Nunca quise”, “No tengo ganas”, "Don Electrón") y asimiló el estilo cancionero de Andrés Calamaro, que participó en el tema “Fuego”, un clásico instantáneo,
uno de los últimos hits del rock argentino que atravesó todas las radios
(cuando sonar en la radio era importante) y citaba “Pecados para dos” de Virus.
En los discos del grupo hay guiños a ACDC, Pink Floyd (escuchar “Felicidad
depresión”, el “Brain damage” de Pity), el hip hop, la música electrónica, el
reggae, el funk. “Otro día en el Planeta Tierra” (2005) fue el momento de
máximo esplendor creativo de Pity, lo que se vio traducido en una gran popularidad
que lo convirtió en un personaje de orden televisivo. Pity comiendo hongos,
Pity hablando de sus problemas con la pasta base, Pity dándole mensajes a la
Humanidad tirado en el piso, Pity con una remera que decía “This is estar en el
horno”, Pity, en fin.
9- El tema “Transan” sonó alguna vez en un capítulo de
CSI Miami. Pity se apropiaba de las líricas gangsta del hip hop y en sus
canciones cada vez había más “fierros”. En algún momento los “fierros” se
trasladaron de su poética a sus manos. Empezó un crescendo policial que incluyó
robos a remises, denuncias por violencia de género, tiroteos. En vez de Daniel Riera o Pablo Strozza, a Pity ya lo analizaba Chiche Gelblung.
10- Como muchos le perdí el rastro musical a Pity cuando
Intoxicados editó El exilio de las
especies (2008), cuarto y último disco de la banda, de tipo conceptual,
algo errático, con un par de buenos temas (ahora recuerdo el desgarro de “Quien soy”) y cuyo corte fue “Pila pila”, probablemente unas de
las peores canciones que compuso Pity Álvarez en su vida.
11- El regreso de Viejas Locas en 2009 fue un movimiento
regresivo porque no continuó con la búsqueda de Intoxicados sino que retomó
casi en forma literal el rocanrol de las primeras épocas de Viejas Locas, algo
inesperado si se tenía en cuenta la amplitud creativa de Pity. Las canciones
del único disco que rubrica este regreso (Contra
la pared, 2011) son elocuentes en este sentido. Ninguna se convirtió en un
hit o un himno clandestino, más bien pasaron desapercibidas.
12- Las personas atormentadas transforman sus demonios
internos en poemas, cuentos, pinturas, muebles, pulseras o collares. De esta
forma el ser humano sublima sus incontables mierdas y zafa de la cárcel o un hospital psiquiátrico. No puede ser casual que el
declive personal de Pity haya estado asociado a una época (casi diez años) en
la que no sacó discos ni canciones y sus recitales en vivo se hicieron cada vez
más ocasionales y problemáticos. En mayo de este año fue al programa de Bebe
Contempomi en Radio Mega para aclarar lo que había ocurrido, según su punto de
vista, en el show suspendido de Viejas Locas en Tucumán. Ahí presentó un tema
nuevo llamado “Te entiendo”, un regreso agónico a las baladas calamarescas que
lo hicieron famoso en Intoxicados. Es necesario aclarar que mucho antes de la confesión del asesinato que hoy espanta a los mismos medios que alentaron la conversión de Jekyll en Hyde (nunca jamás vi en televisión abierta que se hable de su música) Pity se había ganado el cariño del público no por fumar pasta base sino por hacer canciones sencillas y conmovedoras. El problema de quienes ven en la admiración hacia Pity una apología de la autodestrucción argentina es que llegaron primero al personaje mediático y después a su obra. O tal vez no sepan conmoverse con una canción.