Hace un mes se cumplió una década de la emisión del último capítulo de Seinfeld (14 de mayo de 1998). En estos días pasaron por Sony un documental sobre su génesis y se me ocurrió que éste era el momento indicado para apuntar algunas notas breves sobre mi serie favorita de todos los tiempos. En primer lugar, es interesante observar que Seinfeld funciona como tal a partir de la elección de un enfoque muy definido (un recorte) y que éste, termina siendo esencial para la serie: los mismos personajes que protagonizaron la sitcom más hilarante de la historia (dadas sus complejas psicopatías), de correr un ápice la perspectiva direccional, podrían haber hecho un drama. Por otro lado, están extraordinariamente construidos, como si fueran las palabras esenciales de un relato perfecto en el que nada sobra y nada falta. La serie contiene múltiples elementos autobiográficos. Gira en torno a Jerry Seinfeld (que, como sabemos, se llama así en la vida real), un comediante stand-up egocéntrico e inmaduro que aporta la mirada corrosiva y algunos monólogos notables. A su vez, tiene 3 amigos que, a medida que avanzan las temporadas de la serie, se van turnando con el personaje principal el núcleo sensible de la serie. George Constanza (inspirado en Larry David, el director de la serie), soltero como Jerry pero híper torturado, es un personaje de Franz Kafka incrustado en la Nueva York posmoderna de los 90’. Kramer (al igual que Chiquito Reyes, el personaje de Olmedo) tiene el mismo nombre y la taxonomía de un vecino insoportable de Larry David. Es un freak solitario que aporta el humor más recurrente, hecho a base de extrañísimos gestos, golpes, caídas y descentramientos varios. Elaine (interpretada por Julia Louis-Dreyfus, una comediante excepcional que te puede hacer reír con el movimiento de una ceja), la única mujer del grupo, representa en sí un cúmulo de características risueñas adaptables a todo el género femenino. Completan el entramado central de personajes, Newman, un cartero al borde del paroxismo total, los familiares de Seinfeld (inolvidable un episodio en el que Elaine le pinta las cejas a un tío del cómico) y los padres de George, paradigma fatal del matrimonio (“Todo lo que se pudre forma una familia”, decía Fabián Casas en Tuca). Todavía no se escribió el apunte sobre Seinfeld que haga la salvedad de que “la serie sobre la nada”, se haya convertido, con el paso del tiempo, en el espejo más acabado sobre las obsesiones y los placeres efímeros de la vida moderna. Este post no es la excepción. Las coordenadas de Seinfeld se desplazan (como los relatos de los cuentistas que más me agradan) hacia esos espacios temporales donde, supuestamente, no sucede nada. Es habitual, entonces, que los capítulos se basen en diálogos triviales y hechos mínimos surgidos en colas de cine o restaurantes, estacionamientos o panaderías. El resultado es categórico: al no tomar como hilo narrativo central historias ostentosas o situaciones temáticas reiteradas, Seinfeld se transformó en uno de esos objetos artísticos que, sin proponérselo, se parecen demasiado a la vida cotidiana. Las conversaciones de café de Jerry, Elaine, George y Kramer giran en torno a los temas más nimios; éstos, sin embargo, son analizados con la seriedad ontológica de El banquete, de Platón. Y cualquiera que tenga amigos sabe que no hay nada más gracioso que filosofar sobre temas vulgares.
Por último, dos anotaciones. A Borges le hubiese gustado Seinfeld ya que se contiene a sí misma. Uno de los temas medulares de la serie es que Jerry y George preparan una sitcom que va a tratar sobre la nada y va a contar con personajes que hagan de sus amigos e, incluso, de ellos mismos. El personaje de Kramer (como ya se ha mencionado, basado en un individuo real llamado Kramer), por ejemplo, le pide a Jerry hacer de él mismo. ¿Por qué nos fascina que Seinfeld (el personaje) sea, dentro de Seinfeld, el autor de una serie exactamente igual a la que protagoniza? En “Magias parciales del Quijote”, uno de los fabulosos ensayos que contiene Otras Inquisiciones, Borges se pregunta: “¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios”. En segundo lugar, el itinerario de Seinfeld en pantalla esconde cierta ética artística que juzgó entrañable. Al principio (en las primeras dos temporadas), fue un fracaso y absolutamente nadie la comprendía. Sin embargo, Jerry, David y los actores siguieron adelante. Tiempo después, la serie fue un éxito (cada uno de los involucrados se hizo, literalmente, multimillonario). A pesar de su carácter rupturista nunca subestimaron a la audiencia y lograron crear un nuevo espectador cambiando la sintaxis básica de la comedia de su tiempo. En la novena temporada, cuando la magia inicial se volvió una fórmula, Seinfeld (a quien le ofrecían 5 millones de dólares por capítulo) decidió acabar para siempre con su maravillosa invención. Estas dos elecciones esconden el secreto fundamental de cualquier proyecto: todo se simplifica a saber cuándo hay que tener paciencia y cuándo hay que acabar con todo. Sayonara.
Por último, dos anotaciones. A Borges le hubiese gustado Seinfeld ya que se contiene a sí misma. Uno de los temas medulares de la serie es que Jerry y George preparan una sitcom que va a tratar sobre la nada y va a contar con personajes que hagan de sus amigos e, incluso, de ellos mismos. El personaje de Kramer (como ya se ha mencionado, basado en un individuo real llamado Kramer), por ejemplo, le pide a Jerry hacer de él mismo. ¿Por qué nos fascina que Seinfeld (el personaje) sea, dentro de Seinfeld, el autor de una serie exactamente igual a la que protagoniza? En “Magias parciales del Quijote”, uno de los fabulosos ensayos que contiene Otras Inquisiciones, Borges se pregunta: “¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios”. En segundo lugar, el itinerario de Seinfeld en pantalla esconde cierta ética artística que juzgó entrañable. Al principio (en las primeras dos temporadas), fue un fracaso y absolutamente nadie la comprendía. Sin embargo, Jerry, David y los actores siguieron adelante. Tiempo después, la serie fue un éxito (cada uno de los involucrados se hizo, literalmente, multimillonario). A pesar de su carácter rupturista nunca subestimaron a la audiencia y lograron crear un nuevo espectador cambiando la sintaxis básica de la comedia de su tiempo. En la novena temporada, cuando la magia inicial se volvió una fórmula, Seinfeld (a quien le ofrecían 5 millones de dólares por capítulo) decidió acabar para siempre con su maravillosa invención. Estas dos elecciones esconden el secreto fundamental de cualquier proyecto: todo se simplifica a saber cuándo hay que tener paciencia y cuándo hay que acabar con todo. Sayonara.
+ Seinfeld en CINE BRAILLE