Creo
que mi mente quedó detenida en algún momento del kirchnerismo. No puedo
determinar un año sino un contexto cultural. Lo que sé es que diez años atrás
se parece ya más a 1998 que al 2008. Quienes vivimos el fin de la era analógica
y el comienzo de la era digital estamos inmersos en un jet lag que tal vez dure
el resto de nuestras vidas.
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Durante
la última década asimilamos una cultura hegemónica como quien se traga una
pastilla de cianuro envuelta como un Butter Toffee de dulce de leche. Esa
cultura imperante condujo a una acumulación de “descargas” de contenido
audiovisual: películas, discos. Algo que está a mano para neutralizar la
coyuntura: una descarga. Como revancha de una vida económica inestable muchos
nos dedicamos a bajar películas y discos que no escuchamos nunca. Netflix
reemplazó ese consumo personal caótico, vehiculizó la demanda de una generación
a la que otra vez le interesó que le digan qué tiene que ver y cuándo.
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Las
noticias de los últimos días dan cuenta de bombas. Bombas de anarquistas. ¿No
podría ser Bombas de anarquistas una novela best seller de un autor español con
un padre que ejerció algún tipo de rol en la Guerra Civil?
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¿A
qué género pertenece la historia de los hermanos con presuntos vínculos con
Hezbolá? ¿Cómo se entiende una noticia de ese tipo en el año 2018? ¿Cómo saber,
en principio, si esos hermanos que muestran no son actores o robots?
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Ahora
recuerdo la serie Homeland, con Carrie Mathison, la detective que movía su pera
cuando lloraba. Gran actriz. Y Saul Berenson, un tipo tranquilo, hasta podría
haber sido diputado del primer kirchnerismo (2003-2007). Sin embargo estos
queridos personajes decidían si había que tirar o no misiles en puntos claves
de Medio Oriente. La serie también mostraba la vida íntima de los
protagonistas, con una estructura novelesca (conflictos de lazos; infidelidad;
matrimonio; deseo), tendiente a la humanización, tan necesaria como relativa
(la profundidad psicológica puede explicar a Hitler y volverlo simpático). La
primera temporada de la serie era protagonizada por un soldado del ejército
yanqui que, después que se lo diera por muerto, reaparecía. Sobre él se empiezan
a tejer sospechas porque en su cautiverio se convirtió al Islam. Después vi una
o dos temporadas en las que el soldado ya no está y la protagonista es Carrie.
Debe ser el único caso en el que la muerte de su personaje principal mejora la
serie. Después dejé de verla, al igual que The Americans, otra serie sobre
espías de la KGB, con rock de los 80 para adultos. Son series sobre la
sospecha. Homeland y The Americans aseguran que en el futuro se leerá esta
época en clave de serie.
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Es
imposible no ingresar a Mar del Plata a las ocho de la noche de un lunes
feriado y no notar que esta ciudad se detuvo en el tiempo. Demasiado neón que,
además de iluminar, profundiza la oscuridad, de innegable tinte lyncheano. Hay
una tristeza intolerable en los márgenes de las ciudades, especialmente y en
proporción negativa si esa ciudad es apodada “La Feliz”.
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Maipú,
Las Armas, General Pirán, Coronel Vidal.Sensación de quietud, soledad y misterio que vuelve mítica a la llanura
pampeana. Cuando muera quiero que me entierren en General Pirán. Nunca pasé
tanto tiempo en un lugar y en movimiento. Siempre que miro por la ventana los
carteles dicen “GRAL. PIRÁN”.
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“Martes,
30 de julio (1957). (…) BORGES: “Quizás provenga la tristeza de la conciencia
del horror de la vida, de tener que emprender una nueva jornada. Algo que
también entristece es hacer cosas que uno sabe que no dejarán ningún recuerdo.
Uno va en tren al Rosario. El tren se detiene: uno mira el letrero de la
estación y lee Maschwitz. ¿Para qué?”.
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“El
amor en tiempo de ibuprofeno tiene cobertura pero no tiene relleno”. Eso dice
Calamaro en un tema de su último disco, “Las rimas”. El hallazgo del ibuprofeno
como término adaptable a la poesía-rock es formal (rima) y de contenido: mucho
más obvio hubiera sido hablar de “cocaína”, “paco”, drogas demonizadas por
ilegales; Calamaro elige el ibuprofeno, que está en la cartera, en el cajón, en
el botiquín, en una alacena de la cocina, arriba de la heladera, en un
bolsillo. “¿Tenés un ibuprofeno?”. "Tomá un ibuprofeno". "¿Vos
qué ibuprofeno tomás?".
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Para
el peronismo la pregunta siempre es: ¿cómo mierda hacemos para entrar todos y todas en
el mismo colectivo? Después supongo que se hará otro tipo de preguntas.
1)
El hincha cree que no arriesgar posibles resultados es signo de racionalidad. Todo
lo contrario: es indicio de esoterismo. En realidad cree que un vaticinio
positivo incidirá en el partido de manera negativa, confiere a su palabra un
estatuto mágico-religioso, como en la Antigua Grecia. Si dice que gana Boca y
es boquense, temerá que por su culpa gane River y viceversa. El hincha
autoconsciente siempre dirá lo contrario a lo que realmente desea que vaya a
suceder.
2)
El endiosamiento de Gallardo por parte de los hinchas de River es entendible y
justificado: personifica en sí mismo la resurrección de una identidad
amenazada. Que los medios repliquen ese endiosamiento, aún sin ser partidarios,
es sospechoso. ¿Por qué lo hacen? Les gusta elevar el plato lo más alto posible
de modo tal que el balazo que lo convertirá en esquirlas sea lo suficientemente
espectacular. (Dinámica similar se da en la difusión de encuestas que dan como
ganadora a Cristina desde medios antikirchneristas: preparan el terreno para
una victoria épica del oficialismo).
3)
El Boca de Guillermo salió campeón un par de veces y le ganó por el torneo
local a River en el Monumental en otras tantas ocasiones, pero recibe críticas
impiadosas de parte de sus hinchas. El excesivo fastidio por la forma en que
arma el equipo es el eufemismo para no decir en voz alta lo que les causa
pavor: la supremacía del River de Gallardo condiciona cualquiera de sus
triunfos. La final supone la revancha perfecta a los últimos años de sinsabores
como así también su reverso: la comprobación de un paradigma en declive que
caducó definitivamente.
4)
La ausencia de algún factor que resignifique la derrota (a excepción que se
repita en la posteridad, hecho improbable) sostiene el dramatismo apocalíptico
que rodea a la serie. El discurso de los memes, artefactos de sentido que dan
cuenta de cómo asimila la época la subjetividad imperante, entiende la serie
como una hipótesis del fin del mundo. Para River es, por un lado, el
innecesario plebiscito de la era Gallardo (atravesada por triunfos históricos
sobre el clásico rival) y, por otro, el escenario utópico, tantas veces soñado:
la posibilidad tangible de un partido con la carga simbólica necesaria para
relativizar el paso por la B de una vez por todas.
5)
El River vs. Boca de marzo fue promocionado como “el partido del siglo”. ¿Por
qué un partido sería el más importante de un siglo al que le restan ochenta y
dos años? La serie ida y vuelta que se viene, al haberse gastado
apresuradamente el siglo, es ahora “la más importante de la historia”. Definir
de antemano un hecho futuro es lo propio de la era (series, discos y películas
son geniales antes de salir). La grandilocuencia de los títulos quita verosimilitud
al evento. ¿Por qué? Porque se le asigna a su resultado un poder totalizador. No
se define sólo el ganador de la Copa Libertadores, sino quién es el mejor
equipo de la historia del fútbol argentino. En ese contexto el presidente Macri
impulsa, desde twitter, la idea de que se juegue con visitantes. Cualquier
hecho de violencia se le adjudicará entonces a la notable inoperancia de su gestión.
Después, como acostumbra, da marcha atrás. Otra perla en el collar de la
ideología GIF. Corolario: el tweet de Macri, además de una estrategia de distracción
del plano económico/social y una ridícula efusión de demagogia, es el pedido
desesperado de su inconsciente para que su mandato sea interrumpido de una vez
por todas.
6)
El fútbol replica los modos de la política y se judicializa. Las chicanas entre
hinchas de River y Boca ya no son por victorias o derrotas en partidos, sino
por la capacidad de negociación de sus dirigentes en la Conmebol: cuántas
fechas suspendieron a Gallardo, cuántas a Boca después del gas pimienta, etc.
Esta triste modalidad se complementa con la creación del VAR, un mecanismo de
control que sostiene la demanda televisiva de que árbitros o jueces de líneas
puedan asimilar el juego no en su velocidad real, sino en cámara lenta. El
fútbol ya no sucede en una cancha, sino en un monitor de características
cercanas al panóptico. Se le quita entonces al fútbol la imperfección, la
espontaneidad, lo azaroso, en conclusión: la humanidad. El resultado es que los
partidos de fútbol se han vuelto más aburridos, artificiales y grotescos: los
jugadores exacerban su tendencia a la protesta y la teatralización (se los obliga,
incluso, a reclamar las faltas); los árbitros han ganado una centralidad que va
en desmedro de los verdaderos protagonistas; los relatores y comentaristas profundizan
su gusto por la sobre-interpretación. Lo inquietante es la docilidad con que
los hinchas han sido convencidos de que este nuevo deporte sigue siendo el
fútbol.
Es verdad
eso que dice Gustavo Cerati de que cuando uno no ama, compra. Pero ¿qué pasa
cuando uno no ama pero no tiene plata para comprar? Ahí está el límite de la
cosmovisión de Cerati.
Yo pensaba
que Fukuyama podía llegar a tener un póster de Cerati. Por eso de Siempre es
hoy. Su reverso es “Ahora es nunca”, de Amor Amarillo. Podemos decir que Cerati manejaba muy bien los adverbios de tiempo.
El día que
cumplí 11 años me levanté y al lado del café con leche mi vieja me había dejado
un regalo. Era una bolsita de Musimundo, cuyo contenido era el casette de Sueño Stereo, disco que había salido
pocos meses atrás, después de un periodo en que la banda amagó con separarse
por primera vez. Soda había entrado en crisis desde principios de los 90. Como
esas parejas que no se separan de una noche a la otra, sino que vienen
arrastrando problemas a la vista de todos sus conocidos. Los parlantes de la tapa de Sueño Stereo son muy parecidos a los del video de "The universal", de Blur. No sé qué habrá salido antes y qué después.
Por esa
época me compré mi primer libro sobre rock. Era, claro, sobre Soda Stereo, La Historia, de Guillermo y Martín
Cuccioletta.El libro tiene
una reseña de cada disco, las letras de las canciones, una cronología con
alusiones a las presentaciones en vivo y apartados escritos desde la
perspectiva de un fan. Y también hay muchas declaraciones, principalmente de
Cerati. Cerati es un hábil declarante de rock. Por ejemplo, Cerati diciendo que lo de Kurt Cobain le pegó duró. No
pudo ser REM, dice Cerati. Se lo lee consubstanciado con la tragedia. Él
también se siente un Kurt, un Michael Stipe. Él sabe que pertenece a esa
estirpe.
A partir de Rex Mix Soda dejó de ocupar el lugar de
privilegio que tuvo durante buena parte de los 80. Me refiero a la respuesta del
público masivo. El que no necesariamente es público de rock. Soda eligió, como
describía Cerati (autoconsciente total) correrse del centro. No ir tan seguido
a lo de Susana. ¿No hay en ese movimiento de Cerati un resguardo de lógica
genial? Cerati, en algún momento, decidió no ser Charly. Lo cierto es que ese
momento donde la estrella masiva empezó a dejar de brillar no corresponde, como
sucede a casi todas las bandas, con una suerte de decadencia estética. Cerati
editó sus mejores discos durante esa etapa. Lo que va de Dynamo a Bocanada. Percibir ese cambio del Cerati de los 80 con el de los 90 es glorioso. La voz
le cambia. Había algo demasiado épico en ese
tono de “Prófugos”. Una sobreactuación estilo Bunbury si se quiere. En los 80 canta
como un duro. En los 90 como si estuviera en ácido.
Cuando
Cerati cayó enfermo en Venezuela, Spinetta le escribió un poema al que, la
verdad, nunca le quise prestar atención. Creí que no era necesario leer algo
tan íntimo. Porque supuse que Spinetta no iba a escribir cualquier cosa. Y que
esa “cualquier cosa” me emocionaría o algo así. Y no quise leerlo. Pero ahora
lo leí. Conclusión: hay que leerlo más allá de las palabras cargadas de amor y
veneración con que Spinetta prácticamente bendice a Cerati. Spinetta, cual Papa
Francisco, escribe una carta pública. El Indio Solari también escribió cartas
públicas. Charly también escribió cartas públicas. ¿Qué mierda está queriendo
decir que los rockeros se comuniquen con la sociedad vía carta? ¿Son fanáticos
del código postal? ¿Qué carajo está pasando? ¿Tiene que ver Macri en todo esto?
En fin. En
esa carta Spinetta da en el clavo de la música de Cerati 91-99. “Tu luz es iridiscente
y altamente psicodélica”. Lo que llama la atención, o no tanto, es como la pegó
Spinetta al hablar de la música de Cerati. Casi siempre cuando un músico pesado
habla de otro músico pesado dice lugares comunes. En más de una ocasión lo
único que queda claro es que son buenos amigos. La luz de Cerati es su música. Y la
palabra “luz”, como algún día me dijo mi amigo Matías Nicolaci, es una de las
que más aparece en las letras de Spinetta. Pues bien la música de Cerati se
pone iridiscente y psicodélica a partir de 1991. Fue ese momento en el que
pareció que Cerati, cansado de serlo, ahora quería ser Melero. El primo raro.
Cerati en cambio es el hermano mayor odiado. ¿Quién sería Marciano Cantero? ¿Y
Miguel Mateos? ¿Y Trixy de los Maniáticos?
Volvamos: Colores Santos, año 1992.
Cerati presidente, Melero al poder. La fórmula Cerati-Melero es lo más parecido
a una organización política del pop. Cerati se quería salir de Soda. Esto no lo
leí. Esto lo interpreto porque siempre fui fan de la banda. Fue una vuelta de
tuerca lennoniana la de escapar con una mujer a Chile. ¿O nerudiana? ¿O
vicentehuidobriana? Es decir: I don’t
believe in Soda. Sin embargo el vínculo con sus compañeros de banda seguía
presente. Lo llama a Zeta y co-producen Amor amarillo.
La misma
banda aludía a problemas internos en más de una ocasión. Cerati llegaba a la
instancia típica: el conflicto del líder, que puede ser resumido en esta
deducción: “Si soy yo quien compone y canta y toca los temas, ¿para qué
necesito una banda?”. El movimiento significa liberación y culpa. Casi siempre
los líderes que se van de una banda son vistos como traidores en el folclore futbolístico
del rock. Es como el padre que abandona a sus hijos. No fue el caso de Cerati,
de todas formas. Creo que la separación de Soda fue diferente porque desde
siempre se sabía,por lo menos desde Signos, que Cerati iba a ser solista,
que se iba a soltar, que se iba a ir a la mierda, que iba a recorrer el periplo
del héroe, al que es tan afecto el rock.
Recuerdo que
al entrar al Industrial me di cuenta de que algo andaba mal con Cerati y las
nuevas generaciones. Esto era el año 1998. Bueno, en conclusión: casi no había
oyentes de Cerati de trece a dieciocho años. Cerati era cheto, careta y un
sinfín de calificativos que no vale la pena reproducir. Cerati era visto como
el River del rock (antes de irse al “descenso”). No sé qué pasaría en colegios
privados. Si, soy un resentido de mierda.
Del lado de
la “civilización”, en el primer lustro de la década de los 2000, Cerati
protagonizaba un caso de bulliyng algo inquietante, hoy olvidado: en Capital
aparecieron stencils con su cara y leyendas del tipo “Papadas totales” y “Viejo
choto”. Los stencils eran los memes de principios de siglo. Todavía podías ir corriendo a ver qué escribía en tu pared la tribu de tu barrio. Digamos que a Cerati le daban de su lado y del otro (“que se muera
Cerati la puta madre que los parió”). Era como Pichetto: había logrado el odio
de dos sectores antagónicos. Fuera del grupo que siempre lo bancó, claro, grupo que
podía llenar cinco veces el estadio de River (cuando se presentaba como Soda
Stereo), es decir, un grupo nutrido.
Yo lo fui a ver en vivo en el 2002 cuando
presentaba Siempre es hoy acá en la Ciudad Infeliz. En el tema
“Camuflaje” Cerati prendía un cigarrillo y exhalaba. Y un tipo dijo: “Es como
si tuviera un orgasmo”. A mí el recital no me convenció. Me pareció que todo
estaba en su lugar, de una manera excesiva. Había mucho olor a desodorante Axe
Zero. Es ese tema, creo, el que dice “estoy romántico y repleto de clichés”. Es
una frase para decir por lo menos una vez en la vida.
-Hola, ¿cómo
estás?
-Estoy
romántico y repleto de clichés.
También fui
a ver el regreso de Soda a River. Uno de los mejores recitales que vi en mi
vida. Con pantallas de video pasando a Peter Capusotto. Parecido a estar en el
bunker del PRO también. En “De música ligera” sucedía “el pogo más prolijo del
mundo”. Antes de empezar el concierto sonaba el cover de Queen, "Algún día", que la banda se apropió a la perfección para despedirse en forma ambigua. Gracias al libro me enteré de que Kiss quiso que Soda participara de un disco homenaje pero justo estaban separados.
Cosas a las
que les prestaba atención de Soda Stereo (de Cerati, principalmente): el verso
“Cerrá la escotilla, nena, aquí no hay gravedad” de “Moiré” es “Cantata”; la
mujer que usaba su cabeza como revólver ya había aparecido en una canción de T-Rex,
“Planet Queen”; en el unplugged tocan una versión de “Ángel eléctrico” que es
completamente diferente a la que había salido el año anterior y Cerati usa la
guitarra como instrumento de percusión, a la no wave, no sé si eso fue
ensayado, supongo que sí, pero parece que no y queda genial; el breve pasaje en
que una acústica maniobra sobre “Nuestra fe”, que por alguna extraña razón debe
ser la canción más conmovedora de Soda Stereo; el murmullo de una conversación
que se oye al final de “Texturas”, siempre me pareció que Cerati decía “ahora
estoy muy cansado después de todo esto”, es bueno que los rockeros dejen esas
conversaciones inaudibles: dejar esas conversaciones y que parezca
espontáneo es lo que diferencia a un rockero de un no rockero.
Hasta hace
poco nunca le había prestado atención al final del video de “De Música ligera”
en la despedida de 1997: Cerati toca su solo mirándole los ojos a un fan y cuando
la canción termina Zeta y Charly se van por un lado y él, que parece El
Principito, se queda solo en medio del escenario y de repente se lleva las
manos a la cara y camina rápido hasta que la cámara lo pierde de vista. Hoy
dirían: “Se quebró Cerati”.
Creo que el último concierto de Soda (el de 1997,
no el de 2007 que fue regreso y despedida a la vez) es un punto alto en su
carrera. Días antes River jugó de local, con el escenario ya armado. Víctor Hugo Morales relató el partido haciendo analogías con temas de Soda Stereo. Analogías del tipo: "Celso Ayala despejó la pelota para que pase el temblor. No es nada personal, querido Celso". De verdad, no lo soñé.
Ferro 1996 es reconocido como el peor recital de Soda Stereo. El
Festival Alternativo. ¿Alternativo a qué? ¿Por qué sé que en ese recital tocaron un cover de Avant
Press, “Cibersirena”? Porque soy un chico que leyó demasiadas revistas de rock
y sufro las consecuencias. Es un momento dramático para la banda: Cerati luce
avejentado, hay una desconexión clara entre él y lo que ahora sería el binomio
Zeta/Alberti. Después del parate 93/94 (Cerati decidió bajarse en medio de la
gira de Dynamo) las cosas habían cambiado muchísimo. ¿En qué momentos nos
empezamos a ver menos con las personas que no vemos más? En los parates tipo
93/94. Vengo de una época donde ser pop no era un insulto, dijo Cerati en el
Suplemento Sí de Clarín. Supongo que
era el año 2001 o 2002. Un diario arrugado en cuatro partes en algún rincón de
la casa de mis viejos (probablemente en el ropero de mi ex habitación) tiene la
respuesta. ¿Lo habrán tirado?