Ayer a eso
de las cinco de la mañana supe que no me iba a dormir nunca, así que salí de la cama y me hice un té. La ventana de la cocina estaba abierta.
A esa hora el comedor de un dos ambientes adquiere una atmósfera extraña. Las cosas están exactamente como durante el resto del día, pero no parecen iguales.
A esa hora el comedor de un dos ambientes adquiere una atmósfera extraña. Las cosas están exactamente como durante el resto del día, pero no parecen iguales.
De pronto, a mis espaldas, sentí un poco de viento. No me pareció tan raro que hubiera viento porque los agujeros del calefactor y de la cinta
de la persiana tienen un diámetro considerable. En las películas pasan esas cosas: alguien escucha ruidos y no imagina que es Jason con una motosierra, piensa que es un amigo o una novia. Para que el terror funcione, la primera explicación debe ser racional.
La segunda
vez, la sensación fue acompañada por un escalofrío, porque
además sentí una presencia. No me costó entender que lo sobrenatural debe suceder así: a las cinco de la mañana, en soledad, en
silencio, tomando un té, con la mente en blanco, en un departamento de más de
cincuenta años donde los fantasmas, en caso de existir, deben ser habitués. Mis
experiencias con la parálisis del sueño ayudaron a configurar la inminencia de una escena macabra.
A
continuación diviso a poco menos de un metro una mancha negra que se mueve a
toda velocidad. No supe si era una polilla, un colibrí o un gorrión, pero
estaba adentro del departamento y yo no lo había invitado. Es verdad eso que
dicen de que todos son machos hasta que la cucaracha vuela. Pero yo nunca me
consideré un macho y cuando desplegó del todo sus alas me di cuenta que lo que
estaba viendo era un murciélago. El bicho se había equivocado de guarida y empezó a dar
vueltas en círculo alrededor de la lámpara, mientras emitía unos quejidos similares a los de un gato en celo.
Quién vivió
en un edificio cercano a la ex Terminal sabe que por esa zona los murciélagos
mandan. Su hábitat natural son los taparollos. Pero suelen colarse por una
ventana abierta y provocar el pánico. Es natural que en el ascensor una señora con bolsas se nos acerque y nos cuente la historia del
murciélago que entró a la pieza mientras dormía. "Nunca, pero nunca, dejes las ventanas abiertas" suelen terminar la historia estas señoras, mientras cierran el ascensor con cara de hechiceras y dicen "buenas tardes, amor".
Mi primera
reacción no fue muy decorosa. Previo a un grito ahogado,
corrí a encerrarme en la cocina. Me senté en un banquito y pensé los pasos a seguir. De
alguna forma, durante todos estos años, había esperado la aparición de los
murciélagos, pero el hecho de que no te avisen cuando van a llegar, convierte todo en una secuencia ominosa.
Al rato salí
armado con una escoba. Me resguardaba en las esquinas del departamento, que ya era territorio enemigo. Podía estar pegado a la pared, atrás de las bibliotecas, planeando sin ton ni son, colgado en el techo. Cualquiera que me hubiese visto habría pensado que me iba a enfrentar a un oso polar, pero se trataba de un bichito que entraba en una mano. El murciélago se había adueñado del dos ambientes sin pagar alquiler. Busqué en cada recoveco y no estaba, entonces supe que se escondía en la pieza a oscuras, que tenía la puerta
abierta. La cerré y empecé a googlear.
Leí las historias más espeluznantes. Personas a las que se les había metido un murciélago y se veían
obligadas a convivir durante días con el bicho, que salía del placard o de atrás
de un mueble en el momento menos esperado. A otros se les prendían del pelo. A otros los mordían y a los pocos días estaban muertos.
En youtube un tipo agarra al murciélago de la cola y lo deja en el balcón. Ese tipo es mejor que yo.
Un uruguayo, especialista
en murciélagos, aconsejaba atraparlos con una caja o un balde y
pasarles un cartón por abajo, para que no se escaparan. Hablaba de las bondades del murciélago,
de que algunos eran vampiros, pero que la mala fama que tenían estaba vinculada
a la impresión que generaban, más que a su conducta. Una conducta ejemplar, por
otra parte, ya que se comen mosquitos y todo tipo de insectos que pican y chupan más sangre que ellos. Sepan que el murciélago, decía este especialista mirando a cámara, que en
realidad era un filósofo y no lo sabía, tiene más miedo que ustedes.
Agarré un
balde. Rompí una caja y conseguí el cartón. Me puse una campera con capucha por si se trataba de un Drácula. Abrí la puerta de la pieza. Primero
tiré algunas cosas para ver si el murciélago daba señales de vida: un cubo mágico, un
cargador de celular viejo, un vaso de generala. Pero nada. Busqué y busqué durante un par de horas.
Lo encontré
en la cortina de la ventana de la pieza, pero del lado de adentro. El balde y
el cartón no tenían mucho que hacer. El bicho exhalaba e inhalaba como todos. Tal
vez soñaba con un mundo mejor, donde su especie no se viera obligada a vivir en
las sombras y espantar a los humanos, sólo por su apariencia de rata con alas.
Ya era de
día y me di cuenta las similitudes que había entre los dos: vivíamos de noche, no nos gustaba el sol, éramos solitarios por naturaleza, espantábamos a la gente, nos acostumbramos a estar encerrados, éramos del mismo barrio. Dos murciélagos. Pero
ya había decidido que el miedo a que se me apareciera de improvisto mientras me
rascaba el ombligo era más grande que mi inexistente piedad.
Agarré un
secador de piso y entré nuevamente a la pieza. El murciélago seguía agarradito
a la cortina. Lo miré de costado y pude ver su cara, sus ojos, su hocico. Era horrible,
como yo. Le expliqué, sentado en la cama, lo que le iba a
pasar. Me entendía pero no estaba de acuerdo. Si lo iba a matar, me explicó el bicho, en forma telepática, era mejor que lo hiciera y ya, sin toda esa sarta de ambigüedades.
Moví las
cortinas con el secador. Quería darle la posibilidad de que se escapara por una ventana. Pero el tipo seguía imperturbable: ¡estaba soñando! Después
de un par de amagues ridículos, lo ejecuté.
Me fijé en el piso y ahí estaba.
Parecía Batman aplastado por el camión de basura de Ciudad Gótica. Lo barrí junto
a sus pequeños soretitos y mientras lo llevaba en la pala hasta el tacho, una
de sus alas se movió por última vez, como dicen que a veces se mueven los
cadáveres en la camilla de la autopista. Me gustó que hiciera eso, que lograra asustarme incluso después de muerto, que sostuviera su impronta hasta las últimas
consecuencias, que me demostrara que aun así era más poderoso y digno que yo. Envolví la bolsa con otra. Y a esa otra, con otra. Después las metí en una caja y la sellé con cinta scotch. Tal vez tenía rabia y podía ser peligroso para los que revisan la basura en busca de algo para vender o comer. Pero el verdadero depredador, el verdadero animal, es el que entró al departamento y escribió este texto.
23 comentarios:
con un gato te evitabas tanta mariconeada. Igual es mentira no? inventaste todo
Me pasó hace muy poco pero no con un murciélago sino con un ratón. Por eso, por miedo al hantavirus, mi experiencia fue más parecida a la Peste de Camus que a esta Casa Tomada tuya, en la que además hacés un esfuerzo superior al de Cortázar por comprender al invasor.
Abrazo.
Ginobili atrapó un murciélago con la mano en pleno partido mientras algún compañero se retorcía de miedo
https://youtu.be/iloN1RPs4n0
me pasó, también vi el video cómo sacarlo con una caja y así lo "solucioné". festejo la seguidilla de post.
Me puse triste con el final. Me imagine un final mas color de rosa.
Gran relato, me hizo reir al principio y al final me dio pena el bicho.
Nada mal, nada mal. Hasta la palabra más zarpada da para alabarla. A la balada, a la larga, la avala la alada alarma.
Se dieron cuenta que nos gobierna la embajada de EEUU no?
Si.
Yo una vez hice lo mismo q Ginóbili, jugué un partido de basquet.
Es tal cual lo relatás. Además, para mí, ese bicho es paralizante.
Igual el giro de que D'alessio sea en realidad un doble agente kirchnerista me parece excelente
"No le crean, son actores..."
Más que el cuervo te tendrias que poner la kuka
Lo bueno de los algoritmos es que siempre tienen nuestro talle.
Creo que es momento de regresar a nuestras Baticuevas.
Aunque lo más probable es que sea un doble agente de sí mismo
Que buen blog! y por dios y Charly y el flaco que vivi cosas de un muy otro mundo en el bisiesto 88 Un gran saludo y felicitacion de otro bloggero pintor!
Contate uno corvino
Corvino querido, vi que vas a estar en Cordoba hoy. Espero disfrutes mucho, y está bueno que desde hace un buen rato seas una especie de referente para la muchachada.
El corvino desde que escribe en La Agenda se guarda sus análisis políticos, por la razón que fuere. Muy 1988.
Genial Martin!!! Muy divertido!
uh Corvino, no quería que terminara con muertos :(
Hay barrios enteros de Mardel copados por bandadas de murciélagos, otros por jaurías de perros salvajes, otros por sindicalistas, otros por surfers y skaters. Cada zona tiene su raza dominante.
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